Para poder entender qué significa Boyhood y el paso que ha dado Linklater en la narrativa cinematográfica, vayámonos a una película clásica que cuenta la historia de una familia, como Boyhood, en un periodo de tiempo determinado. Esta es solo una manera de analizar esta película pero como veremos las posibilidades son infinitas. Porque Boyhood expone una idea que Linklater pone al final en boca de dos jóvenes universitarios que miran el horizonte con la conciencia de muchos años por delante: quizá la premisa de carpe diem no es la adecuada para expresar el paso del tiempo. No es que aprovechemos el momento, es darnos cuenta de cómo el tiempo nos atrapa… y es imposible prescindir de él, detenerlo o cambiarlo.
Detengámonos en Gigante de George Stevens. Si se hubiera rodado como Linklater plantea Boyhood, hubiese sido una obra cinematográfica imposible porque la película abarca la historia de una familia desde los años 20 a los 50 ¡y el argumento no existía hasta que Edna Ferber escribió su novela en 1952… pero obviemos este inconveniente! Una familia texana que ve cómo su forma de vida cambia y el mundo que conoce se transforma. Algunos miembros de la familia llevan mejor los cambios y otros no. La película se hubiera encontrado con un cambio tecnológico que hubiera podido jugar a su favor a la hora de contar la historia de esta familia: el salto del cine mudo al hablado… Del blanco y negro al color… Por otra parte difícilmente el director de este proyecto hubiese podido ser George Stevens (demasiado joven y haciendo de momento otras labores en Hollywood, debutaría como director en el año 1934). Hubiese sido un proyecto suicida y totalmente fuera del sistema de estudios. Quizá una idea de directores rebeldes como un Erich von Stroheim… Por supuesto un reparto totalmente diferente y dificilmente de estrellas del star system… y etcétera, etcétera. El resultado nada hubiese tenido que ver con el Gigante que todos conocemos (donde el paso del tiempo por un personaje como Liz Taylor se nota tan solo porque en su rostro sin arrugas se le planta un pelo blanco con un tipito de dama de veinte años).
Pero la radicalidad de Linklater va mucho más allá (no sólo en haber rodado en doce años una película con un total de treinta y nueve días de rodaje). Porque no solo nos cuenta ese paso del tiempo de una manera radical (valga la redundancia) sino que también representa el fluir sin escenas de transición ni rótulos explicativos del paso del tiempo. El director nos cuenta la historia común, normal y corriente, de una familia con sus alegrías y penas, sus obstáculos y sus logros. Y el punto de vista elegido es el de Mason. Le conocemos cuando tiene seis años en el año 2001 y le dejamos con dieciocho en el 2013. Tenemos referencias del paso de los años. Sabemos que empieza más o menos a finales del 2001 porque por algunas pistas sabemos que ya ha ocurrido el atentado de las torres gemelas. O también vivimos el cambio presidencial con Obama y otras pinceladas que nos van situando los años. Y ese paso del tiempo lo sentimos sobre todo por cómo cambian y se transforman Mason y su hermana mayor (Lorelei Linklater). También percibimos la rapidez con la que se van transformando las nuevas tecnologías o los leves cambios en peinados y ropas.
Linklater atrapa momentos de Mason y su familia y va contando su historia. Una historia normal, no una gran epopeya. Con alegrías, miedos, desilusiones, conversaciones, frustraciones… Mason pasa de ser un niño que cree en elfos y magia (como muchos niños… que soñaron con Harry Potter y compañía) a enfrentarse a un primer amor fallido o a un futuro profesional incierto. Mason habla con su hermana, con sus padres (las conversaciones con cada uno de los padres son una joya), con sus amigos, con compañeros de trabajo… y su tiempo va pasando. Fluye como el agua de un río… que es una metáfora fácil pero realmente así pasas por esta película. Con ese ritmo pausado y a veces con piedras, remolinos o pequeñas cascadas… Linklater logra plasmar así una de las obsesiones de su filmografía, el tiempo.
Y Mason se va dando cuenta de que él está perdido pero que los mayores no lo están menos. Así le dice en un momento su padre (Ethan Hawke) que vivir es lidiar con la improvisación lo mejor posible. O su madre (una magnífica Patricia Arquette), de manera amarga, le confiesa cómo siente que su vida se le ha ido de las manos, luchando siempre, y cómo siente un camino de soledad hasta algo seguro: la muerte.
