El libro Yo, Bill Murray (Esto iba a ser la biografía autorizada de Bill pero no lo encontramos) fue un regalo de cumpleaños. Y lo señalo porque quizá yo nunca me hubiese comprado el libro por elección propia, pero ahora me alegro tenerlo entre las manos. Lo primero que me llamó la atención es que es un libro bonito con una edición cuidada, que tiene además como complemento una galería de ilustraciones de varios autores que juegan con el rostro de Bill… y merece la pena. Su lectura es muy amena e hizo que pensara en mi relación con Murray en mi vida como cinéfila.
Por otra parte, no hacía mucho había visto un documental sobre su persona que me llamó la atención: Bill Murray: consejos para la vida, dirigido por Tommy Avallone, sobre la filosofía de estar en el mundo del actor. Y ya pensé en ese momento bastante en Bill como intérprete. El libro de Marta Jiménez lo complementa muy bien, pues desarrolla y ahonda mucho más en varios aspectos que salen en este largometraje.
A raíz de la lectura del libro he visto una película del actor que nunca había visto, El filo de la navaja de John Byrum, y volví a ver otra que en su momento me había gustado mucho (y en este visionado lo confirmo de nuevo): La chica del gánster de John McNaughton. Son dos largometrajes que no suelen analizarse mucho cuando se habla de su carrera, pero, sin embargo, ofrecen pistas sobre su personalidad y su manera de entender el cine y la vida.
«El porqué de este libro tiene que ver con bucear en la cabeza de Murray. Dibujar un retrato del actor fuera y dentro de la pantalla, como intérprete y como personaje real, contextualizándolo a través de sus películas y de sus miles de anécdotas. Explorar cómo en casi un centenar de personajes a lo largo de su carrera, algunos memorables, Bill Murray no ha dejado de ser él mismo. Y ser uno mismo es mucho más complicado que actuar. Él lo ha logrado actuando, buscando personajes en su interior y matando su presunta versatilidad a causa de una personalidad que ha contaminado cada uno de esos personajes sin que eso lo haya relegado como actor, más bien todo lo contrario. Entre sus conquistas, ha logrado ser irónico en lo cómico y en lo melancólico, natural y tierno como antihéroe y como villano, consiguiendo que cualquier rareza sea más que aceptable».
Y es que no es fácil explicar que desde que Murray ha estado presente en las pantallas de cine, ha sido él mismo en muchos personajes diferentes. Y que eso ha sido su acierto y su magia. Desde los ochenta hasta la actualidad Bill Murray se ha ido transformando de irreverente cómico a ser el actor cool del cine independiente, y su rostro tan solo ha envejecido. Es más, logra ser entrañable en cameo genial haciendo de sí mismo en una película de ficción total: su aparición como Bill Murray es uno de los aciertos maravillosos de una comedia de terror muy divertida, Bienvenidos a Zombieland de Ruben Fleischer. Bill Murray ha sabido elegir personajes secundarios inolvidables y ser protagonista de películas que forman parte de la memoria cinéfila de aquellos que crecimos con el cine de los ochenta y los noventa.
Su manera de encarar su carrera, su evolución en el cine (también su trayectoria ha sido larga en la televisión) como actor y su forma de tomarse el éxito le han convertido en una especie de icono cultural. Es un hombre que no tiene móvil ni redes sociales, con el que es difícil contactar, prescindió de un agente que llevara su carrera hace años, y, sin embargo, muchas veces logra convertirse en fenómeno viral. Ha sabido también alimentar una leyenda con sus apariciones esporádicas en cualquier lugar: en un concierto, en un partido, en una fiesta privada…
Ha ido envejeciendo con todas sus arrugas, con un rostro impasible de «qué coño hago aquí, no lo sé, pero voy a reírme un rato si puedo o lo mismo me pongo un poco triste en un rato». Siempre ha conservado algo de la irreverencia que cultivaron una generación de actores que surgieron de Saturday Night Live en los setenta, donde las reglas no parecían que fuesen con ellos. Y no solo eso sino que en un momento dado consiguió conectar con una generación de nuevos directores que le han convertido en el antihéroe de sus historias, directores con una personalidad muy marcada y un cine fuera de los cánones hollywoodienses: Wes Anderson, Jim Jarmusch y Sofia Coppola.
