Terminó la locura…, adiós Blake Edwards

Holly Golightly tiene un día rojo.

Ni Paul Varjak la consuela.

Un gato sin nombre pasea bajo la lluvia.

Holly ya no encuentra calma en Tiffannys.

Los días de vino y rosas han terminado.

El inspector Clouseau se ha quedado huérfano con su despiste y ya nadie puede ir tras el rastro de la pantera rosa.

En la carrera del siglo ya no hay rivalidades entre coches de principios del siglo XX ni llegadas locas a la meta.

En el guateque ya nadie baila. Y Hrundi V. Bakshi vuelve a tocar la trompeta… que se queda sin sonido. Una trompeta sorda. El disparate ya no tiene sitio.

Se acabó el espectáculo de Darling Lili y ya nadie sabe si es Víctor o Victoria.

La mujer perfecta se ha desvanecido.

Ya no ocurren citas a ciegas.

No hay rubias dudosas.

… Se terminó la locura.

Blake Edwards ha muerto.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

¡Jo, qué noche! (After Hours, 1985) de Martin Scorsese

Otra obra de mi amado Scorsese. After Hours es una especie de pesadilla nocturna con tintes de comedia negra sobre un pobre tipo, un procesador de textos, de vida gris, solitaria y aburrida en la gran ciudad de New York. Un tipo solitario que una noche más le esperan unas horas grises en la más absoluta soledad enterrado en las cuatro paredes de su casa o como mucho tomando tranquilamente un café en un local mientras lee, de nuevo (aunque no es habitual en él) su libro favorito de Henry Miller, un tipo que sí que vive emociones intensas.

De pronto se cruza en un camino una rubia dulce que le deja un teléfono. El gris oficinista piensa que esa noche toca aventura, llama en la soledad de su casa y tiene una cita. La noche promete. Lo que no sabe es que empieza una pesadilla sin fin que no entra dentro de los dictados lógicos de su ordenado mundo. Una noche surrealista y kafkiana donde el protagonista se ve atrapado en medio del SoHo lleno de personajes estrafalarios y sin posibilidades de volver a su dulce hogar. Una noche donde temerá perder la cabeza, el orden de su vida gris y la propia vida. Una noche llena de intensas emociones pero donde el personaje sólo ansía volver de nuevo al mundo que conoce y en el que se siente seguro porque conoce los códigos. Lo que empieza como una aventura termina como una horrible odisea existencial donde el héroe tiene que superar obstáculos inimaginables y donde las casualidades le persiguen en un laberinto sin fondo.

Así como si se tratara del reverso tenebroso de El mago de Oz o de Alicia en el País de las Maravillas (bueno cuentos ya de por sí bastante oscuros), el oficinista gris se siente atrapado en un mundo poblado por la locura pero vivo, muy vivo, donde emprende una carrera continúa para despertar…

Paul Hackett, que así se llama nuestro protagonista, corre tras una rubia con desequilibrios mentales, una escultora sadomasoquista, una camarera aburrida y cansada de su trabajo con facultades para la pintura, el dueño de un bar que encadena desgracia tras desgracia, una vendedora de helados con ansias asesinas, unos vecinos con sed de venganza, dos ladrones chapuceros, un taxista veloz, un local punk de música estridente, una mujer solitaria, un tímido gay…y corre por esquinas solitarias y nocturnas esquinas, por locales siniestros abiertos hasta el amanecer, por las casas de sus nuevos conocidos (extrañas pero con personalidad)… donde Paul se mira en los espejos de los cuartos de baño donde se muestra su extrañeza y cansancio o donde llama desesperado para encontrar un modo de la vuelta a casa. Es una noche de lluvia intensa… donde tan sólo irá con 97 centavos en el bolsillo.

De esta manera Scorsese pone a disposición del espectador todo un mundo nocturno, un New York oculto que vive agazapado y gotas continuas de humor negro donde vivimos extrañados la extrañeza que siente Paul ante una noche inesperada… todo bien condimentado con una buena banda sonora y un uso mágico (como acostumbra Scorsese) del lenguaje cinematográfico a través de los movimientos de cámara, de los puntos de vista, de su mirada y de su amado montaje (con su colaboradora de oro por los siglos de los siglos, Thelma Schoonmaker).

Dicen en un documental explicativo que lo que más les costó encontrar fue un buen final (y vaya si lo encuentran) y después de romperse la cabeza y preguntar opiniones por doquier… la solución más sencilla se la dio a Scorsese uno de sus directores amados Michael Powell (también director de maravillosos mundo oníricos junto a su compañero Pressburger).

