Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) de Ken Loach

Yo, Daniel Blake

Yo, Daniel Blake arranca con un diálogo sobre una pantalla negra. Solo escuchamos dos voces: a Daniel Blake y a una funcionaria. La funcionaria no se sale del formulario, del protocolo…, no hay alma sino una coraza. Y Blake continuamente pregunta cuando van a hablar de su corazón… Solo quiere que esa voz le escuche, que sea más cercana. Eso es la película de Ken Loach: el corazón de un hombre que trata de no sucumbir y no dejarse aplastar por una burocracia deshumanizada, fría y kafkiana.

Yo, Daniel Blake es una película que conforma esa filmografía que se está creando alrededor de la crisis económica y social que estalló en el año 2008. Así sigue la estela de Las nieves del Kilimanjaro de Robert Guédiguian, Dos días, una noche de Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Tierra prometida de Gus Van Sant, Techo y comida de Juan Miguel del Castillo…, películas que radiografían de diferentes maneras cómo está afectando esa crisis económica, política y social en las personas. Lo triste es que la situación de esa Cathy con la que Ken Loach golpeó a los espectadores en aquel 1966 en la televisión británica (Cathy como home), hoy sería peor. Y esa mirada es bastante deprimente, porque sus personajes siempre han sufrido injusticias, siguen sufriéndolas y con la crisis estas se han recrudecido. Ese otro mundo posible se distancia, se aleja… Por otra parte Loach que llevaba varias películas donde a sus protagonistas les dejaba un final feliz, les daba un respiro (Buscando a Eric, La parte de los ángeles)… con Yo, Daniel Blake pega un mazazo fuerte. Pero no obstante deja una puerta abierta, un legado, un indignado que se hace visible y que deja una carta. Un testimonio…, una herencia. Él es un ciudadano que ha cumplido con todos sus deberes y solo quiere sus derechos. No quiere la caridad de nadie, solo poder llevar una vida digna merecida.

Pero Yo, Daniel Blake habla de otras muchas cosas que no nos son ajenas: ahora además de la exclusión social, hay otra manera de seguir excluyendo… y es la indefensión de muchísimas personas ante las nuevas tecnologías y las pocas facilidades en los organismos oficiales para paliar este problema. O habla también de la pobreza energética: de elegir entre comer o pagar la factura de la luz, y de cómo se buscan alternativas para combatir el frío. De cómo hay familias que están pasando hambre y de cómo no tienen otra opción que ir al banco de alimentos que tengan más cerca. Y de una burocracia deshumanizada y fría que no escucha, que ofrece formularios complejos, colas, sanciones… y donde incluso algunos funcionarios que tratan de ser más cercanos, de entender ciertas situaciones, son recriminados.

Ken Loach y su guionista Paul Laverty cuentan la historia de Daniel (maravilloso Dave Johns… curiosamente un conocido comediante en Gran Bretaña), un hombre trabajador y bueno, un carpintero, que por una dolencia de corazón sus médicos no le permiten trabajar… cuando va a pedir su prestación, la pesadilla empieza y no termina. Pero no se rinde, y en el camino, en silencio y sin hablar de su situación, echa una mano a una madre con dos hijos en una situación desesperada. Así este director británico cuenta esta historia a base de golpes y mazazos que Daniel lleva con una dignidad que te deja sin palabras… El carpintero se rebela contra el sistema y lucha por ser escuchado. Siempre ha sido reivindicativo y ha respetado a los demás. Y nunca ha querido pedir ayuda a nadie…

Ken Loach es directo, sin concesiones. No necesita hacer llorar al espectador ni indignarle con fórmulas cinematográficas…, lo que cuenta y cómo lo cuenta provoca ambas cosas: el lloro y la indignación. Sus pantallas en negro y ciertas elipsis lo cuentan y lo dicen todo. Un gesto, un regalo (unos peces de madera), un abrazo, una llamada telefónica, una mirada o la lectura de una carta… hacen avanzar una historia de un hombre a corazón abierto…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

7 comentarios en “Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) de Ken Loach

  1. Uff… Me da muchísima pereza Ken Loach cuando le escribe las cosas Paul Laverty. Me da la impresión de que sus discursos, necesarios, imprescindibles, verdaderos toques de atención en esta Europa cada día más absurda, se precipitan en el panfleto, en la trinchera ideológica, a veces en la demagogia más zafia, en un continuo subrayado de postulados ideológicos colocados por encima del cine como tal. Si me dices que es otra cosa, vale, me fío, pero si tengo que juzgar las expectativas sobre la base de las últimas películas de Loach, me la ahorro para cuando la pongan en La2 (no la pondrán jamás en otra tele, me temo, así nos va).

