Hasta el año pasado no la había visto nunca y ahora hace unos días la he vuelto a ver. Si me entusiasmó la primera vez, la segunda me ha confirmado que Él es una obra cinematográfica redonda, llena de matices, detalles y una muestra genial del dominio del lenguaje cinematográfico por parte de Luis Buñuel. Me ha gustado tanto otra vez que no he podido contener las ganas de teclear y teclear. Porque Él no sólo es redonda por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Además de ser una película plenamente buñueliana (dentro de su periodo mexicano), bebe del melodrama desaforado, disecciona de manera magistral los celos patológicos y deja una composición genial de un personaje con el rostro de Arturo de Córdova, que borda su papel.
La película, como ese ojo que diseccionó en El perro andaluz, tiene dos cortes radicales en su narración cinematográfica. Dos elipsis magistrales y radicales. Y como ese ojo desgarrado, Él muestra esa mirada fragmentada, única y especial que tiene la filmografía de Buñuel.
Pero hablemos de esos dos cortes… Él empieza como un relato sobre un enamoramiento extremo y obsesivo, cercano a un amor fou. Conocemos a un hombre rico y devoto Francisco Galván de Montemayor que un Jueves Santo (ya hablaremos de esto) conoce a Gloria, la mujer de sus sueños. Y no cesa su persecución hasta que consigue a la dama. En el momento en que Gloria le besa y deja a su novio, un arquitecto, el relato sufre su primer corte radical. Hasta ahora la narración ha sido cronológica y ‘clásica’. El salto nos lleva a una Gloria en la calle casi atropellada por su antiguo ex. La casualidad ha hecho que se choquen. La Gloria que nos encontramos no es una mujer enamorada, sino una mujer asustada, triste y nerviosa que tras la duda decide subirse al coche de su ex. Nos enteramos de que él lleva meses sin pisar la ciudad, que ha intentado superar el abandono de Gloria, que ahora es una mujer casada, y que no la guarda ningún rencor. Gloria en el coche le dice que su vida es una pesadilla… y empieza a contarle todo en un largo flashback. Ahora Él se cuenta desde el punto de vista de la víctima que nos narra un relato terrorífico de un hombre convertido en ‘una bestia’ acosado por los celos.
Una vez que regresamos del gran flashback, el relato vuelve al presente y recuperamos la mirada de un Francisco demente… y nos encontramos sumergidos en un relato de terror ante un hombre que no puede controlarse y una víctima que se ve cada vez más atrapada. Cuando Francisco ha perdido absolutamente la cordura en la Iglesia de su amigo el sacerdote, una vez que Gloria ha reunido las fuerzas para huir de casa…, ocurre el segundo corte radical. Nos encontramos con una Gloria recuperada y feliz junto a su ex y un niño, su hijo, que están en un monasterio preguntando, interesados, por Francisco. Deciden no verle pero se alegran por su recuperación y su nueva vida entregada al silencio y la oración. El mismo padre que les cuenta cómo está de recuperado Francisco, le narra a éste toda la conversación… y bajo la capucha asoma de nuevo un demente, un hombre obsesionado sin recuperación posible. La última imagen de Él es impactante. Un hombre con su hábito, Francisco, que anda en zig zag por una vereda de árboles. Y el espectador sabe que ante esa aparente tranquilidad y belleza, ese extraño andar esconde a un hombre inquietante.
Él con sus dos cortes es un artefacto cinematográfico perfecto. Además, creo que analiza y disecciona la mente de un celoso patológico que confunde amor con posesión y dominio. También dibuja perfectamente a la víctima y su situación de aislamiento, soledad y terror (una acertada Delia Garcés). Buñuel sabía lo que era ser un hombre celoso y entiende la mente de su protagonista. Sabe meterse en su piel. Y es escalofriante. Luis Buñuel ‘entiende’ a su personaje porque él mismo era un hombre celoso. El director aragonés aisló y silenció, siempre en la sombra, a su esposa Jeanne Rucar.
