Hay días para determinado tipo de películas. La que esto escribe tiene especial querencia por los caminos inescrutables de la comedia romántica. Y esos caminos todavía llevan a paradas agradables, como ocurre con Juliet, desnuda. Parada agradable, con más fondo del que aparenta. ¿Qué pasa cuando parece que, por distintas circunstancias, hemos dejado pasar como un suspiro quince o veinte años de nuestra vida… y ya estamos en la cuarentena? ¿Se puede partir de cero de nuevo? ¿Se puede dejar la zona de confort y atreverse, quizá, a mejores oportunidades? ¿Uno puede tomar de nuevo el rumbo? ¿Volver a reconstruirse? ¿Hay cosas que pueden repararse? Estas preguntas acompañan a los dos protagonistas de Juliet, desnuda. Y quizá para alguna encuentren respuestas, pero una vez que uno se cruce en la vida del otro y viceversa. La película adapta una novela de Nick Hornby, que es un autor cuyos libros han sido llevados varias veces a la pantalla blanca (Alta fidelidad o Mejor otro día) y que también ha escrito guiones (An education o Brooklyn). Hornby tiene querencia por construir personajes con pasiones muy fuertes y que, sin embargo, arrastran desencantos, pero a la vez estos tienen la posibilidad de reconstruirse o la vida les ofrece segundas oportunidades ante las caídas.
Pero hay otro motivo por el que no tuve más remedio que entrar en la sala de cine. Y que además hizo que no me arrepintiera en absoluto. Ese motivo es un actor: Ethan Hawke. Y es que he crecido con Ethan, y cuando lo vi por primera vez en El club de los poetas muertos, supe que sería fiel a su carrera. Y así ha sido… durante años. Hace poco, antes de que terminara 2018, le disfruté en El reverendo donde construye un personaje complejo y brutal. Y empiezo el año 2019 con esta película donde se convierte en Tucker Crowe, un exmúsico de rock independiente. Tucker dejó ese mundo tras publicar un único álbum, y sus fans le han ido revistiendo a lo largo de los años con un halo de misterio. Pero Crowe no es más que un hombre que se ha equivocado mucho, que se perdió entre las drogas y el alcohol, y que decidió alejarse de un mundo que le dañaba, ahora solo está retirado en un garaje de una ex, ejerciendo de padre con su hijo pequeño, después de haber dejado a varios por el camino. No aspira a más en vida más que seguir viviendo, aunque bastante perjudicado. Y es que ese tipo de personaje desastre, pero con mucho encanto, no es ajeno a Hawke que no hace mucho también lo reflejó en Boyhood. Tiene esa sonrisa entre encantadora y pícara que tan bien supo emplear en la trilogía Antes de…
Juliet, desnuda empieza presentando a una pareja de cuarentones que viven ya en la zona de confort, pero sin pasión alguna entre ellos. Ella es Annie (Rose Byrne), directora del museo local de un pueblo británico (un cargo que es la herencia que le dejó su padre). Él es Duncan (Chris O’Dowd), un profesor de audiovisual, que además es un apasionado de Tucker Crowe y que lleva una página de fans. Duncan arrastra el famoso síndrome de Peter Pan. Un día Annie escribe una crítica negativa a una maqueta de una nueva canción de Crowe en el foro de la web, después de una discusión con Duncan, y recibe una contestación personal en su mail del propio Crowe. A partir de ese momento comenzará una correspondencia entre ambos sin caretas, sin nada que ocultar. Y surge entonces la oportunidad de encontrarse en Londres (él vive en EEUU)… De tal modo, que se irán encadenando multitud de situaciones hasta llegar a un final sencillo y conmovedor donde tan solo hace falta esbozar un encuentro… La protagonista cruza una calle y ve tras el cristal de una cafetería que él espera… Punto y final. Pero en el camino se ha hablado de sueños, de frustraciones, de miedos, de padres e hijos, de ausencias, de oportunidades perdidas, de relaciones que no funcionan, de otras que surgen, del miedo a la muerte, de nuevas oportunidades, de atreverse a dar pasos, de cambios, de cómo las nuevas tecnologías han cambiado las relaciones…
Sí, hay tardes que apetece este tipo de películas, aunque no sean redondas y tenga alguna que otra imperfección. Una comedia romántica con fondo. Con momentos de comedia, como la secuencia en la habitación del hospital, y con otros románticos, como el beso en la cocina, que no importará volver a ver una y otra vez. Sí, hay tardes que una quiere meterse en el cine y disfrutar con una historia sencilla o con la sonrisa de un actor. No se pide más.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Uf… Comedia romántica… Nick Hornby… Creo que esta la dejo pasar. Aunque tal vez la vea para poder hacer de pitufo gruñón con fundamento… La receta de la crisis de los cuarenta con música y reencuentro vital no me motiva nada (odio la expresión «zona de confort»). Cuánto daño han hecho los libros de autoayuda y el Paulo Coelho ese… Una cosa sí me interesa de Hornby, y es la catarata de continuas alusiones a la cultura pop. Pero con el sentimentalismo, en cualquiera de sus versiones, no puedo.