Entre improvisaciones, elipsis y saltos se cuenta la historia familiar de Mason. Doce años de su vida que le llevarán a la madurez. Improvisaciones que va superando, sin grandes aspavientos. La separación de sus padres, los fracasos sentimentales de su madre, las continuas mudanzas, los cambios de colegios y de amigos… Mason y su hermana ven cómo su padre errante y rebelde termina construyendo una familia con una mujer con unos padres conservadores de biblia y rifle o son testigos de la lucha continua de su madre que logra el éxito profesional pero no así el sentimental. Mason y su hermana se hunden en las contradicciones de la vida, esa vida compleja e improvisada que nos atrapa… Y Linkater demuestra que toda vida, hasta la más normal y cotidiana, puede y merece la pena ser contada y convertirse en una buena y bella película como Boyhood.
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Aunque, evidentemente, cabe mencionarlo y resaltarlo, creo que se están cargando demasiado las tintas en el tema del rodaje prolongado en el tiempo como valor propio de la cinta. Más allá de cuestiones de procedimiento, a mí lo que me interesa es el lenguaje cinematográfico en sí que plantea la película, el uso magistral de la elipsis, por ejemplo, o la capacidad de sugerir temas y estados de ánimo, individuales y colectivos, impulsados, influidos y condicionados por climas sociales, económicos y políticos que al espectador español, en principio, le quedan un poco alejados y ocultos. Pero, para mí, el mayor acierto es que la película huele a verdad, a ese cine que desaparece, en el que no hay subrayados, manipulación anímica o emocional, en el que las cosas no están teledirigidas por estudios de mercado. Una gran película.
Besos
Jo, qué ganas tengo de verla! una mudanza en ciernes (horror!!) me lo está impidiendo pero vivedios que no se me escapará. Tengo la esperanza de que sea de las que «duran» en las salas de VO. Ojalá.
Mis ganas de verla van dirigidas hacia lo que tú o 39 escalones comentáis: la honestidad de contar sin más, ni siquiera una gran historia, sólo la verdad del hacer del tiempo sobre las vidas. Y este suele presionar sobre todos nosotros y de forma más o menos parecida a pesar de las circunstancias personales o las particularidades sociales. Ahí está el acierto al contar y mostrar. Me da a mí. Si es que en el fondo somos muy sencillitos y sólo queremos que nos cuenten pero que lo hagan bien y sin trampas, o al menos no muchas, jeje.
(Te he dejado comentario en Blonde; ves? si es que no tengo tiempo de ná y se me pasan tus textos, cachis!)
Un besote!
Me alegra ver esta película aquí reseñada por ti, amiga Hildy.
Yo creo que no hay ni buenas ni malas historias; todo depende de cómo están contadas. No hay nada nuevo bajo el sol. Si quitamos la manera de cómo cuenta Linklater su historia nos quedamos simplemente con una historia más contada un millón de veces: familia desestructurada, padres que se separan, hijos que nunca llegan a ver un hogar consolidado. La confusión, tanto de los niños-adolescentes, como de sus mayores, frustraciones latentes, volver a empezar de nuevo para acabar de la misma manera, el círculo eterno, el eterno retorno de las cosas, etc. Aquí Linklater arriesga (y de lo lindo) filmando la película a tiempo parcial, para que el espectador pueda ver con naturalidad y con el mágico tiempo que nos brinda siempre el cine, tanto el envejecimiento de sus protagonistas adultos, como la evolución de sus personajes infantiles. Esto, por supuesto, tiene mi aplauso. El maquillaje del envejecimiento o el cambio de actor de niño a adolescente siempre se nota y nosotros lo perdonamos porque no se puede hacer otra cosa. Aquí Linklater lo hace, y como ya he dicho, arriesgando incluso la continuación del filme. En doce años puede pasar tantas cosas. Fíjate en la película El curioso caso de Benjamin Button con un Brad Pitt pasando por toda clase de trucos de envejecimiento y rejuvenecimiento. Ahora vamos a otra cosa. Linklater tiene una mirada profundísima respecto a la psicología de sus personajes, tanto, que corre