Tanto en la Torá como en los Evangelios existen alusiones sobre que la palabra es vida. Así la palabra (el verbo) toma un significado trascendente y espiritual. Y aquel que domina el arte de la escritura o la oratoria logra ‘trascender’ porque transmite. Posee un poder. El poder de comunicar o de emocionar y por lo tanto de crear una reflexión, una idea, una sensación, un sentimiento en el otro. El que posee el don de la palabra, posee un don que le permite crear. Por eso la palabra y su buen uso suponen no sólo conocimiento sino libertad y amplitud de miras. Pero la palabra y su buen uso dan miedo en muchos ámbitos y en vez de fomentar su conocimiento se prefiere la existencia del analfabetismo y la ignorancia. Por eso se prefiere un conjunto de ciudadanos pobres en palabras y lecturas porque será más llevadero, más fácil de manipular y someter… más sencillo el arraigo de una simple frase (orden o prohibición) sin posible reflexión…
El axioma La palabra es vida (¿realmente se admite sin necesidad de demostración?) puede ser el hilo conductor de una buena programación cinematográfica donde la palabra es la protagonista porque da vida… Y podríamos empezar este ciclo con dos estrenos recientes (uno del año pasado y otro actualmente en cartelera).
Ruby Sparks (Ruby Sparks, 2012) de Jonathan Dayton, Valerie Faris
Ruby Sparks es una interesantísima película que juega al género de comedia romántica (otra demostración de las valiosas variantes y evoluciones que están produciéndose en dicho género) para hablarnos de cómo la palabra genera vida. Y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Así toma por otra parte un argumento universal (poderosa herramienta la que proporcionaron los profesores J. Balló y X. Pérez): Pigmalión, y crea un relato cinematográfico original que lleva a la reflexión continua. Recordemos el mito: el artista Pigmalión busca a la mujer perfecta… así que va esculpiendo esculturas hasta que crea a Galatea y se enamora de ella. Por obra de Afrodita, diosa de amor, Galatea cobra vida…
En Ruby Sparks nos encontramos a un joven escritor que en su adolescencia escribió la gran novela pero que ahora se encuentra en una situación en la que es incapaz de escribir una sola línea. Está llevando a cabo un tratamiento psicológico y su estado emocional es frágil. Es un creador de éxito solitario e incapaz de relacionarse con los demás. Su mundo se limita a las conversaciones con su hermano, su psiquiatra y un chucho muy feo pero tierno… Un día su psiquiatra le hace una sugerencia. Y su máquina de escribir empieza a teclear. El joven escritor crea a una joven, Ruby Sparks, que le encanta tal y como es su feo chucho. A partir de ahí no deja de crear un personaje… y un día, de la noche a la mañana, de una manera simple, Ruby Sparks se materializa en su vida. Ahí está la joven… de carne y hueso.
Así el joven escritor pretende que su ‘creación’ sea libre hasta que siente el temor de perderla. Y entonces no puede evitar su intromisión como creador. Y seguir escribiendo y moldeando… pero esto no le hace feliz porque Ruby le ama porque él lo escribe, no por la propia libertad del personaje de amarle a él como persona. Y esto termina convirtiéndose en una tremenda encerrona y una triste jaula. La culminación llega cuando el joven escritor confiesa a Ruby su procedencia y ante una máquina de escribir y con ella presente la ‘somete’ a su poder ante la impotencia del personaje femenino… Impresionante.
La ladrona de libros (The book thief, 2013) de Brian Percival
Hay algunas películas que tienen una cualidad en sí mismas: son contadoras de historias. Y como tales hay que vivirlas. Y esa es la máxima cualidad de La ladrona de libros: que narra muy bien una historia. Y esa historia transcurre en un periodo de tiempo determinado de 1938 hasta el final de la segunda guerra mundial en una pequeña localidad alemana (que hablan en inglés con algún término en alemán… una de las maravillas de la inverosimilitud en el cine que nada importa cuando te mece en una historia). Una historia que ilustra el poder de la palabra y que cuenta cómo la palabra es vida. Así el narrador irónico y tierno de esta historia es ni más ni menos que la muerte, una muerte cercana, que a todos nos llega. Y él es el cuentacuentos. Nos acerca a la historia de una niña, Liesel, y su relación con las palabras. La muerte es la que mantiene el equilibrio de esta historia, entre lo sublime y lo mundano sin tocar la fina línea del ridículo o de lo cursi, porque su narrador es inteligente.
