Cóctel de películas variadas

El gran McGinty (The great McGinty, 1940) de Preston Sturges

elgranmcginty

No hace mucho disfruté de la segunda película de Preston Sturges como director, Navidades en julio. Y hace menos tuve en mis manos el dvd de su primera vez como director El gran McGinty y de nuevo ha sido otra sorpresa esplendorosa. Por su tremendísima actualidad. Esta ópera prima, donde Sturges es un guionista que se convierte en director, deberían verla todos los políticos inmersos en tramas de corrupción. Porque Sturges no tiene pelos en la lengua aunque al final se encariñe de sus personajes (porque no les quita un ápice de humanidad). Viajamos a un local perdido de las Bahamas, un tugurio. Ahí coinciden en una barra un camarero que dice que fue gobernador de un Estado y un empleado de banca desesperado que también ha terminado con sus huesos ahí por un fallo cometido. Sturges les presenta como uno que nunca fue recto en su vida hasta que tuvo un momento de lucidez y al otro como uno que siempre llevó una vida recta hasta que falló sólo una vez.

Y la película es un flashback del camarero contando al empleado de banco desesperado su carrera política. El bueno de McGinty (un grandullón y efectivo Brian Donlevy) era un sin hogar de la Depresión. De pronto le sale la oportunidad de colaborar en un fraude electoral para la elección del alcalde (auspiciado por el mafioso local)… y lo hace muy bien. Así empieza su carrera política trepidante… hasta llegar a gobernador para lo cual incluso protagonizará un matrimonio de conveniencia. Y ahí es donde nos encontramos la debilidad de McGinty, los buenos sentimientos de su señora esposa hacen mella en él… Y llega un momento en que quiere actuar por sí solo como político y realmente ejercer haciendo lo mejor para los ciudadanos. Misión imposible y fallida… que le lleva con su mafioso a un tugurio dejando los ideales para otros. Ante la historia de ‘un caradura’ sincero la chica de mala vida preocupada por el ‘buen’ empleado le anima a que arregle las cosas y regrese de nuevo…

Los años no han pasado por esta película… tremendamente actual.

Anastasia (Anastasia, 1956) de Anatole Litvak

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La elegancia de un director se deja ver en una sola escena. Y eso es lo que le ocurre a Anatole Litvak en Anastasia. Por encima del glamour que supone la vuelta de una Ingrid Bergman a Hollywood representando a una mujer sin identidad y que trata de recuperarla (ella es Anastasia, ¿o no?). O de dejarse llevar por el magnetismo animal y la sensualidad de un Yul Brynner que ocupa toda la pantalla (¡cómo me gusta!). Así como disfrutar de las viejas glorias como Helen Hayes mostrándose como gran señora y actriz… Por encima de todo ese reparto y una historia atrayente (con sus dosis de misterio, ambigüedad, romanticismo, zares rusos, revoluciones y finales precipitados), nos encontramos con la puesta en escena especial de un director a reivindicar, Anatole Litvak (y del que me queda mucho por descubrir).

La escena es la de una habitación majestuosa con dos puertas abiertas frente a frente. Detrás de cada una de esas puertas hay un personaje diferente: en una el ambiguo Yul Brynner (¿un noble desencantado y aprovechado o un hombre enamorado? y en la otra la etérea Ingrid Bergman (¿verdadera Anastasia, mujer sin memoria, o estafadora?). Ella ha subido de una cita (impuesta por el maestro de ceremonias y estafa, Yul) algo bebida. Les oímos a los dos hablar y sólo escuchamos sus voces, la cámara está todo el rato en la habitación vacía. Sin embargo sentimos la tensión sexual que recorre el cuarto y la preocupación de ambos. De pronto ella deja de hablar, entendemos que se ha dormido. Y sólo entonces Yul sale de su cuarto, cruza la habitación y entra en el dormitorio de Ingrid para taparla… y quizá también contemplarla.

Tierras de penumbra (Shadowlands, 1993) de Richard Attenborough

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… Richard Attenborough se basó en las reflexiones que vertió C. S. Lewis en el libro Una pena en observación (que no he leído y ganas me han quedado) tras la muerte de su esposa y amor, Joy Gresham. Así el director deja tras de sí una película que reflexiona sobre el amor tardío, el dolor, la soledad, la enfermedad terminal, la muerte y lo que supone la ausencia del ser querido (en una escena contenida y magistral entre C.S. Lewis y el hijo pequeño de su amada).