Mi vida junto a Bill
Creo que la primera vez que tuve conciencia de que Bill Murray existía fue en el cine con uno de sus papeles secundarios en una película que me gustó muchísimo cuando me llevaron mis padres a verla: Tootsie (1982), de Sydney Pollack. Murray era el compañero de piso del protagonista, de Dustin Hoffman…, y roba unas cuantas escenas.
Luego como no, me lo pasé de miedo con Los cazafantasmas (1984) de Ivat Reitman. Soy de esa generación que no olvida la sintonía, el logo de tan peculiar empresa, y la irreverencia de su personaje, el científico sarcástico y ligón, Peter Venkman.
Después protagonizó una de las comedias románticas que más me entusiasmaron en los noventa y que a día de hoy sigue importándome mucho. Harold Ramis nos familiarizó a todos con lo que suponía vivir una y otra vez un mismo día, y logró una película romántica, divertida y filosófica. Estoy hablando de Atrapado en el tiempo (1993). Murray es Phil, ese hombre del tiempo engreído e insoportable que de un día para otro recibe una condena: retransmitir una y otra vez el día de la marmota. Pero esto se convierte en aprendizaje y en la búsqueda del sentido de la vida, a la vez que encuentra el amor con su compañera de realización, Rita (Andie MacDowell).
Un año después tiene un papel secundario de esos que no se olvidan en una película que me hipnotizó: Ed Wood de Tim Burton. Murray es uno de los excéntricos personajes de la cuadrilla del peor director del mundo. Ni más ni menos que como Bunny Breckinridge, uno de los peculiares actores que estuvieron presentes en la filmografía de Wood, tiene momentos inolvidables donde presenta toda su comicidad y vulnerabilidad, pues sus papeles van adquiriendo ese difícil equilibrio de la tragicomedia.
Mi siguiente encuentro inolvidable con Bill fue en una película que me impactó y dejó su huella. No la olvido. Y Murray está para mí en uno de sus papeles tragicómicos más impresionantes. Hablo de Abajo el telón (1999) de Tim Robbins. Es un fresco cultural del Nueva York de los años treinta, donde Bill es un ventrílocuo de un vodevil, que emprende una cruzada anticomunista y acaba llorando en un escenario con su muñeco que canta la Internacional en un patio de butacas casi vacío. Brutal.
Entonces llega el cambio de década y recuerdo perfectamente el día que fui a ver Lost in Traslation, y a ese actor en decadencia que va a Japón a grabar un anuncio, y se encuentra en el camino a Charlotte, una joven esposa, que acompaña a su marido. Y los dos son unas personas perdidas en un mundo que no es el suyo, pero se cruzan y conectan de una manera bonita. Fui una de tantas que se preguntó y se pregunta qué le dice Bob Harris a Charlotte en el oído. Y dos años después le encontré en esa crónica desencantada de un donjuán maduro, en Flores rotas de Jim Jarmusch.
Después vino mi entusiasmo por el cine de Wes Anderson. Y sí he visto todas aquellas donde aparece, hasta donde solo se escucha su voz (Fantastic Mr Fox): Academia Rushmore, Los Tenenbaums. Una familia de genios, Life Aquatic, Viaje a Darjeeling, Moonrise Kingdom, El gran hotel Budapest o La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun). Bill se encuentra como gato en el agua en el universo Anderson, igual es protagonista que hace un secundario de peso o un cameo. Pero ahí está.
El filo de la navaja y La chica del gánster
El libro de Marta Jiménez me puso sobre la pista de que había hecho una adaptación de la novela de Somerset Maugham. Yo solo conocía la versión de los años cuarenta de Edmund Goulding.
El filo de la navaja la quiso hacer Bill Murray como una nueva apuesta en su carrera cinematográfica, un cambio de rumbo. Consiguió que los estudios Columbia se implicaran en el proyecto, pero tenía que protagonizar antes uno de sus mayores éxitos: Los cazafantasmas. Se arriesgó con Maugham y no le salió bien, la película fue un fracaso absoluto. Pero además Murray no quiso rentabilizar el éxito de la comedia del año. Como el personaje de Maugham, hizo un parón en su vida. Se fue a París y se puso a estudiar Filosofía.
