Aviso: si no la has visto nunca, es de esas películas que se disfruta más con el elemento sorpresa, así que quizá prefieras verla antes de leer el post…
Uno de los aspectos importantes de los melodramas de los años cincuenta es mostrar las cloacas del sueño americano. Bajo la apariencia de familias y localidades impecables, ordenadas, limpias, ideales y dentro de la “norma”…, encontrar las sombras y las oscuridades. El otro lado de ese sueño o quizá el fracaso del sueño. Si además a un melodrama de este tipo le pones unas gotas de terror y thriller se sigue ahondando más en la parte oscura y puede nacer una película como La mala semilla de Mervyn LeRoy. Pero todavía va a más: destruye la inocencia de ese sueño, cuando presenta como pesadilla terrorífica a una niña repipi y perfecta. Y es que su imagen casi de caricatura (o de muñeca de escaparate) al principio de la película: niña rubia, con trenzas, con trajecito de vuelo y organdí y zapatitos de charol, para bailar claqué… esconde otra cara y se transforma en un ser oscuro y diabólico, en una pequeña asesina en serie.
Si en ese mismo año Nicholas Ray presentaba también uno de sus melodramas más oscuros, Más poderoso que la vida (Bigger than Life), donde un padre de familia perfecta, por la ingestión de unos medicamentos (cortisona), se convierte en el terror del núcleo familiar y lo hace saltar por los aires… Mervyn LeRoy dinamita ese núcleo con la presencia de una niña asesina. Si en la primera el motivo era un medicamento, en la de LeRoy, el motivo es mucho más dañino y fuerte, es la herencia familiar (la herencia recibida), el propio ADN, lo que condiciona el comportamiento de la pequeña asesina. Es importante señalar que la La mala semilla partía de una obra teatral de Broadway que a su vez adaptaba una novela.
La niña y sus acciones (y si realmente todo su entorno va a descubrir sus máscaras) conforman el terror y el misterio de la película. El conflicto melodramático surge cuando la madre de la criatura se da cuenta de que están criando a un monstruo con instintos asesinos imposible de parar. Y además se une el sentimiento de culpa (que la hace no ser clara ni comunicarse con sus seres más queridos, y cuando lo intenta con su propio padre encuentra una puerta cerrada): la herencia genética, la semilla de maldad, viene por su sangre…
Con el padre ausente, por trabajo y totalmente ajeno a la maldad de su retoño; con el silencio del abuelo por un secreto familiar y la continua presencia de la amiga de turno, que a pesar de sus análisis psicológicos, está cegada por el encanto de la niña; la madre siente que el tema se la va de las manos, y toma la medida más drástica, pues a pesar de su descubrimiento ama a su hija y no quiere que sufra. Parece que nada puede acabar con esa mala semilla… salvo la justicia divina (muy de melodrama catártico).
Mervyn LeRoy es un interesante cineasta del sistema de estudios y tiene películas muy a tener en cuenta en su filmografía que cuenta con algunas extrañas perlas. Una de ellas es La mala semilla, pese a ser una adaptación cinematográfica de una obra de teatro, LeRoy consigue a través de la puesta en escena y de un eficaz uso del lenguaje cinematográfico ir creando poco a poco bajo la idílica localidad y el hogar perfectos, sombras amenazantes: el sonido del piano de la niña, el sótano de la casa donde descansa uno de los personajes más siniestros, el jardinero o hombre de los recados de la casa, el manejo de los espacios vacíos o el fuera de campo… todo va conformando una inquietud creciente. Por otra parte la galería de actores y sus personajes van creando también una atmósfera extraña: de nuevo ese desagradable jardinero que intuye la maldad de la niña (porque se identifica con ella), esa amiga que nunca calla, la madre del niño fallecido (y que dispara la trama) que siempre va a la casa alcoholizada y la propia madre que en su angustia emocional empieza a comportarse de manera desequilibrada de cara a la mirada de los otros…
Al final de la película parece que ante la historia oscura reflejada, quieren dar un respiro al espectador con unos créditos finales donde cada uno de los actores sale a escena, como dejando claro que lo visto es una representación… y no realidad. E incluso se permite una broma final entre las actrices que han hecho de madre (Nancy Kelly) e hija (Patty McCormack).
La mala semilla de Mervyn LeRoy es todo un melodrama familiar catártico sobre la otra cara del sueño americano. Un melodrama que juega con el terror y el thriller para mostrar cómo bajo la apariencia de una niña con trenzas rubias se esconde un cerebro asesino y frío. Bajo la aparente calma y tranquilidad, bajo el equilibrio y la normalidad, algo huele a podrido…
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Me gustó mucho esta película, precisamente porque subvierte esa corriente de pelis con niño que tanto me echan para atrás… La niña es repelente con ganas, de ascazo total, está perfecta. Como en todos los melodramas, la exacerbación de sentimientos y pasiones, aunque sean asesinas, es antinatural y forzada, además de que algunas de las cosas que ocurren son ilógicas o vienen impuestas por el guion, y no por un desarrollo coherente de la historia. Sin embargo, es tan poderosa la idea de la maldad de un niño, por naturaleza penalmente irresponsable, que la hace tremendamente atractiva y terrible.
Esta niña iba a participar, ya más crecidita, en el Quijote de Orson Welles. El proyecto se demoró tanto que creció demasiado.
Besos
Mi querido Alfredo ¡la niña es diabólica! Pobre madre. A mí como amante del género, el componente melodramático de esta película, me parece sumamente interesante.
Beso
Hildy
No la he visto y por lo tanto (obediente como soy, ji ji) no leeré tu entrada. Dicho esto, ¡qué miedito que da la niña de la foto!
Un beso temeroso, Bet.-
Jajaja, qué lista eres, mi querida Bet, por ahí van los tiros… Ya me contarás.
Besos
Hildy