Una reflexión sobre el cine a través de una secuencia de Mi semana con Marilyn

Mi semana con Marilyn tiene un momento que explica quizá la fascinación que sentimos por el cine.

A veces a través de películas trato de encontrar una respuesta a la fascinación que me provoca el cine. Y la pasión que me despierta. He vuelto a ver Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn, 2011) de Simon Curtis. Sí, no es una película redonda, pero tiene cierto encanto. Se revisita con gusto. La película se inspira en las vivencias de un joven de buena familia, Colin Clark, que entra a trabajar como ayudante de producción durante el rodaje de El príncipe y la corista (The prince and the showgirl, 1957). Dicha película la dirigió y protagonizó Laurence Olivier, un actor de teatro, que amplió su abanico interpretativo en el mundo del cine. Junto a él actuaba Marilyn Monroe, la mayor estrella del momento. Olivier se desesperó con la forma de trabajar, de actuar y de ser de la Monroe… Pero en la película de Curtis cae finalmente fascinado ante la fuerza que emana la actriz en la pantalla. Ella tiene ese secreto que pocos rostros consiguen. Y reconoce que ella le eclipsa y le roba la película limpiamente.

Al final de Mi semana con Marilyn, hay un momento en que en una sala de cine solitaria coinciden Laurence Olivier (Kenneth Branagh) y Colin Clark (Eddie Redmayne), cuando ya ha finalizado el rodaje, y ambos admiran secuencias con Marilyn actuando. Los dos están fascinados con lo que ven. Con esa sombra en la pantalla que es Marilyn o mejor dicho su personaje, la corista Elsie Marina.

Entonces Olivier recurre a Shakespeare para expresar lo que sienten ambos al mirar la pantalla. Y Colin reconoce las palabras de Próspero en La tempestad. A mí esas palabras me sirven también para articular lo que siento al sentarme en la oscuridad de una sala de cine. Lo que dice Olivier, mirando justo un momento en que la corista Elsie Marina ejecuta un coqueto baile, es lo siguiente: “No dejarán un solo rastro. Somos la sustancia de la que están hechos los sueños, y nuestra pequeña vida se circunscribe con un sueño”.

Sí, ya he hablado varias veces de esas sombras que cobran vida una y otra vez en la pantalla. Y en el caso del cine clásico, son eso sombras…, pero, sí, son la sustancia de la que están hechos los sueños, y tienen el poder durante unos minutos de hacerte soñar y volar. Frente a la pantalla de cine, nada es imposible. Las películas son como un sueño de las personas que miran, que a la vez sueñan. Y, ahora, me voy a Calderón de la Barca y ese monólogo de un Segismundo roto: “que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Quizá todo espectador tiene un Segismundo dentro. ¿Es la capacidad de soñar lo que nos convierte en unos apasionados del cine?

Laurence Olivier se va de la sala de proyección, y se queda un joven Colin Clark al que Norma Jean le ha roto un poco el corazón durante unos días, pero recupera de nuevo la magia de ser espectador. Y mira la secuencia donde Elsie Marina le dice al príncipe: “Usted sabe lo que va a pasar. Voy a enamorarme de usted porque siempre, siempre me pasa”. Y sus grandes ojos azules atraviesan la pantalla y vuelven a mirar a Colin, que ya es un entregado y fascinado espectador que sueña…

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14 comentarios en “Una reflexión sobre el cine a través de una secuencia de Mi semana con Marilyn

  1. Esa cita de Shakespeare es la que inspira, igualmente, el final de El halcón maltes de John Huston.

    No terminó de convencerme esta película, ni termino de creerme la historia que cuenta ni el perfil de Marilyn queda, aparte de que creo que deja demasiadas cosas fuera. Siempre es mejor el original que la copia, sobre todo si no es una copia.

    Besos

  2. La película, que sí que creo que atrapa la esencia especial de Marilyn, me sirve para una reflexión sobre la fascinación del cine.¡Es verdad que sale también esa cita en El halcón maltés… No me acordaba! ¡Qué grande es Huston! En cuanto a Mi semana con Marilyn mientras me parece que sí capta esa esencia de Marilyn, creo que no lo logra con los personajes de Olivier, absolutamente nada con Vivien Leigh (pues sería para otra película) ni creo que con Milton Greene. Pero la veo con agrado y esa secuencia en concreto que describo me gusta mucho.

    Beso
    Hildy

  3. Me gusta tu reflexión. Yo también, fascinado por ambos, he relacionado siempre el cine con los sueños, porque incluso su mecánica narrativa es la que más se parece entre sí, a diferencia de otros creadores de mundos como puede ser, por ejemplo, la literatura. Así pues, porque sigamos soñando, sea con los ojos abiertos o cerrados.

