La mujer del granjero (The farmer’s wife, 1928) de Alfred Hitchcock

Poco a poco voy descubriendo la etapa británica del maestro del suspense que recoge la etapa silente y toda la década de los treinta…, hasta que en 1940 rueda en EEUU, Rebeca. Y es una etapa que me está gustando y sorprendiendo porque siempre me gusta indagar cómo se va construyendo el cine de un director desde el principio de los tiempos (sus comienzos) hasta su última película.

En el caso de Hitchcock es hermoso (como de otros directores clásicos que empezaron como pioneros en el silente y luego alcanzaron la cumbre de su éxito en el sonoro) porque se va viendo cómo construye su personalidad fílmica y cómo va dominando esta nueva forma de expresión. Como va conociendo el lenguaje cinematográfico y cómo va desarrollando aquellos temas que construyen su mundo o definen su marca.

La mujer del granjero no es una joya del cine mudo pero sí una película interesante dentro de la obra del autor. Por varios motivos. Primero, porque se aleja totalmente de la temática que le haría famoso y que ya en su etapa muda estaba tratando (tan sólo un año antes había creado El enemigo de las rubias). El rey del suspense se decanta por una historia pequeña absolutamente costumbrista y rural que adapta una obra teatral (pero él por supuesto se olvida del lenguaje teatral y trata de contarla a través del lenguaje cinematográfico).

Segundo, porque muchas de las obras del cine silente van mostrando al realizador las posibilidades técnicas para la construcción de una obra cinematográfica. Lenguaje cinematográfico, el arte del montaje y la habilidad de Hitchcock para construir y contar una historia. Los detalles, dónde se fija la cámara (su mirada), cómo contar una historia, cómo presentar a un personaje… Todos estos pasos se dan en esta película previsible pero bien contada.

Tercero en esta obra costumbrista se plantean dos asuntos: el humor del realizador que siempre de alguna manera estaría presente a lo largo de su cinematografía (bien en una situación bien a través de un personaje). Y también quedaría plasmada la misoginia del director (la verdad es que se podría realizar un estudio emocionante sobre el tratamiento que da Hitchcock a cada uno de los personajes femeninos que aparecen en sus películas…) en los retratos femeninos de La mujer del granjero.

La trama es bien sencilla: un granjero se queda viudo (el actor Jameson Thomas que muestra sus registros). En la boda de su hija siente que no quiere seguir solo y que quiere por tanto volver a casarse. Todo esto ocurre bajo la atenta mirada de la bella, servicial, honrada y digna sirvienta (la digna sirvienta es ¡¡¡una morena!!! Lilliam Hall-Davis que ya había trabajado con el director en The ring) que conoce todo los secretos del granjero. El buen señor elabora junto a su sirvienta de confianza una lista de las posibles candidatas (cuatro mujeres de la localidad). La película va transcurriendo ante las desilusiones del señor granjero cuando una por una de las damas van dándole calabazas…, hasta que se da cuenta (todos los espectadores lo sabemos desde el principio) que la candidata ideal es su fiel sirvienta, hermosa, bella e incomparable a las otras cuatro candidatas. Y ella, por supuesto, no le rechaza.

Sin embargo, ya hay detalles que dejan vislumbrar al hombre que sabe contar historias a través del nuevo arte: el cine. Desde la primera escena que es una delicia. Vemos a un hombre serio, mirando por la ventana de su granja. Nos deja ver los campos, los alrededores, los animales, en especial a dos perrillos maravillosos que esperan la salida de otro personaje, el fiel sirviente y el graciosillo de la función. El fiel sirviente sale de la casa y mira pesaroso hacia la ventana donde el hombre serio le dice que no con la cabeza. El hombre serio se da la vuelta y asistimos a una escena dramática: todos están alrededor de la cama de su esposa moribunda que está a punto de fallecer. Y, de pronto, después del choque, toque de humor negro del autor. La mujer antes de morir levanta su cabeza y se dirige a la sirvienta fiel y la dice, agonizante: ¡Recuerda airearle siempre los calzones! Y muere. Así vemos una elipsis en que vamos viendo como distintos calzones del esposo son aireados y que preludian su soledad hasta que saltamos a la boda de la hija que obviamente deja la casa paterna dejando más en evidencia su soledad.

Otro buen recurso cinematográfico de Hitchcock para esta sencilla historia es alimentar la nostalgia de su pasado conyugal y la soledad del protagonista en sus miradas continuas a dos mecedoras al lado de la chimenea ardiente. Una de ellas, ahora siempre vacía. Ahí él imagina a la nueva esposa. Ahí sitúa a las candidatas en su imaginación y ahí en esa mecedora es donde se da cuenta que a su nueva mujer ya la tenía en casa, su joven, bella y fiel sirvienta que además airea todos los días sus calzones…

También el director sabe emplear con destreza los distintos espacios de la casa del granjero (el ir con la cámara de una habitación a otra, las escaleras como recurso dramático, el uso de las puertas…) así como de las casas de sus pretendientas. O, por ejemplo, rueda de manera genial las reuniones de los vecinos: la comida de la boda, la fiesta de la solterona —a la que llegan más y más invitados— y no faltan los detalles y las situaciones cómicas así como los personajes graciosos… Sobre todo se ceba en la personificación de cada una de las cuatro candidatas para resaltar en todo momento que el granjero se equivoca y que la joya se encuentra en su propia casa. La solterona con tics nerviosos, la rica con pretensiones de independencia, la señora gorda con ataques de histeria e ilusión de juventud eterna, la tabernera basta… Ninguna hace sombra a la bella sirvienta que desde el principio aparece como mujer ideal.

Así La mujer del granjero se deja ver con una sonrisa y sirve para descubrir el medio cinematográfico tal y como lo estaba descubriendo y experimentando el maestro del suspense. En la ya mítica conversación con Truffaut, Hitchcock no da mucha importancia a esta producción pero sí señala que le sirvió para aprender más técnica sobre todo en el tema de la iluminación y para tener distintos registros a la hora de contar una historia cinematográficamente.

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