Mentiría si no dijese que me ha sorprendido la versión de John Byrum. Sí, es una película imperfecta, pero tiene momentos. Sus personajes y su evolución no están bien conseguidos, pero hay un boceto que merece la pena. Y el personaje central es muy Bill Murray: un hombre que no sabe cuál es su papel en el mundo, que busca un sentido, y deambula por la vida. A veces se lo toma con humor y otras con melancolía. El sentido tragicómico de la existencia.
En las páginas del libro Yo, Bill Murray, la autora explica cómo La chica del gánster quedó eclipsada por el éxito de Atrapado en el tiempo y cuenta algo curioso: en un principio el papel del fotógrafo forense de la policía iba a ser el rol de Murray y el de Niro, el del mafioso. Y me llama la atención porque creo que los dos están estupendos en el papel que les tocó interpretar finalmente, y que justo es el que se piensa que no les corresponde. Ambos arriesgan y conmueven con su interpretación. Lo bueno es que también hubiese sido grande ver a Niro como el gánster y a Murray como el policía introvertido. También hubiese merecido la pena la película que hubiese surgido de ahí. Estoy segura.
Pero Bill logra algo fantástico como el gánster, como el villano: provoca inquietud y miedo, y además da sentido a la tragedia del personaje. No quiere estar en el lugar que le ha tocado, él disfruta más en el escenario con sus monólogos de humor que siendo el mafioso del barrio. Es un gánster con crisis existencial, que va a terapia psicológica, y se cruza en su camino con otra persona incómoda con su vida, el policía. Y realmente piensa que pueden ser amigos. El gánster del Bill Murray es otro personaje en un mundo que no le corresponde con un sentido tragicómico de la vida. No deja de ser irónico que años después De Niro conseguiría un éxito de taquilla interpretando precisamente a un gánster que necesita ir a terapia en Una terapia peligrosa de Harold Ramis.
Y con este repaso me doy cuenta de que aunque nunca le elegiría como a uno de mis actores fetiche o favoritos si me preguntaran, sin embargo, Bill Murray ha estado y está bastante presente en mi memoria cinéfila. Esa es otra de sus cualidades, parece que no está, pero sí. Aparece cuando menos te lo esperas.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Mi muy querida Hildy, ya sólo el título, o mejor dicho el subtítulo, de la biografía te intriga, crea un clima. Por lo demás, más allá de que Hechizo del tiempo (como se llama aquí Atrapado en el tiempo) es una de mis comedias favoritas de mi infancia, no puedo decir que Murrau y yo hayamos coincido mucho en nuestros caminos (qué pomposo, ponerse a su altura). Es que no era un favorito en mi casa y entonces crecí sin su presencia. Eso sí, encuentro fascinante esa escena de Abajo el telón que describís. Si logro dar con ella tal vez, quién te dice, sea mi puerta de entrada al universo que con tanto cariño nos mostrás.-
Te mando un abrazo enorme mientras me asomo de mi guarida para anticipar el final del invierno, Bet.-
Pues mira, me pasa con Bill Murray un poco lo mismo que con Wes Anderson: NADA. Me sorprende la atención que recibe esa NADA, en ambos casos. Bull Murray me horroriza como cómico (excepto en «¿Qué pasa con Bob?»), y como tipo serio, no deja de ser un Buster Keaton de centro comercial, que imita de él lo único que es capaz de hacer, la cara de palo. Lo cual no quita para que ciertos cineastas le saquen partido, pero no considero que sea una virtud propiamente suya, y en cuanto a caras de palo, me parece hasta limitado (Robert Mitchum o Clint Eastwood han hecho de los límites en la expresividad toda una virtud, y Roger Moore toda una carrera basada en el sarcasmo facial).
Y aun así, Bill Murray es exponencialmente más auténtico que Wes Anderson.
