Un lugar en ninguna parte (Running on Empty, 1988) de Sidney Lumet

Un lugar en ninguna parte

Una familia en ninguna parte… en un instante de felicidad.

Una familia alrededor de una mesa. Están de celebración. Es el cumpleaños de la madre. El padre, el hijo pequeño y la novia del hijo adolescente se levantan a recoger y llevar las cosas a la cocina. En el salón se quedan la madre y el hijo mayor. El padre, lo vemos a través de una barra americana, pone el radiocassette. Suena la canción “Fire and rain”, de James Taylor. Y poco a poco cada uno de los miembros de esa familia, unos en una habitación y los otros en la otra, se ponen a cantar y a bailar, hasta que se reúnen todos en el salón. Es un momento íntimo. Un instante efímero. Si se observa por una cámara o una ventana, solo vemos una familia feliz. No sospechamos la mochila que lleva cada uno a sus espaldas, y esa condena que arrastran, huir, siempre huir, porque un día decidieron cambiar el mundo, lo intentaron, pero el camino elegido no fue el adecuado.

Un lugar en ninguna parte es una película con una sensibilidad extrema, por parte de Lumet, para tocar un tema delicado. Y es la historia de toda esa generación de jóvenes que durante finales de los sesenta y principios de los setenta quisieron una revolución y tomaron diferentes sendas. En la América de aquellos años, donde uno de los muchos frentes fue la protesta contra la guerra de Vietnam, algunos jóvenes tomaron las riendas de la revolución armada.

Los protagonistas de la película, Annie y Arthur Pope (Christine Lahti y Judd Hirsch), pusieron una bomba en una fábrica de napalm, pero inesperadamente había dentro un conserje que quedó gravemente herido. A partir de ese momento el FBI les sigue por todo el país, y ellos huyen. En el camino, pasan años, tienen dos hijos, a los que educan en sus ideales, pero que viven como algo cotidiano la huida, por unos hechos que no cometieron, y con la imposibilidad de poder echar raíces en ningún lugar y con la sensación continua de empezar simpre desde cero… La película toma el punto de vista del hijo adolescente (River Phoenix), un joven sensible que ama a sus padres y no quiere abandonarlos en su huida, pero que siente la necesidad de construirse un futuro, de echar unas raíces y de luchar por sus sueños (convertirse en músico).

La película cuenta con otro momento crucial y es el encuentro entre Annie y su padre (Steven Hill) después de quince años, pues ella es consciente de que su hijo, Danny, tiene todo el derecho a labrarse su vida y cumplir, si puede, sus sueños. Y quiere asegurarse de que aunque ellos estén ausentes, Danny tendrá a quién acudir. Y ese encuentro es contenido y doloroso, donde ambos conversan de los años de ausencia y la imposibilidad de recuperarlos. Donde hablan de las heridas provocadas… De las oportunidades perdidas. No ha desaparecido el amor, aunque continúe el dolor. Y queda ese momento de una hija que se va, de ese abrazo y beso no consumado, y un padre que no puede contener las lágrimas. Sobre ese dolor, desde el punto de vista de los que se quedan, los padres, Philip Roth construyó su interesantísima novela Pastoral americana (que hace poco Ewar McGregor llevó a la pantalla grande).

Un lugar en ninguna parte logra un equilibrio perfecto entre la historia de un adolescente que va descubriendo su vocación, que se enamora por primera vez, que empieza a chocar, sobre todo, con su padre (al que ama profundamente), que quiere descubrir sus raíces…, pero que lleva a sus espaldas un bagaje distinto al de muchos jóvenes que le rodean, pues sus padres viven cada día una situación muy especial, pero, sin embargo, le han inculcado unos valores para enfrentarse a la vida y a la consecución de sus sueños. Sidney Lumet ofrece un tema comprometido, como varias veces en su carrera cinematográfica, pero con una sensibilidad extrema y una mirada humanista, dulce y comprensiva sobre cada uno de sus personajes.

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11 comentarios en “Un lugar en ninguna parte (Running on Empty, 1988) de Sidney Lumet

  1. Querida Hildy, no he visto esta película pero lo que contás sobre ella me hizo recordar a una peli argentina de hace unos años, «Kamchatka» de Marcelo Piñeyro. ¿La viste? Contaba desde el punto de vista de un niño la situación de una familia que se esconde durante la última dictadura argentina y había también por allí un abuelo al que se recurría ante una ausencia… En su momento me gustó muchísimo, no sé si hoy tendría el mismo efecto. De todos modos, estoy segura de que Lumet cuenta esta historia con mucha sensibilidad, como decís.-
    Un besote enorme, Bet.-