Oportunidad además para disfrutar de la buena interpretación de Griffin Dunne que se rodea de rostros de los ochenta como Rosana Arquette,Teri Garr o una desconocida Linda Florentino o unos secundarios como John Heard. Como curiosidad resaltar que en una de las escenas más locas en el local Punk aparece un exaltado Scorsese manipulando los focos de luz. En el mismo documental sobre la realización de la película cuentan cómo Scorsese, después de un mal periodo de su vida con mucho desencanto encima, recuperó con esta película su amor por la dirección de películas…

Merece la pena sumergirse en esta noche loca y extraña de Paul…

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Castillos en la arena (The Sandpiper, 1965) de Vincente Minnelli

Castillos en la arena es uno de los melodramas de los años sesenta más olvidados (recordemos que la nueva etapa dorada de este género fue en los años cincuenta), quizá se mantiene en memorias cinéfilas por dos posibles motivos: la banda sonora de Johnny Mandel (y ese leit motiv repetido… La sombra de tu sonrisa…) y ser una de las películas protagonizadas por pareja mítica dentro y fuera del cine: Liz Taylor y Richard Burton.

Pero no son esos sus únicos valores aunque sí importantes. Castillos en la arena es melodrama que alcanza extasis sin alcanzar el ridículo (que son siempre los riesgos que bordean este tipo de género…). Y esto es importante porque vuelve a mostrar cómo Vincente Minnelli en una de sus últimas películas pone en evidencia que él fue no sólo un eficaz director de comedia musical y comedia a secas sino uno de los reyes del melodrama. Un melodrama que siempre enfocaba con ritmo y narración sutil y elegante valiéndose de la intensidad de los intérpretes, de las posibilidades cromáticas del color (aunque también mostró buen atino con el blanco y negro) y de una dirección implecable. Pero destaca sobre todo, siempre, el tremendo cariño y respeto con el que trata a cada uno de los personajes implicados en la trama.

Así un paseo por el melodrama de Minnelli nos lleva a películas tan valiosas como Con él llegó el escándalo o la maravillosa Como un torrente pasa por su amor a la pintura en El loco del pelo rojo o atrapa al cine dentro del cine en uno de sus dramas más analizados, Cautivos del mal. Se acerca a una juventud confundida pero igual que el mundo adulto en Té y simpatía. Para desembocar de manera dulce y elegante en un melodrama a las orillas del mar en Castillos en la arena. Que sí bien es cierto no es la más perfecta, sí logra que el espectador quede atrapado con una historia de infidelidad elegante que protege a los tres protagonistas del triángulo y en ningún momento los juzga…

Si echamos un vistazo a los melodramas citados, hay siempre algo que parece llama la atención del director y es enfrentar a dos personas con distintos planteamientos de la vida o con diferentes caracteres… del choque suele surgir el drama. Así nos encontramos con padres déspotas e hijos sensibles, con productores manipuladores y actrices delicadas, con pintores al borde de la locura y otros apasionados por la vida, con jóvenes sensibles y damas con experiencias de vida, con prostitutas de buen corazón enamoradas de hombres atormentados y retorcidos…, y todo siempre envuelto con una hipocresía social que hace más desgraciados aún a los protagonistas. Castillos en la arena no es una excepción. Los polos opuestos se atraen y terminan atrayéndose y por eso transformándose como personas aunque no sea posible el happy end.

Así en un paisaje natural, de mar alucinante, casa en la playa y acantilado de ensueño, se encuentran un estricto, inteligente y conservador pastor episcopaliano que se dedica al mundo de la enseñanza (e importante feliz hombre casado con dos hijos adolescentes y una esposa fiel y sumisa) y una pintora bohemia atea en comunicación con la Naturaleza y cuya religión máxima es un individualismo radical que la permita conocerse a sí misma, alejarse de los hombres (que no la han dado más que problemas con sus hipocresías) y construirse como mujer libre. De esta manera dos seres que nunca se hubieran encontrado por sus caracteres y modos de vida absolutamente opuestos se unen por una circunstancia: el hijo de la pintora, que hace que sus caminos se unan.

Y de esta unión surge un amor auténtico nunca vivido por ambos protagonistas pero también un choque brutal con el mundo exterior. Y por ese amor ambos se transforman, aprenden de sus distintas concepciones de la vida y se respetan… pero desde el primer momento saben que es un amor imposible que además finalmente les es imposible ocultar haciendo como no daño a terceros.

Y todo esto desde una elegancia contenida y una continúa comprensión de sus personajes. Sobre todo del trío en cuestión: Richard Burton y Liz Taylor, apasionados y enamorados, y una Eva Marie Saint como esposa perpleja pero que finalmente trata de comprender aunque necesite un tiempo y una separación del hombre junto al que ha permanecido a su lado siempre tratando de construir los sueños de ambos… que han visto como se han ido sepultando a lo largo de los años… rodeados de una sociedad hipócrita que oculta pero daña y rechaza y metiéndose ellos de lleno en el juego.