Luis Buñuel no sólo construye un interesante y complejo guion junto a Luis Alcoriza (adaptando una novela de Mercedes Pinto con el mismo nombre…, que leyendo un poco de información en la Red sobre la autora nos descubre a una mujer muy interesante) sino que además la película consigue una atmósfera muy especial en parte gracias a la fotografía de Gabriel Figueroa y por una puesta en escena que saca el máximo provecho a los escenarios donde transcurre la trama siendo lugar privilegiado la mansión modernista y el jardín donde vive el protagonista. Además también juega con un título inquietante, ¿quién es Él? Ese Él puede ser el propio protagonista desde la óptica de la mujer víctima o una concepción mucho más interesante: Él es la figura imaginaria, la presencia masculina, siempre presente en la mente enferma de Francisco. Esa presencia masculina imaginaria es la que provoca sus continuos celos, su obsesión.
Pero son muchos los aspectos que me han ido seduciendo de Él. Uno de ellos ha sido encontrar muchas similitudes con el universo hitchcockiano. El director británico le admiraba, parece ser que no así el aragonés… Buñuel no hablaba ni escribía mucho de sus gustos cinéfilos, como queda reflejado en un libro que estoy ahora mismo disfrutando, El banquete de los genios de Manuel Hidalgo y que pronto escribiré sobre él. Y de Hitchcock no tuvo, precisamente, palabras de admiración. Sin embargo sus mundos, sus universos, tienen similitudes. Por ejemplo, obsesión por ciertas partes femeninas (como pueda ser un pie o un moño, un rostro en primer plano…), su enfoque sobre la pasión, el amor fou y la obsesión. Una de mis mayores sorpresas ha sido ver ecos en Él de lo que luego seis años después sería Vértigo. Lo más evidente es una escena-clímax en un campanario… Pero también el uso de las mansiones y las escaleras. Y una sensación de suspense, de inquietud y miedo. Así el británico ha regalado mansiones y atmósferas como la de Rebeca, Encadenados o Atormentada que no recuerdan a esa mansión de Él. Imágenes y sonidos potentes: es imposible olvidar a un Arturo de Córdova desencajado sentado en unas suntuosas escaleras, arrancando una varilla de éstas, y golpeando en la pared con ella… creando un sonido de pesadilla.
También el universo buñueliano está presente en las dos escenas en la iglesia. Las dos prodigiosas y con efectos diferentes en el protagonista (y por tanto en los espectadores). Al principio de la película hay una escena espectacular, de un acto religioso un Jueves Santo. El lavatorio de pies donde un sacerdote (amigo del protagonista) realiza la ceremonia con una fila de jóvenes… la escena, el ritual, está envuelto en una especie de extraño y enfermizo erotismo que choca a quien lo mira. El protagonista mira este ritual y su mirada pasa de los pies descalzos de los jóvenes, a los pies de los fieles sentados a la primera fila… Entonces ve unos pies de una mujer que llaman toda su atención, levanta la vista y ve por primera vez a Gloria. Así refleja Buñuel el primer encuentro entre la pareja. Y la penúltima escena, cuando finalmente Francisco ha perdido la cordura y su obsesión le lleva ya a tener alucinaciones, su locura culmina en esa misma iglesia (dando circularidad al relato) donde en una atmósfera de pesadilla otra vez (ya estamos en la mente de un hombre que no atiene a razones), el protagonista siente que todos ‘los fieles’ incluso su amigo el cura se carcajean de él y su desgracia…, pierde los estribos…, una escena angustiosa donde los devotos muestran sus rostros serios (la realidad) o sus rostros deformados en risas exageradas (la pérdida de cordura de Francisco). No faltan tampoco las pinceladas de un humor negro, que bordea lo inquietante.
No hay duda que volveré a ver Él y que abriré otra puerta. El ojo acecha…
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Mi querida Hildy, una de mis películas favoritas de Buñuel, y favoritas a secas… Hay un componente que conecta a Hitchcock y a Buñuel (y de paso, a Bergman, aunque en versión luterana), y es la estricta educación religiosa recibida, especialmente desde una perspectiva autoritaria y represiva. Esto inoculó en ambos una fascinación cuasi-erótica y morbosa por el ritual, por el culto a la muerte, al mismo tiempo que les provocó un principio de rebeldía, de superación, de negación, que es en último término el tema de sus películas. En todo caso, en el libro de Hdalgo (que me gustó mucho en algunos aspectos, y me resultó demasiado obvio en otros, pero que me parece una lectura muy recomendable, más que de reencuentro que de descubrimiento) queda patente que lo que a Hitchcock más le «ponía», era el fetichismo compartido, especialmente la pierna de «Tristana» (Por cierto, ¿te he contado que una vez hablé con Satur? Seguramente sí, porque soy todo un abuelo Cebolleta…»).
