Es el mismo David Mamet quien dirige y escribe para el cine su adaptación a la obra teatral Oleanna, que escribió en 1990 y no estrenó hasta dos años después. Y como la obra de teatro, que suscitó en su momento entre los espectadores grandes controversias, debates y discusiones, la película no es cómoda para el espectador, sino que toca teclas y remueve. Con una dirección y puesta en escena menos sencilla de lo que aparenta, respeta los tres actos de la obra. Oleanna refleja tres diálogos en un despacho de un profesor universitario. Todo empieza cuando una alumna, Carol (Debra Eisenstadt), se dirige al despacho de su profesor John (William H. Macy) porque quiere entender por qué le ha suspendido.
El espacio, cómo se sitúan los personajes en él, cómo se mueven y se posicionan en las dos estancias del despacho, su forma de vestir, la expresión corporal… todo cuenta para dar significado a lo que vemos. Porque en Oleanna la complejidad viene de la ambigüedad. No hay nada que sea ni claro ni obvio. Y eso es lo que incomoda. No es fácil posicionarse, porque no es una historia de buenos y malos. Lo que expone es una relación de poder y también cómo el lenguaje nos construye o destruye. Entre Carol y John, la incomunicación y el detentar el poder en cada uno de los diálogos los conduce a una vorágine y a un drama que los rompe.
Para construir su historia, David Mamet escribe con precisión tres diálogos con los que apunta el conflicto, el desarrollo y el fulminante desenlace. El material es delicado: asistimos a los tres diálogos y somos testigos en todo momento de lo que acontece. Y, sin embargo, no es fácil que nos posicionemos. El dramaturgo incomoda y hace que el espectador se pregunte continuamente qué es lo que está viendo realmente. Qué entiende.
La lectura más fácil de Oleanna es «mirarla» como una historia de buenos y malos. De ahí la controversia que suscita. Uno puede ver al profesor como un acosador sexual, que abusa de su posición de poder, y a la alumna como un víctima que no se deja intimidar, que denuncia. Pero también uno puede ver a la alumna como una joven manipuladora, que sabe presentarse como víctima, y su último fin es buscar la destrucción de su profesor.
Lo doloroso del asunto es que finalmente los diálogos entre Carol y John son un equilibrio continuo de poderes entre ambos personajes y en cómo se les va la vida en ello porque cada uno lucha por su posicionamiento en la sociedad. Mamet deja además los suficientes matices para construir la personalidad de ambos y entender sus orígenes mostrándolos en realidad más parecidos e igualados en su manera de comportarse de lo que parece. Carol y John se enredan en una confrontación con el lenguaje que impide llegar a un entendimiento posible y desata el drama.
Carol tiene claro que quiere encontrar su lugar en la sociedad, salir de sus orígenes humildes y ascender en ella a través del saber. Para ella los estudios universitarios son una salida para encontrar un lugar privilegiado. John, como nos desvela, ha recorrido ya ese mismo camino y en ese momento lucha por ascender y además conseguir una casa; es decir, lucha por afianzar más todavía su posición, llegar a la cumbre.
La confrontación de Carol y John hace surgir todas las sombras de los personajes, sus contradicciones y ese camino hacia la destrucción. Están condenados a no entenderse. Y efectivamente en esas sombras se descubre que Carol puede no estar muy equivocada en las percepciones que tiene sobre John, pero también puede sentirse la inteligencia manipuladora de Carol y su afán de hundir y arrebatar su posición a John. Porque todo es cuestión de poder. Una tercera lectura puede ser que Carol y John están condenados a enfrentarse y a no entenderse por estar dentro de un sistema que les provoca infelicidad. Son víctimas de ese sistema y los dos han aprendido a moverse en él con las herramientas que tienen a su disposición. Al final solo quedará un espacio para el que gane la pelea, aunque ambos quedarán heridos.
Oleanna es una obra de matices, y David Mamet también lanza zarpazos a la universidad como institución y se pregunta sobre cuál es el fin de la universidad, cómo enseñar, cuál es el camino del saber, qué papel tiene el profesor, qué camino es el que puede seguir un alumno… Tanto John como Carol van dejando por la senda de su confrontación cuestiones incómodas sobre las que preguntarse y reflexionar.