    Besos

  2. Yo sigo fiel a Ken Loach y no me decepciona. Su sensibilidad me llega. Y la de Paul Laverty también. Me gustan los personajes y su desarrollo. Para mí siempre que hay una peli de Loach suele ser un motivo para ir al cine o para no perdérmela. Ya me dirás, querido Alfredo, qué te parece cuando la pongan en La 2. Creo que Yo, Daniel Blake es una bofetada bien dada.

    Beso
    Hildy

  3. Completamente de acuerdo contigo Hildy… Es una buena bofetada toda la historia que nos narra Ken Loach en esta ocasión. En realidad, y en general, funcionan así muchas gestiones administrativas, y no solo en la Gran Bretaña, y es lo más parecido al «Proceso» de Kafka pues, como bien dices Hildy, es la burocracia totalmente deshumanizada…los funcionarios en lugar de seres humanos parecen robots programados para responder lo que les han dicho que tienen que responder, sin escuchar lo que realmente les preguntan… No puedo entender que, en lugar de pedirle un informe médico, la funcionaria que va a valorar la minusvalía le pregunte (con un cuestionario irracional) si se puede poner el sombrero…Y tampoco entiendo el rigor de no atender a una madre con dos niños pequeños y dejarla sola en una ciudad sin albergue ni dinero, por el enorme delito de haber llegado tarde a una cita, cuando viene de lejos y a una ciudad desconocida para ella…Es una dureza innecesaria, que convierte en sádicos a estos oscuros funcionarios revestidos de poder. Solo una funcionaria parece tener sentimientos de justicia verdadera…y es amonestada…
    Y desde luego el nuevo analfabetismo que se ha implantado en relación con el dominio o no de los sistemas informáticos, es una nueva brecha entre unos ciudadanos y otros.
    Un fuerte aplauso para Ken Loach…y otro para tí por introducirnos tan bien en su pelicula.

  4. Y quería añadir que pese a su dureza la película no me ha dejado «mal sabor de boca», porque está muy bien equilibrada la deshumanización por un lado y la cálida bondad humana por otro. Daniel no se aisla ni endurece en su tremenda situación sino que mantiene su sensibilidad para ayudar a Katie y a sus dos hijitos…que a su vez son un ejemplo de resistencia emocionante. La carta final de Daniel es un documento de la dignidad que emociona.

  5. Sí, mi querida María Rosa, te leía y asentía en todo. Y efectivamente solo por la carta final merece la pena ver esta película. Además hay otra cosa que evidencias y es que es una película para organizar posteriormente un debate interesante y necesario. Y el personaje de Daniel Blake está perfectamente construido.
    Beso
    Hildy

  6. Me pasa un poco como a 39 escalones. Me da un poco de lástima que películas tan recomendables para el presente empleen a veces trucos gastados para granjearse el apoyo del espectador. ¡Si ni siquiera les hace falta a un poco de conciencia que éste tenga! Con la autenticidad y la humanidad que le dan a sus personajes, bien les basta.

  7. A mí, querido crítico abúlico, me llega la bofetada de Loach y me parte el corazón el personaje de Daniel. Me gusta la manera que tiene de contar sus historias, tanto las del presente como las de un pasado próximo (disfruté mucho su anterior película, también con un nombre propio, Jimmy’s Hall). Jajaja, no deben cansarme los trucos gastados. Tiene películas que se me quedaron en la retina como Ladybird, ladybird o La canción de Carla.

    Beso
    Hildy

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