Roma (Roma, 2018) de Alfonso Cuarón

Roma

Desde la terraza…

Once y media de la mañana, una sala enorme de cine se va llenando. La única sala de Madrid donde proyectan Roma. No queda una butaca libre. Y empieza la proyección, el agua de un cubo va cayendo en los baldosines del suelo… y un avión se refleja en el charco. Roma, de Alfonso Cuarón, ha empezado. Y también la rutina diaria de Cleo, la protagonista. Y me alegro de haberla visto en pantalla grande, en la sala oscura. Roma es de esas películas que te acompañan durante días. Su análisis es minucioso y muy rico en matices. Pese a que Cuarón es barroco y excesivo hasta para ser realista, creo que hay verdad y corazón en esa recreación de su memoria, de su pasado… Y ahí está la clave: es un viaje personal a su ayer, y por eso puede ser exagerado, onírico, incluir escenas y personajes como de ensueño, construir una forma especial, colosal… en una historia muy real. Me encontré de bruces con la emoción de la película, tal es así que no pude contener las lágrimas en varios momentos. La historia que cuenta es sencilla, pero es su personal viaje al pasado, a su infancia. El director mexicano se hunde en el laberinto de sus recuerdos y surgen, sobre todo, tres mujeres: la sirvienta, la madre y la abuela. Pero elige unos ojos, una mirada, y son los de Cleo (Yalitza Aparicio), una sirvienta indígena de una familia de clase media en la colonia Roma en Ciudad de México durante los convulsos años 70.

Acudo a la proyección de Roma sola, pero rodeada de un montón de espectadores. Pero mi experiencia con la película es totalmente solitaria, y a la vez compartida. Y esto es otra de las claves de Roma: todas las protagonistas están solas, aunque las une una especie de solidaridad entre ellas. Soledades que conviven. Y las soledades de cada una son distintas. Pero juntas van tejiendo ese pasado que se oculta en Cuarón y que ahora ha expulsado, como el agua que se derrama del cubo. Hay una escena que supone el clímax de esta idea: no son buenos tiempos ni para la madre de familia ni para la sirvienta. Ambas se encuentran en una encrucijada en sus vidas… que va a suponer cambios. No suelen tener conversaciones profundas, y su interacción es la justa, con los límites marcados, pero en ese momento las dos se entienden perfectamente. Quizá esos límites ya quedan un poco tocados. Llega la madre al hogar totalmente bebida y abraza a Cleo y la dice: “Estamos solas, nosotras estamos solas”.

Y la película sigue tocándome. No puedo evitar la emoción. Roma es México. Y tengo una conexión muy especial con ese país y he podido observar, pisar varias veces las calles de Ciudad de México, y escuchar historias del pasado y del presente. Tres días después de haberla visto en un cine de España, mi hermana la ve en un cine de México. Y, junto a sus amigos, me responde a las dudas y los matices que se me escapan de esos recuerdos mexicanos. Alfonso Cuarón lleva años fuera de su tierra, pero la lleva muy dentro. Y logra pintar un lienzo especial: cómo era y cómo funcionaba una casa de clase media en los setenta. El espacio familiar, el espacio de las sirvientas. Las habitaciones, la cocina, la escalera que lleva al tejado, ese tejado donde se lava y se cuelga la ropa… El perro de la familia, siempre pendientes para que no escape, también con su rutina. La familia unida alrededor del televisor riéndose con los cómicos de la época (Loco Valdés, Alejandro Suárez y Héctor Lechuga). Los juegos infantiles, los paseos por las calles, las canciones y la música que suena, los viajes al mar… Las excursiones a la sala de cine, donde quizá el director vio una película que le marcó, Atrapados en el espacio, y cuya semilla grabada en su memoria germinaría años después para realizar Gravity. La vida de esas sirvientas indígenas, siempre a la sombra, hablando entre ellas mixteco, pero formando parte de la memoria de aquellos niños a los que cuidaron. La sensación de cómo se vive un seísmo, cuando toda una ciudad se echa a temblar.

Roma

… En el mar.

