Una buena obra de teatro puede sufrir varias metamorfosis apasionantes. Primera fase: el texto que vomita el autor. Segunda fase: la interpretación de cada uno de los lectores. Tercera fase: el análisis y estudio que realice el director de la obra para ponerla sobre el escenario. Cuarta fase: la mirada de cada espectador de teatro. Quinta fase: la representación contemporánea con el ‘tiempo presente’ del autor. Sexta fase: las representaciones con distintos directores y miradas de espectadores a lo largo del tiempo y en lugares e idiomas diferentes. Séptima fase: la esencia que atrapan cada uno de los actores que se meten en los personajes representados. Octava fase: el traslado del lenguaje teatral al cinematográfico. Novena fase: la distinta mirada y captura del espíritu de la obra por distintos directores de cine así como el sello que imprimen los actores cinematográficos. Décima fase: mirada del espectador de cine… Después de todo este proceso, que aún no ha terminado (una buena obra de teatro es un texto siempre vivo…), nos encontramos con La señorita Julia de Liv Ullmann. Y sin traicionar la esencia del texto y la dramaturgia de August Strindberg, la directora crea una película personal con una mirada propia y se ayuda además por un trío de actores que aportan su carisma y el arte de la actuación a la construcción compleja y rica de sus personajes (Jessica Chastain, Colin Farrell y Samantha Morton).
Primera ruptura con la obra original. Liv Ullmann crea una estructura redonda y por supuesto no emplea el escenario único: su película empieza con un breve flash back de una niña solitaria, la señorita Julia, en su enorme casa en un día clave de su vida (la niña es consciente de la muerte y la ausencia de la madre) y termina paseando en su hermoso y eterno jardín, casi un edén, recreándose con un juego en el río: ve cómo la corriente arrastra pétalos de flores. Cuando esa niña regresa hacia su mansión, vemos que ya es una joven… Y la película termina con una señorita Julia que vuelve a salir de esa mansión (su palacio de cristal-cárcel) para pasear de nuevo por ese jardín secreto y terminar en ese río donde volverá a jugar con unos pétalos de flores que finalmente se teñirán de sangre. Flores y sangre.
Liv Ullmann enmarca su película con dos muertes: la de la madre y la hija. Y todo lo que ocurre entre medias es en la noche de San Juan. Una noche de San Juan en una mansión aristocrática de Irlanda a finales del siglo XIX (no en Suecia como en la obra original). Una noche de verano festiva que va acompañada de rituales donde todo el mundo cambia de máscaras, como si todo estuviera permitido, hasta la luz del amanecer. Lo pagano se mezcla con lo religioso. Así nos introducimos en tres cárceles físicas y espirituales de tres personajes complejos y torturados que esa noche estarán solos en esa mansión. El conde, el padre de Julia, es un ausente presente…, esa noche festiva no está pero sí se encuentra siempre en boca de los tres protagonistas. Aunque la mayor parte de las escenas ocurren en el escenario original, la cocina. Sus personajes se mueven por otros aposentos de la casa, además de por el patio que rodea la casa. Y sabemos que hay jolgorio, además de por cómo nos lo cuentan porque escuchamos los ruidos externos.
La esencia de Strindberg, una tragedia naturalista, sobrevuela en una película con una puesta en escena elegante y una belleza formal continua que resalta más la dureza de muchos de sus diálogos y los actos de los personajes. Una película que hace hincapié en una lucha despiadada de poderes. Poderes entre hombre y mujer y poderes entre clases sociales. El cambio de roles es continúo. Los que están arriba, caen. Los que están abajo, se elevan. Y viceversa. La lucha es encarnizada. Y de nuevo es de esas obras (que se traslada perfectamente a lenguaje cinematográfico) donde se vislumbra el poder de la palabra. Que también puede ser destructivo.
