Sesiones dobles para tardes de verano (7). Annette (Annette, 2021) de Leos Carax/El médico de Budapest (Zárójelentés, 2020) de István Szabó

Annette es una película espectacular y mágica para ver en sala de cine y dejarse llevar. El médico de Budapest es de esas historias humanas que te arrastran hasta el final, y emocionan. ¿Tienen un nexo en común, además de ser películas de estreno? Pues aunque parezca mentira, sí: la ópera. Las dos tienen un personaje femenino que es cantante de ópera de éxito. En la de Leos Carax es la protagonista: Ann Defrasnoux (Marion Cotillard) y en la de István Szabó es un rol secundario: la esposa del médico (Dorottya Udvaros). En ambos largometrajes la ópera es un arte excelso, que trasciende, para gozo de un público minoritario.

Leos Carax es un realizador francés con una breve filmografía. Sus películas son extremas, excesivas, extravagantes, atormentadas y poéticas. O entras en su universo… o te quedas fuera. Su trayectoria cinematográfica comenzó en los años ochenta y todo conducía a que terminaría realizando un poderoso musical como el que ofrece (tan solo hay que recordar ciertos momentos de Los amantes de Pont Neuf o de Holy Motors).

István Szabó es un director húngaro ya octogenario que desde los sesenta está en el mundo del cine. En sus películas la gran protagonista es la Historia y su influencia en la vida de sus personajes. La desgracias cotidianas vienen de la mano de los acontecimientos históricos. Su última obra no es solo humanista, sino que habla de la gente que sigue luchando y, que a pesar de un mundo duro, continúan manteniendo la esperanza y las ganas de las cosas bien hechas.

El primero siempre me ha llamado la atención, su filmografía es breve. Me marcó Los amantes de Pont Neuf y también Holy Motors. Del segundo, estoy en pañales; es más he visto tan solo dos películas que rodó fuera de Hungría: Cita con Venus y Conociendo a Julia. Para conocer su cine y cada una de sus películas, recomiendo el dossier que está publicando Yago París en Cine Divergente.

Annette (Annette, 2021) de Leos Carax

Annette. Lo que empieza como una romántica historia se convierte en una relación oscura.

Desde el principio, Leos Carax te invita a que te sumerjas en una historia donde todo es explosión y fantasía. Él mismo está en una sala de sonido, como ser omnipresente y creador, y, junto a su hija Nastya, da entrada a una canción de los Sparks, que se levantan del estudio de grabación, salen de allí y no dejan de cantar y avanzar en un plano secuencia, donde se les van añadiendo un grupo de personas, entre ellos los actores principales: Adam Driver y Marion Cotillard. Todos entonan “So May We Start”. Una invitación a una representación que empieza…

Annette es un musical de principio a fin, sin palabra alguna, todo es cantado. Y en el centro una historia de amor y desamor entre una pareja de artistas: de un monologuista provocador y una cantante de ópera. Leos Carax ha dirigido un proyecto arriesgado, similar a lo que en su día hizo Coppola con Corazonada. Solo que Annette posee el desgarro y la poética del realizador.

El espectador o se mete de lleno en el delirio o sucumbe a la tormenta y se hunde en su asiento preguntándose qué diablos está viendo. Desde el primer segundo, entré en Annette y ya no abandoné la propuesta. El punto de inflexión de este musical es el nacimiento de la hija de los protagonista, Annette. Ahí ocurre algo extraordinario relacionado con el bebé, pero que al final cobra todo su sentido.

