Sí, de vez en cuando te topas con películas que sabes que no son buenas. Incluso empiezas a verlas y no crees que llegues hasta el final. De pronto, hay un giro que te engancha y no te suelta. Eso me ha pasado con Brumas de inquietud, de Lewis Allen. Este director británico que trabajó sobre todo en EEUU tiene una irregular filmografía. De lo poco que he visto, me gustó y me interesó mucho una de las películas que le hizo regresar a Gran Bretaña: Alma negra (So Evil My Love, 1948), un oscuro drama victoriano.
Brumas de inquietud (¡qué hermoso es el título original!) entra en diálogo con varias películas que cuentan complejas relaciones sentimentales marcadas por la Segunda Guerra Mundial. Muchas de ellas se rodaron entre la segunda mitad de los cuarenta y los cincuenta: Te volveré a ver (1944) de William Dieterle (también estuvo detrás George Cukor), El reloj (1945) de Vincente Minnelli, Amigos apasionados (1949) de David Lean, Vivir un gran amor (1955) de Edward Dmytryk o la maravillosa Tiempo de amar, tiempo de morir (1958) de Douglas Sirk. Algunas de estas historias tienen además una base literaria; de hecho, Brumas de inquietud parte de una novela de la guionista de cine estadounidense, Lenore J. Coffee.
Si en Alma negra se planteaba una retorcida red de relaciones sentimentales entre los personajes y surgía un peculiar trío sentimental, Allen vuelve a indagar en la psicología de sus personajes y en las relaciones sentimentales que se establecen en Brumas de inquietud, con una guerra de fondo y detonante de un triángulo muy particular.
En un principio, la película parece que va a ser un melodrama común con una Lana Turner lidiando entre su amor con un hombre casado y su pretendiente de toda la vida. Ella es una corresponsal de guerra estadounidense, que tiene su propia columna en un periódico, y que siempre ha tenido una buena amistad con su jefe (Barry Sullivan), incluso ambos se han planteado casarse (siempre es más insistente él). Lo que no se espera es que cubriendo la guerra en Gran Bretaña va a enamorarse de un joven reportero de radio de la BBC (Sean Connery).
Justo el día en que ella ha decidido dar marcha atrás a su boda y confesar a su pretendiente y amigo que se ha enamorado de otro, se entera de que su amante es un hombre casado y que además tiene que marcharse para cubrir una noticia. No obstante, ante un primer momento de desconcierto, se despiden y prometen esperarse.
Hasta aquí todo es un melodrama rutinario con una Lana bien vestida, maquillada y peinada, aunque estallen bombas a su alrededor, y un Connery, en uno de sus primeros papeles, mostrando todo su atractivo. Hasta que hay un giro de trama que a mí fue lo que me enganchó a la historia.
El reportero de la BBC muere poco antes de terminar la guerra. Y la protagonista se queda totalmente trastornada, hasta tal punto de que tiene que ingresar en un centro de salud mental en Gran Bretaña. Su jefe no solo continúa a su lado, sino que está pendiente de su recuperación y quiere que regrese pronto a Nueva York, no solo para que empiece a trabajar, sino para retomar su relación. Sin embargo, ella a pesar de que va saliendo poco a poco del pozo oscuro, toma una decisión: no se va directa a Nueva York, sino que decide visitar el pueblo donde vivía su amante y recorrer los lugares que le nombraba. Finalmente, por una serie de circunstancias termina viviendo en casa de la esposa (Glynis Johns) y el hijo de su amante, sin que ambos sepan la identidad de la reportera.
Es durante esta estancia y en cómo viven las dos mujeres la ausencia del amado, donde la película se torna interesante y con un enfoque distinto. Descubres la personalidad de ambas y su forma de querer a un mismo hombre. Además, por otra parte, el amigo del reportero de la BBC (Terence Longdon), que no falleció y es vecino de la esposa, y el jefe de la reportera son testigos de la trama sin saber muy bien cómo lidiar con lo que está ocurriendo. Lástima que el final se precipite en extremo y se busque una solución rápida para los cuatro personajes.