Quizá lo más endeble de la trama pero no molesta son los personajes-obstáculo-antagónicos que hacen más compleja la relación de infidelidad del pastor y la pintora. Porque así como ellos muestran una relación pura y hermosa que ha sido inevitable y tratan de quitar cualquier mancha o sensación de culpa… hay dos personajes que con su mirada no hacen más que ensuciar la relación de cara a los dos mundos a los que pertenecen los protagonistas. Y aunque la idea es buena, estos personajes secundarios no están del todo bien perfilados… aunque cumplen su función y además cuentan con el rostro de dos actores con carisma. Por una parte, del mundo de ella, nos encontramos con un artista bohemio que sin embargo rechaza de pleno en su mundo la entrada del conservador pastor y en cada una de sus escenas trata de humillarle y reírse de él, de sacarle de sus casillas. El artista bohemio es Charles Bronson. Del mundo de él es un hombre casado y ahora divorciado que tuvo una historia con Liz, por supuesto, rodeada de hipocresía (además él no la amaba sólo la deseaba) que no tiene escrúpulo alguno y es un rey en el mundo de las apariencias en una sociedad respetable o mejor dicho que quiere ser respetable. El hombre de negocios hipócrita tiene el rostro de Robert Webber.

Castillos en la arena te atrapa con su elegancia y delicadeza y te hace desear no salir de esa casa en la orilla del mar donde cada día amanece de manera distinta, donde puedes caminar, pensar, aislarte… o estar disfrutando junto a la persona amada de tres días de felicidad.

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Diccionario cinematográfico (148)

Primer plano: hay primeros planos de rostros que se te quedan pegados para siempre en la memoria. Son rostros difíciles de borrar. La mayoría de ellos corresponden al final de una película. Otros son momentos de catarsis. Son los primeros planos que nunca se borran.

El uso de un primer plano de un rostro puede llenar de significado un personaje o una película entera. Un ejemplo que hemos tenido últimamente son los increíbles primeros planos tanto de Juliette Binoche como de William Shimell en Copia certificada. Y esos rostros nos cuentan mucho.

Pero inolvidable es el último primer plano, que se detiene en el tiempo, de Antoine Doinel en Los 400 golpes. Ese rostro que nos mira, desafiante, como diciendo, ‘y ahora qué’. O esos primeros planos que cierran las películas de Los vividores y de Érase una vez en América en salones de opio. Uno corresponde a Julie Christie que es Constance Miller, una madame de burdel, que decide evadirse de la dureza que la oprime, vaciarse voluntariamente de sentimientos. El otro es de Robert de Niro, un primer plano enigmático donde De Niro ofrece una sonrisa totalmente ido por el opio. ¿Es todo lo que hemos visto un sueño?

Sin duda uno de los primeros planos más míticos es el que cierra Luces de la ciudad donde Charlot es reconocido por la chica ciega que ahora ve. Y en ese reconocimiento tan temido, el sin hogar regala timidez, una lágrima y una sonrisa. Brutal.

Y mucho antes ¿cuántas veces habremos visto el rostro de sufrimiento de Juana de Arco, la Juana silente con los sentimientos desnudos de Renée Jeane Falconetti en la obra de Dreyer? O ese rostro vencido y estremecedor de un payaso humillado que grita su desesperación… que antes fue un gris profesor de escuela y se dejó arrastrar por la cabaretera Lola en El Ángel azul.

En otros se nos muestra al personaje totalmente vencido. Así impactante es ver a esa Marquesa pérfida con rostro de Glenn Close que ahora se sabe derrotada y que ha llevado su juego demasiado lejos en Las amistades peligrosas. Se va desmaquillando frente al espejo mientras una lágrima cae furtiva.

O muestra la decadencia física de un personaje. La juventud que se escapa en breve. Lo efímero del tiempo. Inolvidable esa cortesana madura y bella que sabe que queda ya poco tiempo para la belleza. Una Michelle Pfeiffer frente al espejo en Chéri.

Otros primeros planos se clavan en mi mente. Como esa madre que inicia un viaje al abismo junto a su familia en Las uvas de la ira y todavía se mira coqueta en un espejo para ver cómo le quedan unos pendientes… O ese ser violento y loco que recibe una terapia de choque que le trastorna aún más volviéndolo además casi un robot. Y así todos recordamos ese primer plano con esos ojos abiertos ‘a la fuerza’ para que reciba imágenes impactantes en La naranja mecánica. O inolvidables los primeros planos de Vito Corleone en la primera parte de El padrino, que nos presenta a un personaje de peso con carisma fuerte. O ese Michael gritando al borde de la locura cuando le arrebatan lo que más ama al final de El padrino III.

Revolotean los primeros planos en mi mente en una cadena que nunca acaba.

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Matrimonios artísticos de cine

Alguno de estos matrimonios han traspasado las pantallas, otros han sido meramente profesionales. Pero sí hay algo cierto. Cuando funciona la ‘química’ funciona de verdad. Muchas veces hemos nombrado algunas de estas parejas artísticas. Las que más conocemos son las de los directores con algún actor o actriz y la de las directoras con algún actor o actriz. La de dos actores, dos actrices o un actor y una actriz. Sin embargo hay otro tipo de matrimonios artísticos más en la sombra: compositores de bandas sonoras y directores, guionistas y directores, directores de fotografía y directores, diseñadores y actores o actrices, productores y directores, productores y actores o actrices…