La propuesta de Leos Carax es un cuento oscuro y negro. La historia de una pareja exitosa inmersa en la vorágine del siglo XXI se teje con elementos de otros cuentos y leyendas que siempre han estado ahí para “leer” la realidad: la presencia de la manzana, una marioneta como Pinocho, muy especial, la bella y la bestia, el gigante egoísta, el bosque encantado, el canto de la sirena, un alma vengativa del más allá, una especie de barbazul…

Y en ese mundo fantástico se va construyendo una realidad sobre la explotación infantil en el mundo artístico, la presencia de las nuevas tecnologías, los límites del humor, el debate entre el arte popular y el arte trascendental, o entre el éxito y la fama, el papel de los medios de comunicación, el egoísmo, el narcisismo, los amores tóxicos, la violencia de género, la masculinidad dañina, la posibilidad o no de perdón y redención… Por otra parte, Leos Carax también deja en el ambiente la presencia etérea de Yekaterina Golubeva, su compañera sentimental que murió trágicamente en 2011, y de la hija de ambos a la que dedica la película, Nastya. Golubeva también se escondía en los fotogramas de Holy Motors.

Las canciones de Sparks (una banda rock con los hermanos Mael a la cabeza, que desde los años 70 experimentan con la música) van hilando la narración con momentos brillantes como el leitmotiv principal: “We Love Each Other So Much”. Y en ese mundo fantástico, pero apegado a la realidad que conocemos, cantan y actúan Adam Driver, Marion Cotillard y Simon Helberg. Es imposible retirar la vista de Driver que compone un personaje contradictorio, que juega con la parte oscura como quiere. Leos Carax le presenta como un gigante con una presencia tremendamente sexual. Cotillard, etérea, con una voz hermosa (como ya ha demostrado en más de una ocasión), que también sabe convertirse en una presencia oscura. Y el actor cómico Simon Helberg es el tercero en cuestión, en un papel en la sombra, atormentado.

En Annette todo es excesivo y bello a la vez. Sublime e irregular. Delirio. Imposible olvidar a una marioneta mirando a la luna llena y un hombre gigante, culpable y exhausto detrás, después de un naufragio. No os lo he dicho, pero en breve vuelvo a entrar a una sala de cine a verla.

El médico de Budapest (Zárójelentés, 2020) de István Szabó

El médico de Budapest. Disfrutar de pequeños y bellos momentos, clave para seguir el día a día.

Esta es la historia de un buen profesional: un cardiólogo (Klaus Maria Brandauer, el actor fetiche de Istvan Szabó). Precisamente, le conocemos examinando un corazón… Y es que El médico de Budapest es una película con un corazón que late en su interior.

Él trata de ser buen profesional en un mundo que se desmorona a su alrededor. Su hospital lo cierran sin un mal modo y a él le jubilan. Todavía no se ve como hombre jubilado en Budapest: su hija se ha ido a buscarse la vida a otro país y el doctor vive en una cómoda apatía y calma junto a su mujer, una famosa cantante de ópera, que todavía no piensa en retirarse. Decide entonces volver él solo a su pueblo natal, donde todavía vive su madre, y ocupar el puesto de médico de familia, el mismo que ejerció su padre hasta su muerte.

El pueblo podría ser el reflejo, en miniatura, de Hungría. A pesar de que la película refleja un desencanto total hacia la humanidad, al final pone toda su esperanza en las nuevas generaciones, en los niños (con la hermosa secuencia durante el entierro). El buen doctor en su regreso al lugar natal encuentra rostros del pasado y otros nuevos. En su nueva andadura choca frontalmente con la corrupción del alcalde, con los rumores que hacen daño, con la intransigencia, con la mezquindad en pequeños gestos, con el desmantelamiento de la sanidad…

Sin embargo, valora también la amistad con el cura del pueblo (otro buen hombre); se ilusiona con la directora del coro del pueblo, diana de rumores y envidias; se reencuentra con la pasión por la música; con sus ganas de seguir siendo un buen doctor; afianza su buena relación de amistad con su esposa desde la distancia, se quieren y respetan; trabaja con una enfermera, que fue un amor de juventud; ciertas personas del pueblo le llenan de ternura, como el cartero poeta, o el misterioso anciano sentado en el banco…

István Szabó transmite calma en una película sobre el desencanto, pero también sobre, a pesar de los pesares, no tirar la toalla. El alcalde para tratar de destruir al doctor, recupera un doloroso episodio de su pasado, cuando era universitario. Un episodio similar a otro vivido por el propio director (fue perseguido por la Policía Secreta durante el régimen comunista y actuó como confidente por supervivencia y para poder salir de las listas negras).

