En 2010 la danesa Susanne Bier dirigió En un mundo mejor donde contaba la historia de Anton, un médico de un campo de refugiados en África. El protagonista vivía entre su trabajo al límite en el campo (donde experimentaba un fuerte conflicto moral) y su vida en familia en una próspera localidad danesa. En todo momento se encontraba en un tsunami emocional, a las complicaciones laborales, éticas y morales en una zona conflictiva del mundo donde la injusticia social es el pan nuestro de cada día, se unían las complicaciones emocionales y la violencia silenciosa en una sociedad próspera. Así Bier planteaba temas sumamente interesantes.
Con una estructura similar, el director noruego Erik Poppe (primera película que veo de él) afronta también temas de interés en Mil veces buenas noches, además de reflejar con verosimilitud una profesión compleja: el fotógrafo de guerra. La protagonista es Rebecca (con el rostro de Juliette Binoche en el que los directores esculpen sentimientos), una reportera de guerra de prestigio, que trata de equilibrar su vida entre una profesión que la apasiona, que continuamente la pone en complejos dilemas (y en la que es capaz de arriesgar sin medir las consecuencias), y sus relaciones familiares con un marido y dos hijas (una de ellas adolescente) a los que adora que viven en Irlanda esperando siempre su llegada.
Erik Poppe antes de ser director fue reportero gráfico en zonas de conflicto y se nota la carga autobiográfica en la película, se siente que sabe de lo que habla y lo que refleja. Y ese es uno de los fuertes de esta película. Solo por la primera media hora (en la que apenas hay diálogos) y los minutos finales merece la pena no dejar escapar el visionado de esta película. Durante esos tiempos vemos a Rebecca en Kabul realizando un reportaje gráfico que golpea al espectador. Detrás de cada fotografía, hay una historia que contar. Una injusticia que narrar y denunciar. Y Rebecca tiene ese concepto de su profesión en sus venas.
La segunda parte de la película narra un conflicto familiar. Tanto a su marido como a sus hijas se les hace cada vez más difícil la espera y entienden menos los riesgos que la reportera asume. Tanto el marido como las dos hijas (sobre todo la adolescente) temen esa llamada que anuncie la pérdida definitiva. La presión es tan fuerte (la nueva vuelta a casa ha sido después de un reportaje que casi acaba con la vida de la fotógrafa) que su marido la pide que elija entre los dos mundos: su profesión o ellos. Pero para Rebecca vivir en la normalidad, sin que se le dispare a cada segundo la adrenalina, sin sacar fotografía alguna, se le hace casi misión imposible. Este sentimiento de no saber vivir en la cotidianidad y en la normalidad con los problemas habituales de las sociedades de los estados de bienestar, ese no saber vivir en una situación de paz pero con otro tipo de dificultades, también fue reflejado magníficamente por Michael Haneke en Código desconocido con otro fotógrafo de guerra que regresaba durante unos días a París, al hogar de su novia (precisamente ella era Juliette Binche).
Rebecca trata de aferrar los lazos con su marido y sobre todo con su hija adolescente (que termina entendiendo a su madre –sobre todo cuando comparte con ella un viaje a un campo de refugiados en Kenia– y aprende a vivir con el miedo de la pérdida). Así Erik Poppe es absolutamente sutil, delicado y elegante en el reflejo de la relación entre madre e hija logrando momentos de una emoción intensa. Quizá el personaje peor construido y la relación más desdibujada sea con su marido (un desaprovechado Nikolaj Coster-Waldau) aunque cuenten con escenas en las que se siente la química entre ambos.
Erik Poppe plantea varias cuestiones en Mil veces buenas noches para un debate o tertulia intensa y además posee una mirada cinematográfica que deja momentos de gran belleza. Pero sobre todo muestra un amor y toda la pasión por una profesión necesaria: la del fotógrafo en zonas de conflicto. Porque detrás de una fotografía, hay una historia que contar. Porque ante una fotografía… se hace reaccionar al ciudadano ante situaciones injustas. Porque ante una fotografía, se evita el olvido. Porque detrás de una fotografía, hay una denuncia…
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Hola, Hildy, buenos días; he oído magníficas referencias de esta peli, y tu texto viene a ratificarlas con tu buena pluma y entusiasmo habituales, vaya que sí. En cualquier caso, la presencia de la Binoche ya justifica, más allá de la valía de la propuesta, y a buen seguro, el precio de la entrada. Intentaré verla cuando tenga ocasión. ‘En un mundo mejor’ sí que la ví hace algún tiempo, y me pareció, como todas las pelis de su directora, una excelente cinta, repleta de dilemas morales, mensajes de calado y situaciones dramáticamente intensas tratadas con una delicadeza casi mimosa. Un fuerte abrazo y buen resto de agosto.
Quérido Manuel, qué bueno leerte, espero que estés pasando un buen mes de agosto. A mí también me gustó bastante En un mundo mejor y tiene como digo ciertas similitudes con esta película. Las dos desde luego desencadenan un montón de temas para pensar, reflexionar y debatir. Binoche no decepciona. Merece la pena sobre todo por la primera media hora y los últimos minutos. Creo que te gustará. Por supuesto sé que me contarás.
Besos
Hildy
Ja, ja, ja. Anoche cuando publiqué la entrada y eché un ojo al lado derecho de mi blog, vi este título en el tuyo. Es muy posible que la estuviéramos viendo a la misma hora: si hubiera sido en el mismo cine, sería la monda. Bueno, pues para mí la película empieza muy bien y acaba fatal: del pretender ser realista en sus escenas a sumirse en un montón de imágenes aptas sobre todo para vender colonias. Y ya la catarsis sentimental del teatro de los niños es de sonrojo. Creo que la estética empleada choca con el tema (en la escena del asalto al pueblo de refugiados en África se ve a más de un extra partiéndose de risa mientras corre: la parte de Kabul está infinitamente mejor lograda): demasiado guapos, demasiada sabana tendida, demasiado globo soltado al aire: demasiado Irlanda idílica. Estupendo el mensaje de denunciar barbaridades al mundo, de llegar a las conciencias, y opino que por ahí la película hubiera podido llegar a cotas más altas: mostrar más reportera y menos madre y esposa.
Saludos.
Qué casualidad, querido Licantropunk, enseguida me he ido a tu blog a leerte y ya te he puesto un comentario. A mí me atrapó en su primera media hora, hubo cosas del melodrama familiar que me resultaron bastante interesantes (no me disgustó tanto como a ti pero estoy de acuerdo que es la parte donde se encuentran las debilidades de la película) y su parte final en Kabul te deja bien golpeado… Y sí como digo en el post la parte donde ella muestra su profesión y las reflexiones que se hacen sobre ella son lo mejor de la película.
Beso
Hildy