No sólo nos dejamos llevar por las interpretaciones de Anthony Hopkins y Debra Winger sino que algunas frases que se pronuncian se quedan para siempre en la memoria. En este caso, entre tierras de penumbra, atesoro una frase que le dice un alumno a C.S. Lewis: “Leemos para saber que no estamos solos”. Y ya solo por esa frase la película merece la pena ser vista por lo menos una vez en la vida.

Érase una vez en Anatolia (Bir Zamanlar Anadolu’da, 2011) de Nure Bilge Ceylan

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El otro día viajé al cine turco y me llevé una sorpresa enorme con Nure Bilge Ceylan (del cuál sólo había visto Lejano, película que en su momento me costó digerir). La película se encuentra ahora en las salas de cine, Érase una vez en Anatolia e impone su propio ritmo al espectador. Si te dejas llevar el viaje merece la pena. Lo que en un principio tiene estructura de thriller y road movie extraña: vamos entendiendo qué es lo que hacen tres coches por las carreteras de Anatolia (buscar un cadáver), termina convirtiéndose en un viaje de humanidad. Y lo que se nos presenta es un grupo humano variopinto: dos detenidos, los policías, los militares, los conductores, el médico forense y el fiscal…

Y vamos con ellos en este viaje nocturno en busca de un cuerpo y asistimos a las conversaciones y miradas que tienen entre ellos. Y poco a poco vamos adentrándonos en distintas historias y vamos construyéndolas. Unos van cediendo protagonismo a otros a lo largo de la búsqueda, con una cotidianeidad que impregna todo, que hace que este grupo de hombres hagan su trabajo y choquen con la burocracia más rancia y la humanidad más profunda. En una parada a cenar, en casa del alcalde de la localidad, se quedan en un momento sin luz. Y surge un momento casi mágico, donde una bella joven con un quinquel que ofrece té, se convierte en una aparición y no será la única. Asistimos durante más de tres horas a un viaje con final: la búsqueda del cuerpo, la parada en casa del alcalde, la confesión, el encuentro del cuerpo, el camino hasta el hospital donde se le hará la autopsia… y la vida sigue. Pero mientras hemos conocido un poco más el mundo de cada uno de los hombres que protagonizan esta historia, hemos transitado en sus secretos y silencios. Y también hemos conocido a las mujeres ausentes.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 comentarios en “Cóctel de películas variadas

  1. Truño importante el de Anatolia, joder qué sopor… Yo siempre me hago una pregunta cuando veo ciertas historias: ¿es necesario contarlas así? ¿Puede elegirse otra manera que, sin dejar de contar lo mismo, no aburra a las ovejas? No me parece mala idea, ni mucho menos, pero la forma, ay la forma…
    En cuanto a las otras, me gustan bastante las tres, sobre todo la última. Litvak me parece muy irregular, pero más que interesante (y aquí la Bergman está de escándalo). Y Sturges, pues de esos tipos que eran mejores cuando trabajaban que cuando hablaban.
    Besos anatolios

  2. Mi querido Alfredo, yo me metí totalmente en la forma de Anatolia. E iba con miedo porque recuerdo que LEJANO me costó muchísimo. Aquí me gustó el entorno y los personajes, los diálogos, lo que va descubriendo en ese discurrir de la vida, que a veces, es monótona pero a veces esconde momentos con algo de magia, con gotas de tragedia o con un poco de risas… Me atrapó esa extraña road movie.

    Anastasia me gustó volver a verla. Y además de Ingrid, disfruté de Yul. Y me hizo ver que merece la pena descubrir más obra de su director…

    Sturges es un tipo que me hace reír pero también alerta sobre la parte oscura de la vida.

    Y Tierras de penumbra refleja muy bien lo que supone una enfermedad terminal, el dolor y la ausencia. Pero también los momentos aprovechados al máximo, bonitos momentos, porque sabes que son los últimos.

