A Mónica, siempre estás
Al abrir este libro de cuentos y pasar sus solapas rojas, una cita salta a la vista: «Así es la vida. Siempre alguien espera que regrese algún otro que nunca vuelve. Siempre alguien que quiere a algún otro que no lo quiere». Palabra de Ray Bradbury. Y entonces surge la idea de cómo enfrentarse al análisis de un libro tan especial como El desorden interno. Porque los veinte relatos de Mónica Selem danzan «entre los márgenes de la realidad y la ficción», como dice el texto de contra. Veinte historias de amor y desamor alrededor del mundo. Sus personajes se pierden por distintos destinos: las calles de Madrid, Barcelona, Praga, Los Ángeles o por las sendas de El Camino de Santiago o, también, recorriendo la geografía de México.
A veces a través del humor; otras, de un erotismo sin complejos; y más allá, de una sensibilidad, que duele; El desorden interno deja escapar entre sus páginas a mujeres y hombres, vulnerables y frágiles, que se encuentran o se desencuentran, pero que nunca desisten de la posibilidad de ser amados.
Volviendo a la cita, Ray Bradbury fue uno de tantos escritores que prestaron su talento como guionistas en Hollywood, además algunas de sus obras fueron adaptadas al cine. Independientemente de la experiencia vivida, el autor deja en evidencia un estímulo para analizar muchas obras del siglo XX y XXI, y son las huellas que el cine ha dejado en ellas. Por eso, esta es una forma más de «leer» un libro contemporáneo: buscar esas huellas que deja el cine en la literatura. Así puede uno elegir hundirse entre las páginas de El desorden interno.
Un lector queda seducido por el baile de las palabras en los relatos de Mónica Selem. Cada uno de ellos, cuenta una historia buscando la forma necesaria. No es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Como en las películas, no es solo las historias que vemos reflejadas, sino cómo son filmadas. Y en el fondo de cada relato, una verdad. Una revelación. Un momento atrapado… El libro es tan rico que ofrece mil y una maneras de leerlo. Cada relato, un universo… Pero a la vez todos son el desorden interno que gobierna a los seres humanos que tratan de amar sobre todas las cosas. Pues a pesar de las historias cómicas, otras dolorosas, algunas sensibles, otras mágicas y las de más allá con un realismo sobrecogedor, lo importante es amar, tal y como mostraban los personajes desgarrados de la película de Andrzej Zulawski.
Dos relatos con cine de fondo
De los veinte relatos, dos tienen el cine como protagonista. «No amarás» y «Remake». Los dos curiosamente son historias de desamor. En «No amarás», Magdalena trabaja en una librería y recibe una invitación de su compañero Germán, de la sección de poesía: «Podríamos vernos en la Filmoteca. Ponen varios cortos de Laurel y Hardy. Nos reiremos juntos. Te hará bien». Sin embargo, ella no puede evitar un sentimiento: infligirle dolor. Su repulsa hacia el compañero entregado y que trata de ser amado y correspondido se entiende: «Ella detestaba a los camellos que se arrodillaban para recibir la carga. Magdalena se odiaba a sí misma en esa postura servil y le enfermaba detectar en otros esa mansedumbre de la que ella adolecía cuando amaba».
Así que la sesión en la Filmoteca se convierte en un momento incómodo y la última vez que ambos salen juntos. En la pantalla proyectan el corto con la «historia del piano que cae una y otra vez por unas escaleras empinadas», ajeno a lo que están por vivir dos de los espectadores. Ella hace realidad su objetivo: le hace daño. (Es bonito constatar que Ray Bradbury escribió un cuento con este mismo cortometraje de fondo, con otra historia de amor y desamor: Idilio de el gordo y la flaca, porque el laberinto de El desorden interno te lleva por caminos insospechados.)
Cinco años después se produce el reencuentro. Él solo tiene un objetivo: «observarte mientras ves algo que he traído para ti, una película; eso es todo». La película es No amarás de Krzysztof Kieslowski. Nada se arregla. La dinámica continua siendo la misma. Se infligen dolor, porque «si dos personas heridas se topan en un mal momento, comienzan a devorarse la una a la otra por la espalda, y algunas hasta recrean durante ese acto de canibalismo una asfixiante historia de amor».