Por último, ciertamente Buñuel era un hombre controlador y celoso, pero no en la línea habitual en que tendemos a entenderlo. O sea, no con su mujer especialmente, sino con todo el mundo que consideraba dentro de su esfera personal. De hecho, Jeanne Rucar lo amaba profundamente, y las lágrimas se le saltaban en las entrevistas en las que, muchos años después, se refería a él. A Él.
Una delicia de texto y de película, mi querida Hildy.
Besos
¿Hablaste con Lola Gaos? Pero eras muy, muy, muy jovencito. No, no, no me lo has contado nunca.
Yo estoy encantada con el descubrimiento de ÉL. Llevaba tiempo detrás de ella y la verdad que desde que la localicé el año pasado me ha entusiasmado. Ya te he dicho en más de una ocasión que aunque he visto bastante de Buñuel, también es cierto que me quedan bastantes cosas por ver. Ahora en breve voy a ponerme con ENSAYO DE UN CRIMEN.
El libro de Hildalgo me está resultando muy ameno y hace algo que muchas veces imagino cuando veo una foto que me gusta: contar una historia.
Sí es curioso que muchas de las similitudes entre Buñuel y Hitchcock vengan de una estricta educación católica…
Beso
Hildy
Lo confieso, soy una auténtica cateta, el cine de Buñuel me ha sobrepasado, he visto pocas pelis suyas y las que he visto me han quedado grandes. Tal vez fuera la edad, yo qué sé, por buscar excusas, jeje, porque era muy jovencita cuando las vi pero ná, desde entonces se me atragantó.
Es posible que sea el momento, esta edad provecta mía, para encandilarme con sus películas? Me seduce tal y como tú cuentas la de Él.
El que también me apunto es el libro de Bogdanovich, me apetece y me dejo llevar por tu entusiasmo. Gracias!
Y por cierto, vi Nebraska (por fín!) y me gustó, mucho. Una delicia como bien dijiste, sencilla y a la que apetece llegar.
La fallida ha sido la de Dallas Buyers club, se me escurrió entre los dedos a medida que transcurría y al final… nada de nada quedó. Ni siquiera el supuesto mensaje trangresor en contra de los lobbys farmaceúticos, no sé si más peligrosos pero desde luego sí tanto como la idiotez de placebos homeopáticos varios y la automedicación o chamanes, su justificación. Y ese es el mensaje final que puede dejar a un espectador poco informado. En fin, prescindible para mí a pesar de las actuaciones que sí pero no.
Un beso!
¡Querida Marga… no sabes lo que me falta a mí todavía por descubrir de Buñuel! Lo que sí es cierto es que según voy descubriendo, leyendo y viendo sobre él, más me va engatusando su cine. Mi última emoción ha sido ÉL, que me parece una gran película. En otro momento fue EL ÁNGEL EXTERMINADOR o LOS OLVIDADOS. También me deja anonadada VIRIDIANA. Por mi amor hacia CUMBRES BORRASCOSAS me interesó ABISMOS DE PASIÓN pero la vi hace tanto tiempo, que ahora que he conseguido el dvd estoy deseando volver a verla.
Me pasa como a ti, algunos directores cuando empecé a descubrirlos de más jovencita, no me llegaron nada (hablo de Antonioni o Godard…) y ahora al retomarlos, mi percepción ha cambiado. Si ves ÉL de Luis Buñuel ya me contarás…
El libro de Bogdanovich es una gozada leerlo. Para mí ha sido una buena lectura. Deseaba encontrar tiempo para meterme entre sus páginas.
Coincidimos con Nebraska. Y de acuerdo en que Dallas Buyers club probablemente en un futuro próximo caiga en olvido (quizá solo se recuerde cuando se estudie o analice la trayectoria de sus dos actores principales). No aporta una mirada nueva o distinta, es correcta. Sí te reconozco que me entretuvo bastante y que puede generar un debate posterior interesante y acalorado.