Pero Ullmann ofrece su mirada personal sobre la obra y la enriquece. Porque la directora trata de entender a sus personajes y convierte a los tres en verdugos y víctimas. Hace hincapié en este aspecto. Nos muestra el encarcelamiento de sus espíritus, el poco horizonte que ofrece la vida a los tres. Nos muestra sus máscaras oscuras pero también sus luminosidades. Y ese tratar entenderles, hace que desaparezca la misoginia compleja (y apasionante para analizar y estudiar porque además no impedía que el autor crease personajes femeninos de personalidades arrolladoras) del autor y que se centre más en las cárceles sin posibilidad de salida de sus personajes, en la brutal lucha de clases y la situación de la mujer relegada a la invisibilidad y a estrictos comportamientos sin posibilidad de libertad y desarrollo como la joven aristócrata encerrada en su palacio de marfil. O cómo cada uno trata de aferrarse a la felicidad como puede: unos soñando con proyectos imposibles (con alcanzar las alturas), otros aferrándose a la fe religiosa, otras creando una vida llena de mentiras de jardines secretos y amores de princesa donde el sexo es reprimido y aplastado…, hasta que esa noche de San Juan se quitan las máscaras brutalmente. Y las durezas y fragilidades de cada uno quedan en evidencia. Pero unos logran sobrevivir y otros no, la señorita Julia no cuenta con los instrumentos para aguantar los golpes y el dolor de la vida…
Uno de los aciertos más bonitos de Ullmann es dar una mirada especial y más relevancia al personaje de la cocinera. Así Samantha Morton logra plasmar una humanidad muy especial a su personaje, entendiendo incluso sus máximas contradicciones. Otra aportación magnífica de la directora (y actriz bergmaniana…, también se nota la huella de Bergman, otro admirador del teatro de Strindberg) respecto a la obra original es que los dos actos más relevantes de la obra que transcurrían tras bambalinas, ella nos deja que seamos testigos de esos dos momentos perfectamente resueltos (y que enriquecen la trama y los personajes): el encuentro sexual entre Julia y John, el sirviente, y el suicidio de Julia. Por otra parte, la directora es totalmente fiel no solo en los diálogos y lenguaje empleado sino a ciertos elementos imprescindibles de atrezzo: como la navaja, la jaula y el pájaro, la cerveza y el vino, la cocina, o el beso en el zapato y en la bota… y todo aderezado con sumo cuidado con piezas de música clásica donde destaca trío para piano número 2 de Franz Schubert que ya empleó magníficamente Kubrick para su Barry Lyndon.
La señorita Julia de Liv Ullmann es un disfrute por muchos motivos: porque parte de una obra de teatro potente, de tres actores que se entregan a fondo en la construcción de sus personajes, y de una elegante puesta en escena de la directora al servicio de una historia que se nota que conoce, ama y respeta.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Es decir, que Ullmann sigue empecinada en hacer «sucedáneos» (lo pongo entre comillas porque en ella esa continuidad no implica devaluación del contenido de la obra) de Ingmar Bergman, en cuanto a temas, enfoques, gusto por el detalle, mirada, puesta en escena, e incluso influencias pictóricas en la fotografía. Lo cual me encanta, porque lo que he visto antes de ella (en especial «Infiel») como directora me gusta mucho. Y así, sin haberla visto aún, me parece un acierto tremendo trasladar la historia a Irlanda cuando la intención no es hacerla con producción e intérpretes suecos.
Por cierto, tenía muy desaparecida a Samantha Morton.
Besos
Ya me dirás, querido Alfredo, lo que te parece. Yo disfruté muchísimo de esta adaptación cinematográfica que ha realizado Ullmann de La señorita Julia. Yo el único trabajo que conocía de Ullmann como directora era Infiel y también me gustó aunque la tengo bastante olvidada, solo la vi una vez en su momento de estreno. Sí, es un acierto lo de Irlanda y tienes razón cada fotograma parece un cuadro exquisito y lleno de detalles. Un placer reencontrarse con Samantha que además borda su papel. Yo la última vez que la vi fue en Cosmópolis de Cronenberg.