También refleja la época convulsa, social y política, en tiempos del presidente Luis Echeverría Álvarez, cuyas iniciales se ven en un monte (LEA), cuando Cleo va a visitar a un campo de entrenamiento a Fermín, el chico con el que ha mantenido relaciones, a las afueras, en los barrios más humildes de Ciudad de México. Ese chico le cuenta que las artes marciales le han salvado la vida, mientras maneja un palo de kendo, pero todo tiene un significado más oscuro y siniestro. Fermín nos conecta con los Halcones, un grupo paramilitar que intervino en la masacre de Corpus Christi, conocida como Halconazo, el 10 de junio de 1971, donde hubo ciento veinte muertos durante una manifestación de estudiantes. Momento reflejado en Roma a través de la ventana de unos grandes almacenes y que desencadena una situación dramática que afectará en la vida de Cleo.

Y Alfonso Cuarón deslumbra a la hora de construir su memoria, y deja entrever los ecos de su exacerbado amor al cine. Y me atrapa en la sala de cine. El pasado luce mejor en blanco y negro. Atrapar el tiempo como Tarkovsky. Su parte onírica le conecta con Fellini, y así no teme dentro de escenarios reales incluir la extravagancia de algunos personajes y las situaciones que bien podrían ser producto de la ensoñación (la secuencia del incendio y la aparición de una especie de personaje parecido a un ilusionista de la época, experto en artes marciales, el profesor Zovek en la secuencia del entrenamiento). Y, por último, su afán de neorrealismo a lo Vittorio de Sica, no solo por buscar a una protagonista que nunca se había puesto frente las cámaras, sino por su forma de rodar la rutina de Cleo en la cocina o en las estancias de la casa, su relación con los niños o su soledad en la cita con la ginecóloga o en la sala de partos… Por reflejar sus recuerdos a través de su mirada. Es tan potente en lo formal, que Alfonso Cuarón regala secuencias, que viven solas, como una genial presentación de un personaje, el padre de familia, a través de su manera de aparcar el coche en el garaje de a casa, que contrasta luego con cómo lo hace la madre, y que cuenta sin palabras mucho de ese matrimonio. Y ese amor al cine y esos referentes le hacen construir una película personal que reconstruye la memoria que esconde en su interior.

Se encienden la luces. Roma ha acabado. Salgo de la sala de cine y me pierdo por las calles de Madrid, pero me acompaña ese niño que siempre recuerda vidas pasadas…

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17 comentarios en “Roma (Roma, 2018) de Alfonso Cuarón

  1. Quizá los diálogos del niño aparentemente fantasiosos e inconexos , son la voz que desde el futuro Cuarón envía hasta ese pasado vivido con sus reflexiones actuales.

  2. ¡Bienvenido, Luis! Gracias por tu comentario. Pienso lo mismo que tú, creo que ese niño, el pequeño de los hermanos es Alfonso Cuarón o su álter ego cuando eran niño. Y me encanta la reflexión que lanzas, que esas vidas pasadas que lanza a diestro y siniestro sean en realidad las voz del Cuarón creativo del presente, que se comunica con ese niño que fue.

    Beso
    Hildy

  3. Pues mira, estando bastante de acuerdo, sin embargo yo no termino de ver todo eso que llevan meses (sin duda, gracias al permanente engrasado publicitario-crítico de Netflix) diciendo de esta película en los medios de comunicación, ni tampoco lo que cuentas aquí con tanto entusiasmo y rigor. Porque todos esos apuntes sobre la realidad política y social mexicana de su tiempo no están en la película. Quiero decir que están pero que un espectador neutro, al que no le chiven todas esas cosas que a ti te han contado fuera de la película (porque la película, insisto, no las cuenta), no percibe más que la superficie, el ruido, que no queda suficientemente expuesto ni bien incardinado dentro de la historia principal. Es decir, que convierte algo esencial en gratuito, lo que es un pecado fatal. Es una película que tiene aproximadamente una hora sublime, pero otros elementos que no terminan de encajar bien. En primer lugar, un montón de metáforas visuales demasiado evidentes y repetidas (justo después de decir que las mujeres siempre están solas, corren la reja ed la entrada, como si fuera la de una celda; ni Isabel Coixet haría eso, y mira que es facilona…); en segundo término, una falta de cohesión interna entre la historia principal y el clima social y político en el que transcurre; por último, cierta incoherencia, por mucho que ese metraje sean unas memorias personales y pueda corresponder a cierta realidad: ¿clase media? ¿Una propiedad de terreno y casa de tres plantas, tres coches, tres personas de servicio? Arrea tú con la clase media… Sería un detalle si no fuera porque ese «amor» tantas veces declarado entre personas de distinta clase, y esa atención «desinteresado» y «afectuoso» a las circunstancias de la criada, no me los trago. Hay momentos muy potentes pero facilones (la secuencia del parto), y otros más sencillos y efectivos (la del cine, devastadora).