«Remake» transcurre durante una fiesta en un yate de lujo (las humillaciones están servidas).John, un camarero, que fue un doble en varias películas de Hollywood, pasea su aire de perdedor por la proa. Él tiene una frase como mantra, una frase que sale de una pantalla de cine: «La esperanza es un error. Si no puedes arreglar lo que está roto, te vuelves loco». John tiene un reencuentro con el pasado: Mary.
Ella ejerce como periodista, pero es dolorosamente consciente de su decadencia. John tiene una cuenta pendiente con Mary… Hace cuarenta años, pronunció unas palabras: «Pequeña, qué inocente eres». Y acabó de golpe con la adolescencia de Mary. Ambos buscan resarcirse, si es que les quedan fuerzas. En la cama, dejan al descubierto su estela de perdedores, pero esa noche se hacen compañía. Aunque el pasado duela o no pueda curarse.
Más desorden interno
Quedan dieciocho relatos más para danzar entre la realidad y la ficción. Y dejarse arrastrar por un torrente de palabras que invitan a viajar por diferentes puntos del mapa donde uno se aferra a los recuerdos de los ausentes, a los espectros que dan la oportunidad de encontrar un paraíso propio o a esas frases que aparecen, de pronto, proyectadas en el techo de un dormitorio. El lector puede perderse con una dama vikinga, un vampiro o una chica sin muchas ganas de comer.
Quizá encontrarse con una Blanche en Praga en busca de desconocidos o con un detective que detiene a malos escritores. Tal vez se tope con un asesino en una cárcel o con un americano en Bucarest. Puede que descubra la importancia de unos calcetines y una copa de champán, de una cinta amarilla o de un conejo que sale de una chistera… El desorden interno reúne veinte historias que conforman un laberinto del que es un privilegio no salir.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Hola Hildy:
Mi admira tu capacidad para ver cine y leer y poder escribir sobre ello.
No conocía a Mónica Selem, pero como siempre haces, despiertas el interés en su libro.
El que si es uno de mis autores de cabecera desde mi adolescencia es Bradbury y, curiosamente, tiene un relato llamado «La historia de amor de Oliver y Hardy» ( no son los cómicos).
Gracias por tus recomendaciones. A ver cuándo puedo seguirlas.
Lilapop
Caramba. Se apunta.
De Bradbury hay que leer muchas cosas, pero para mí, sobre todas, «Sombras verdes, ballena blanca». Que no hace mucho han reeditado, por cierto, que ya tocaba.
Besos
Querídisima Lilapop, trato de alimentar mis pasiones. Me hacen poder vivir momentos felices. Me gusta cuando disfruto de algo, compartirlo. Por eso la escritura.
Mónica Selem es alguien a quien quiero muchísimo, y no solo eso, escribe como quiere. Es una contadora de historias nata. Sus relatos son universos en los que perderse. Siempre he admirado su destreza con la palabra, con la forma de contar sus historias. El desorden interno es una colección de relatos por los que perderse, sin importar la hora del regreso.
De Bradbury el último libro que disfrute muchísimo fue El vino del estío, qué hermosura.
Sí, el relato «La historia de amor de Oliver y Hardy» es el mismo que digo en el post, solo que la versión que me regalaron el título era «Idilio de el gordo y la flaca». ¡Es un relato muy hermoso!
Beso
Hildy
Mi querido Alfredo, apunta, apunta… Mónica Selem no puede estar más cercana a mí, siempre está. Pero además tengo el privilegio de que hace lo que más me gusta en este mundo: que me cuenten buenas historias. Y eso hace en El desorden interno.
Por supuesto, querido mío, que me apunto de Bradbury, «Sombras verdes, ballena blanca». Caerá seguro.
Beso
Hildy
Hola Hildy
Hablando de Zulawski, Kieslowki y viejos desamores reencontrados he llegado hasta Rudolph y su «Remember my Name». Es lo que tiene meterte en un laberinto que tienes que estar dispuesto a perderte.
Sabiendo que a todos nos gusta el cine tus apuntes argumentales nos hacen ir pasando páginas del mejor cine. En cortos viajes.
Un saludo, Manuel.
Ay, dónde nos llevan los laberintos y los desórdenes internos, querido Manuel.
A mí me gustan películas de Rudolph, pero no he visto todavía «Remember my Name». En un laberinto todos los caminos se conectan, y nunca se sabe lo que puede descubrirse.
Kieslowki, Zulawski, Rudolph… son cineastas de amores y desamores. De encuentros y desencuentros…
Sí, pasando páginas podemos toparnos con historias, relatos, cuentos…, que nos trasladen a una pantalla blanca o a un laberinto en el que nos encontremos a gusto.
