Reflexiones alrededor de El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, 1939) de John Ford

El joven Lincoln

1. Maravillosa elipsis

Solo por una maravillosa elipsis merece la pena no perderse El joven Lincoln de John Ford. Ahí se ve cómo Ford sabía escribir con la cámara. Y es un paseo por el campo, al lado del río, de ese joven Lincoln con Ann Rutledge. Es primavera. Ella habla de su inteligencia y ambición, de que puede aspirar a más. Ann explica que él es un autodidacta y su amor por las letras, por los libros (ella se lo ha encontrado leyendo, tumbado). Es un paseo delicado, tranquilo. De manera natural Anna va desapareciendo del plano, siguiendo su camino tras la valla, y deja solo a Lincoln. Y vemos cómo este la sigue con la mirada. Entonces coge una piedra del suelo y la lanza al agua y esta forma unas ondas que se transforman en placas de hielo. El tiempo ha pasado, es invierno. Y Lincoln abrigado pasea por el río y vuelve a la valla, solo que al otro lado hay una tumba, la tumba de Anna.

2. Una historia de amor en una sola secuencia

Y esa misma secuencia es toda una historia de amor, la del paseo; y después la de Lincoln hablando frente a la tumba de Ann. Así Ford demuestra como solo en unos minutos puede plasmar toda una radiografía de un amor. Y hablar de la influencia de dos personas que se quieren, de la ausencia y de la huella del ser amado.

Y todo de manera sencilla que Ford fue depurando hasta llegar al silencio, cuando con solo un gesto de Martha y la mirada de Ethan en Centauros del desierto se describe una historia de amor compleja y profunda.

Aquí tan solo necesita un paseo delicado, pausado, con una melodía de Alfred Newman de fondo. Donde una joven habla de las cualidades del amado y donde este, con su sentido del humor, va desmontando, con ingenio, las maravillas sobre su persona. Con gestos de un joven Lincoln que camina respetuoso al lado de Ann, disfrutando de su conversación, llevando su cesto de flores… Con su andar pausado, su cuerpo larguirucho, y su porte especial. Y cómo se quedan los dos parados y ella le dice que a los chicos no les gusta el pelo pelirrojo, y él contestando que sí, que a él le gusta mucho el cabello rojo, mientras no retira su mirada de Ann… Y luego ella sigue su camino desapareciendo del encuadre poco a poco, ausentándose… para ver en la próxima secuencia su nombre labrado en una lápida. Y a Lincoln conversando con ella y decidiendo su destino: ejercer como abogado en la ciudad. Un hombre hablando con la amada frente a su tumba, no sería la única vez que Ford lo plasmaría en la pantalla. Viene de pronto a la mente esa otra escena, que rodó diez años después en La legión invencible, de Nathan Brittles junto a la tumba de su esposa. Y este hablando también cariñosamente con ella, consultándole todo.

3. Anécdota clave

Y es que El joven Lincoln no es un biopic corriente. Es la recreación de un hombre antes de que se forje como personaje histórico. Es el retrato de un hombre, con todos sus matices y complejidades, antes de que una pluma imprima leyendas, puntos de vista, miradas, interpretaciones de sus actos…

Un relato de ritmo tranquilo, con gotas de elegía y presentimientos, donde se van dando las pinceladas precisas de un hombre que terminaría convertido en estatua de mármol y símbolo. Con presagios de tormenta, ausencias y muertes. Presagios de su historia y relación con su futura esposa, culta y refinada, Mary Todd, donde él bailaría siempre incómodo y de manera mecánica… y con una licencia poética: la sombra de Ann a su lado. Un joven que ya baila entre la melancolía y la depresión, su mente se dispara, como le dice a Ann en ese paseo junto al río, pero también con don de gentes y con habilidades para hablar en público y convencer.

En un primer momento Henry Fonda dudaba de convertirse en Lincoln en la pantalla de cine. Sentía el peso del personaje. Aun caracterizado, dudaba. Así que se reunió con Ford y este le soltó: “¿Qué coño significa toda esa mierda de que no quieres hacer este papel? Crees que vas a interpretar al gran emancipador, ¿verdad? ¡Se trata solo de un jodido abogado de Springfield, maldita sea!”. Y ahí dio la clave para mirar esta película.

4. Henry Fonda y John Ford

Y este fue el inicio de una colaboración profesional entre dos hombres: el actor y el director. Una colaboración y relación tormentosa que acabaría con un puñetazo. Pero fue una unión profesional donde ambos arriesgaron. Y fruto de esa relación compleja nacieron: Corazones indomables, El joven Lincoln, Las uvas de la ira, Pasión de los fuertes, El fugitivo, Fort Apache y Escala en Hawai.

5. La madre

En El joven Lincoln hay una madre (Alice Brady), una mujer sencilla de campo, pero intuitiva que se encuentra ante un dilema frente a sus dos hijos a los que ama. Y Lincoln empatiza enseguida con esa madre, porque su forma de vida y su hogar le trae recuerdos de infancia. Esa madre, que no sabe leer ni escribir, pero que posee sensibilidad e inteligencia innata para seguir siendo cabeza de familia. Y esas madres firmes y cariñosa, pilares imprescindibles para hacer frente a las adversidades familiares, seguirían en el cine de Ford y uno de sus máximos exponentes se puede encontrar en Ma Joad, en Las uvas de la ira.