Inevitablemene si nos viene a la memoria Tim Burton no podemos evitar que el rostro del actor Johnny Depp se materialice en nuestra mente. Si, por ejemplo, damos la mano a Scorsese dividimos su trayectoria ahora según sus actores fetiches: primero fue Robert de Niro ahora es Leonardo DiCaprio. Si estudiamos la carrera cinematográfica como director independiente de John Cassavettes muchos actores nos vienen a la cabeza pero sobre todo también la que sería su compañera sentimental: Gena Rowlands. O si pensamos en Woody Allen también podemos dividir su carrera es sus actrices musas: Diane Keaton, Mia Farrow o Scarlett Johansson. El maestro del suspense se rodeó de rubias glaciares que eran puro fuego y con dos héroes masculinos (muchos otros protagonizaron sus historias pero éstos son los que siempre van a la memoria colectiva cinéfila): su máxima musa fue Grace Kelly aunque antes también había disfrutado con la Bergman. Sus héroes son Cary Grant, perfecto caballero que no se despeina pero actúa como los ángeles, y James Stewart, perfecto ciudadano que se ve metido en intrigas que no espera. También estuvieron unidos por años y años John Ford y su héroe fordiano por excelencia: John Wayne. En la comedia pura y dura formaron tándem genial Billy Wilder y Jack Lemmon… para el drama o la tragedia o la comedia agridulce optó por William Holden. Si nos vamos a España algo similar ocurre con Almodóvar y su trouppe de actores y actrices que se les reconoce como almodovianos. Sus mujeres dividen su carrera: Carmen Maura, Victoria Abril, Penélope Cruz… O si saltamos a Francia nos encontramos con el bueno de Truffaut y su alter ego, Jean Pierre Léaud. O si volamos a Italia bailamos con Marcello Mastroianni y Federico Fellini y también nos deleitamos con Rossellini y la Bergman. Otras parejas de este tipo no tan recordadas son las formadas por Richard Quine y Kim Novak o por Frank Capra y Jean Arthur.

Aquí retomamos otro tipo de relación. Relación artística entre actores. Así nos encontramos con una filmografía completa entre por ejemplo volviendo a Mastroianni con Sofia Loren. No podemos separar a Katherine Hepburn de las películas que protagonizó con Spencer Tracy hasta que fueron ancianos los dos, creímos así su historia dentro y fuera de las pantallas. Como ocurrió con Richard Burton y Liz Taylor que también envejecieron juntos en pantalla. O Paul Newman y su esposa eterna Joanne Woodward, intelectuales y profesionales. Fueron símbolo de modernidad de nuevos tiempos en Hollywood, los bellos Warren Beatty y Julie Christie. Tampoco olvidamos a Humphrey Bogart y Lauren Bacall, divos del cine negro… pero en una estela que ya habían mitificado muy bien los olvidados Veronica Lake y Alan Ladd. Y en los años treinta, en los años de la depresión lograron ser pareja de evasión con sus bailes Fred Astaire y Ginger Rogers en salones inalcanzables. En los cincuentas la comedia blanda fue sin duda terreno para Doris Day y Rock Hudson, que no eran tan felices e inocentes en sus vidas reales aunque sí fueron buenos amigos.También funcionan los dúos masculinos con mucha química (menos ocurre con dúos femeninos). Así nos han hecho disfrutar aventuras Clark Gable y Spencer Tracy, nos han puesto el corazón en un puño y la sonrisa siempre dispuesta Paul Newman y Robert Redford, nos hicieron reír Jerry Lewis y Dean Martin… Si nos vamos a un cine más contemporáneo ha funcionado la química de Kate Winslet y Leonardo DiCaprio… les esperamos en una tercera película.

Billy Wilder, también guionista, cuando se puso frente la dirección no dejó de escribir los guiones y esta vez sus compañeros inseparables dividieron su carrera, primero fue junto a Charles Brackett y después A. L. Diamond. Berlanga y su mundo encontraron reflejo en los guiones de Rafael Azcona. En el cine más actual funcionaron bien mientras estuvieron juntos el director Iñárritu y el guionista Arriaga. Tándem inseparable fue Douglas Sirk en sus melodramas más emocionantes con la fotografía imprescindible de Russell Metty. Si nos vamos a las bandas sonoras y nos adentramos en una película de Sergio Morricone sabemos que vamos a escuchar a Ennio Morricone y si nos centramos en el universo de Fellini siempre oíremos alguna nota musical de Nino Rota. El suspense se hace música en las películas de Hitchcock con las melodías de Bernard Herrmann. Una de las parejas artísticas más curiosas fue la del artista gráfico, rey de carteles y créditos impresionantes, Saul Bass y el director Otto Preminger. Tampoco se escapa la relación entre Audrey Hepburn con el diseñador Hubert de Givenchy. Los productores también estuvieron unidos a estrellas o directores. Si nos viene a la cabeza el productor duro de roer Harry Cohn se le relaciona con su relación tormentosa con Frank Capra… y también fue un tormento para Rita Hayworth o Kim Novak. El productor independiente David O’Selznick se obsesionó con hacer de Jennifer Jones una estrella. Al igual que Ponti construyó la carrera de la Loren o Laurentis la de Mangano.