Así nos cuenta el paso a la madurez de Liesel en un mundo complejo, de prohibición de libros y palabras… para sepultar la humanidad, lo humano. Y ese paso a la madurez será a través de la palabra, de la lectura, de la escritura, del poder de contar historias y mantener viva la memoria (y con ella a las personas). Del poder de las palabras para reflexionar, para dudar, para ser más libres, para cuestionar y criticar (pero crítica constructiva). Contará con varios maestros: su padre adoptivo (que le enseñará a leer y creará para ella un diccionario muy especial en las paredes del sótano), una mujer triste por la ausencia del hijo que abrirá las puertas de una biblioteca llena de libros y un joven judío que se oculta en casa de sus padres adoptivos que la animará a que ‘mire’ con las palabras. Que cuente. Que escriba… y será el que le diga un secreto de la Torá, la palabra es vida. Así le proporcionará un valioso regalo: un libro con las páginas en blanco… en espera de ser creado.
La muerte así sigue la trayectoria de Liesel para realizar la confesión de que conociendo a personas como ella… a veces le entra cierta nostalgia por entender la vida…
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Como siempre, querida Hildy, debo decirte que no he visto ninguna de estas películas. Hace tiempo escribí un artículo en donde hablo de la relación que ha tenido y tiene el cine con los escritores, es decir, con los escritores que existieron y creo que no hay una sola película que me guste. Lo contrario es que el cine sí ha realizado excelentes películas sobre «guionistas de cine», pongo en ejemplo más significativo: En un lugar solitario, del viejo Ray, maravillosa. Bueno, sigo, el cine, también ha sido muy plasta con los personajes de ficción que son escritores, ya sean bueno o mediocres, sí muy plasta. Te voy a preguntar una cosa: ¿Cuántas veces has visto en los decorados de las películas estanterías con libros? Sí, la hay, pero muy pocas.Otra pregunta: ¿Cuántas veces hemos visto a cualquier personaje del cine de todas las épocas leer? Muy pocos tienen hobbys y si los tienen nunca es la lectura. Y vamos a lo que vamos. Cuando una película trata sobre libros entonces son exageradísimos (no hablo de las dos películas que reseñas tan bien, porque no las he visto) pero en otras leen hasta dentro de una sopera.Siempre están leyendo y hasta lo personajes del libro se les aparecen. Otra prueba que el guionista no ha cogido un libro en su vida y mucho menos el director, y ya ni hablo de los actores.
Te mando besos y vuelvo al libro que estoy leyendo El mar interior de Philip Hoare, y nada pasa a mi alrededor. Todo está en calma.Besos,besos…
Mi querido, querido Francisco, recuerdo tu buen artículo sobre escritores y el cine. Y me quedé pensando en muchas de las cosas que decías así como en las observaciones que realizas en el comentario. ¡Qué bueno lo de las estanterías! ¿Serán lomos de libros pintados que peguen con la pared del decorado?