  2. Queridísima Bet, sí que vi “Kamchatka” de Marcelo Piñeyro y me gustó mucho en su momento. Y efectivamente son motivos diferentes de huida los que viven estas familias, pero las dos películas forman una buenísima sesión doble, y, fíjate, creo que ambas familias comparten mismos ideales. Jo, Bet, creo que saldría un debate posterior apasionante después del visionado de esta sesión doble.
    Y, sí, la película de Lumet cuenta momentos con una sensibilidad y emoción especial.
    Beso grande
    Hildy

  3. ¡Viva Lumet! (hasta cuando la caga)

    Muy interesante, en el fondo y en la forma. Para mí, mucho más que Pastoral Americana, novela que me parece muy muy inflada (como todo Roth, Philip), y película muy correcta. Mira, te voy a recomendar una novedad literaria sobre estos temas (hablando de sugerencias de libros) que ha salido hace nada: Wisconsin, de Rodrigo Martín Noriega. Y otro libro que no es novedad pero que es también muy interesante: El caso Moro, de Leonardo Sciascia. En ambos casos se trata de libros que muestran con gran agudeza y talento el otro lado, el de quienes creen hacer lo correcto empuñando las armas. Así se enriquece ese debate de después.

    Besos

  4. Apunto tus recomendaciones literarias, pues el tema me interesa. La de Sciascia ya la había echado el ojo. Hace poco, respecto a lo de Moro, vi la película de Il Divo, de Sorrentino, que toca lo de Aldo Moro. Y el tema que nos ocupa lo abordó también Doris Lessing. A mí fíjate, que Philipp Roth me gusta. Sus novelas suelen engancharme. Me gustan las premisas de las que parte y cómo me suele contar sus historias así como la construcción de personajes. En Pastoral americana me atrapó el sueco, y cómo Roth atrapa el espíritu de una época.
    Y como dices que viva Lumet. Y en esta película en concreto muestra una sensibilidad muy especial.

    Beso
    Hildy

  5. Hola de nuevo, Hildy:

    Sobre «Un lugar en ninguna parte.» La he vuelto a recuperar hace cosa de un mes. Recuerdo que cuando la estrenaron me pareció una obra delicada y sensible. Pero no sé. A lo mejor he cambiado un poco. Y el mundo probablemente también. Ese halo romántico del terrorismo se ha perdido completamente. Esa familia protagonista es bastante improbable. Ahora no se cuestiona la autoridad. Lo que se lleva es la sumisión absoluta a ella. Es lo que hay. Sin embargo, esta historia ha ganado en fuerza bucólica por la trágica perdida de River Phoenix. Los actores están muy bien. Y la dirección de Lumet es sobria, pero también quizás un poco plana. Además, a mi juicio el problema de todas estas historias tan americanas es que en el cine de Hollywood al final, pasa siempre lo mismo. La única forma de redención de los protagonistas es siempre el genio o el talento, es decir, todo lo que pueda llevar a la mística del éxito. En esta película también pasa. Me parece una visión del ser humano ciertamente limitada. Aunque esta obra bastante desconocida de Lumet merecería ser bastante más conocida de lo que es.

    Efectivamente, existe un cierto paralelismo con «Pastoral Americana» de Philip Roth, aunque a mi entender bastante tangencial. En la novela de Roth la hija del protagonista (el Sueco, un triunfador) es una terrorista anarquista, pero ahí se acaban un poco los paralelismos, porque el argumento es bastante diferente. En «Pastoral..» no se habla de ninguna familia itinerante, que es un poco el tema de «Un lugar en ninguna parte»; el desarraigo por estar siempre de un lado para otro. Bueno, también existe un parecido por eso de la fatalidad del destino, por el tormento de haber tomado en el pasado decisiones equivocadas. Solo que en la de Lumet eso resulta muy obvio, mientras que en Roth esa obsesión es un tanto secundaria, porque la hija anarquista del Sueco es un personaje un poco más díscolo que los idealistas protagonistas de «Un lugar en ninguna parte.» «Pastoral….» es la única novela que he leído de Roth, y la verdad es que me gustó. Sin embargo, no le he leído más porque todas sus adaptaciones al cine me parecen un poco monótonas, y todas siguen un patrón bastante parecido. Es decir, las obsesiones de personajes judíos masculinos de mediana edad, un tanto previsibles y con obsesiones no sé hasta qué punto universales….(«La mancha humana», «Elegy»…..) Por cierto, menuda ida de olla de Isabel Coixet adaptando con el título de «Elegy» la adaptación de la novela de Roth «Un animal moribundo.» Como es sabido, Roth tiene otra novela diferente a la adaptada en esa ocasión titulada «Elegy», por lo que la confusión y el equívoco estaban razonablemente servidos. A Coixet a veces parece que le falta un hervor (aunque algunas de sus películas me encantan). Pero en «Elegy», al parecer, no contó en la adaptación con el autor, porque se conoce que ambos no congeniaron en sus concepciones de la narrativa cinematográfica. Según Coixet, las nociones audiovisuales de Roth se asemejaban más bien a las de Ken Russell (la directora catalana decía esto con ánimo despectivo, pero debería de medir más sus palabras, porque algunas de sus películas también caen en un esteticismo vacío y un tanto efectista no tan diferentes de las del peor Russell, véase, «A los que aman», obra pretenciosa, sobrecargadísima y plúmbea dónde las haya. Y alguna que otra más….)