No es suficiente con ver una sola vez Oleanna, sino que suscita el interés por volver a verla y poder descifrar todas las capas de lo que estamos viendo. David Mamet nunca lo pone fácil. Zarandea. David Mamet usa el desconcierto como arma para cuestionarnos continuamente. Ni siquiera lo pone fácil con él mismo que, para desconcierto de muchos, ahora mismo su desencanto político y social ha hecho que sus planteamientos viren al lado opuesto; es decir, ha paseado del progresismo al conservadurismo extremo. Oleanna no es complaciente, ni maniquea, ni políticamente correcta. Oleanna incomoda y provoca que uno reflexione, analice, piense e incluso al final del proceso tal vez se posicione.
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Siempre que te leo termino la lectura con el gran deseo de ver la película. Sabes transmitir muy bien y así surge la gran curiosidad de ver lo que tú ya has visto y comprobar si tu mirada coincide o no con la nuestra. Es decir, eres una magnífica comunicadora que no solo informa sino que vas más allá y sabes fomentar la curiosidad y el sentido crítico. Por eso siempre te leo y por eso nunca me defraudas.
Hola Hildy
No recuerdo haberla visto pero, leyéndote, he ido y vuelto varias veces hasta los Douglas y Holmes de «Wonder Boys». Curioso que las dos «chicas» apuntasen más alto que donde han llegado… y los dos «chicos» sean de esos «buenos» con su carga de ambigüedad.
¡Qué bien te ha quedado ese final abierto! (… al final del proceso tal vez se posicione) Fundido a negro -o telón-.
Un saludo, Manuel.
Queridísima María Rosa, esos comentarios que me pones me sacan los colores. De eso se trata de que a alguien le apetezca ver una película o repetir de nuevo el visionado. De entusiasmar, pero también que cada uno en los comentarios ofrezca su propia mirada y la comparta.
Muchas gracias, siempre me animas para seguir escribiendo.
Beso
Hildy
Querido, querido Manuellll, pero ¡qué interesante conexión! Y eso que tendría que refrescar otra vez «Jóvenes prodigiosos» de Curtis Hanson. Me encanta. Recuerdo que era más bien comedia negra, pero que también jugaba a la ambigüedad y también hablaba de las relaciones de poder en un ambiente académico.
«Oleanna» no tiene lugar para la risa, pero creo que merece la pena verla. Crea debates interesantes, la verdad.
Beso
Hildy
Hola Hildy querida,
a mí me gusta mucho Mamet, entre otras cosas por sus debilidades. Y pienso que Oleanna es un reflejo de esas debilidades. Se me hace extraña y artificiosa, pero no por su origen teatral, correctamente trasladado al celuloide, sino por su discursividad bastante tramposa y artificiosa, porque ni ella ni él son coherentes consigo mismos, sino que para que la obra funcione se transforman una y otra vez un poco sin ton ni son, y hay algunos de sus discursos que rozan lo ridículo por incoherente o por imbécil.
Por otra parte la peli es interesante porque adelanta 30 años antes lo que hoy es un hecho, dicen, una realidad amarga para la academia norteamericana, que es la apropiación de las teorías culturales, o como se diga, de las universidades. El correctismo, el neopuritanismo, la cancelación, esas cosas.
La verdad es que, siendo profe -afortunadamente de adolescentes muy maj@s-, veo esta peli y veo el presente y me digo que prefiero un millón de veces ser mecánico chapista, y comer de dar martillazos, que profesor de universidades prestigiosas de EEUU con sus listas negras y sus martillazos a la verdad.
Un besazo!
Oído, cocina
Jajajaja, queridísimo Manuel, así que te parece un discurso tramposo y artificioso, y que ninguno de los dos personajes es coherente. Así que entiendo que el texto no te incomoda, sino que no caes en la trampa y no te parece una de las obras buenas, sino una debilidad del autor. Y, por eso, simpatizas, porque también tiene resbalones. Que te parece que su discurso en esta obra es pobre intelectualmente, ¿no?