    Un placer como siempre leerle por estos lares…

    Besos… érase una vez…

    Hildy

  3. Son magistrales las interpretaciones de Hopkins y Winger, así como el libro de Lewis. La verdad es que no he podido volver a ver la película: sé lo que voy a encontrar y nunca es el momento para ello. Besos.

  4. Veo que estas películas que comentas tan bien tienen su significado por separado pero tú, mi querida Hildy, las has puesto juntitas por algo, eso seguro. Entonces estas películas cobran otro sentido, por supuesto. Hablar de Preston Sturges es hablar de la comedia loca ligera porque según su autor puso en un libro maravilloso las reglas de ese juego. Recuerdo que una de ellas era: “Una buena caída es lo mejor de todo”. A caída se refería a esas maravillosas caídas de Henry Fonda en Las tres noches de Eva. Luego viene Anastasia; la cosa se pone un poco más dura, tan dura como el coco liso de Yul Brynner. Nos adentramos en esa magnífica película que es Tierras de penumbra que nunca tuvo el éxito ni el reconocimiento que merece. ¿Y sabes por qué? Porque iba firmada por el sir, es decir, por Richard Attenborough, un hombre que no cae muy bien cuando se pone detrás de una cámara. Sí, ha tenido sus deslices como todo buen hijo de vecino, pero Tierras de penumbra es una obra maestra; ese niño que visita a Lewis y le pide que le lleve al desván, allí donde tiene un armario que le llevará al mundo imaginario del autor. Pero, ay, la realidad es dura, tan dura como esas mujeres ausentes de Érase una vez… curioso que tenga un título tan de cuento… y entonces volvemos a empezar con Sturges y el círculo. ¿Lo has hecho a propósito?

    Besos desde el interior de mi armario (no pienses mal) estoy poniendo un poco de orden (¡que no pienses mal!) Tengo la ropa muy desordenada.

  5. ¡Amigo Manel, estoy de acuerdo contigo! Los dos actores de Tierras de penumbra están fenomenal y hacen sentir al espectador. Además, me dices que has leído el libro y que es magistral… (más alicientes entonces para leerlo en un futuro). Sí, efectivamente, es dura volver a verla pues toca el tema del dolor y la ausencia de manera sensible pero no deja de doler.

    Besos
    Hildy

  6. Mi querido Francisco, ¡con la boca abierta me has dejado con tu pedazo comentario y las relaciones entre las cuatro películas y el círculo que encierran! Te juro que no tuve conciencia alguna al ponerlas todas juntas en un cóctel. Soy una simple… y no buscaba entrelazarlas entre sí. Pero de pronto llega tu comentario y mágicamente el círculo muestra un sentido… Y todas además podrían empezar con Érase una vez…

    Besos desde otro armario… ya he pasado al otro lado y estoy en ese lugar que siempre te digo que no sale en los mapas…

    Hildy

  7. Muy seductor este pack que nos presentas. La primera no la he visto, pero el tema me interesa mucho. La de Ingrid me parece una delicia, y no solo debido a que salga Ingrid y brille la cabeza de Yul, que como bien dices llena la pantalla.
    La adaptación del sir, la tengo que volver a ver. SWiempre me ha parecido que aporta luces y sombras. La frase contiene mucha verdad, aunque son millones las razones por las que todos leemos. y habría que preguntarse las que existen para los que no leen. ¿Estan o se sienten acompañados? No se…Pero la frase es excelente.
    El retablo lo completas con otra cinta que tampoco he visto. Se me escapan muchísimas…que lío. Fue un placer disfrutar del coctel.Un abrazo

  8. Querido, querido Victor, El gran McGinty es toda una sorpresa y provoca placer (además de generar actualidad). Totalmente de acuerdo, Anastasia es algo más que Bermang y Yul (pero ayudan bastante). Tierras de penumbra tiene esa frase maravillosa que provoca a su vez otras preguntas… Y Érase una vez en Anatolia supuso de veras todo un descubrimiento lleno de puertas y claves…

    Un placer leerte, como siempre.

    Besos
    Hildy

  9. … Ay, Yul Brynner. A mí me trae buenos recuerdos en Anastasia, El rey y yo, Los hermanos Karamazov… Me atrevo a decirte que creo que te gustaría bastante Tierras de Penumbra.

    Besos
    Hildy

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