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Biutiful de Alejandro González Iñárritu

Dijo Iñárritu: voy a titular una película biutiful, como escribiría un niño bonito en inglés, y luego con esta metáfora genial presento todo lo feo y además lo reitero. Biutiful es simplemente una película de Iñárritu con un contenido vacío que se recrea, con detalle, en lo mísero pero sin ningún fin. Tan sólo para ofrecernos su poderío visual e imágenes efectistas. Repetición continúa del dolor y la tragedia hasta tal punto que anestesia al espectador que se queda sin capacidad de emoción, empatía y sufrimiento…, incluso mirando al reloj suplicando que le llegue ya el destino fatal a San Uxbal. Sin sufrimiento, sin derramar una lágrima… porque ha sido tal la sucesión de desgracias que invalida cualquier sentimiento posible.

Y lo invalida porque te preguntas: pero ¿para qué me está contando todo esto?, ¿qué me quiere decir?, ¿qué me quiere mostrar?, ¿qué realidad me quiere presentar?, ¿qué quiere criticar o denunciar? No hay el menor atisbo de discurso o reflexión cinematográfica sobre el mundo contemporáneo (algo que sí había en Babel que yo siempre he defendido). Vale, no hay discurso político social. Muy bien. Entonces ¿qué quiere transmitir con ese descenso a los infiernos de San Uxbal?, ¿una película sobre la redención? Pues entonces con un pésimo guión nos hemos topado y con una manera torpe de narración cinematográfica a pesar del impacto visual, porque Iñárritu y compañía saben rodar. La redención no se ve por ninguna parte porque desde el principio San Uxbal nos es presentado como un héroe bueno golpeado una y otra vez con todo tipo de sufrimientos y tragedias que debido a sus circunstancias y al destino tiene que dedicarse a negocios ilícitos… pero todo con buen corazón y con conciencia… ¿alguien puede creerse algo así? No, Uxbal tendría que haber sido un tipo de los bajos fondos, sin escrúpulos, y sin conciencia —efectivamente por circunstancias, así es más creíble y humano—, un hijo puta, hablando mal pero para que me entiendan mejor, que de pronto algo le hace reflexionar sobre lo que está haciendo o sobre cómo está dirigiendo su vida y entonces en un momento determinado el personaje, que reflexiona, es redimido o provoca un acto de redención. Y ahí sí hubiera habido un momento de catarsis donde el espectador hubiese podido sentir algo y sentir empatía con el personaje de Uxbal.

Y no tengo más remedio que irme al cine clásico para mostrar cómo se encadena bien una sociedad donde sólo se muestra el lado oscuro, donde hay un personaje que encadena una tragedia con otra, que siempre va huyendo, y es un tipo de bajos fondos que actúa como un verdadero hijo puta pero que sin embargo al final va inspirando al espectador empatía y compasión porque es un ser humano que se equivoca una y otra vez y aunque finalmente quiere arreglar las cosas no tiene oportunidad de corregirse. ¿Recuerdan Noche en la ciudad de Jules Dassin?

La reiteración anula el efecto. Y Biutiful es un ejemplo. San Uxbal desciende por el infierno del lado oscuro de Barcelona y por su degradación física y psíquica a través de una enfermedad mortal (o sea no sólo el personaje es envuelto en un mundo miserable y decadente sino que además le añade la corrupción de su cuerpo). Así Iñarritu para demostrar la decadencia física del personaje, no sólo nos presenta a un San Uxbal con rostro demacrado, sino después de dejarnos escena de médico en que le describe su estado avanzado de la enfermedad nos muestra incasable que el protagonista micciona sangre (unas cinco veces, para que no se nos olvide), padece incontinencia (y para reiterarnoslo nos lo muestra hasta en pañales) y sufre dolores y vómitos. Para que nos quede claro que vive rodeado de un ambiente misero nos presenta una y mil veces una casa decadente donde hay un hogar pobre poblado por bichos vivientes y con las paredes desconchadas, nos muestra que ha tenido una relación sentimental marcada por el dolor y la tragedia porque su mujer es politoxicomana con patología dual que además maltrata a uno de los pequeños hijos que tienen en común, nos enseña que tan sólo tiene un hermano cocainómano que se tira a su ex, nos señala que tiene una especie de conocido de la infancia que es lo que se conoce por un poli corrupto, y filma con deleite una brutal redada y persecución de policía a los manteros inmigrantes como si fueran los Geo…

San Uxbal, que todo lo hace por sus dos hijos, no se plantea que está explotando a seres humanos, que trafica con inmigrantes sin papeles y que forma parte de una cadena humana que juega con la vida de las personas. No, él es San Uxbal y todo lo hace por compasión. Y me quiere hacer creer que sabiendo cómo sobreviven hacinados unos chinos en una habitación cerrada les compra por equivocación los calentadores de butano más baratos porque sólo pretendía que no pasaran frío y claro él era incapaz de pensar en la tragedia que esto podía desencadenar. San Uxbal, además, cuenta con poderes sobrenaturales y se puede comunicar con los muertos y el más allá para dar así una dimensión más espiritual al personaje… ¿para qué sirve ese don en esta película? Me lo pueden explicar. También me quiere proporcionar tramas secundarias que me dejan fría como esa historia del explotador chino, padre de familia tradicional, que tiene un joven amante.

