Y es que Jean Simmons fue una actriz británica con un rostro de ángel capaz, sin embargo, de albergar fragilidades y sombras en su interior. Mervyn LeRoy la dirige en un drama psicológico donde Simmons abre su abanico y presenta un personaje complejo al borde de la caída al abismo. Después de la oscuridad es la historia de un regreso: el de Charlotte Bronn. Después de estar internada en un centro psiquiátrico, vuelve a su hogar junto a su marido. Allí viven también la madrasta y la hermanastra de Charlotte. Además hay un nuevo inquilino: un compañero de trabajo de su esposo, ambos ejercen como profesores en una universidad. No se hace hincapié en qué fue lo que la llevó al centro: se mencionan sus obsesiones, ataques de ira y una depresión. El doctor tiene una charla con su marido: le dice que no es fácil volver a la rutina y que puede sufrir una recaída.
Así Charlotte Bronn forma parte de una galería de mujeres frágiles y fuertes a la vez con desequilibrios emocionales que o bien unas viven estancias en los centros psiquiátricos (algunas muy duras), otras regresan a su casa pero no es fácil la situación que encuentran, y las de más allá luchan por no volver a caer en el abismo. Y estas mujeres han protagonizado películas notables y crean un camino especial. Podríamos empezar por Virginia Stuart Cunningham (Olivia de Havilland) en Nido de víboras (1948) de Anatole Litvak que vive la dureza y el aislamiento de estos centros en los años cuarenta. Y seguir con Eve White (Joanne Woodward), una mujer con personalidad múltiple y protagonista de Las tres caras de Eva (1957) de Nunnally Johnson. Para pararnos con la crisis nerviosa que sufre Deanie Loomis (Natalie Wood) en Esplendor en la hierba (1961) de Elia Kazan. Y volcarnos en esa mujer frágil, que lucha por no caer en abismo, Mabel Longhetti (Gena Rowlands) que protagoniza Una mujer bajo la influencia (1974) de John Cassavetes. Es una de las galerías posibles.
Pero Después de la oscuridad no solo cuenta con el acierto de su protagonista femenina (que apostó muchas veces por personajes femeninos complejos y con desequilibrios mentales como en Cara de ángel o El fuego y la palabra), sino con la elegante dirección de Mervyn LeRoy, un cineasta que tiene en su filmografía varios títulos a tener en cuenta (lo más populares como Quo Vadis o Mujercitas, los grandes melodramas como El puente de Waterloo, pero también películas perla como Hampa dorada, Soy un fugitivo o Vampiresas 1933). Y lo más interesante es que logra una ambientación muy especial: pues juega a la ambigüedad y la confusión. Juega con el espectador que no sabe si realmente todo está distorsionado por la mente de la protagonista o si realmente sus obsesiones tienen una base de verdad. Lo que sí es cierto, y ella llega a esa conclusión valiente, es que su hogar con todas las relaciones ya tóxicas que mantiene con cada uno de los que allí viven (a excepción del nuevo inquilino) se convierte en una cárcel que la hunde en el abismo. Y que la única manera de poder empezar de cero y recuperar su identidad es huyendo de esa casa. Cortar cadenas. Charlotte deseaba volver a su hogar y también a su localidad… pero pronto siente que la miran y la tratan de una manera que la hiere. Ya tiene colgado un cartel. Y sobre todo se da cuenta de la fría relación que mantiene con su esposo, pero en el esfuerzo de recuperar algo parecido al amor… está a punto de sucumbir de nuevo. Sin embargo esa caída le sirve para abrir los ojos y tomar decisiones. Por otra parte, en poco tiempo es consciente de la relación tóxica que tiene con su hermanastra y con su madrastra. El único apoyo que recibe es del nuevo inquilino, que se siente en la localidad y en la universidad (introduce el tema del antisemitismo en EEUU, él es judío) tan al margen como ella en su regreso, y, también de un antiguo amigo, que sigue enamorado de ella. Y con los dos tampoco construye relaciones fáciles, pero sí puede ser ella, sobre todo se siente libre para expresar y volcar sus sensaciones, sus miedos, sus descubrimientos…
Así Mervyn LeRoy crea un poderoso y complejo drama psicológico en blanco y negro, donde traza una senda de dificultades a su heroína, que aunque frágil encara sus problemas. Pero además muestra, como los grandes melodramas de Sirk, el mundo de apariencias y falsedades de la sociedad americana de los cincuenta y las trampas del american way of life en los años cincuenta, y cómo margina a todos aquellos que se salen de la norma…
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Estupendo, mi querida Hildy. Gran texto para una película interesantísima de un director muy estimable (incluso sustituyendo a John Ford a los mandos de Escala en Hawai). Y la Simmons… Siempre fue una de mis favoritas, esa Julia Maragón de Horizontes de grandeza, esa cara de ángel con tan mala leche jorobando a Mitchum todo lo que puede… Ah, y el nombre de su personaje me recuerda a otra Charlotte (Bette Davis) en esa joya que es Canción de cuna para un cadáver (con la Havilland otra vez).
Besos
Sí, efectivamente, Mervyn LeRoy es un director muy estimable. Y Simmons una buena actriz. Qué buena es Canción de cuna para un cadáver… y la Havilland, otra actriz marafvillosa.
En Después de la oscuridad me gustó mucho cómo logra ese ambiente ambiguo… ¿la cámara mira con los ojos del personaje o estamos viendo la realidad?
Besos
Hildy
Querida Hildy, el fotograma que elegiste ya me tienta a ver la película (¡qué buen título tiene! ¿no te parece?). Leyendo tu texto no pude evitar recordar a la pobre Vera Miles en «El hombre equivocado» de Hitchcock, quien si bien no es protagonista aporta una trama secundaria tanto o más perturbadora que la principal. En ese caso la historia termina donde esta empieza, y la relación entre ambas películas – pienso sin haber visto la que comentás – puede llevarnos a imaginar aquello que Hitchcock no nos cuenta.-
Me anoto «Canción de cuna para un cadáver» (otro título cautivante), Davies y Havilland me prometen mucho…
Un beso grande, Bet.-
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Sí, mi querida Bet, me gusta también mucho el título de esta película. Y tienes razón en esa galería posible también podría estar el personaje de Vera Miles en esa la película de Hitchcock, ella está estupenda en un papel complicado. Después de la oscuridad ha sido un descubrimiento muy interesante.
También me gusta mucho, pero mucho, Canción de cuna para un cadáver. La película la hizo Aldrich después de Qué fue de Baby Jane. Y es tremenda. También está nuestro Josep Cotten. Y tiene una canción infantil como banda sonora que te pone los pelos de punta…
Beso
Hildy