Maxine. Un cuento de cine

La jefa de planta me dice que está en su habitación. Lo encuentro sentado en la cama y, como siempre que voy a verlo a la residencia, me recibe con estas palabras:

—No sé quién eres, pero pareces un buen hombre.

Sonrío.

—Papá, ¿por qué no vamos al cine?

La enfermedad le robó la memoria. Él no opone resistencia al plan. Y se deja llevar. La película que vamos a ver es especial. Una vez sentados en la sala 1 de la Filmoteca, la oscuridad me envuelve…

Mi viaje por la memoria me transporta a un invierno de 1964. Una noche fría, mi padre y yo en el camión de la basura por las calles de Madrid. Él tenía unos 40 años y yo 18 recién cumplidos. Mi padre se pasó trabajando toda la vida como una bestia de carga. Era grande y fuerte. No tuvo educación, pero no quiso que a sus hijos nos pasara lo mismo. Nunca se regaló nada, ni siquiera una entrada para acudir al cine o a una revista. No era hombre de muchas palabras.

Sus manos eran enormes, protectoras. Recoger basuras era uno de sus muchos trabajos y consiguió que cuando su compañero no podía acompañarle en el recorrido, yo fuera su sustituto. Un dinero extra nunca venía mal en casa. Yo era cinéfilo por naturaleza y el cine, mi refugio. Y aprovechaba esos trayectos nocturnos para contarle todas las películas que veía.

Esa noche mi padre conducía despacio por la calle Mayor, cuando una mujer a lo lejos nos hizo señales para que parásemos. Él no se lo pensó, frenó y bajó la ventanilla. ¡Yo me quedé sin habla…! Iba a gritar un nombre entusiasmado, cuando ella me miró sonriendo y puso un dedo delante de su boca, como pidiéndome que no delatara su identidad. Y me quedé mudo.

—¿Me llevaríais a casa?

Mi padre y yo la mirábamos como si fuese una aparición. Lo primero que llamaba la atención es que iba descalza, su pelo era negro y lo tenía recogido en un moño mal hecho. Llevaba unos pantalones negros pitillo y un blusón de pico de seda fina de color tierra. Sonreía pero su mirada era triste. Sus ojos, verdes. Se notaba que había bebido bastante, aunque no se tambaleaba nada y su voz era grave y extranjera. ¡Yo la había amado tanto en la pantalla de cine! Mi padre no sabía quién era, quizá pensó que era una turista americana perdida y algo borracha, y, de pronto, le preguntó:

—¿Cuál es tu nombre, morena?

—Maxine.

—Maxine, sube con nosotros. Dame la dirección de tu casa y te llevamos.

Y Maxine así lo hizo. No paró de hablar en todo el trayecto. Descubrí que estaba encantada con los silencios de mi padre, pero que adivinaba (como yo cuando contaba mis películas) que estaba escuchándola. Dijo que disfrutaba con los toros y también con el flamenco. Que le gustaba nuestra comida. Le pidió un cigarrillo y este le pasó su cajetilla, nos dimos cuenta enseguida de que era una fumadora empedernida. Y también que no paraba de decir tacos. Él sonreía cada vez que soltaba alguno, y me miraba cómplice.

De vez en cuando Maxine se ponía a cantar una canción en inglés y nos explicaba que la letra hablaba sobre lo bonito que era encontrarse con extraños en la noche… Yo estaba hipnotizado, apenas me salían las palabras, pero supongo que parecía un adolescente tímido con las hormonas disparadas. Llegamos a nuestro destino y, antes de bajarse del camión, me dio un beso en la mejilla y me susurró un gracias en el oído. Otra vez desde la calle, se nos quedó mirando con unos ojos tristes y se le escapó una sonrisa.

—¡Cuidate, Maxine! —le dijo mi padre.

—Vosotros sí que sois hombres de verdad, y no los imbéciles con los que tengo que acostarme… Me gustaría daros un dinero, pero en agradecimiento. —Y nos ofreció unas diez mil pesetas.