    En conjunto la película me gustó mucho, pero me temo que tiene que ver más con la escasez de propuestas dignas en la cartelera en los últimos lustros que con los valores propios del filme. Terminé de verla pensando en que, en otra década de la historia del cine, los sesenta, los setenta, a esta película apenas le habrían dedicado un pie de página en comparación con los ríos de tinta (la mayor parte, insisto, engrasados con el presupuesto de Netflix, incluidos los premios) que han corrido, y siguen corriendo, desde el viernes.

    Besos

  4. Mi querido Alfredo, como siempre tu ojo crítico aporta otra mirada y otro punto de vista interesante y argumentado. Y aunque no coincidamos del todo, creo que el visionado de las películas se enriquece en todo momento con este debate rico. Creo que Roma, dejando la fanfarria publicitaria de lado, es una buena película, que además no te abandona después de su visionado. No pienso que solo destaque por la escasez de propuestas (ya sabes que pienso que hay bastante pluralidad en la cartelera. Sí, hay cine malo, no lo niego, pero también lo hay bueno). Y creo que es una película de una mirada muy personal de un director, que recrea su universo de la memoria en tiempos pasados, que cuenta además con los medios suficientes para contarlo y construirlo tal y como él quiere. También opino, por lo que conozco, que está bien reflejada la vida de una familia de clase media mexicana. Además se refleja bien el tipo de relación que tiene la familia con Cleo y tal y como está planteada yo sí me la creo. Efectivamente, es valiosísimo contar con la mirada de espectadores mexicanos para captar todos los matices sociales y políticos de la película, pero no creo que estén superficialmente reflejados, pienso que forman parte de esa memoria construida, pero que lo que quiere contar Cuarón es una mirada y una crónica sobre una mujer, la familia para la que trabaja y, de fondo (fuera del ámbito íntimo), el mundo que la rodea. De todas formas, por supuesto, que tiene matices y detalles discutibles, y señalarlos no hace más que dar más valor a esta interesante propuesta cinematográfica (que aportar otra mirada interesante), que es muy personal.

    Beso
    Hildy

  5. No sé si me dará tiempo a verla en pantalla grande… extraños tiempos nuestros que empujan a correr para ver películas. Vivir (corre que te corre) para ver.

    Besote!

  6. Pero ¡Marga, Dios mío, qué alegría leerte! Merece la pena verla en pantalla grande y creo que va a gustarte. Espero que todo te vaya bonito.

    Beso enorme
    Hildy

  7. Hola. Me gusta esta frase que escribes: «Cuarón es barroco y excesivo hasta para ser realista». Me parece muy cierta. Emparentarlo con De Sica o Rossellini, por esta razón, no sé hasta qué punto es adecuada, aunque entiendo por qué lo dices y no eres la única, ciertamente.
    Para mí es una buena película, incluso muy buena, te doy la razón. La ambición de Cuarón es enorme y se mete en un proyecto complejo y sale bien parado. El resultado es, sin duda, sorprendente, inspirado casi siempre, notable. Una película, para entendernos, en mi opinión, de 8 sobre 10.
    Yo, como «39 escalones», también le veo lastres o rémoras y, la verdad, no porque yo quiera ir en plan mala leche tras los baches, contrasentidos o ligerezas históricas o sociopolíticas. Mis «peros» son más estéticos, si se quiere, aunque las decisiones estéticas, en el arte, son éticas, ¿no? En resumen, la veo casi “demasiado” estética. Su lado Tarkovski, su lado Fellini, su lado De Sica (yo añadiría su lado Ophüls, su lado Truffaut y hasta su lado Haneke), que los tiene, a mí son lo que menos me convence de tan impresionante conjunto. Esos homenajes, si los consideramos homenajes, están ahí, pienso, un poco porque sí, porque, como se dice coloquialmente, yo lo valgo y esta es mi obra maestra. Y luego están los planos de postal en blanco y negro, la bici apoyada en la pared, la ropa tendida, etc… En fin, el tipo de estampa que cualquier veinteañero con inquietudes captura, ¡o intenta capturar! (no nos pasemos de fantoches), con su cámara cuando viaja a Lisboa, por ejemplo, no sé si me explico.

