Con 84 años Ridley Scott no deja de rodar. Durante 2021 ha hecho doblete: primero con El último duelo, una película ambientada en la Edad Media, y ahora con La casa Gucci, que abarca la historia de la familia italiana dedicada al mundo de la moda desde finales de los setenta hasta los noventa. Las dos películas a mi parecer tremendamente entretenidas. En La casa Gucci no solo se lo ha pasado bien rodando, sino que narra con pulso e incluso arriesga con la propuesta.
¿Cómo? Cuenta en tres horas el asesinato de Maurizio Gucci por parte de unos sicarios contratados por su exmujer Patrizia Reggiani, la viuda negra italiana, el 27 de marzo de 1995. Pero ¿cómo decide contarlo? Pone en pie un culebrón melodramático, donde todo exceso es admitido, con aires de ópera bufa, y dirige con una puesta en escena, un sentido del ritmo y del montaje similar a una película de gánsteres de Martin Scorsese o de El padrino de Francis Ford Coppola.
Ridley Scott ha buscado un reparto llamativo y carismático, pero no hay ningún actor italiano. Todos hablan en perfecto inglés y de vez en cuando dejan escapar alguna expresión italiana o tratan de imitar el acento… ¡Puro Hollywood! La casa Gucci es pura representación y mascarada con unas gotitas de esperpento. Entretenimiento puro y duro. No es de extrañar que los herederos de la familia Gucci no estén muy satisfechos, la película ficciona todo lo que puede y más (aunque parece ser que la base es el libro de una periodista). Los personajes son pura farsa. Aun así suelta verdades como puños sobre familias poderosas y sus relaciones, imperios económicos del mundo de la moda y de lo que un ser humano es capaz de hacer solo impulsado por la ambición.
Lady Gaga en su carrera como actriz construye una mala malísima a lo Joan Crawford con gotas de Joan Collins. Y es curioso porque de lo mala y macarra que es, ella logra personaje inolvidable y con el que se empatiza por ser tan hija de su madre. Es ni más ni menos que una Patrizia Reggiani de ficción con vestuario y peluquería diferente en cada secuencia (como toda Taylor, Crawford, Turner o Collins que se precie). Divertida en su maldad, sin rozar la caricatura.
En su andadura la acompaña Maurizio Gucci con el carismático Adam Driver (que ya había trabajado con Scott en El último duelo). Logra un elegante y ambiguo Gucci: un hombre que parece en un principio que no quiere seguir el destino marcado por la empresa familiar, pero que finalmente se mete de lleno en los tejemanejes empresariales de la mano de Patrizia. Más tarde, pese la separación, sigue solo el camino emprendido. Es como una especie de Michael Corleone de la moda, solo que a él siempre le persigue no solo un destino nefasto sino una aureola de fracaso.
La casa Gucci tiene una galería de secundarios donde algunos se exceden al dar vida a sus personajes, pero a la vez eso es parte del encanto de la propuesta. Totalmente excéntrico, un divertidísimo y transformado Jared Leto. Él es Paolo Gucci, el primo de Maurizio. Es como la cara cómica del trágico Fredo Corleone. Un fracasado con deseos de ser un diseñador con personalidad, siempre denostado por su familia. Sobre todo por su padre Aldo (Al Pacino), que considera que es «mi idiota». Aldo es el empresario de la firma familiar (incluso se da a entender que también sacaba beneficios de las falsificaciones), una especie de padrino que es destronado.
El padre de Maurizio, Rodolfo, y antiguo actor de cine italiano, es un elegante Jeremy Irons. Tan elegante como su hombre de confianza y finalmente salvador de la esencia de la firma, el abogado Domenico de Sole, con el rostro de Jack Huston (sí, sí, otro más de la saga familiar de John). Por último, el único personaje femenino al que Patrizia todo se lo consulta, y que se vería implicada en el asesinato, es Pina Auriemma, una especie de pitonisa. Ella es una divertida Salma Hayek.
Aunque es cierto que todo parece exagerado y una especie de circo extraño, si uno empieza a indagar en la historia real y en la verdadera personalidad de Patrizia Reggiani y en todo lo que ocurrió después del asesinato…, el tono de farsa no está tan desencaminado. Incluso la historia real es más asombrosa que la ficción.
Ridley Scott en La casa Gucci sigue la estela de El consejero, película totalmente denostada por la crítica en su momento, también por excesiva, pero que, sin embargo, era precisamente en su exceso donde descansaba su originalidad y la gracia de la propuesta. Se nota de nuevo en esta película que no solo Scott disfruta de la producción (el rodaje apenas duró un mes y diez días), sino que hace lo que le da la real gana. Como siempre en sus películas, hay un cuidado especial tanto de la banda sonora, como de vestuario y peluquería, así como de ambientación. Pese a que el proyecto llevaba pululando por Hollywood desde el año 2006, no se ha materializado hasta este año. Los principales impulsores han sido Scott y su esposa, la productora Giannina Facio.
La casa Gucci queda como un culebrón deformado de una familia que estuvo en la cresta de la ola de la moda y de la que solo quedó su apellido. Los tejemanejes de todos sus miembros los terminaron dejando fuera del negocio. Ahora solo quedan sus iniciales en ropa, cinturones, zapatos y bolsos.
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Hola Hildy!