Besos
Hola Hildy
Creo que Murray es uno de esos escasos actores que, no importa el papel que haga, cae bien; sientes que es como un amigo que está triunfando en lo suyo.
Seguramente mi primer recuerdo suyo sea en una peli «de campamento» un poco mejor que la media, un poco más olvidada que otras peores y con un director que «voló por encima de sus posibilidades» y con una frase mítica -sólo para mí- «A partir de ahora jugaremos en serio… ¡Apostaremos melones!» (hasta ese momento apostaban cacahuetes). La peli es «Los incorregibles albóndigas» y el director nomeacuerdo.
A mi me gustó -y me gusta- mucho «la chica del gángster». Literal.
Esa portada del libro recuerda «Being John Malkovich». Y parece que el libro también.
Un saludo, Manuel.
Sí, querídisima Bet, ya el subtítulo del libro es especial, ¿verdad?
¡Tú también eres fan de Hechizo del tiempo, Atrapado en el tiempo…, El día de la marmota! Cómo me gusta esa película.
Bueno, ya lo hemos hablado alguna vez, esas películas que juegan con el tiempo nos encantan.
Pues en mi casa tampoco estaba muy presente y, fíjate, cuando he hecho el artículo, me he dado cuenta de que Murray ha estado más presente en mi vida como cinéfila de lo que pensaba, jajaja.
Te recomiendo con fervor «Abajo el telón» de Tim Robbins, para mí es una película superespecial. Y Murray está fantástico.
Beso
Hildy
Jajajaja, mi querido Alfredo, tú y yo hemos tenido y tenemos varias batallas divertidas. Y una de ellas es sin duda Wes Anderson.
A mí el universo tan particular de este señor me agrada. Reconozco que disfruto con sus películas. Creo eso: que ha logrado un universo propio, y que o se conecta con él o no se conecta o directamente se le repudia.
Curiosamente no he visto la película de Murray en la que te gusta como actor cómico y mientras estuve realizando el artículo, repasé su filmografía y reconozco que me apeteció «¿Qué pasa con Bob?» de Frank Oz.
Y con Bill Murray me ocurre algo curioso y lo cuento en el texto. Creía que no estaba muy presente en mi memoria cinéfila, pero de pronto me doy cuenta de que sí está en películas que para mí han significado mucho como Tootsie, Atrapado en el tiempo, Ed Wood, Abajo el telón… ¡y, bueno, en mi descubrimiento no hace tanto tiempo de Wes Anderson!
Beso con ectoplasma (jajajaja, souvenir de Cazafantasmas)
Hildy
Sí, querido, querido Manuel, lo has explicado muy bien. Bill Murray parece el amigo divertido y cínico que siempre está ahí. En los momentos buenos y malos. Aquel que a veces te lo comerías a besos y otras le pegarías unos cuantos gritos.
¿Te puedes creer que no he visto las de los albóndigas…? Jajajaja, y eso que yo he sido niña y adolescente de campamento de verano.
A mí también me gustó y me ha gustado ahora que he vuelto a verla La chica del gánster. Es una película sencilla y es bonita, la verdad.
¡Has dado en el clavo con «Being John Malkovich»! Es uno de los referentes.
Cómo me gustó también esa película, qué universo el de Jonze junto a Charlie Kaufman (y el de los dos por separado).
Beso
Hildy
Que tal Hildy!
Estupendo y merecido repaso le has dedicado a la carrera de Murray. A mi también me encanto ese papel en «Tootsie» (es curioso como recordamos detalles de sesiones de cine de hace tanto tiempo…), estaba genial. Desde luego es todo un personaje dentro y fuera de la pantalla.
Besos;)
Querido Fran, ¡¡¡sí!!!, cuando me leí el libro y empecé a recordar lo que había visto de Bill Murray, me di cuenta de que es uno de esos actores que nunca nombraría si me preguntaran por mis favoritos, pero, sin embargo, ha estado muy presente en mi vida como espectadora y sale en películas que me fascinan: como Tootsie, Ed Wood o Atrapado en el tiempo.
Sí, como dices, es todo un personaje dentro y fuera de la pantalla.
Beso
Hildy