Ochenta y cinco minutos de película logran traer a la memoria la esencia de una novela de seiscientas cincuenta y siete páginas (la leí hace unos cinco años y los fotogramas han logrado devolverme algunas ideas olvidadas). Vivamos de nuevo es la adaptación cinematográfica de la última novela de Tolstói (y también una de las más desconocidas del autor), Resurrección. Igual de olvidada se encuentra esta interesante y sorprendente película de Rouben Mamoulian. Director de una elegancia visual especial y también relegado a los últimos puestos en el olimpo de grandes realizadores, bien al fondo…
Sin embargo, sorprenden varios aspectos de este largometraje… no solo cómo está contada formalmente (y como está interpretada por un virtuoso Fredric March o como el rostro y el cuerpo de Anna Sten, una actriz rusa que no logró triunfar en la meca del cine, pueden componer fotogramas inolvidables), sino que una producción de Hollywood presente una determinada imagen de Rusia con una ideología precisa, donde se indaga en las raíces y en el prólogo de la revolución, la lucha de clases, el socialismo y todo tiznado de una iconografía y simbolismo del cristianismo (ortodoxo) que hace que ciertos momentos alcancen una especial trascendencia. Un Hollywood que pocos años después no solo caería en el código Hays sino también en un marcado conservadurismo ideológico (y en un cierre del abanico de ideologías y planteamientos políticos, sociales o religiosos variados) que desembocaría en una etapa oscura, la caza de brujas y una lista negra (más llama la atención ver que el productor detrás de esta obra tiene el nombre de Samuel Goldwyn).
Además descubre a un virtuoso Rouben Mamoulian que cuenta con el apoyo del director de fotografía Gregg Toland que vuelve a dejar su sello. Se nota que no desconocen el cine soviético silente, por ejemplo, en la elección de rostros y primeros planos. Así como en la comunión de la historia contada con la Naturaleza que rodea a los personajes (algo también muy de la pluma de Tolstói).
La historia está contada con largos saltos en el tiempo y elipsis cruciales donde vemos la clara evolución de dos personajes y sus vicisitudes: el noble Dimitri Ivanovich y la campesina Katusha Maslova. Primero un periodo de inocente relación entre ambos jóvenes, en que él se muestra idealista y de acuerdo con la ideología socialista, y cómo ella descubre ese mundo también desconocido. Ambos se hacen una promesa de próximo encuentro. Después la entrega a una vida disoluta del noble en el ejército que le hace olvidar sus ideales, y su segundo encuentro con Katusha donde no piensa en ella sino solo en obtener placer para luego abandonarla de la peor manera. Y siete años después su reencuentro, él como noble con vida resuelta a punto de casarse con una mujer de posición, pero como si fuera un muerto en vida, y ella como una prostituta condenada por robo y asesinato (que no quiere sentirse viva para no sufrir)… en un juicio donde Dimitri es un miembro del jurado. Para finalizar con la resurrección de ambos a sus ideales y a su pasado juntos… en un camino que les lleva a Siberia.
Rouben Mamoulian regala y construye momentos de increíble belleza y alcanza instantes álgidos en emoción y espiritualidad. Como es toda la secuencia de la entrega de Katusha Maslova a Dimitri. Primero su encuentro, él vestido de militar, ella toda vestida de blanco. Después la celebración religiosa y sus miradas. Más tarde la soledad de los dos en sus dormitorios y cómo a pesar del silencio, notamos lo que pasa por sus cabezas. Y por último la entrega de Katusha a Dimitri en el invernadero… donde de pronto cae una fuerte lluvia. O el momento de Katusha en el entierro del pequeño ataúd con su hijo o cuando corre desesperada bajo la lluvia detrás de un tren en marcha tratando de golpear la ventana donde un despreocupado Dimitri se larga sin saber el daño que ha causado. O el encuentro de ambos en la ruidosa y caótica sala de espera en la prisión. O cómo un Fredric March, como Dimitri, en una habitación, solo, rodeado de recuerdos… vuelve a revivir el daño que ha causado pero recupera a la vez (resucita) sus ideales. Primero mirando sus fotografías de joven, después ante la iconografía religiosa en su cuarto… para llorar y volver a encontrar su esencia… mientras vuelve a caer una fuerte lluvia. Siempre la lluvia.
Vivamos de nuevo cuenta además de su elegancia y belleza visual (fotogramas que se quedan fijados en la retina) con la demostración de un buen actor como Fredric March que en todo momento construye su personaje de Dimitri, tanto en su rostro como en su expresión corporal o voz, no solo se sirve de la caracterización, hay mucho más… Además su personaje que está perfectamente construido en la novela, logra mantener su complejidad en la pantalla. No era una adaptación fácil, Tolstói es realmente un autor difícil de trasladar a la pantalla pero algunas películas se acercan, o por lo menos lo intentan, a su esencia y Vivamos de nuevo la toca con la punta de los dedos. Como curiosidad señalar que entre la lista de guionistas se encuentra el que sería un futuro director de buenas comedias, Preston Sturges. Un aliciente más para descubrir esta película de Mamoulian.
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Hombre, hay que reconocer que Mamoulian se relegaba él solito… Por otro lado, como Mamoulian nació en Georgia (la del Cáucaso, no la otra) en el seno de una familia armenia, y se marchó a Occidente relativamente mayor, lo ruso lo tenía por entonces todavía bien dentro, así que es normal que acudiera a esta historia y que cuidara mucho su estética. Por entonces lo soviético, tras el susto inicial, no se veía tan malamente en Hollywood (hasta tuvieron a Eisenstein, entre otros, rondando por allí). Fue uno de los dos únicos momentos (el otro fue durante la Segunda Guerra Mundial, con películas de contexto bélico bien curiosas, con estrellas como Dana Andrews o Gregory Peck interpretando a heroicos patriotas de la Rusia comunista) en los que América, empezando por Hollywood, no hacía ascos a lo ruso. Aunque, en el caso de esta peli de Mamoulian, faltaban cinco años solamente para «Ninotchka», que ya se las traía.