La película regala una de esas secuencias maravillosas donde un hombre honesto puede cantar las cuarenta a un sinvergüenza y quedarse muy a gusto. Y los espectadores con él.

El médico de Budapest arrastra cierta melancolía, aunque también arranca la sonrisa y un amor incondicional por el trabajo bien hecho o por los pequeños momentos agradables: un día de pesca, una buena comida, escuchar un coro o el paso del agua… Es como si Szabó dijera a sus ochenta y pico que no tira la toalla y que tiene fe en las nuevas generaciones.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

4 comentarios en “Sesiones dobles para tardes de verano (7). Annette (Annette, 2021) de Leos Carax/El médico de Budapest (Zárójelentés, 2020) de István Szabó

  1. Hola Hildy
    Dos directores de universo particular circulando por la órbita opera. Puede que sea una sesión doble un poco excesiva; laarga como una ópera.
    ¡Qué buena es Cotillard! Desde aquello del óxido y el hueso me creo todo de ella.
    Recuerdo a los Sparks un poco como los Calatrava -el «puentes» no, los hermanos- uno el pretendidamente gracioso, con el bigotito, y el guapete, por comparación con su hermano. Lo cierto es que no se les tomó muy en serio y, nadie lo diría, casi cincuenta años más tarde ahí siguen.
    Sin dejar el tema musical: me dicen «el medico de Budapest» y comienzo a oír una cítara y… me voy con un médico en Vienna. Por cierto Brandauer y esas interpretaciones tan estoicas bien merecerían un «El cuarto hombre».
    Un saludo, Manuel.
    PD. Según el tratado de la Baronesa Funicello no se puede presumir de tomar una segunda dosis de Annette cuando hay población que aún no ha disfrutado la primera.
    PD. II Queda usted, cordialmente, retada a duelo al amanecer; no se puede faltar el respeto a «One from the Heart» y salir indemne. Ya le mandaré recado por mis padrinos.

  2. Querido Manuel, ¡si yo adoro «Corazonada» de Coppola… cada una de sus imágenes y cada una de las canciones de Tom Waits! ¿Parece por el texto que me meto con ella? Solo digo que una muestra el universo Coppola y la otra el de Carax… jajajaja.
    A mí también me gusta mucho Cotillard. Qué buena es la película que nombras: «De óxido y hueso». Yo decidí seguirla a partir de «La vida en rosa».
    De los Sparks sabía poco, pero me ha vuelto loca la banda sonora de Annette.
    Merece la pena el rostro de Branadauer como ese médico de Budapest. A mí esta película de Szabó me ha llegado.

    Beso
    Hildy

  3. Aborrezco a Carax (y ya, musical, puede ser la hecatombe) tanto como aprecio a Szabó, así que lo tengo claro aunque no he visto ninguna de las dos (aún, por lo menos la segunda).

    La cartelera hace tiempo que no es una prioridad para mí, y aunque esto, en principio, debería figurar como un pecado para un aficionado al cine, no es más que una declaración objetiva: gozo muchísimo más con los programas que me preparo en privado que con las sucesivas decepciones ante la pantalla grande semanal.

    Besos

  4. Mi querido Alfredo, es curioso porque yo he disfrutado con ambas propuestas de dos cineastas tan diferentes. El cine de Carax me golpea en cada propuesta visual. Sí, es excesivo, barroco, extravagante…, pero hay una pulsión de verdad y sinceridad en su manera de transmitir. Me he enamorado de este musical de Carax. Me he enganchado totalmente a sus imágenes.
    Como digo me queda mucho por descubrir de la filmografía de Szabó, pero El médico de Budapest me ha ofrecido mucho, una mirada al mundo con cierta melancolía, pero sin ganas de tirar la toalla.

    Beso
    Hildy

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