Yo lo que quería expresar o a lo que quería referirme son a aquellas películas no en que los protagonistas sean escritores de éxito o reales sino de personajes que se relacionan con los libros, con la palabra, con la lectura, con narrar o contar historias o también escritores de ficción o reales en los que la palabra desempeña un papel importantísimo en la trama. Por ahí iba el tema. El poder y fascinación de la palabra. Películas como MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN, EL LECTOR, RUBY SPARKS, BALZAC Y LA JOVEN COSTURERA CHINA, LÉOLO, EN LA CASA, PROFESOR LAHZAR…, las que reseño y muchas, muchas más…
Un beso enorme dentro de un mar interior
Hildy
Uf, mi querida Hildy, en estas no te voy a seguir. La primera me recuerda demasiado a ese fiasco austeriano llamado «La vida interior de Martin Frost», y la otra me parece «El niño del pijama de rayas 2», historieta infantojuvenil en el marco de la Alemania nazi. Además, yo en cuanto veo que en la publicidad ponen el letrero «obra maestra» y el pie con el nombre de un periodista de tal o cual medio, la descarto automáticamente.
Besos librescos
Hola Hildy, la primera película que citas no la he visto pero parece muy interesante…la segunda, la de «La ladrona de libros» la vi ayer…a mi también me gustan mucho las películas que usan la imagen para transmitir el valor de la palabra …la palabra tiene un poder que nosotros mismos no conocemos…Recuerdo el libro de Primo Levi y la increible fuerza de su palabra recordando de memoria el Canto de Ulises en momentos terribles. Es una pelicula bella,y no creo que deba juzgarse una película sin verla, en cierto sentido es ceder a los prejuicios y a los estereotipos…una vez vista te puede gustar o no gustar claro…¡pero antes!.
Querida Hildy rara es la película que recomiendas que no me gusta…»pero haberlas haylas…como las brujas» pero ganan por mayoría las que me proporcioan muchas horas de felicidad…como los buenos libros…y las buenas conversaciones. Gracias por tu blog.
El cine generalista actual se publicita, se vende, como un artículo de consumo más, y no como una expresión artística o un vehículo de entretenimiento activo, ni mucho menos como un producto cultural de corte intelectual. Desde ese punto de vista, los que publicitan el cine son los mismos que anuncian pasta de dientes, compresas, papel higiénico o coches de alta cilindrada. De ahí que la opción de rechazar una película antes de verla a raíz de una mala impresión, de una fundada sospecha de repetición o de baja calidad, o directamente de timo o estafa, sea tan legítima como la de rechazar cualquier otro producto del mercado que no se ha probado antes. Es decir, no se trata de una decisión como espectador, sino una decisión como consumidor, exactamente igual a por qué se compra una marca de cerveza y no otra cuando ésta última no se ha probado. Sencillamente, después de leer el libro y viendo el cariz de la producción, me parece que «La ladrona de libros» no me va a ofrecer nada de lo que potencialmente podría sugerir la historia. Teniendo en cuenta además que el Holocausto es uno de los temas que más pie ha dado a banalizaciones absurdas, desde «La vida es bella» al dichoso niño enpijamado (y no me refiero a Paco Machuca).
Besos
Mi querido Alfredo, ja, ja, ja… ya sabía yo tu respuesta. De todas formas las dos películas me parecen buenas para ilustrar la idea que quería desarrollar en este post. Respecto a La ladrona de libros te diré que no he leido la novela pero que la película me pareció, como digo, que contaba bien una historia con unos personajes determinados. Me gustó (que sé que en el libro es igual) que el narrador fuera la muerte y me resultó interesante el tratamiento de los libros, la lectura, las palabras y el valor de contar historias. Me ofreció más de lo que me esperaba.
Entiendo tu reflexión sobre cómo se publicitan las películas (y esa vertiente del cine como consumo y negocio que tiene) pero yo trato de seguir viendo el cine como una expresión artística, un producto cultural de corte intelectual y a veces como una obra que me proporciona entretenimiento. Y es cierto que La ladrona de libros trata de contar más una historia determinada por las emociones que por la cabeza pero la cuenta bien y ese es el valor que le doy. Narra bien una historia.
No he visto La vida interior de Martin Frost así que no te puedo decir si tiene alguna similitud con Ruby Sparks, que sí me pareció una película bastante interesante (tanto formando parte del género comedia romántica y sus variaciones contemporáneas como sobre el tema del post, el poder de la palabra).