En toda historia de decadencia y miseria se necesitan personajes positivos pero ¿a San Uxbal para qué le hacen falta si no le cambian, si no le plantean ningún dilema, si siente ya desde el principio toda la compasión del mundo y sólo tiene buena fe y mala suerte? Y aquí nos deja la inocencia de los dos hijos pequeños y la inmigrante africana que tiene capacidad de compasión hacia San Uxbal (que es su explotador pero que tiene un corazón de oro) y también de tentación (tiene un momento de debilidad, de ‘venganza’ por necesidad de San Uxbal pero no puede).

No obstante Biutiful nos deja escenas con poderío visual, soluciones cinematográficas que pueden sorprender (lo que demuestra, en el nombre del padre, del hijo y el espíritu santo, que Iñárritu es virtuoso con la cámara y nos presenta producto de factura impecable) y, como es habitual, en sus películas, una galería de intérpretes protagonistas y secundarios que nos dejan unas interpretaciones buenas. Aquí, en interpretación hay mucho que alabar, y por supuesto San Uxbal-Javier Bardem es intenso y deja una interpretación buena con un personaje equívoco en contenido vacío que es un canto a la reiteración de la miseria que no lleva a ninguna parte.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Muchos frentes abiertos… de cine

Y es que cuando tienes una pasión no puedes parar de alimentarte. Y lo genial es que siempre puedes tener mil y un frentes abiertos. Estos días estoy con varios. Y los aguardo y cuido con gran emoción. Además de los estrenos de la semana que siempre hay alguno que apetece además de los que se han escapado en anteriores semanas, un montón de novedades me esperan.

En cartelera

De los estrenos, la lista se me acumula. Estoy segura de que me apetece Chloe de Atom Egoyan y tengo curiosidad por ver Biutiful sobre todo por el cabreo monumental que se pilló mi hermana en México al ir a verlo porque Iñarritu parece que ya sólo sabe navegar por una miseria con lazo de regalo. Otra película me da cierto temor porque no sé si podré con ella pero al leer un montón de artículos sobre ella y sobre todo opiniones tan encontradas pienso que merece la pena… e iré a sala de cine a verla, Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas del director tailandés de nombre imposible (sobre todo para mi lengua de trapo) Apichatpong Weerasethakul. Y una amiga me ha recomendado Poesía que según ella tiene aires de melodrama a lo Sirk, y sabe que me derrito por Sirk. La película viene de Corea del Sur.

Shoah, documental histórico 

Ayer después de trabajar, caía la noche y necesitaba despejarme así que me fui a dar un paseo por el barrio. Me acerqué a un establecimiento de una cadena de tiendas a por un primer objetivo. Un buen profesor (de un curso de crítica de cine fantástico que ya realicé el año pasado y este año voy de repetidora… y encantada de la vida. Los viernes por la tarde-noche siempre espero con deleite unas horas que se han convertido en sagradas) nos avisó de que El País aportaba por un euro un documental (que ya llevaba tiempo detrás de él) sobre una parte sobrecogedora de la Historia, el holocausto, un documental de unas nueve horas que se llama Shoah del director Claude Lanzmann. Ya había preguntado por la mañana en varios quioscos y estaba agotado. Allí sí tenían el dvd… pero para mi desencanto era la segunda parte, la primera ya había salido la semana pasada. No obstante lo cogí. Hoy he preguntado en varios establecimientos si les quedaba algún ejemplar de Shoah, primera parte. Pero no, está agotado. Sin embargo, lo he pedido en uno de los quioscos aunque me ha avisado que cree que en el diario también están agotados. Espero que tenga suerte y pronto tenga los dos dvd pueda verlos y comentarlos…, o encuentre a algún lector amigo que sí adquiriera la primera parte y me la deje…

Cuadernos de directores de Cahiers du cinema

En ese establecimiento al que fui en mi paseo nocturno vi con deleite que tenía los cuadernos, que vi anunciados en mi querida Cahiers du Cinema, sobre las trayectorias cinematográficas hasta la actualidad de directores de cine (que son publicados por la misma Cahiers du Cinema). Tenían, creo, todos los que han salido hasta ahora publicados. Así que no pude evitar la tentación y adquirí tres de estos cuadernos con una pinta estupenda (buenas fotografías, parece que interesante texto, apoyos curiosos e interesantes —éstos ya me los he leído—, cronología, filmografía…) de tres de los directores que más me entusiasman y que aún siguen en activo: mi adorado Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Tim Burton. Ya os contaré pero prometen.