También te digo que no he visto las otras adaptaciones cinematográficas de La señorita Julia. Tengo bastantes ganas de la de Mike Figgis.
Besos
Hildy
Al argumento indiscutible de «quiero verla porque me apetece mucho y ya», voy a sumar los tuyos. Ya si que no hay quien me pare… jeje.
Claro, que tendrá que ser después del Hobbit y mis adicto-chico-y-sobrinos al cine fantástico, ays qúe cruz! esta semana no hay negociación posible, me temo.
Ya te contaré cuando la vea.
Besos!
Querida Marga, ¡ya me contarás! El lunes por fin me animé a ir a ver Sueño de Invierno. Qué razón teníais Licantropunk y tú, buena película. Me gustó la sencillez de la propuesta cinematográfica y sin embargo la complejidad que se esconde en sus corrientes subterráneas… Y sí sientes la Rusia de Chejov y otros autores, la filosofía y psicología de una tragedia shakesperiana… en Capadocia… Ay, el hotel Otelo y ese caballo salvaje encarcelado y liberado…
¡Que disfrutéis este fin de semana del Hobbit!
Besos
Hildy
No te escondo que es con mucha diferencia sobre el resto de peliculas que se avecinan, la que mas me apetece ver…..y despuès de leerte aun mas. La adaptaciòn de Figgis con Safron burroughs se beneficiaba de su interpretaciòn, pero el resultado era un tanto irregular….no exento de atractivos.
Pero espero mucho de Liv Ullman….a quien no considero a la sombra de nadie. Su particular estudio del rostro humano como generador de estados de ànimo y acceso a los sentimientos mas enconados del alma humana no estàn al alcance de cualquiera.
Y encima con esos actores…..sòlo espero una vez mas…que me la pongan….un abrazo
Querido Victor, disfruté muchísimo de esta mirada de Ullmann sobre La señorita Julia. Merece la pena tanto por lo fiel que es al universo de Strindberg como por los matices acertados de su mirada. Y efectivamente el trío protagonista se empapa de sus personajes. Como digo en el texto, el personaje que a mi gusto sale ganando en esta versión es el de la cocinera con rostro de Samantha Morton. ¡Te la tienen que poner!
A Ullmann la he visto más delante de las cámaras que detrás (con Infiel y apenas recuerdo), pero me ha fascinado con esta adaptación.
La de Figgis tengo ganas de conseguirla por ver las variantes. Además de Safron Burroughs también creo que está que se sale Peter Mullan. A ver si la consigo en la Biblioteca o alquilarla.
Besos
Hildy
Un peliculón…que no te deja separar los ojos de la pantalla…que te indigna a veces, que te chirria otras, que te desasosiega y te duele, que te sorprende. Lo tiene todo, un magnífico texto, una gran interpretación y una excelente fotografía…con una ejemplar dirección ¿Qué más puede pedirse? Gracias Hildy por recrearla tan bien.
Me parece una excelente noticia que esta directora se vuelva a poner detrás de una cámara. Seguro que merece la pena ver esta película. Teatro, teatro, Bergman, Bergman. La huella, fijo que sí.
Saludos.
Querida María, sí es cierto, provoca un montón de sentimientos. La señorita Julia es una película para perderse por ella.
Un beso
Hildy
Querido Licantropunk, yo creo que merece bastante la pena. Y es que es una buena adaptación cinematográfica de un obra teatral. La disfruté muchísimo. Además de respetar el texto, de unas interpretaciones soberbias… hay mucho, mucho cine. Y la mirada de Ullmann merece la pena. Hay muchos matices, detalles y claves. Bergman también era un admirador y apasionado de Strindberg, seguro que más de una vez hablaron, dialogaron y debatieron sobre las tripas de La señorita Julia.
Beso
Hildy