Aviso de Hildy: sigue fallando intermitentemente el apartado de comentarios, pero ¡espero que pronto se solucione! De nuevo mil perdones… Una de las mayores riquezas de este blog son sin duda las buenas aportaciones de sus visitantes.
… Otto Preminger rueda El hombre del brazo de oro en el año 1955 y abre la veda sobre el tema de las drogodependencias para tratarlo sin tapujos, directamente. Los tiempos del código Hays ya no tienen sentido y los cineastas desean contar otras historias, mostrar otras realidades, saltarse los temas prohibidos. Entre ellos la dependencia a distintas sustancias. Tan solo películas del periodo silente y del periodo pre-code tocaron el tema con naturalidad, después una vez instaurado el código Hays, las drogas quedaron vedadas. Si se mostraba era de manera excesivamente velada y más contando con la imaginación del público (y sobre todo en algunos géneros determinados como el cine negro), además desde una mirada condenatoria.
Preminger presenta al drogodependiente (heroína) como víctima y la droga como un grave problema social que destruye la vida del individuo y su entorno. Y así se convierte en el primer director que rompe el hielo para tratar las drogodependencias explícitamente y desde distintos puntos de vista… en un uno de sus tantos enfrentamientos contra la censura. Así al año siguiente Nicholas Ray realiza una película metafórica sobre el hombre medio americano y los peligros de su sueño, Más poderoso que la vida (Bigger than life)… a través de Ed Avery, un padre de familia que tiene que consumir un medicamento en proceso de experimentación (cortisona), que resulta ser una potente droga adictiva que altera peligrosamente su personalidad. Pero es en 1957 cuando hay varias producciones cinematográficas sobre el tema: de nuevo la heroína está presente como una de las adicciones de la actriz de Broadway y cine mudo, Jeanne Eagels, en la notable película de George Sidney, cuyo título es el nombre de la propia actriz. Y dos películas que hablan de un tema tabú: cómo a los soldados durante los conflictos bélicos para soportar los dolores se les suministraba morfina, después se quedaban totalmente enganchados a la sustancia y les era muy difícil incorporarse a la vida civil. Por una parte está la interesante Combate decisivo de André De Toth y la que hoy comentamos, Un sombrero lleno de lluvia de Fred Zinnemann.
La película de Zinnemann parte de una obra de teatro que había triunfado en Broadway (el teatro es siempre más atrevido y avanzado para el tratamiento de ciertos temas). La obra se titulaba igual y era del dramaturgo Michael V. Gazzo (que trabajaría en la película como coguionista. Además como curiosidad Gazzo también fue un actor secundario recordado sobre todo por su personaje de Frankie Pentangeli en El Padrino II). Así Zinnemann construye un solido drama familiar donde sus personajes esconden unas complejas relaciones y donde la catarsis emocional la hará estallar uno de los miembros de la familia que sufre una dependencia absoluta a la morfina. La película va con la sensibilidad de Zinnemann al que le gustaba tratar temas complejos de forma directa y realista. Su metafórico y hermoso título cobra sentido cuando en una cena familiar donde se desarrollará la catarsis familiar, el padre cuenta una anécdota infantil de su hijo Johnny.
El cuarteto protagonista construye una creíble familia disfuncional y compleja, cuyos mecanismos van quedando al descubierto a lo largo de la película. Tanto sus lazos, como sus carencias. En su presente (apenas un fin de semana) queda reflejado su pasado (que les marca), y se perfila y encamina su futuro (después de la catarsis, quizá un rayo de luz, aunque el camino no será fácil para ninguno). Todo empieza cuando John Pope (Lloyd Nolan) llega a Nueva York para ver a sus hijos, Johnny Pope (Don Murray) y Polo Pope (Anthony Franciosa). Johnny Pope trata de ocultar su adicción a la morfina, tan solo lo sabe su hermano. Ni su padre ni su esposa Celia (Eva Marie Saint), que espera un bebé, conocen la adicción de Johnny.
Con un blanco y negro que muestra la parte sombría de la ciudad (y el ciclo emocional turbulento de los hermanos), una música con influencias de jazz de Bernard Herrmann y un cada vez más claustrofóbico apartamento familiar, Zinnemann pone en pie un duro drama familiar. Más allá del tratamiento de la drogodependencia, del reflejo de los bajos fondos (con el mundo de los camellos encabezados por un intrigante personaje que responde al mote de Mother y que cuenta con el rostro de Henry Silva), de cómo refleja el síndrome de abstinencia, de cómo cuenta la situación de muchos soldados que para soportar los conflictos bélicos terminan dependiendo de sustancias…, la película desnuda de manera brillante los sentimientos, emociones y lazos familiares. Las relaciones entre los dos hermanos y sus fuertes vínculos (se protegen continuamente), las complejas conexiones emocionales de ambos con el padre (un padre viudo y siempre lejano pero con una fuerte personalidad, que tuvo que enviarlos a un orfanato para poder salir adelante). El matrimonio herido de muerte de Johnny y Celia. Este, al ocultar su drogodependencia y crear situaciones extrañas (como noches en las que no aparece ni explica donde está), está acabando con la relación y deteriorándola aceleradamente (ella cree que existe otra mujer). Y, por último, la unión y complicidad de Polo con su cuñada, este vive con el matrimonio y se ha ido enamorando de Celia (y esta ve cómo se relaciona más fácilmente con su cuñado y cómo es su pañuelo de lágrimas…) y el complejo de culpa de ambos por la situación que están creando. Ninguno quiere dañar a Johnny. Y Johnny no puede pensar en ninguno, ni siquiera en su futuro bebé…, solo en cómo conseguir su próxima dosis y cómo pagar la deuda cada vez mayor a su camello.
Es recomendable recuperar este intenso e inteligente drama familiar para completar la filmografía de un cineasta como Fred Zinnemann, que posee muy buenos títulos y donde existen películas para descubrir y reivindicar más allá de Solo ante el peligro o De aquí a la eternidad.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Me gustó mucho esta película. Excepto tal vez alguna objeción sobre el reparto, es muy sólida, y el guion está perfecto. Si tienes atracción, como yo, por las películas de raíz teatral que no reniegan de ella. Obviamente, la película sale fuera de las cuatro paredes del apartamento, y ahí me parece que gana mucho. Porque el Nueva York que ahí asoma no es esa ciudad luminosa y colorida que vemos, por ejemplo, en el musical. Por el contrario, es una ciudad «de verdad». La mayoría de las cosas que refleja la película hoy se considerarían tópicos facilones si se incluyeran tal cual en una película; puesta en su contexto, es una cinta valiente y valiosa.
Besos.
… Me encantó descubrirla. Llevaba tiempo detrás de ella y recordé también tu artículo en el blog. Sí, me gustan las películas de raíz teatral que rompen el escenario y salen a exteriores…, y el Nueva York que presenta merece la pena. Me gusta y me parece valiosa…, pero más que el tema de la drogodependencia, que fue lo que en su momento llamó más la atención, yo me he dejado llevar por el universo familiar y los lazos.
Beso
Hildy