Un beso sin marketing de por medio
Hildy
Querida Maria Rosa ya sabía yo que te iba a gustar. Y también sé aquellas películas que alguna vez te recomendé y no saliste muy contenta… Pero como digo siempre hasta de lo que menos gusta algo se aprende o alguna buena reflexión aporta (aunque sea en forma de crítica constructiva). No he leido todos los ensayos de Primo Levi pero los que he leido dejan momentos vividos acompañados de un pensamiento o reflexión que te dejan con la cabeza funcionando… Gracias a ti por pasarte por aquí y sobre todo por las horas de cine que compartimos.
Besos
Hildy
Amiga Hildy tengo las dos pendientes. La de o mejor dicho con Paul Dano me la dejaron hace más de un mes y todavía no la he visto. No se en que se me va el tiempo…Pero esa idea de construir un amor y desear que luego vuele libre tiene mucho interés.
Tu comentario me va a llevar a ver la ladrona de libros, que encima creo que tiene una partitura de Williams en plena forma.
y me voy a permitir meterme en camisa de once varas y hacer una puntualización a Alfredo. De acuerdo. Pero el cine actual y el de toda la vida. No he conocido campañas de márketing para aupar a una estrella o promocionar una pelicula como las que realizaban los estudios en el Holliwood clásico. Jack Warner en eso era un águila. Y los otros no le iban a la zaga. Por tanto, nadie como ellos entendía la idea de «vender2 el producto. Los de ahora…unos aprendices. Un abrazo
Querido Victor, Ruby Sparks parte de una buena idea y creo que no la desarrolla mal. Además supone un avance más en el género de la comedia romántica. Sí, está claramente el eco de Pigmalion… pero creo que muy bien empleado y dejando en el camino buenas ideas.
En cuanto La ladrona de libros si se busca un relato exhaustivo sobre lo que significó la Segunda Guerra Mundial en la población alemana, obviamente ésta no es la película… pero si lo que se quiere ver es una historia de ficción bien contada con un narrador (cuentacuentos) muy especial sí que se puede disfrutar de La ladrona de libros. La narrativa cinematográfica no es innovadora pero sí se deja llevar por un clasicismo y una elegancia que funciona. Además de unas buenas interpretaciones. Por otra parte está la manera en la que habla de la importancia de la palabra y de contar historias. De la lectura. El poder de la palabra en tiempos oscuros e irracionales donde se olvida la humanidad. Y eso a mí me atrapó. Sí, la banda sonora es hermosa y atesora algún momento musical emocionante con un acordeón por protagonista.
Aportas un reflexión muy buena… sobre las campañas en el Hollywood clásico. Ya lo decían, la fábrica de los sueños… pero fábrica… El sistema de estudios y su funcionamiento… Es un tema que no carece de complejidad: la industria y la cultura. El marketing y la obra de creación artística… Ufff, entran sudores. Lo que yo tengo claro es que hay películas que entran dentro del circuito comercial que merecen mucho la pena y otras que no… Así como otras películas que estarían en otros circuitos no comerciales que son obras increíbles y otras profundas obras vacías… En fin, es complicado.
Besos mientras tecleo
Hildy
Vale, Víctor, pero ahora te puntualizo yo: Warner, Zanuck, Selznick, Goldwyn, Thalberg y compañía tenían dos cosas que hoy los productores y los magnates (mangantes) de los estudios no tienen: 1) un convencimiento pleno de que sólo se triunfaba sobre la competencia haciendo mejores películas que ellos, es decir, promocionando un buen producto para hacerlo mejor, y no, como hoy, un producto mediocre para hacerlo digerible; y 2) especialmente algunos de ellos, tenían un ojo clínico para elegir guiones, una preocupación máxima por las historias, hasta el punto de que el cine ha sido lo que ha sido en buena parte gracias a ellos. Por supuesto que la cagaban a veces, obviamente, muchas veces incluso, pero ellos han hecho el cine. En manos de la gentuza de hoy, de los contables y los administradores, de la religión de la taquilla y los espacios publicitarios, no habría salido de las barracas de feria, que es exactamente donde va a volver.