    Pero ya que hablamos de Philip Roth, he de decir que la adaptación que hizo Ewan Mc Gregor de «Pastoral Americana» me pareció bastante digna. Como película estaba bastante bien. Contaba con buenas actuaciones de Mc Gregor, Jennifer Connelly y Dakota Fanning (mucho más atractiva que la jirafa de su hermana, Elle). Esa adaptación merecía mucho mejor suerte de la que tuvo.No es que fuera una pieza maestra, pero hubiera merecido mayor repercusión a todos los niveles.

    Y ya que tú y 39 escalones hablais de Sidney Lumet, me gustaría haceros una observación. Lumet ha sido muchas veces ninguneado por la crítica. Pese a ello ha dejado una considerable cantidad de clásicos para la Historia del Cine («Doce Hombres sin piedad», «Serpico», «Tarde de perros», «Orient Express», «Network», «Veredicto final», «El príncipe de la ciudad», la maravillosa «La colina», y algunos otros más). Sin embargo, siempre me llamó la atención la fobia que tenía a incluir bandas sonoras en la mayoría de sus películas. Algo un poco parecido a los problemas que tiene Jose Luis Garci para utilizar el sonido directo. A mi, la utilización de una buena banda sonora siempre me ha parecido un recurso estupendo para enfatizar, embellecer, o dramatizar los momentos adecuados, pero sí que es cierto que hay que reconocer que en ocasiones, puede ser un recurso un tanto manipulador y hasta empalagoso. Yo también admiro a los clásicos compositores que han hecho también grande al cine (Williams, Goldsmith, Steiner, Herrmann, Korngold, Rozsa, Barry, etc, etc, etc….) De hecho, creo que hay pocas dudas de que la mejor música sinfónica para orquesta durante los siglos XX y lo que llevamos del XXI es la que se ha compuesto para el cine. Pero está bien que nos paremos un momento a pensar en ello…..

    Al principio yo tendía a ver en ese rasgo de Sidney Lumet como una limitación, como una carencia (incluso es más que posible que él también lo percibiera como un defecto). Sin embargo, ahora me doy cuenta de que también, de su visión del cine, sin ese apoyo constante de la banda sonora sinfónica, las nuevas generaciones también pueden extraer lecciones de que hay diferentes formas de concebir el Septimo Arte y que no todas pasan necesariamente por tener obligatoriamente una banda sonora sinfónica completa de una hora o más de duración…..O al menos, eso es lo que yo opino ahora.

    No sé qué pensais de todo esto.

    Por cierto. Ya que hablamos de música, una curiosidad. En «Un lugar en ninguna parte», cuando River Phoenix va a hacer una audición para entrar en la escuela de Arte o de Música (creo recordar que en Juilliard, ¿no?) el aspirante que le precede en el turno mientras Phoenix espera, está tocando con su violín una de las cumbres compositivas de ese instrumento. Y resulta que es de un compositor español. Se trata de «El Zapateado» del compositor pamplonés Pablo Sarasate. Es muy trágico, pero a lo mejor muchos de vosotros ni siquiera sabeis quien es, pero os aseguro que en su día fue un autor e intérprete de fama internacional. Sin embargo, ya sabemos como España trata a mucho de sus genios. Aunque hay que decir que no creo que sea este un vicio exclusivamente español. A veces el Mundo presta atención a verdaderas mediocridades, y se olvida de genios que caen injustamente en el olvido……

    Sin nada más que añadir.

    Besos.

    Deckard.

  6. Guau, cuántos frentes interesantes dejas abiertos, querido Deckaard. Tu nueva percepción de Un lugar en ninguna parte con sus más y sus menos identificados. El uso de la música por parte de Lumet y un debate interesante sobre cómo emplear la banda sonora para contar historias en el cine y cómo su uso determina también al autor-director, apasionante. Esa es mi opinión: la música es un elemento más para narrar y cada autor-director la emplea tal y como le pide «su película». Yo también pienso que McGregor no hace en absoluto una mala adaptación cinematográfica de «Pastoral americana». A mí Philip Roth es un autor que me interesa bastante y he leído varias de sus novelas. Una que me gusta bastante es «La conjura contra América». Me gusta Isabel Coixet como realizadora, pero no me llegó ni me convenció «Elegy», y tampoco he leído la novela de Roth que adaptaba. Y, sí, es triste el olvido de algunas figuras como Pablo Sarasate, y para arreglarlo voy a buscar algo de su música.