Marilyn y JFK

Y, por último, estoy disfrutando de un libro que tenía mucho interés por conseguirlo y por fin llegó a mis manos. Ya he contado más de una vez que Marilyn Monroe es una de las actrices que sigue generando más libros, artículos, etcétera aunque haya muerto hace ya más de cuarenta años. Una de las últimas novedades en el mundo editorial fue Marilyn y JFK (Aguilar) del periodista francés François Forestier. Y este fin de semana lo estoy devorando. Forestier articula esta famosa relación como si se tratara de una novela negra. Y consigue enganchar. En su relato surge una red oscura de relaciones que unen la Mafia, el Cine (un Hollywood negro) y la Política. Es un libro absolutamente desmitificador. Así la historia entre Marilyn y JFK no es la historia entre una estrella rutilante y sexy de Hollywood y un mítico presidente de EEUU que murió asesinado… el retrato de la pareja es otro, mucho más triste. Ella es una mujer desequilibrada, autodestructiva y enferma de afectos, dependiente de un montón de medicamentos y que no se quiere nada así misma, es una mujer vacía con la que todos quieren acostarse pero ninguno permanecer junto a ella. Él es un hombre ambicioso de poder, niño pijo de papá empresario de negocios sucios que siempre bailó con la Mafia y que prepara la carrera de su hijo hacia la presidencia a golpe de talonario. JFK fue siempre un hombre enfermo aquejado por dólores múltiples que iba de fiesta en fiesta, de juerga en juerga, y de mujer en mujer…, una de ellas fue Marilyn. Forestier muestra en su relato una enorme red de espionaje en la cual todos vigilan a todos y todos esconden un mundo negro y oscuro muy diferente al que sale a la luz pública. Ya he terminado la primera parte y pronto empezaré la segunda. Una página llama a otra página.

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Cyrus de Mark y Jay Duplass

Todo hay que decirlo. Y digo que me ha sorprendido gratamente Cyrus de los hermanos Duplass. Me ha sorprendido cómo cuentan una historia de tres personajes con fuertes conflictos emocionales, enfermos emocionales, que parece el problema estrella de las personas del Estado de Bienestar del siglo XXI (mientras unos sobreviven los otros se consumen en problemas mentales, irónico, ¿verdad?).

Y los hermanos Duplass parece que van a mostrarnos la típica historia graciosa o comedia donde dos personalidades distintas chocan para la consecución de un mismo objetivo. John, un divorciado que se hunde en una depresión, que durante siete años ha vivido en soledad física y emocional, ve cómo le cambia la vida cuando una noche de fiesta (que le ha animado a acudir su ex, también mejor amiga) conoce a una bella y amable mujer, Molly. Para John empieza la felicidad pero…, de pronto, se encuentra con Cyrus, el hijo de 21 años de Molly. Cyrus y Molly tienen una relación especial, tan especial, que sutilmente Cyrus hará todo lo posible para que John no consiga a la mujer de sus sueños.

Esto podría contarse de varias maneras: un melodrama tremendo, una comedia de situaciones llena de carcajadas… o la sutil historia que nos representan los Duplass. Nos encontramos siempre al borde de la sonrisa…, los personajes se desnudan, conmueven… A veces escuchamos sus pensamientos más íntimos, otras nos reímos con ellos y otras incluso nos reímos de ellos. Al final los Duplass nos trasladan a una historia muy humana y totalmente dramática a través de la sonrisa.

Así el joven de 21 años que podría ser mostrado como personaje siniestro e inquietante con un trastorno emocional grave, finalmente, lo convierten en un Cyrus humano al que finalmente podemos entender en su angustia continua. Y aunque a veces podamos reírnos de su extravagancia o asustarnos ante sus manipulaciones maquiavélicas al final se revela como un triste chico consciente de su grave trastorno y que teme que le quiten a la única persona que le acepta tal y como es.

Así John, un hombre que ha caído en picado, dejado, en depresión continúa y que se siente fracasado emocionalmente y absolutamente dependiente de su ex mujer, su mejor amiga pero también su única conexión con el mundo social…, aparece como un hombre-niño gigante que desborda toda su ternura y con un miedo al rechazo, al fracaso sentimental y a volverse a sentir solo…, finalmente es un hombre bueno.

Y Molly es una mujer bella tremendamente sensible pero también consciente del problema de su hijo y en su afán de normalizar su vida se relaciona con él desde la absoluta protección, encerrándolo en su corazón para evitar que sufra cualquier daño y que quiere ponerse una venda en los ojos para tapar un problema y crearle un espacio de felicidad que finalmente es artificial y poco sano para los dos… porque los hace extravagantes, distintos, solitarios…

Es una historia a tres bandas donde cuentan las miradas, los gestos, los silencios, los pensamientos, las palabras de los tres personajes protagonistas. Escenas al borde del pánico que derivan en la risa o sonrisa. Película fresca que va emocionando porque comprendes a cada uno de los personajes. Comprendes sus miedos, sus fobias, sus reacciones…y sientes su dramático conflicto sentimental. Pero los tres logran construir a través de enfrentamientos sutiles una nueva vía de relación… y en ese momento, cuando no sabemos si los personajes lograrán ser felices y comer perdices la película termina en una escena en la que sólo hacen falta las miradas y los gestos.