  4. Pues, fijate que yo creo que las películas son de lo más concreto que existe; esas historias vivirán para siempre con tal que haya alguien dispuesto a sentarse frente a una pantalla. En cambio los sueños se desvanecen en cuanto uno se despierta, por más que uno a veces se quede un rato más con los ojos cerrados en el afán de retenerlos.-
    En cuanto a la peli que traés a colación, la vi una sola vez por televisión y no recuerdo mucho de ella. En mi memoria se funde un poco con «Orson y yo», otra película que cuenta una historia de cine a través de los ojos de un muchacho ajeno al medio.-
    Un beso etéreo, Bet.-

  5. … Cine y sueños, sí, querido crítico abúlico, bonita dualidad. Sigamos soñando con los ojos abiertos o cerrados… Y contándonoslo.

    Beso
    Hildy

  6. Querida Bet, interesante debate el que planteas. Yo hablo del cine como sueños porque no dejan de ser sombras que pululan en una pantalla, aunque como dices siempre podemos acudir a ellas.

    ¡Yo no he visto todavía Orson y yo!¡Y eso que Richard Linklater suele interesarme!

    Beso
    Hildy

  7. Me doy cuenta ahora de que no quise decir concreto, sino permanente por oposición a lo efímero de los sueños 😉
    Más besos, Bet.-

  8. Hay directores cuyas películas tienden a parecer sueños, Dreyer, Hitchcock, Buñuel, Kubrick a ratos, Lynch, etc. Los directores-sueño, vaya. Otros directores están en otros paradigmas, por así decirse. Ante un film de Rossellini, por mencionar a alguien indiscutible (aunque bastante ignorado hoy, sobre todo su obra de los 60-70), nunca me he sentido como ante un sueño ni tampoco creo que se le pudiera aplicar la famosa cita de Calderón.
    Saludos.

  9. Cuánto tiempo, Luis, qué bueno leerte. Y me gusta mucho esos directores-sueño que propones. Además de dar una nueva cara a la reflexión. Cuando hablo del «material del que están hechos los sueños» me refiero a que lo proyectado son sombras. Lo proyectado atrapa el tiempo, algunas sombras ya no existen físicamente, solo su proyección.
    Pero tu mirada abre otro hilo interesantísimo entre directores y lo onírico, directores y mundo real.

    Beso
    Hildy

  10. No fue a ver esta película al cine en su momento porque no me podía creer a Michele Williams como Marilyn. No tiene ni la belleza, ni el encanto, ni por supuesto la magia que hicieron única a Marilyn. Por casualidad me encontré la película en la tele y la encontré agradable. Y que Williams, sin ser comparable a Marilyn, le brindaba con su actuación un sentido homenaje y pretendía hacérnosla humana, cercana. Que la entendiéramos. Porque Marilyn fue una persona complejísima. Odiaba las esclavitudes de la fama pero a su vez, nada le gustaba más que ser estrella, que ser reconocida y admirada. Solo se sentía segura delante de la cámara, sobre todo la fotográfica. Eran las palabras las que le asustaban, porque podían poner en evidencia su capacidad como actriz, de la que siempre dudaba y la que, por otro lado, le dolía que no reconocieran.
    La película es sencilla, modesta, casi humilde y ahí radica parte de su encanto. Como en ese retrato de esa Marilyn traviesa, insegura y adorable que desea ser amada de una manera incondicional (y por lo tanto imposible) pero que para ello nunca estaría dispuesta a renunciar a su vida de estrella, por muchos sinsabores que le aporte.
    La banda sonora es preciosa, por cierto. Te aporto el enlace en Youtube del momento musical que más me gusta. Tiene el aire evocador y dulce del film y de la propia Marilyn y viene acompañado por imágenes del film
    https://www.youtube.com/watch?v=eFCnzSZ70is
    Respecto a tu argumento tan interesante del cine como medio para recrear los sueños o simplemente para hacernos soñar estoy de acuerdo que esa es una de sus virtudes y probablemente la primera que me enganchó, pero creo que lo que fundamentalmente sigo buscando en el cine, en las películas, es la emoción. Como decía Frank Borgaze “una película te tiene siempre que elevar”.
    Un abrazo Hildy y que podamos seguir emocionándonos mucho tiempo con el cine. Yo, tristemente, cada vez lo hago menos con el actual. Por eso me refugio en el cine del pasado. Por suerte aún me queda mucho por descubrir e infinito por volver a disfrutar. Puede que el cine tenga para mi algo de conjuro hacia los muertos…

  11. Queridísima Lilapop, cómo he disfrutado leyendo tu comentario. Sí, para mí «Mi semana con Marilyn» es una película agradable de ver. Efectivamente, Marilyn es una personalidad compleja, por eso se ha escrito tanto sobre ella (ensayos, estudios, ficción), se han realizado un montón de documentales, películas de ficción, poemas, etcétera. A mí desde pequeña me fascinó. Recuerdo que en EGB conseguí una cinta con sus canciones y no paraba de escucharla.
    Gracias por el link de YouTube (sí, qué gusto oír de nuevo la banda sonora) y la cita maravillosa de Borzage. Cine, sueño y emociones, qué buen combinado. Sí, ¡nos queda tanto cine por descubrir!
    Beso
    Hildy

  12. Jo, ¡Alberto!, mil gracias por pasarte y leerme siempre. ¡Me anima un montón! Y gracias por tus palabras.
    ¡Y sigamos con nuestra pasión por el cine!

    Beso
    Hildy

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