    Beso
    Hildy

  7. Hola, Hildy:

    Si. A mi eso de que las pelis de Sidney Lumet carecieran de música siempre me llamó la atención. Y eso que en alguna de las suyas contó con la ayuda de músicos de nivel como Mikis Theodorakis (creo que en «Serpico») y en «Orient Express» con una eminencia british como Richard Rodney Bennett. Pero, sin embargo, fue el encargado de poner en marcha la adaptación «negra» musical de «El mago de Oz» («El Mago»). Quizás porque uno de los principales financieros de este musical fue Berry Gordy, uno de los creadores de la discográfica Motown, y al ser un poco pipiolo en esto del cine, no era del todo consciente de que Lumet a lo mejor no era la mejor opción para un cometido tan atípico en su filmografía.

    Apunto también la novela de Roth a mi lista de «tareas» («La conjura contra América»). Y «Elegy», que adaptaba «El animal moribundo» (en referencia a que el personaje de Penélope Cruz era una enferma terminal y a la famosa descripción de Shakespeare en «Otelo» de los amantes como ese «animal con dos espaldas»….) tampoco me convenció. El caso de Coixet es bastante curioso. Es de las pocas personalidades del cine de este país que se puede permitir alternar una doble vía. Por un lado proyectos más domésticos («Elisa y Marcela», «Ayer no termina nunca»…) y proyectos más claramente destinados al mercado internacional (con actores siempre de lujo «Aprendiendo a conducir» con Ben Kingsley y Patricia Clarkson, «Elegy», de nuevo con Kingsley y Penélope Cruz y «La librería» con Emily Mortimer, Clarkson y Bill Nighy…)

    Y otra cosa. ¡Ya he visto «Una chica afortunada» de Mitchell Leisen! Una maravilla. Como no podía ser de otra manera (Preston Sturges al «aparato»,cosa fina). Y ese reparto: Jean Arthur, Edward Arnold, Ray Milland….Increíble.

    P.D: ¡Lo de Pablo Sarasate no te lo tomes como «deberes»!Solo era una puntualización. Yo estaría más obligado a conocerlo por diversas razones y tampoco es que sepa mucho más de él. No obstante esa pieza («El Zapateado») es magistral. El violinista Ara Malikian llegó a decir que Sarasate era su ídolo, así que algo debía de tener ese hombre……

    Besos.

  8. Interesante recuperación Hildy. No fue una película muy bien recibida en su momento.Aun así, en estos momentos marvel y dc, cada día me parece más ilusorio e inconcebible que se puedan sacar adelante películas como esta en 2020
    Es otra forma de entender la narración y el contar historias. Efectivamente trata un tema no muy habitual, y como siempre en Lumet, el buen desempeño con los actores está garantizado. Como dicen por ahí a Lumet se le menospreciaba un tyanto en su apartado visual. Se le acusaba injustamente de plano-contraplano, vamos de no ser un virtuoso con la cámara. Hoy sobra virtuosismo y falta densidad en muchas ocasiones. Y se echa en falta autores como este. Un abrazo

  9. Querido Víctor, sí, Lumet sabe qué historias contar. Yo es un realizador que aprecio. Y sabe contar historias complicadas con buenos personajes.
    Ese es uno de los motivos por los que me acerqué al cine: me encanta que me cuenten historias.

    Beso
    Hildy

  10. Hace más de 30 años que no volvía a ver esta película, en aquel entonces tenía 13 años y trabajaba en un video club en el barrio de Palermo…por lo general los fines de semana, me encargaba de llevar las películas a domicilio e ir retirar las películas que algunos socios del video que no entregaban a tiempo.
    También atendía al público, lo cual era mi parte favorita, sobre todo cuando me pedían que les recomiende algún film. Tarea que me tomaba muy en serio.
    Recuerdo que “Un lugar en ninguna parte”, también llamada “Al filo del vacío” en Argentina, era mi arma secreta, ya que no era una película que se alquilara sola…había que venderla de alguna manera.
    En fin la película que me había atravesado en lo más profundo por su sensibilidad, y por aquellos años también podemos decir que me sirvió como tema de conversación para conquistar alguna que otra adolescente que estuviera en mi misma sintonía.
    Así que, gracias Lumet.

  11. Bienvenido, Naiguels
    Gracias por compartir tus recuerdos. Cómo me gustaba visitar los videoclubs. Qué bonito eso de la atención al público y acertar con las recomendaciones. Qué gran responsabilidad. Sí, «Un lugar en ninguna parte» o «Al filo del vacío» es de esas películas, como dices, para mostrar, para recomendar, para que no caiga en olvido, para hablar sobre lo que plantea. Dices cosas muy bonitas, pues muestras el cine como herramienta para la educación emocional y sentimental.

    Beso
    Hildy

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