el riesgo de que pasen desapercibidos detalles de vital importancia por parte del espectador más incauto y acostumbrado a las comedias más superficiales, es decir, contadas de mala manera. Aquí no hay lectura fácil ni convencional del personaje de Ethan Hawke o la magnífica Patricia Arquette. Ethan fue padre demasiado joven y le vino grande la responsabilidad. No es un bala perdida, sino una persona tan perdida que al final acepta casarse con una mujer convencional para sobrevivir. Acepta resignado a sus suegros que se debaten entre una biblia y un rifle. La escena maravillosa entre él y su hijo en la discoteca es sutilísima. El antiguo colega de piso y guitarreo sigue estando allí, envejecido,pero con su guitarra y Ethan (ex músico mediocre) dándole lecciones a su hijo y viviendo a costa de la familia que ha creado. Luego vienen las parejas de Patricia Arquette. Dos tipos supuestamente opuestos y que encierran dos tormentosas disfunciones psicológicas. Por otra parte, Linklater es un gran observador y conocedor de los problemas adolescentes. La relación que tienen los hermanos a medida que van creciendo es exactamente igual a lo que yo vengo observando últimamente por aquí.
Si tengo que criticar algo de esta película es el tratamiento de la banda sonora. Esto sí que es un verdadero problema que tiene el cine americano, y es rellenar toda la película con temas que oímos solo unos segundos. Estos temas no son gratuitos, al director le gusta estas canciones y las coloca indiscriminadamente. Los espectadores con poca cultura musical no pueden percibir el origen de las canciones. Lo mismo ocurría en Forrest Gump, que trata cada época a través de las canciones más representativas a base de sonar unos segundos. Esto es un tema delicado.
En fin, que me ha gustado mucho tu reseña y la película. Me cachis, me gustaría seguir escribiendo aquí muchas cosas más, pero ya no se me permite más palabras.
Besos de cine.
Otra que aun no he visto, y hoy no puedo decir que no me la ponen…
La verdad es que el procedimiento utilizado y si ha sido premeditado desde el comienzo…bueno…no es lo que más me interesa y daría lugar a situaciones espacio temporales hilarantes como las que tu planteas…
Lo importante es saber moverse en esa cotidianidad que por lo que veo no lo es tanto, o sí. Pero que si tiene entidad dramática funciona…después de leerte….hay que verla.Un abrazo
Efectivamente, querido Alfredo, Boyhood es más que su rodaje prolongado en el tiempo pero también es cierto que si la película es así y logra esa radicalidad en la forma de ser narrada es por la manera en que fue concebida. Así consigue, cierto es, esa verdad y naturalidad del paso del tiempo en una familia. Y esa forma maravillosa de contar a través de la elipsis, de lo que no vemos. Lo cierto, como digo al principio es que es una película que permite múltiples e interesantes análisis. Pero sobre todo logra, por lo menos a esta espectadora, emocionarnos.
Besos
Hildy
¡Y lo contenta y feliz que te vas a quedar después de la dura mudanza!Y sí yo también creo que Boyhood va a aguantar bastante en la sala de cine y también creo que la vas a disfrutar bastante, querida Marga. Sí, es una película honesta, «la verdad del hacer del tiempo sobre las vidas», la has definido perfectamente.
Besos a través del tiempo
Hildy
Querido Francisco, y es que Boyhood es una película sencilla y compleja como la vida misma, como la de sus personajes. Una película que permite miradas y puntos de vista. Reflexiones. Llena de detalles y sutilidades. Fluye como un río. Y cada uno nos detenemos en un momento concreto. Nos llama un instante. A mí todavía me duele el monólogo final de la madre…
Besos… escuchando una canción entera… y hermosa
Hildy
Querido Victor, otra definición maravillosa de Boyhood… «moverse en la cotidianeidad»… Toda vida puede ser contada y narrada y convertirla en una obra creativa maravillosa. Otra manera genial de analizarla. Ya me contarás cuando la veas…
Besos
Hildy
Objeto de deseo. Me perdonarás que no te lea, pero intento ir a verla (espero poder hacerlo) con la mente en blanco.