Y toda esta historia dramática, los Duplass la muestran con  realismo y  frescura y siempre teniendo en cuenta que estas situaciones pueden causar una sonrisa. Porque ellos, los Duplass, muestran cariño, respeto y ternura por sus personajes y por todos aquellas virtudes y sobre todo defectos que los hacen increíblemente humanos.

Además para terminar cuenta con los rostros y las actuaciones de tres actores que se transforman en seres humanos creíbles. Así emociona John C. Reilly, su personaje desprende no una ternura empalagosa sino real de un hombre que se niega a seguir cayendo en picado por el tobogán de la desesperación porque todavía cuenta con la capacidad de ilusionarse. Nos inquieta pero finalmente nos hace partícipe de su dolor y por ello podemos empatizar y encariñarnos con Cyrus, ese joven de proporciones enormes de 21 años solitario, manipulador y totalmente vulnerable y herido con la cara de Jonah Hill que sorprende por su construcción del personaje. Y finalmente Molly con cara de Marisa Tomei se convierte en objeto amado y ser dulce y comprensible pero que en su excesiva capacidad de protección daña y es dañada. También destacar la labor de la interesante Catherine Keener como la ex mujer de John y su único vínculo con el mundo… hasta que aparecen Molly y Cyrus. Ella es la única que escucha a un John confundido para desesperación de su nueva pareja y futuro marido.

Cyrus ha sido toda una sorpresa para esta espectadora que desconocía absolutamente el trabajo anterior de estos realizadores.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Star system masculino de cine silente en Hollywood

No están todos los que son.

Muchas de sus obras son de difícil acceso o se perdieron para siempre.

Sus nombres iluminaron ese sistema de estudios que empezaba en Hollywood donde se dieron cuenta de la importancia de la estrella. De cómo el público iba en masa cuando se identificaba con ciertos rostros. El departamento publicitario se puso en marcha y a algunos les creaban historias de leyenda. Romances de leyenda. Vidas de leyenda. Eran como Grandes Gatsby en un mundo artificial. Algunos lo pagaron caro. Muchos no superaron la barrera del sonoro (sus rostros habían pasado de moda así como su forma de interpretación, la industria voraz aprovechó el momento para quitarse de encima algunos actores non gratos…) y otros siguieron su carrera… Algunos empezaron con el cine silente pero se consagraron en el cine hablado (uno de los casos más conocidos es el de Gary Cooper).

Cada estrella tenía su rol y era identificado por el público como rostro que ejercía un tipo de estereotipo que ganaba fuerza en cada película. Aun así alguno hubo inclasificable. Galanes, héroes del oeste, latin lovers, cómicos, aventureros…

Curiosamente los menos olvidados y de los que se guarda casi toda su obra son los actores cómicos que inventaron una manera totalmente cinematográfica de actuación. Fueron los reyes del cine silente y su manera de provocar la risa con su cuerpo no ha perdido vigencia. Contribuyeron de manera especial al lenguaje cinematográfico y al prestigio del cine como arte visual. Así sus nombres no han caído en olvido y cada x tiempo se realiza una relectura de su trabajo y contribución. Sin embargo, unos se encuentran más en el imaginario colectivo que otros. Así es difícil no identificar a Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, Harry Langdon o el malogrado Roscoe Fatty Arbuckle (quizá el más olvidado. También su hombre junto a la de Langdon es la menos difundida por estos lares). Todos sabemos quién es quién cuando vemos un bombín, un bigote, unas gigantes botas, un sombrero y unas gafas, una cara de niño inocente o de pillo orondo o el de más allá con cara de palo. Todos fueron grandes acróbatas capaces de expresar con el cuerpo lo inimaginable.

Los galanes, los rostros más bellos para los cánones del momento. Podían ser latin lovers (fue una verdadera fiebre de hombres y mujeres en los primeros años 20), los bellos sin más o los aventureros. Así recorremos metros de celuloide con los melodramas, las aventuras y desventuras de Douglas Fairbanks, Ramón Novarro, Rodolfo Valentino, John Gilbert, Francis X Bushman o el bellísimo Charles Farrell. Algunos de ellos sobrevivieron al cine sonoro aunque ya fueron estrellas en el cine silente como John Barrymore, Ronald Colman o Richard Barthelmess. Ellos eran los reyes del melodrama, del drama, del cine de aventuras, de las historias en tierras lejanas y tiempos remotos, de tristes tragedias…

Uno de los géneros más populares fueron los seriales y las películas del Oeste con sus propios mitos. Algo queda para el recuerdo de dos de sus héroes más míticos. Primero fue William S. Hart, después vino Tom Mix. Vaqueros puros y duros diestros con sus caballos y revólveres, siempre capaces de salvar a la chica de apuros tremendos.También hubo un rey del cine de terror y fantástico, el hombre de las mil caras, decían los anuncios publicitarios. Él era Lon Chaney, y es imposible olvidar su máscara mítica como fantasma de la Ópera. Otros se especializaron en encarnar el mal, el hombre más malo del mundo fue también un director maldito (que siguió actuando en el cine sonoro con su físico peculiar… fue uno de los primeros divinos calvos), Erich von Stroheim.

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