El infierno personal del bailarín de danza clásica llega a su clímax en Dancer durante la representación del ballet Spartacus. Como un semidiós griego de cuerpo perfecto y sudoroso, Sergei Polunin solo en su camerino, agotado y con cara de sufrimiento y un primer plano de unos pies y unos tobillos destrozados tras la función… Poco después viene el momento de la redención: de disfrutar con su cuerpo y con su baile para liberarse de sus fantasmas en ese vídeo rodado por el fotógrafo David LaChapelle que se convirtió en viral, donde el bailarín ucraniano totalmente iluminado, en un escenario privilegiado, y con solo unas mallas color carne, con todos sus tatuajes a la vista, danza y vuela con la canción Take me to church, de Hozier. Hasta llegar a la imagen desnuda de un hombre rapado enfrentado a su imagen en un espejo. Así Steven Cantor va edificando una dramática historia familiar que marca la personalidad de un joven con arte para bailar y un carisma que traspasa la pantalla.
El director del documental cuenta con una cantidad infinita de material gráfico, pues desde finales del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI todo se capta por diferentes dispositivos: cámaras de vídeo, cámaras de fotos, móviles, cámaras digitales, redes sociales, youtube… y, de manera, muy inteligente va construyendo un mosaico donde surge un drama familiar y el infierno, la redención y el perdón a la que se somete el protagonista. De un niño de infancia feliz a otro con una responsabilidad insoportable bajo sus hombros: es consciente de que para que pueda llevar a cabo su preparación perfecta para el baile, su familia tiene que desperdigarse para conseguir el dinero suficiente (él se queda con su madre, que le exige cada día. Su padre se va a Portugal y su abuela a Grecia). Polunin trabaja para convertirse en el mejor y unir de nuevo a su familia: pero su esfuerzo es inútil y sus padres terminan separándose. Esto le marca hasta tal punto que se distancia de su familia (sobre todo de su madre) y cae en una espiral de autodestrucción, donde se convierte en el mejor bailarín solista (y en el más joven) del Ballet Real de Londres… pero no sabe para qué.
Steven Cantor hace que acompañemos a Polunin por su viaje existencial hasta que logra reconstruirse por distintos caminos. En su viaje de éxito, fracasos, drogas, alcohol, tatuajes, escándalos…, Polunin rompe con la imagen del bailarín de danza clásica y surge con fuerza la del artista atormentado, cercana a la mitología de una estrella de rock del siglo XX. Aunque Polunin sigue la estela de otros bailarines carismáticos y con fama de chicos malos, que también pisaron de diferentes maneras y volaron en las pantallas de cine (Rudolf Nuréyev y Mikhail Baryshnikov).
Dancer es un documental con mucha fuerza donde se nos cuenta una historia familiar con un protagonista que se expresa con el rostro y con su cuerpo… y salta hasta conseguir su paz mental… Se destruye y se reinventa y termina volando como un ave fénix.
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Qué barbaridad de películas ves, mamma mía! La última frase está muy bien. Yo de danza ni idea, de fútbol sé algo más… En cualquier caso, el tema del artista atormentado a mí ya me cansa. En el siglo XXI creo que podríamos aspirar a otros paradigmas, y perdón por la jerga, un mal día.
Qué bueno leerte, Luis. Y siento el mal día…, sí, a veces gustaría que hubiera días que no hubieran estado marcados en el calendario. Pero como el título de un melodrama que me gusta mucho, Siempre hay un mañana.
Jajaja, lo que te pasa a ti con la danza, me ocurre a mí con el fútbol… yo ni idea (aunque he disfrutado con el partido de fútbol animado de La bruja novata o con los de Evasión y Victoria).
Sí, el artista atormentado sigue en activo…, pero como bien dices, ¡hay otro tipo de artistas… y no tienen por qué tener tormento alguno! Pero el documental a mí me encantó.
Beso
Hildy
Tiene buena pinta, sin duda no está ausente el conflicto en ese documental. El «Cisne negro» de Darren Aronofsky o «Billy Elliot» de Stephen Daldry ya nos dieron relato de lo complicada que puede ser la existencia detrás de unas malla o un tutú.
Saludos.
Me han hablado muuuuuy bien de este documental, aunque no lo he visto porque no es precisamente un tema que me llame mucho. Tendré que hacer por verlo. Mejor de tutús no hablo, que tengo una imaginación perversa…
Besos
Sí, querido Licantropunk, es un buen documental. Jo, qué cariño tengo a Billy Elliot, la película.
Beso
Hildy
No me extraña que te hayan hablado bien de él, mi querido Alfredo. Yo fui con un amigo que no le atraía nada el tema del ballet clásico y salió encantado del documental. Es más allá del baile…
Beso
Hildy
Lo ignoro todo acerca de este documental y de su protagonista, pero lo que me gusta de este tipo de documentales es que cuando están bien logran lo que le pasó a tu amigo, que una persona que en principio no tenía interés por el tema, se entusiasme y tal vez se sume a algo nuevo (aunque ya el hecho de haber ido a ver un documental que toca un tema lejano demuestra buena voluntad).-
Y me sumo a las expresiones de asombro de Luis, no sé si me maravilla más todo lo que ves o todo lo que escribes. Es admirable, Hildy querida.-
Un beso enorme, Bet.-
Sí, mi querida Bet, yo lo disfruté bastante. Y me puse a ver vídeos de Polunin como una loca. Nos gustó mucho. La figura sobre la que habla es carismática pero también atrae cómo se cuenta esa historia.
Jajaja, me relaja ver películas y escribir sobre ellas.
Beso
Hildy