6. El humor

Una película de un personaje serio, con un juicio serio, con temas serios… pero punteada y bordeada continuamente con matices festivos, cotidianos y apuntes de humor. Humor en el rostro mismo de algunos personajes y sus comportamientos (por ejemplo, el borrachín del jurado, el propio fiscal…), en algunas respuestas de Lincoln o en su manera de comportarse… impagables esos concursos de tartas o de cuerda en las fiesta del Día de la Independencia. El humor que humaniza personajes y situaciones. Ese humor que siempre estaría presente en sus películas. Incluso en las más oscuras…

7. Película de juicios

La tercera parte de la película hasta el final es una de juicios con suspense y giro final. Y no falta nada. El asesinato con testigos, la detención de dos hermanos, el abogado que se pone a su lado, los peligros de un linchamiento y cómo se impide este por la elocuencia del joven abogado, el propio juicio con la presencia de los testigos, los alegatos del fiscal y del abogado, la interrupciones y enfrentamientos, los momentos de risa pero también de angustia y tensión (cómo el interrogatorio del fiscal a la madre)…, el juicio como lugar de reunión de todos los habitantes de la ciudad que siguen su resolución, las dudas del joven abogado y sus reflexiones, y la resolución final, con sorpresa incluida…

8. Un buen final

El joven Lincoln se despide de la familia Clay, de sus defendidos. El viento agita las ramas, el cielo está nublado. Lincoln va con su traje negro, se pone su sombrero de copa, y le pregunta un acompañante fiel que si regresa a la ciudad, y este le dice que va a seguir andando un trecho, hasta la cumbre quizá. Y empieza con su andar cansino hasta que sale de plano, para recuperarlo enseguida mientras sigue el camino, y a lo lejos se ve la carreta de la familia Clay y el cielo nublado… Él se va alejando por ese camino y se oyen los truenos. El camino que va a seguir no es fácil, hay nubarrones, tormentas. Hasta que la cámara atrae de nuevo su figura como un fantasma, que es iluminado por un rayo, cae la lluvia, pero él sigue avanzando hasta que desaparece del plano… como su amada Ann. Y solo queda la lluvia que cae… Después un fundido y su estatua.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

6 comentarios en “Reflexiones alrededor de El joven Lincoln (Young Mr. Lincoln, 1939) de John Ford

  1. Siempre recuerdo la gran escena en que el joven Lincoln evita el linchamiento. Y las historias de amor que contaba Ford con un par de pinceladas o con una simple mirada. Y como dices, Ford y Fonda crearon juntos un puñado de obras extraordinarias, antes de enemistarse durante el rodaje de «Escala en Hawai». Ésta además era una de las películas favoritas de Eisenstein, que aseguraba que le hubiese gustado haber dirigido «El joven Lincoln» antes que cualquier otra.

    Un beso.

  2. Sí, querido Luis, qué bueno lo de Serguéi Eisenstein, aunque no he tenido oportunidad de leer ese texto donde analiza la película, y bien que me encantaría.
    Y, sí, qué fascinantes son esas historias de amor de John Ford… con un par de pinceladas. Y esas obras que hicieron juntos Fonda y Ford: quizá la que guardo con más cariño es Pasión de los fuertes.
    La escena que citas al principio, la del linchamiento, efectivamente es otro de los momentos a tener en cuenta de El joven Lincoln, se puede analizar de muchas maneras, y siempre es apasionante el resultado. Escena donde entre otras cosas se ve la capacidad para la oratoria del personaje y, sobre todo, para convencer y calmar los ánimos.

    Beso
    Hildy

  3. Una película de John Ford siempre es más que una película. Aunque, en este caso, contribuya a alimentar un mito americano cuya realidad es bastante más discutible, y desde luego matizable. Fonda está espléndido, y Ford (nadie como él para filmar secuencias con lápidas por medio) se nota que se mueve en unos parámetros que le seducen y le conmueven, y con él, a todos. Solo Ford es capaz de hacer poesía con la historia, aunque para eso tenga que reinventársela.

    Besos

  4. Efectivamente, mi querido Alfredo, como todo personaje histórico es discutible y matizable. Por eso me gusta la anécdota de Ford con Fonda, ese: «¡Se trata solo de un jodido abogado de Springfield, maldita sea!». Y la película se transforma en los primeros años de un jodido abogado de Springfield. Y claro está que se nota un punto de vista determinado: a Ford le gustaba Lincoln y tenía una imagen determinada de él, y como dices a partir de ahí se reinventa una juventud.

    Sí, ese paseo con Ann y su conversación frente a la tumba es poesía cinematográfica.

    Beso
    Hildy

  5. Se habla de las maravillosas elipsis de Ford (las hay brutales como en «CENTAUROS DEL DESIERTO») y es que integran la médula de su estilo formada esencialmente por pequeños detalles, instantes furtivos, miradas y discretos movimientos de algunos personajes en el interior del plano que conforman la temperatura dramática, la fuerza poética y la sutileza descriptiva de la escena. Tenemos el argumento y la acción, claro está, pero eso solo constituye el armazón del edificio.
    El talento de Ford, su fuerza expresiva y su sentido del humor, la maravillosa comprensión de unos personajes y una época, están en las espléndidas imágenes de «EL JOVEN LINCOLN», esta inolvidable película en la que el gran Henry Fonda, como ya decís por ahí arriba, trabajaba por primera vez a las órdenes del autor de “LA DILIGENCIA”.
    Un abrazo.

  6. Querido Teo, y qué hermosa es la elipsis de El joven Lincoln, solo por ella merece la pena ver la película. Sí, Ford en cada película creaba un mundo, un universo, con todos sus matices y contradicciones. Sus personajes tenían luces y sombras. Y cómo funcionaba su sentido del humor. Y sí todo está presente en esta película. Y, ay, los andares de Fonda… y esa primera colaboración que sería el pie para muchas otras.

    Beso
    Hildy

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