    Aprovecho que ha participado aquí «39 escalones» para referirme, muy tarde, a algo que amable e indirectamente me reprochó en una entrada previa, hace semanas. Hablando de “Soldado azul”, yo escribí (lo siento, tengo que citarme): “…allí donde el famoso revisionismo histórico alcanza sus más altas cotas de subrayados dramáticos, narrativos, estéticos y hasta morales.” La interpretación de “39 escalones” a esta frase fue (cito también): “…creo que es un error criticarla por su supuesto “revisionismo histórico”. En ningún caso hay que callarlo sino al contrario, contextualizarlo, pero si admitimos que este criterio es suficiente para calificar una película de “olvidable”, olvidemos Hollywood, y buena parte del cine del resto del mundo.”
    Creo que resulta evidente, apoyándonos en ambas citas, que “39 escalones” no me leyó bien. Lo que le reprochaba a Nelson eran sus subrayados continuos, maniqueos y chirriantes, es decir, sus estrategias cinematográficas, no el revisionismo histórico en sí. Que es una opción cultural válida, por supuesto.
    Un saludo.

  8. Querido Luis, me recuerdas que tengo que ver Soldado azul, y que es una película que genera reflexiones y debate. Va avanzando puntos en la lista de pendientes.
    Respecto a Roma, es cierto, que varias personas que la han visto ya me han comentado que la forma invade la película y deja «tocado» el contenido. Y son dos las posturas, que tú acertadamente dejas entrever, las que plantean: una) la forma aleja al espectador del contenido, lo saca de la película, dos) qué hay de fondo en esta decisión estética, desde un punto de vista ético.
    Yo lo que vi detrás de una forma que me atrapó fue que había un corazón, un alma, que provocó que pudiera emocionarme en varios momentos de la película.

    Beso
    Hildy

  9. Poco más se puede añadir a una crítica espléndida, Hildy. Mi más sincera enhorabuena por una crónica tan completa y sensible. Tuve el privilegio (la sórdida y caprichosa estrategia comercial de Netflix así nos lo ha hecho ver) de disfrutar también la película en pantalla grande (Verdi Park de Barcelona) y salí del cine satisfecho, quizás no por haber presenciado esa incontestable obra maestra que desde muchos flancos nos han querido inculcar, pero sí por asistir a una propuesta cinematográfica de enorme calidad. Besos.

  10. Exacto, querídisimo Antonio, como dices, merece la pena ver en pantalla grande una buena película. Y ese es el caso de «Roma». Las fanfarrias no nos importan. Lo bueno de ver una película no solo es disfrutarla, sino libremente llevárnosla en nuestra retina e ir formándonos una opinión sobre ella tras visionarla.

    Beso
    Hildy

  11. Lamento no haber visto aún la película, ni en el cine, ni en ningún electrodoméstico, pero me he emocionado leyendo tu reseña. Se nota que la película te ha transportado muy lejos. Yo también he experimentado muchas veces esa sensación de llevar la película connimogo cuando salgo del cine, cambiada mi forma de mirar las calles.
    ¡Enhorabuena!
    Por ponerle un pero, llamas tejado a lo que intuyo que es una azotea, que es uno de mis arabismos favoritos.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

  12. Querido Alberto, qué bueno leerte. ¡Yo creo que Roma va a gustarte! Y tienes razón el espacio al que me refiero es una azotea, que efectivamente qué palabra más hermosa.

    Beso
    Hildy

  13. Un poco tarde, pero comento tu reseña, preciosa como siempre. Supongo que ya lo sabrás, pero en México, y particularmente en la Ciudad de México, el fenómeno en torno a Roma fue muy muy interesante.
    Yo tuve la suerte de poder verla casi dos meses antes del estreno en un festival de cine en Morelia donde, por cierto, estaba Cuarón y medio mundo (aunque no en la proyección donde yo estuve. Eso sí era para la pura élite… jeje).