El cine se ha escrito siempre con lápiz y papel, y eso es lo que se ha olvidado hoy. Tenemos grandes técnicos, incluso grandes directores técnicos (Ridley Scott, James Cameron, Scorsese, incluso Spielberg a pesar de sus chapuzas), pero sus guiones son una absoluta mierda. Nunca el cine generalista ha pretendido vender historias tan planas, superficiales, banales y vulgares como ahora, y nunca ha necesitado tanto de la publicidad para hacerlas tragables. No hay más que ver «El lobo de W.S.» y al mocazas de Di Caprio para darse cuenta de lo que estoy diciendo.
Abajo Williams: es un plagiador nato.
Besos & abrazos
… Pues como sabrás tengo ganas enormes de ver El lobo de W. S. tanto si me gusta como si no, me apetece mucho. Ya sabes que yo creo que Scorsese sigue siendo Scorsese. Y Di Caprio… Y te escribiré que me parece, ja, ja, ja… sintiendo ya tu pluma demoledora.
Mi querido Alfredo si alguna vez veo todo en el cine tan negro, tan infumable, tan, tan, tan horroroso, tan que desencanta y harta tanto y que todos son una caverna de lobos que no sienten ningún respeto ni por lo que hacen ni para quien lo hacen… creo que ese día va a ser el más triste y deprimente de mi vida. Espero siempre entre el ‘lodo’ ver aquello que me haga ir feliz a la sala de cine… Y yo sigo disfrutando mucho y espero seguir mucho tiempo. Y creo que no soy una ‘pobre’ tontita que no sabe discernir entre una obra u otra o que la pueden ‘vender’ cualquier cosa o sin capacidad de análisis y crítica.
Besos con mucho entusiasmo
Hildy
Mi querida Hildy, estas argumentaciones siempre llevan al mismo punto (que yo no he mencionado, por cierto): «todo es basura pero el público es tonto y se traga cualquier cosa». Eso es sólo una media verdad, pero el hecho es que una gran mayoría del público, que dentro de nada será la inmensa mayoría, va a carecer dentro de nada de las herramientas mínimas necesarias para enfrentarse a una comprensión mínimamente digna del lenguaje audiovisual (y por tanto, ocurrirá lo mismo con quienes harán las películas para ellos).
Pero ese no es el tema, sino la idea de decadencia. A mí me parece evidente que el cine, como parte de la cultura (y de la Humanidad), está en decadencia como medio de expresión. Fue fundamental en el siglo XX y en el XXI ya no lo es. Eso incluye a quienes escriben las películas, a quienes las filman, a quienes las producen y a quienes las vemos. Eso es un hecho, independientemente de que se quiera ver o no. Es la decadencia, sin más. Lo general es la mediocridad, como en cualquier otro aspecto de la vida que nos rodea. ¿Sabes cuántos años hace que no salgo del cine con esa satisfacción, casi saciedad, de haber visto una gran película? Hablo de años… Pero eso es meramente subjetivo, como tu entusiasmo.
Y aludo expresamente al último Scorsese. Cuando te la venden, te dicen que es genial. Vale. Luego miras las películas de la historia del cine que han tratado del capitalismo salvaje y ves lo que, más allá de la publicidad del momento (que nunca ha estado más confundida con la crítica) realmente tiene de genial. Lo dicho, la decadencia.