De esta peli me espanta lo melodramático, como siempre, esas imposturas a la hora de reflejar unos conflictos emocionales que no me creo. Leída, por supuesto, es otra cosa.
Besos
Sí, es interesante el tratamiento de Rusia en Hollywood y cómo en la Segunda Guerra Mundial surgieron como dices títulos como La estrella del norte o Días de gloria. Me ha encantado la manera de rodar de Mamoulian y de contar esta historia. Me pareció con instantes tan bellos que sus momentos melodramáticos encajan a la perfección (como esa angustiosa carrera de la heroína tras un tren en marcha bajo una lluvia insistente). ¿Por qué dices, querido Alfredo, que Mamoulian se relegaba él solo?
Beso a lo Anna Karenina
Hildy
Sin olvidar un ruso en nueva york…..pelicula que me parece mas que apreciable….esta no la he visto….pero habra que ponerse a la tarea….en los años treinta y Mamoulian es un ejemplo, el nivel de delicadeza y ternura en los melodramas no es tan de rompe y rasga como se suele afirmar….hay mucho tacto tambien….y si al frente del reparto està ese grandisimo actor…intentare encontrarla….un abrazo Hildy
¡Mi querido Víctor, qué bueno volver a leerte! Te cuento que no he visto la película de Robín Williams que recomiendas y terminaré viendo. Esta película ha sido una gozada disfrutarla y además me vuelve a mostrar a un gran actor como March, que es grande.
Beso
Hildy
Paso a sumarla a mi lista de pendientes. Fredric March es uno de los dos gigantes que se enfrentan en «Heredarás el viento» (el otro es Spencer Tracy) y me encanta en ese papel, así que me intriga mucho verlo en una peli casi treinta años anterior. Y como siempre, resulta muy interesante tener en cuenta el contexto histórico de la película y descubrir este momento pre-code y pre-antisoviético que señalás con Alfredo.-
Un beso grande, Bet.-
Mi querida Bet, si te gusta March, es maravilloso verlo en sus papeles de juventud donde ya mostraba su versatilidad y lo buen actor que era. Esta película tiene un montón de puntos para que su visionado sea un lujo. Además volviendo a March, cada película que descubro de él… hace que me guste más.
Besos y más besos
Hildy
Lo decía porque es de los directores más conflictivos -por su pretensión de autonomía- de aquellos años. Si te fijas bien, tiene una filmografía escasa para la longevidad de su carrera, que además se vio cortada muy pronto, cuando era aún muy joven para rodar. En unos treinta años, una quincena de películas, es muy poco para un director de primera línea de la era de los estudios, con títulos, además, que desde finales de los 30 no son nada relevantes, salvo su última película, tal vez.
Besos
Ok, mi querido Alfredo, te has explicado divinamente.
Besos
Hildy
¡Querida Hildy! En su momento conseguí y vi esta película pero por algún motivo no regresé para dejarte mis impresiones. Me da ternura leer mi comentario de hace siete años atrás, deduzco que en aquella época aún no había visto otras películas de March que no fueran «Heredarás el viento». ¡Cuánto camino recorrido y cuánto queda aún por recorrer!
Anoche volví a ver esta película y me quedé, como siempre, fascinada por el trabajo de March. Creo que nadie pintó en la pantalla la degradación del alma reflejada en el rosto tan bien como él. Debió haber hecho del retrato de Dorian Gray (de la pintura, no de Dorian en sí mismo). Me conmueve siempre que lo veo llorar en la pantalla (recuerdo otras lágrimas en Los Miserables), porque no son muchos los actores de cine clásico que lloran a lágrima viva en cámara (la mayoría hace pucheros y luego esconde la cara entre las manos).
Toda la iconografía tanto religiosa como del entorno rural que usa Mamoulian es también muy poderosa. Y esa escena en la sala de visitas de la cárcel es imperdible.
Lo único que no me gustó tanto es la interpretación de Sten, que tiene sus momentos buenos pero en general me resultó afectada y anticuada para su época. Por estos días estuve girando mucho en torno a Marlene Dietrich y me dio por pensar que tal vez hubiera sido perfecta para el rol. Aunque el juego de los reemplazos de cine no es uno que me guste jugar, en definitiva las películas son lo que son…
Me he ido por las ramas como siempre, te mando un beso enorme, Bet.-
Mi Bet del alma, ¡Fredric March es otro de nuestros consentidos, ¿verdad?! Cómo con el paso del tiempo las dos vamos viendo películas y más películas y nuestra visión y mirada se va ampliando.
Me ha encantado lo que observas no solo del tipo de trabajo de March y su versatilidad, sino tu análisis sobre la forma que tiene de llorar en pantalla, a lágrima viva.
Lo de la iconografía y simbología religiosa en diversas películas es algo que me interesa mucho. Y en esta película como dices se emplea de manera poderosa.
La Stern es una actriz bastante en olvido y es cierto que tiene una cualidad de mujer antigua. Es bella casi como un cuadro. Pero esta actriz rusa no logró el estrellato, quizá por lo que señalas, quizá no tenía mucho registro interpretativo. A mí aquí me aporta ese halo de idealismo y candidez que es similar al de otra peli que protagonizó que también me gusta mucho: Noche nupcial de King Vidor.
Qué duda cabe que Marlene Dietrich hubiese aportado una personalidad y vulnerabilidad diferente al personaje, y seguro que con más matices.
Beso
Hildy