Beso
Hildy
Que tal Hildy!
Interesante y atractiva tu propuesta. Estaba pensando en esa pareja (Magdalena y German) y me asalta una duda, ¿hasta que punto es importante la coincidencia o no de ciertos gustos en dos personas que conviven? Por ejemplo, la comida puede provocar desavenencias, la actividad física, las aficiones y por supuesto el cine. Yo esto ultimo lo llevo bien, Carmen tiene sus gustos (digamos que coincidimos en un 40%) y yo los míos y tan felices.
Por cierto, ayer tarde estuve un buen rato hojeando libros de cine en una biblioteca, me asombra y alegra lo mucho que se publica. Recuerdo a inicios de los 90 peregrinando de un lado a otro buscando libros y fracasando en el intento. Menos mal que siempre quedaba el recurso de comprar por correo.
Besos y feliz semana!
Sí, querido Fran, un buen libro de relatos de una buena escritora. Los dos relatos comentados en su contenido tiene presencia el cine. Aunque hay más referencias cinéfilas en otros cuentos de El desorden interno.
En concreto en «No amarás», Magdalena y Germán no se dan ni siquiera la oportunidad de convivir, pues los dos son personajes heridos que nunca se encuentran en buen momento.
Pero tu duda es muy interesante, yo creo que es importante una cierta coincidencia de ciertos gustos cuando dos personas conviven. Por supuesto, que no puede ser en todo, pero sí creo importante compartir alguna pasión. Y lo demás, complicidad y respeto por los gustos del otro, ¿no crees? Como dices, Carmen y tú coincidís en un tanto por ciento importante, y luego cada uno tiene sus intereses… Esas son las parcelas de soledad, que creo también son importantes en la convivencia.
¡¡¡Sí, qué gozada la cantidad de libros de cine buenos que hay ahora en las bibliotecas y librerías!!! Hay verdaderas joyas. Yo tengo ahora varios que aguardan mi lectura y os iré contando.
Beso
Hildy
Hola Hildy! Tuve el gusto de asistir a la presentación (virtual) de “El desorden interno”, y llevarme también la sorpresa de conocer el alcance del texto no solo como literatura sino también como dramaturgia. La obra de Mónica es algo especial, hay que conocerla. Saludos!
Si, bienvenido querido Enrique, fue alucinante la lectura dramatizada que se hicieron durante la presentación de dos de los cuentos del libro: «En una burbuja» y «El traje nuevo del depredador».
Hay una cualidad maravillosa de ciertos cuentos, cuando son buenas historias, también ganan cuando se cuenta…
Beso
Hildy
Como leí tu entrada en el móvil, me pasé tu referencia a Laurel y Hardy.
Siguiendo con la relación de Bradbury y el cine, el escritor llevó a cabo una venganza muy literaria contra John Huston en el relato «La Banshee». Y he visto una adaptación televisiva de ese relato con Peter O’Toole como «alter ego» de Huston,
¡Qué ganas que llegue el verano y poder leer lo que quiera! Suelo leer a autores muertos, pero igual me aventuro con Mónica Selem
Qué bueno el decálogo de Kieslowski. Mi película favorita es esa denuncia contra la pena de muerte: «No matarás».
Uno de los guiones de Ray Bradbury fue el de Moby Dyck. John Huston le eligió porque le gustaba cómo escribía y creía que su estilo podría encajar con el de Melville. Bradbury le confesó que nunca había podido con la novela, entonces Huston le regaló un ejemplar y le dijo: «lee lo que puedas y mañana me dices si podemos matar a la ballena blanca», el resto forma parte de la historia del cine.
Un beso
Qué interesante lo de «La Banshee», querida Lilapop, Ficción y realidad, realidad y ficción.
¡¡¡Menudos ojos los de Peter O’Toole!!!
¡Si llegas a aventurarte con «El desorden interno», ya me contarás!
Beso
Hildy
Querido Ethan, sí, qué bueno es Kieslowski. Yo recuerdo lo anonadada que me dejó en una sala de cine La doble vida de Verónica.
¡Ay, lo mal que lo pasó Bradbury en su aventura como guionista con Moby Dick!
Se quedó sin ganas de repetir experiencia y adaptar su propia novela, la de Fahrenheit 451 con Truffaut.
Beso
Hildy