Un ejemplo: la desaparición del celuloide a manos del digital. El culto a la tecnología, la inmediatez, la rapidez, el ahorro (que no es tanto, no sé si incluso es tal…) han llevado a morir a la película tradicional. ¿Qué ventajas técnicas puede traer el digital? Muchas. ¿Qué ventajas en cuanto a expresividad, sensibilidad artística, lenguaje del color, de los contrastes, etc.? De momento, ninguna. Es el único caso que yo recuerde que una tecnología «peor» sucede a una previa sin aportar una mejoría evidente que vaya más allá de lo meramente técnico. Bueno, algo sí ha traído: la desaparición de efectos de cámara como la profundidad de campo, o esos asquerosos grumos que ahora aparecen flotando en las pantallas digitales (paredes de segundo plano, fondos de colores oscuros, luces fuertes), por no hablar de esas escenas completamente verdes o amarillas, con esa pátina uniformizadora que parece que las han hecho con molde…
Para mí, el cine actual, a grandes rasgos, lucha en contra del cine que a mí me ha hecho amarlo, porque cada día se parece menos a él. Si lo buscas, aún lo encuentras, es cierto, y te prometo que lo busco con entusiasmo, ilusión y optimismo. Pero cada vez tengo que buscarlo más.
Besos en celuloide
… Guau, querido Alfredo… pues sigamos buscando con entusiasmo, ilusión y optimismo… aunque cada vez tengamos que buscarlo más, ese cine que nos hace apasionarnos. Terminar con la decadencia y la mediocridad, pienso, que depende también de nosotros mismos, ¿no?
Besos reflexivos
Hildy
Alfredo y Hildy. Perdón, Hildy y Alfredo. Las damas primero. En mi opinión tal vez el error está en generalizar. Ni todo lo clásico era excelente ni todo lo de hoy es muy muy malo.
En cuanto a los productores de los estudios…a ver, que lo mismo adaptaban un clásico literario que te montaban la serie «camino a…» con Bob Hope y Dorothy Lamour Y les llevaban de gira a Bali, a Marruecos, Singapur etc. Es solo un ejemplo. Esas películas tuvieron un éxito tremendo (a Woody Allen le encantan) pero en fin son muy normalitas por ser generosos. Y las promovían esos productores, que en mi opinión hicieron de todo. Y algunas cosas muy flojitas. Y las promocionaban a tope. Y si preguntas a algunos de aquella época…por ejemplo Alan Ladd, que por contrato tuvo que hacer lo que le mandaron varios años y punto en boca. Y las hay buenas, regulares y alguna que…en fin.
¿que había por lo general mejores guinistas y mejores actores? Pues si. Pero el cine clásico, para entendernos, tb tiene si nos ponemos su particular tienda de los horrores…
De Caprio me parece un buen actor. En ocasiones no da con la tecla, pero tiene buenas interpretaciones…es una opinión… tampoco creo que todo lo de hoy sea tan tan malo. Aunque en general el nivel sea inferior.
Y John Williams….pues me parece excelente. Me parece imposible que con una carrera tan extensa como la suya se pueda estar todo el día plagiando. Pero como ya he escuchado alguna vez eso de que los scores de Tiburon y Supermán o la guerra de las galaxias recuerdan a no se qué o a no se quien…te diré que no me parece un excelente músico solo por eso. Es que da muchísimo más y en todos los géneros. Por poner un par de ejemplos que no son indiana Jones ni ETami tb me gusta por…»las cenizas de angela» «Rosewood» o «nacido el cuatro de julio» Y podría seguir hasta el infinito y más allá sin citar sus clásicos más conocidos. Pero bueno, es cuestión de gustos. Yo le tengo muy arriba…Un abrazo a los dos.
De acuerdo a todo (menos a lo de Di Caprio y Williams…).
Pero, me lo pones a huevo, Víctor, como se suele decir: ciertos estudios hacían pelis con Hope y Crosby, vale, musicales tontitos con humor aún más tontito, de acuerdo, entre otros muchos millones de bazofias intragables, hoy insoportables. Pero ¿qué hacían de bueno esos mismos estudios cuando daban lo mejor de sí?
Hoy, la mejor versión de los estudios, según parece, nos ofrece «El lobo de W.S.», «El consejero» y la última de los Coen. Es decir, que lo peor sigue siendo malo (Walter Mitty, sin ir más lejos) y lo mejor, también es peor, incluso dentro de la obra de los propios directores. Si es lo que yo digo, pura decadencia. El cine populachero de antaño, la serie B, se ha convertido en la serie A (con el impulso y la ayuda de elementos extracinematográficos). Y la serie A ha quedado convertida en excepción cada vez más pequeña, que es a la que, creo, nos agarramos todos los que amamos esto de verdad.