Saludos.
Haces estupendamente, querido Licantropunk, luego por favor, regresa por estos lares y cuéntame qué te ha parecido ese objeto del deseo.
Besos
Hildy
Hola Hildy,
Para mí la clave está en la frase que exclama la madre de Mason en la recta final de la película. Ese lamento -no lo voy a citar por si alguien no la ha visto- recoge el espíritu de ‘Boyhood’. Su mensaje es que precisamente la falta de misterio es lo que hace grande a la vida, aunque pueda parecer una contradicción. No me parece ni mucho menos una película pesimista, aunque sí nostálgica y que se presta a filosofar. Yo salí en estado de ensoñación de la sala, y seguí así durante unos cuantos días. Pocas veces me pasa.
Besos,
Víctor
Qué bueno, Victor, leerte de nuevo. A mí esa frase de la madre (fantástica Patricia Arquette) me llegó y emocionó profundamente. También cuando el padre habla de la improvisación de nuestras vidas… Y es cierto que Boyhood se presta a filosofar… Yo también salí en estado de ensoñación… Me quedé también con esa frase de que quizá sea el tiempo el que nos va atrapando…, el que nos domina.
Besos
Hildy
Yo diría que es real como la vida misma, que es una frase muy tópica, pero que como todos los tópicos tiene su parte de verdad…Me encantó la relación de la madre con sus hijos, una mezcla de protegerlos pero sin disfrazar los problemas, y sin olvidar sus metas, es sincera hasta donde se puede ser sincera en sus circunstancias…en realidad les quiere y ese amor es el que pese a tanta ida y venida y situaciones muy difíciles hace que ellos no lleguen a perder el timón…Bueno, que me ha gustado muchísimo.
Mi querida, querida Maria Rosa, has dado en la diana… Linklater quería eso, atrapar la vida, Boyhood, real como la vida misma… Y a mí también fue el personaje que más me sedució, el de la madre y su monólogo final… todavía lo oigo.
Besos
Hildy
El ejemplo de «Gigante» me parece estupendo. Pero cuenta con que dispongas de tres actores en estado de gracia, Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, durante todo ese período. Uno de los problemas que encuentro en «Boyhood» es que los actores que interpretan a los niños parece que no han aprendido mucho del oficio en esos diez años (tampoco sé si han tenido otros trabajos en películas), sobre todo la que interpreta a la niña, la propia hija de Linklater, que hace que según avanza el metraje perdamos todo interés en su actuación. Menos mal que Mason remonta en el final, y desde esa camioneta deja dichas muchas cosas. Gran Patricia Arquette, sí, e inmenso Ethan Hawke. En mi opinión son la parte más interesante de esta «Boyhood», paradójicamente. Está claro que los reyes son los padres.
Saludos.
Mi querido Licantropunk, me encanta, ya sabes, leerte y enriquecerme con los matices de tu mirada sobre las películas. A mí también me encantaron los personajes de los padres y los actores que los representan. Quizá estoy en el momento de entenderlos más. Pero también me gustaron los niños y más tarde adolescentes y voy a tratar de explicarme. Fíjate que a mí la hija de Linklater sí me convenció en su evolución como personaje. Es verdad, que esa vitalidad de cría a veces repelente niña Vicente desaparece y se convierte luego en una adolescente silenciosa y con una sensación de soy una tía dura y hago como que paso de todo… Pero me creo esa evolución…
Ella no sé si ha aparecido en alguna película, pero Mason tenía un papel en otra película de Linklater que me gustó bastante, Fast Food Nation.
Me parecía que había verdad, naturalidad y espontaneidad en sus comportamientos. Es cierto que cuando somos niños no sabemos el sentido del ridículo o la vergüenza, y ante una cámara o en un escenario podemos mostrarnos totalmente desnudos emocionalmente. Los niños se muestran tal y como son. Las caretas vienen después y se van adquiriendo en la adolescencia. A veces las caretas son una defensa para la supervivencia del día a día.
Supongo que los dos representan bastante bien ese límite entre la infancia y la adolescencia… ese momento en que se descubre que los elfos no existen y que tus padres están igual de perdidos que tú o a veces sientes que más…
Besos
Hildy