En blanco y negro, la película es especialmente hermosa en los momentos en que Lana va paseando por el pequeño pueblo del amado y también cuando encuentra su casa, así como la primera vez que entra en los aposentos y se va topando con distintos objetos y con un retrato de la persona amada. Al final, la película trata de cómo curar las heridas emocionales e intentar enfrentarse a la pérdida traumática del ser amado. Brumas de inquietud termina teniendo un planteamiento interesante al que, sin embargo, Allen no saca todo el partido. No obstante, se logra percibir que hay una buena historia, cinematográficamente tiene buenos momentos y no deja de ser un aliciente ver a Lana Turner, a Sean Connery y a una galería de secundarios que construyen personajes llenos de posibilidades.
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En efecto, no es una buena película, mi querida Hildy, y Lana Turner está especialmente mal, que ya es decir, pero la película empieza, como bien dices, en el momento en que las dos mujeres se encuentran. Posiblemente, en otras manos estaríamos hablando de otra cosa, pero no desmerece. Y, no sé, en ese pueblo parece que de repente vayan a aparecer seis u ocho personajes de comedia de la Ealing para traspasar cajas de whisky de un barco encallado a la taberna…
Besos
Hola Hildy
Se decía que algunos argumentos eran «más grande que la vida» y, en este caso, la historia da un triple mortal con tirabuzón. Precisamente en el 58 fue cuando Ms. Turner tuvo el «affaire» Stompanato y aquel, aún más extraño, triángulo. Por eso, imagino, esas fotos de viuda perfecta resultarían demoledoras.
Un saludo, Manuel.
Mi querido Alfredo, sí, en un principio no me estaba enganchando nada. Jajajaja, ni Lana lo lograba, que ya sabes que a mí me gusta mucho en sus melodramas. Pero, de pronto, como dices, la película vuelve a empezar una vez que dos mujeres se encuentran, entonces ese giro cobra todo el interés. ¡¡¡Me chifa esa Lana primorosamente arreglada y en tacones subiendo por el acantilado!!! De pronto Brumas de inquietud logra cierto encanto y ganas de quedarse a verla y saber qué les ocurre a cada uno de los personajes.
Sí, sí, sí… parece un pueblecillo de esos que salían en Ealing. En un primer momento no te importaría quedarte allá unos días.
Beso
Hildy
Querido, querido Manuel, ¡una película de lo más curiosa! Efectivamente, justamente Lana estaba metida en su historia con Johnny Stompanato… La propia vida de Lana Turner fue digna de uno de sus melodramas, con juicio mediático y tremendo incluido. Aquí, en «Brumas de inquietud», hace de amante desolada por la pérdida, pero siempre sin perder la compostura y perfectamente arreglada para cada ocasión.
Beso
Hildy
¡Ay Lana Turner no me gusta ni un poquito! Pero ciertamente su vida es mucho más interesante que sus personajes, en especial en esta etapa.-
El argumento me hizo recordar a una película reciente que también une a dos personas enamoradas del mismo hombre, que falleció, «El repostero de Berlín». ¿La has visto? Sin dudas ese es un giro de la trama que da para mucho, el de las dobles vidas que se cruzan cuando el interesado ya no está.-
Y las películas malas a veces tienen ese gancho que hacen que no podamos dejarlas porque queremos ver cómo termina todo o hasta dónde se tensa la cuerda, ¿verdad?
Un beso enorme, Bet.-
Querídisima Bet, jajajaja, pobre Lana, yo confieso un placer culpable ante su presencia en melodramas que me chiflan como Imitación a la vida o Vidas borrascosas.
Y es cierto que su vida es un puro melodrama.
¡¡¡Sí, vi «El repostero de Berlín» y me pareció tan bonita!!! Y efectivamente el argumento era así: dos personas enamoradas sobrellevando la ausencia de uno. ¡Qué maravilla de sesión doble!
Es cierto, ahí hay un ensayo magnífico: esas películas imperfectas y que no son redondas, pero que tienen un gancho especial que nos ata irremediablemente a ellas.
Beso
Hildy
Que tal Hildy!
Pues no la he visto, anotada queda. Esto de las relaciones en periodos bélicos da desde luego mucho juego. Te juro que no reconocía al principio a Connery con ese pelo…jeje
Besos y feliz finde!
Querido Fran,está bien guapetón Sean en esta película, ¿verdad? Sí, las películas sobre relaciones en tiempo de guerra han dado historias preciosas, incluso alguna con un punto fantástico, como «Dos en el cielo de Víctor Fleming.
Beso
Hildy