Me has despertado el interes con tu critica. Ya que mencionas el aspecto de idioma, por lo que he podido leer Lady Gaga se ha tirado unos cuantos meses para tratar de conseguir ese acento anglo italiano:
https://www.youtube.com/watch?v=KusgPBvPkA4
A mi hace años en Londres me preguntaron en un museo si era italiano, creo que mi ingles ha mejorado desde entonces…jeje
En cuanto a la familia y lo poco que les ha gustado la pelicula, suele ser lo normal en este tipo de historias, en raras ocasiones no hay quejas.
Besos;)
Me acabo de leer el comentario que haces de la película y lo explicas tan bien que pese a que el tema no es de los que más me gustan, estoy dispuesta a ir a verla…así que ya te diré.
Como siempre me encanta todo lo que. escribes.
Hola Hildy
Recuerdo el renacimiento. El italiano no, el llamado renacimiento de las series -como si alguna vez se hubiesen muerto- y vino de la mano de Dinastía y Falcon Crest. Tuvieron una especie de secuela, más bien recuela, que, con su titulo sintetizó y amplió una de esas leyes universales no escritas: Hay tres movimientos que el ojo humano no se cansa de mirar, las llamas de un fuego, los peces en un acuario y… los ricos también lloran. Nada falla con unos interpretes con chispa, un director y guionistas que sepan mover «sus peces» y -lo mejor- ¡Ver a un rico pagar!
Cuando has nombrado a Scorsese y a las divas de modelazo por secuencia es imposible no recordar el carrusel más impactante de los últimos tiempos, Sharon Stone en Casino.
Se ha hecho los Gucci y los Versace ¿Pondrá alguién el cascabel a los Agnelli?
Un saludo, Manuel.
¡Querido Fran, pero qué chulo el vídeo que me has compartido! Yo me lo pasé de miedo viendo la película, la verdad. Sí, tienes razón con lo de la familia, además es que ya cuento que Scott convierte la historia en un culebrón total y el tono no es el de un drama. La película son tres horas y a mí no se me hizo nada pesada. ¡Es todo tan exagerado y extremo que a mí me atrapó por ahí!
Beso
Hildy
Querida Maria Rosa, es una película muy entretenida. El tema es cierto que es muy oscuro (la historia real es verdad que no tiene gracia alguna), pero el tono que emplea Scott al contarlo y la forma en que lo plasma es de esos culebrones y dramones a lo Falcon Crest o Dallas con gotas de El Padrino o películas de gánsteres de Scorsese.
Beso
Hildy
Querido, querido Manuel, sí, ¡quién no vio algún capítulo de esas series, jajajaja! ¡Santa Barbara donde descubrí a Robin Wright! ¡Me he partido con tus leyes universales no escritas! Fíjate que me pongo cinéfila: cuando has dicho que una de ellas es lo mirar a los peces en una acuario… ¡Me encanta la secuencia de Romeo y Julieta de Baz Luhrmann cuando los dos amantes se conocen a través de una pecera! ¡Me encanta la Stone en Casino! Reconozco que Scorsese es uno de esos directores que son mi ojito derecho.
¡Seguro que los Agnelli tendrán su peli o serie!
Beso
Hildy
Siempre he pensado que Ridley Scott hubiera hecho muy bien en retirarse tras Blade Runner porque su cine posterior nunca ha estado, ni de lejos, al nivel de su debut y de sus dos siguientes obras, que es lo que quedará de él en la posteridad, si es que nos queda posteridad.
Pero la última racha (todavía falta otro estreno suyo como director y tiene una docena de proyectos como productor en cartera), esa forma de narrar sin límite (de dos horas y media a tres horas, para contar entre poco y nada) y su capacidad para desperdiciar buenos planteamientos («El último duelo», por ejemplo, que más allá de la idea inicial y del brío del duelo mismo, se despeña durante la hora y pico que le sobra) en narraciones plomizas y desustanciadas, ya es la repanocha. Francamente, nunca he entendido la facilidad con la que este señor encadena proyectos, cómo encuentra financiación, el aprecio crítico de algunos sectores y mucho menos el aprecio del público (tampoco es que logre taquillazos; «El último duelo» ha sido un desastre, como la «West Side Story» de Spielberg, por cierto). Salvo destellos parciales en títulos como «La sombra del testigo» o «American Gangster» no he visto nada en su cine durante los últimos ¡¡cuarenta años!! que justifique su cartel.
En esta película, y ya me joroba porque me parece una gran cantante (cuando canta cosas de otros, o más clásicas; podría ponerse en serio a mejorar su repertorio y su estilo) que insiste demasiado a menudo en su imagen pública de mamarracha, lo que sorprende para bien es Lady Gaga. Lo demás, sinceramente, me parece un bodrio con todas las letras.
Jopé, cómo he empezado el año…
Besos
Mi querido Alfredo, ¡yo te confieso que me lo pasé de miedo tanto con La casa de Gucci como con El último duelo!
A mí el señor Ridley Scott es un director que logra entretenerme y engancharme con sus películas (aunque no he visto todas). Adoro Blade Runner, pero recuerdo con gusto Thelma y Louise, Gladiator o Marte. Pero estas dos últimas me han divertido y me ha gustado verlas en una sala de cine grande.
Beso
Hildy