Besos
Yo, te dejo, mi querido Alfredo, que la dejes pasar. Eres mi cascarrabias consentido. Yo fíjate aunque sé que lo de «zona de confort» se ha convertido en una expresión tópica, creo que no deja de ser cierto. No soporto los libros de autoayuda ni al pobre Paulo, que no me ha hecho nada, pero es ver un libro de él y entrarme una pereza increíble… Pero sí pienso que a veces se puede dar cuenta uno de que ha pasado la vida como un bello durmiente dejando muchas cosas sin vivir. El sentimentalismo de Juliet, desnuda está muy bien medido, no empalaga ni es almíbar. Lo dicho, necesitaba esa película cuando fui a verla. Y mi reencuentro con Ethan Hawke.
Beso
Hildy
Lo de Nick Hornby necesita un aparte, mi querida Hildy. Escritor magnífico donde pone en boca de sus personajes referentes culturales. Todos los tenemos en mayor o menor medida. Yo, cuando converso con alguien no puedo evitar introducir (si viene a cuento) cosas que he leído o visto en una película. Llevamos más de un siglo de cine y más de medio con la televisión, los cómics, los libros, las series televisivas, etc. Y en eso fallan el resto de novelistas. Los personajes son demasiado falsos, además de mencionar nada de los referentes culturales. Incluso (no nos damos cuenta) pero en muchas ocasiones hacemos descripciones basadas en esos referentes. Por ejemplo, el otro día iba con un amigo por la calle y de repente vimos un caserón viejo y abandonado de cuyo jardín descuidado había un árbol raquítico que se perfilaba sobre la húmeda fachada. De repente le dije: «Se parece la casa de los Maston?» Ese nombre pertenece a la novela de Stephen King «El misterio de Salem`s Lot». También somos lo que hemos visto y leído y no solo el producto de un cabreo constante por culta de una realidad fea, triste y perseverante. Bueno, ya te puedes hacer una idea de lo que intento decirte, amiga mía. En «Alta fidelidad» (me gusta más la novela que la película), me parece maravilloso que podamos conocer a una serie de personajes a través de sus conocimientos y pasiones musicales, entre otras cosas. Ya te digo, en la mayoría de escritores construyen personajes que van directos al asunto sin conocer qué les gusta o qué les gustó de niños. Falsos, muy falsos.
Por otra parte me gustó «Juliet, desnuda». Me gustó ese personaje decadente de rock a quien él, portador de todos los clichés del adulto inmaduro (cada vez hay más en nuestra «realidad») vistos en los últimos lustros. Además de la inmadurez, Juliet, desnuda habla de los malos pasos dados en la vida y las (siempre aplazadas) segundas oportunidades, del deseo de la maternidad y de la paternidad pésimamente gestionada. Aunque esté repleta de lugares comunes y personajes estereotipados, los diálogos tienen punch y penetración, algunas escenas son dignas de una buena comedia clásica (la de la superpoblada habitación del hospital, la del encuentro en la playa o la de la cena que reúne a los tres protas) y muy convincente el reparto, en el que destaca un espléndido Ethan Hawke, quien, de Reality bites a Boyhood, sabe cincelar como nadie el personaje de «tarambana vivalavirgen».
Me ha gustado mucho tu post y te invito a que me escuches tocar la guitarra. Lo hago bien y mis vecinos me increpan aludiendo que ya soy lo bastante ganapia para estas cosas.
Besos de cine.
Ya, ya, oigo la guitarra, mi querido Francisco, y busco la letra de canción… y, mira, que se me ha pegado la melodía y no dejo de tatarearla. Sí, yo también disfruté de esta película. Era lo que me pedía el cuerpo. A Nick Hornby le conozco más por el mundo del cine que por el literario. Pero después de lo que me dices alguna de sus novelas caerá en mis manos.
Beso
Hildy