Necesitábamos ese dinero, muchísimo. Pero él no lo cogió, sonrió a Maxine con cariño y cerró la puerta.

Y ella se quedó saludándonos con la mano hasta que nos perdió de vista. Mi padre solo me miró y dijo:

—Qué triste estaba Maxine.

En ese momento decidí no contarle quién era…

La luz del proyector se enciende y bailan las imágenes de La noche de la iguana. Mientras ve la película, mi padre no deja de sonreír. De pronto me mira y me susurra al oído:

—¿Has visto, hijo? Ahí está Maxine, y parece que por fin es feliz.

PD: Este cuento lo escribí en el año 2017 para un concurso de relatos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

16 comentarios en “Maxine. Un cuento de cine

  1. Hola Hildy
    ¡Qué bonito cuento! ¡Y qué fotogénico!
    Como tengo el virus celuloidico he pensado que el basurero bien podría ser Tito «Alas de Mariposa» Valverde y cuando llega el turno de la flamenca de la triste figura y los ojos verdes me he preguntado ¿Qué haría Estrellita Castro a esas horas por la calle?
    Por seguir con la copla (y haciendo pasar ese poncho Gardniano por aquel famoso mantón) «sabe Dios las cosas que habrá tapao… y aún me ha de guardar»
    Un saludo y, hoy, un deseo: ser árbol para que la condesa descalza pueda apoyar la cabeza. Manuel.

  2. ¿Y esto es todo? ¡Quiero más, Hildy! Me ha gustado por su sencillez. Una hermosa fantasía cinéfila con una pasajera de excepción: Ava Gardner. ¿Y esa mirada? Sí, tenía una mirada entre triste y melancólica, una mirada que invitaba a estrecharla amorosamente entre tus brazos, y cuidarla, y mimarla… hasta desaparecer hechos uno.
    Besos, querida Hildy.

  3. ¡Ay ay ay Hildy! Sin palabras…
    Te mando un abrazo gigante como nuestro amor al cine, que es gigante pero no de forma amenazante o aplastadora sino de esos que te envuelven y te hacen pensar que va a estar todo bien porque ellos están ahí para darte refugio.-
    Bet.-

  4. Qué bonito, Manuel, eso de querer ser un árbol.
    El fotograma es precioso y Ava está divina, tal y como vistió su Maxine.
    Cómo me gusta esa película, «La noche de la iguana», y el personaje de Maxine.
    Siempre me han llamado la atención esos días de Ava por las calles de Madrid.
    ¡¡¡Tu versión del cuento con Valverde y Estrellita Castro, impagable!!!

    Beso
    Hildy

  5. Querido nunca el olvido, jajaja, ¡eso es todo! Un relato muy breve.
    Ava Gardner y su vida en Madrid.
    Y una de las películas de la actriz que me encantan.
    Y jugar con la realidad y la ficción, la ficción y la realidad.
    Ay, cuánto dice una mirada.
    Los ojos.

    Beso
    Hildy

  6. Querida, querida Bet, recibo ese abrazo grande que envuelve.
    Qué importante es encontrar refugio en esta vida.
    El cine es uno de los buenos, la verdad.
    Pensándolo bien «La noche de la iguana» trata de eso: de personas en busca de un refugio.
    Y en el cuento padre e hijo encuentran refugio en un recuerdo.
    Beso
    Hildy

  7. Has hecho un bonito cuento sobre el pasado y los recuerdos. En este caso el recuerdo del personaje de Maxine que protagonizaba la película de Huston. Y a su vez la actriz real que lo interpretó ha quedado grabado en la memoria frágil del padre que milagrosamente aún la recuerda pese a su enfermedad. La memoria es algo misterioso, y más aún cuando envejecemos y no recordamos lo sucedido ayer y sin embargo recordamos algo sucedido hace muchísimos años. En la película Días salvajes de Wong Kar Wai el protagonista justo antes de morir recuerda una anécdota sucedida hace años con una chica de la que fue novio. Me gustó mucho este detalle de un recuerdo especial que no se olvida. Una amiga de un minuto. Pero ese minuto queda grabado para siempre.

    Un beso maja.