Ahora bien, queridos míos, coincidimos en que nosotros no tenemos por qué ser decadentes. En buena parte depende de nosotros pero yo, que trabajo en una Universidad (de hecho Paula Ortiz, directora de «De tu ventana a la mía», estudió aquí), os digo que nosotros aún podemos salvarnos, pero que la batalla, a la larga, está perdida. Os lo garantizo al 100% a todos los niveles.
Besos & abrazos
Mi querido Victor, efectivamente pienso como tú, que el justo medio es el ‘estado’ ideal. Es decir ni todo es negro ni todo es blanco sino que existe toda una escala de tonalidades.
A mí me gusta mucho Di Caprio y la carrera cinematográfica que está llevando a cabo (ya lo sabe el querido Alfredo y los acalorados debates). Y un fuerte abrazo a John Williams que más de una vez lo escucho y cada vez que oigo el solo de violín de La lista de Schindler es que me entra una emoción…
Besos
Hildy
… Querido Alfredo nos hemos cruzado con los comentarios… y efectivamente hay que combatir la decadencia. Viva.
Beso
Hildy
Ja, ja, veo que has empezado por la misa, un concepto de transubstanciación que me apareció oportuno también incluir. ¿Estará Rouco Varela entre los executive producers? ¿Será «Ruby Sparks» un intento encubierto de racionalizar misterios religiosos? Leo que realmente te gustó la película. Yo no pude conectar en lo más mínimo con el romance inducido en la pantalla. Sí, se puede pensar que Calvin era Pigmalion, o Richard Gere en «Pretty Woman», incluso Geppetto, pero en mi opinión la interpretación de Paul Dano no da para tanto. Quizás lo mejor sería haberla titulado «Calvin» y que el saliera de los sueños de Ruby, circunstancia que sería más acorde a quién es la guionista de la historia. ¿Ejemplos de Pigmalion femenino en el cine? Pocos, supongo, o al menos no se me ocurre ninguno. Y no estaría mal, ¿verdad?
A «La ladrona de libros» ni me acerco. He visto muchas películas relacionadas con el Holocausto o la barbarie nazi, realizado por enormes maestros del cine, y me temo que mi juicio ya esté nublado por aquellas como para ser imparcial contemplando «La ladrona de libros», que por otro lado no dudo que esté bien teniendo en cuenta que a ti te ha gustado.
Saludos.
Mi querido Licantropunk, ¡gracias por pasarte por aquí! ¡Dios mío (je, je, je…), Rouco Varela me da mucho pero que mucho miedo… aparece su rostro y tiemblo, habla y vuelvo a temblar… es absolutamente siniestro!
Sí, la película me gustó más de lo que pensaba pero me encanta que abras una puerta y un debate nuevo apasionante: Pigmaliones femeninos en el mundo del cine… Y sí es difícil. Me han venido a la cabeza las femmes fatales del cine negro…, sí, lo sé no son exactamente pigmalión pero sí que manejan a los hombres como si estos fueran marionetas y son ellas las que definen sus destinos…, Pigmalion al final es creación pero también dominio, ¿no?
Respecto La ladrona de libros tan solo me pareció una historia bien narrada con un cuentacuentos muy especial, la muerte. Pero, claro, creo que no la incluiría dentro de las películas sobre el HOLOCAUSTO. Digamos que en este cuento la segunda guerra mundial, el nazismo, el holocausto es el telón de fondo de una narración que habla sobre la palabra. «Del poder de las palabras para reflexionar, para dudar, para ser más libres, para cuestionar y criticar (pero crítica constructiva)». Sobre la vida y la muerte. Sobre el rescate de la memoria. Sobre los ausentes…
Un beso… pero sin Rouco de testigo
Hildy