Sin embargo, yo creo que es una obra con tres diálogos y que está bastante bien construida, dejando hilos de temas interesantes. Según me voy haciendo más y más mayor, creo que hay más contradicción que coherencia en esta vida nuestra. Y Mamet lo refleja muy bien. Ellos son contradictorios porque quieren alcanzar una meta y si tienen que contradecirse para lograrla, no hay problema. Por otra parte, tienes toda la razón del mundo, me inquieta cómo refleja ya en los noventa el correctismo, el neopuritanismo, la cancelación…
Beso
Hildy
No sé si «pobre intelectualmente»… Es que realmente hay muy poco discurso intelectual, es más bien un enfrentamiento de fieras heridas en un contexto académico y ocupando unos roles demasiado estereotipados en mi opinión. En este sentido me recuerda mucho, por contraste, a la otra grandísima película de diálogos por antonomasia, Mi cena con André de Loius Malle, que es justo al contrario, diálogos de gran altura intelectual, un huracán de ideas en un contexto inesperado libre de etiquetas y tesis a defender.
Por cierto, que se me olvidó decirlo, hace unos años William Macy creo que se libró, pero a su mujer, Felicity Huffman, la empapelaron por algún tipo de fraude para que su hija entrara en la universidad.
Un besazo!
¡Pues creo que has dado con lo que sentí finalmente: que era un enfrentamiento de dos fieras heridas que se disputan el poder y que se va revelando además que el entendimiento entre ellas es imposible! Se les da mejor hacerse daño y destruirse. A mí la película me generó desconcierto, porque, sobre todo, en el primer diálogo no entendía por qué ella insistía tanto en que no comprendía los conceptos ni lo que estaba aprendiendo. ¿Cuál es la dificultad? ¿Por qué no entiende? Luego pensé que quizá una de las cosas que trata de evidenciar este diálogo es que hay brecha social también en el empleo del lenguaje y por tanto en la comprensión. Que el famoso «ascensor social» depende también del dominio del lenguaje y sus códigos. Los dos tienen claro que quieren ascender.
Tengo que volver a ver Mi cena con André, la vi hace varias décadas y creo que no la aprecié en su momento, pero estoy segura de que ahora sí que voy a disfrutarla mucho más.
Beso
Hildy
Hola Hildy!
Pues me has despertado la curiosidad, no conocía esta película. Tal y como lo cuentas ese guion y la trama es como una de esas maquinarias de relojería, desde luego no es tarea fácil armar algo así.
Besos;)
Querido Fran, tú lo has explicado muy bien Oleanna es una arquitectura precisa y con matices que nos va revelando las claves de lo que quiere contar a través de esos tres diálogos entre profesor y alumna.
Es de esas películas que después genera conversación y debate.
Beso enorme
Hildy
Oportuna recuperación de esta película, y más en estos tiempos de postureo moral y apariencias de integridad (qué vamos a decir hoy, en plena resaca electoral…). Coincido con Manuel, el artificio dramático se nota demasiado, el engranaje está más al servicio de epatar al espectador que de la credibilidad, pero me quedo con lo que apuntas respecto a la universidad, como parte de ella que soy. Llevo años pensando que nos dedicamos al trabajo de demolición, y esta película alude a algunas cuestiones en esa dirección, cosas que veíamos ajenas y ahora nos son demasiado propias. La privación al profesorado de su autoridad, de su capacidad de imponer disciplina, es uno de los últimos capítulos que padecemos. Ahora ya ni siquiera puedes suspender a un alumno si lo pillas copiando. Tremendo.
Besos
Mi querido Alfredo, que pena esa radiografía de la universidad, cuando debería ser cuna del conocimiento, el debate, la crítica constructiva, etcétera. Con buenos docentes y buenos alumnos, bidireccional.
Sí, esta película bien vale un debate posterior por todas las cuestiones que toca y cómo las toca. Y también para hablar de lenguaje, estructuras, discursos y demás, diseccionando miradas tan ricas como las que aportáis todos en vuestros comentarios imprescindibles.
Beso
Hildy