  8. Que tal Hildy!

    Bueno, no soy mucho de incluir emoticono pero creo que realmente se merece un aplauso (si mis gafas no me engañan juraría que son unas palmas…jeje), me ha encantado. Gracias por este post, recuerdo que me lo mencionaste, así que aun sabiendo de quien se trataba ese final me ha dejado una fantástica sensación.
    A medida que leía estaba viendo las escenas, por supuesto esto pide blanco y negro…jeje
    Lo que debieron ser aquellas noches de Ava por Madrid…
    Besos y feliz semana!

  9. Sí, querido Luis, como dices la memoria es algo misterioso.
    Me alegra que te haya parecido bonito el cuento.
    Maxine y Ava.
    La relación de padre y un hijo.
    La memoria.
    Me apunto la película de Wong Kar Wai, que no la he visto.
    ¿Sabes otra que para mí trata el tema de la memoria de manera especial también?
    Maccheroni de Ettore Scola.

    Beso
    Hildy

  10. Querido Fran, cómo me alegra que te haya gustado.
    ¡Tú has sido el culpable de que me acordara de este cuento que escribí hace unos años! y me da mucha alegría haberlo compartido en el blog.
    Sí, siempre me ha encantado leer sobre la estancia de Ava en Madrid y la cantidad de anécdotas que hay sobre esas noches.
    El cuento aprovecha mucho de mis lecturas de esas noches, además de uno de los personajes de Ava que más me gusta, el de Maxine en La noche de la iguana.

    Beso
    Hildy

  11. Me ha fascinado el cuento que nos cuentas, tan sencillo y tan complejo a la vez,.porque se mezclan en él sentimientos y emociones….y esas diez mil pesetas que no acepta de «propina» son todo un ejemplo de la verdadera solidaridad humana de ese padre de manos grandes.
    Gracias Hildy por contárnoslo.

  12. Enhorabuena, Hildy, me ha gustado mucho.
    Un cuento que podría ser verdad perfectamente, dadas las noches de copas por Madrid de Ava (que dicen que se bebía hasta el agua de los floreros), y su amor por España y por los españoles.
    Abrazos.

  13. Cómo me alegro, queridísima María Rosa, que hayas disfrutado con la lectura de un relato muy, muy de cine. Ese padre con grandes manos es también hombre sabio.

    Beso
    Hildy

  14. Efectivamente, querido Ethan, hay anécdotas sobre que alguna vez montó en los camiones del servicio de limpieza por las calles de Madrid. Hay un libro maravilloso, que seguro conoces, que habla de esas noches, Beberse la vida, de Marcos Ordoñez.

    Beso
    Hildy

  15. Precioso homenaje al cine que fue, mi querida Hildy. Irrepetible. No me imagino a nadie escribiendo algo parecido dentro de cuarenta años con, por ejemplo, Meg Ryan, Gal Gadot o Penélope Cruz como protagonistas. La magia ha desaparecido, congelada en nuestra memoria sentimental.

    Besos

  16. Mi querido Alfredo, sí, es un cuento que disfruté mucho del proceso de creación. Es tanto el material que hay sobre las noches madrileñas de Ava que se podrían elaborar una y mil historias interesantes.
    Ay, yo creo en la magia, existe todavía hoy, ¿no crees?, y pienso que sigue presente en las películas que vamos viendo día a día y en las personas que las protagonizan, escriben o dirigen.
    Yo pienso que todo, todo, todo absolutamente todo, tiene posibilidad de un relato… y que merezca la pena. Una de las cosas que tiene el cine es el poder de fascinación. Mira por hablarte personalmente. A mí me fascinó en su día una comedia de Meg Ryan: «Cuando Harry encontró a Sally». El otro día vi en un documental sobre Nora Ephron a Meg en el presente y leí también que no hacía mucho había dicho que había perdido el interés en Hollywood y que nunca había sido actriz por vocación. E indagando un poco más seguro que hay material para un buen cuento donde Meg Ryan o uno de sus personajes tenga un papel relevante, ¿no crees?

    Beso
    Hildy

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