    Ya después volví a verla cuando conseguí boletos para mi familia en una de las pocas salas de cine donde la pasaron en la ciudad (pocas, porque los titanes de Netflix y los de las cadenas comerciales de México no pudieron ponerse de acuerdo nunca), insistiendo en que mejor verla en una sala.
    A mi la película me gustó mucho. Como te podrás imaginar, me fueron familiares las idiosincrasias, las sutilezas que como bien comentan, seguramente pasan desapercibidas para quienes no conocen México y su capital. Y por eso es interesante para mi leerte. Porque aquí no han faltado todas las reseñas del mundo (incluidas las de mis papás, claramente) de quienes reconocen los espacios, los sonidos, las dinámicas, tanto de la época específica, como de la realidad mexicana que perdura. Esas ya hemos leído y escuchado miles.
    Cómo funciona Roma como película en sí misma, sin la parte de familiaridad de la que obviamente no pude escaparme, me parece muy interesante, y por eso tu crítica (y desde tu relación particular con México) me encantan, porque traté desde el principio de pensar la película también desde esa situación ajena, de verla como una película que bien se iba a ver en México como en Polonia.

    Por otro lado, a mi toda la parafernalia publicitaria alrededor de la película ya me tiene harta, para ser honesta. Muy listos los de Netflix, no me cabe duda, y muy listo Cuarón. Me encantó la actitud masiva en la Ciudad de México, y por lo visto en el mundo entero, por volcarse a las salas de cine a ver una película que igual iba a estar disponible en la plataforma días después. A mi que me encanta y me es irreemplazable meterme en una sala me gustó el fenómeno compartido con la multitud. Pero ahora te aseguro que estoy haciendo un esfuerzo consciente por desconectarme de toda el ruido alrededor de ella, porque prefiero ya dejar a la película hablar por si misma. Ya no quiero escuchar a Cuarón hablar más (porque cada rumor que he oido de lo tirano insoportable que es en el set…), ni de otra reseña de por qué es lo máximo, ni de uy qué orgullo mexicano que Yalitza Aparicio salga en la portada de Vogue (la hipocresía detrás de esto ni la toco porque me enfurece desde todos lados). Ya. Qué bueno que acabo de leer tu reseña, con tu punto de vista que siempre me encanta, porque del resto ya no quiero saber más.
    Pienso que las buenas películas perduran por su propio mérito, y prefiero dejar a Roma hacerlo por su parte.

    (Contigo sí podría seguir discutiéndola por horas, ¡espero que pase pronto!)

  14. Mi querida Carmen, mil perdones por contestarte tan tarde a tan interesante comentario. Decirte que pienso que a veces no se sabe el daño tan grande que se hace a las películas con algunas campañas de publicidad tan invasivas. Como dices es hermoso que una película siga su curso y que sea el propio espectador del presente y del futuro el que determine la inmortalidad o no de una obra cinematográfica.
    Yo, por muchos motivos, disfruté de Roma y también es cierto que el día que la vi proyectada en la sala de cine me llegó y emocionó. Y creo que como dices es superinteresante la cantidad de temas que toca Roma y cómo los toca. Y que es una película para el debate apasionado tanto si ha gustado como si no.
    Como Hildy Johnson yo sigo amando la proyección de películas en la sala de cine, pero pienso que es buena la existencia de otras plataformas o formatos para acceder al cine. Y que la convivencia sea posible y pacífica. Yo gracias a las distintas alternativas he podido visionar clásicos que de otra manera me estaban vedados.

    Beso
    Hildy

  15. ¡Estoy muy de acuerdo contigo! Me encanta que haya plataformas distintas, y opciones distintas, y me gusta aprovecharlas todas (por ejemplo, este año Criterion va a lanzar su propia plataforma de streaming, ¡atención cinéfilos!). Y justo creo que al final fue una jugada inteligente de Cuarón habérsela dado a Netflix porque es interesante preguntarse qué alcance hubiera tenido la película de no haber sido así. Seguramente hubiera llegado a una audiencia mucho mucho menor. Y como dices, me encanta la conviviencia de medios. Para mi sin duda esta película fue mucho mejor vista en una sala, pero es un gusto personal y estoy consciente de ello.
    Y como dices, tanto a los que nos gustó como a los que no, da para mucho debate, y eso siempre se agradece.

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