Besos
Hildy
Brillante texto para una película nada usual en el panorama cinematográfico. No hace mucho escribí sobre los insectos y la relación que tuvo Buñuel con ellos. Buñuel era un observador nato de la naturaleza humana,como Fabre en sus sueños entolológicos. Aquí,más que en ninguna de sus películas observa al personaje como a un insecto,es más,en la película hay una escena en donde se sobrepone la imagen del protagonista con un insecto. En sus memorias cuenta que cuando se estrenó en México la gente se reía mucho;se tomaron esta película a broma o cachondeo. Es bien cierto la patología que tenía Buñuel respecto a los celos.También comenté una vez el libro que escribió su mujer:Memorias de una mujer sin piano (que publicó cuando él ya no estaba). En Él intenta analizar este problema psicológico que aqueja a millones de hombres y mujeres. Ese cura en la escena final «Francisco, que anda en zig zag por una vereda de árboles», es el mismísimo Buñuel haciendo de actor y que vemos de espaldas.También dijo en sus memorias que el personaje estaba basado en uno de sus cuñados que fue militar y que le hizo la vida imposible a la hermana del director aragonés.Buñuel fue siempre un burgués y defendió a rajatabla lo que tanto criticó en sus películas. Era posesivo,machista,controlador,muy controlador en su casa.Era un hombre del XIX y su mujer lo aguantó porque ella se acopló a él que es lo que hacían la mayoría de las mujeres de aquel tiempo.Es lo que suele pasar en estos casos,porque Rucar venía de una familia moderna francesa y no como él,de un padre conservador y de una España todavía medieval. Rucar estaba más cerca de Simone de Beauvoir que de Emilia Pardo Bazán y Buñuel de Benito Pérez Gardós y no de Sartre. Ay,pobre Rucar,»la mujer con la pierna rota y en casa». Y él haciendo de las suyas.
Buñuel es inabarcable. Buñuel tiene la misma importancia que un Velázquez, un Goya, toda la edad de oro español (Quevedo,Cervantes,Calderón de la Barca o Lope de Vega) pasando por Gracián, San Juan de la Cruz y toda la picaresca.Lo mejor del 98:Valle-Inclán y lo mejor del 27: Ramón Gómez de la Serna.Y paro,mi querida Hildy.
Besos con los redobles de los tambores de Calanda.
Recuerdo muy bien, querido Francisco, tus dos textos. Tanto el de Buñuel y los insectos, como el de las memorias de Jeanne Rucar… y ahora dejas un comentario con tu mirada especial lleno de apuntes y llaves para comprender a un hombre complejo, muy complejo.
Así que tienes razón… Buñuel es inabarcable y trato de ir acercándome muy poco a poco a su obra. Y con ÉL, una obra inabarcabel como él, he disfrutado muchísimo.
Besos mientras me doy cuenta de que me es absolutamente imposible salir de la habitación desde donde tecleo…
Hildy
Hace tiempo que no la veo…y sin embargo la tengo fresca. Tal vez esa sea la medida de una gran película. Coincido contigo. Y es curioso como siendo conocidos los redobles de ego y celos de Buñuel supiese colocarse en la posición de quien como el corredor sin retorno de Fuller, viaja camino de la obsesión.
Es curioso además como plantea el hecho de que el arquitecto no le guarda rencor. Mientras el otro se consume en su propio infierno. Lo explicas de maravilla. Lo que me llama la atención es que hay quien todavía considera la etapa mexicana de Buñuel como estación alimenticia. No es tu caso, of course. Pero haberlos los hay. El libro de Hidalgo no le conocía. Otro que anoto. Un abrazo
… Sí, mi querido Victor, el libro de Hidalgo es toda una curiosidad. Se reconstruye a través de una fotografía de grupo a principios de los años setenta. Buñuel en casa de George Cukor con un montón de directores como Mulligan, Wise, Hitchcock, Ford (que no aparece en la foto de grupo porque se fue antes), Wilder… Era cuando estaba allí con su obra El discreto encanto de la burguesía (y analiza mucho esta película…, ¡película que no he visto!). El libro está lleno de anécdotas de Buñuel y los demás directores.
A mí de la etapa mexicana de Buñuel me gustan bastantes películas además de ÉL, recuerdo Los olvidados, Nazarín o El ángel exterminador… Seguiré descubriéndole…
Hace poco con motivo de una exposición volví a ver escenas de El perro andaluz y La edad de Oro…, y sí tienen ambas obras un mundo visual muy especial…
El ojo de Buñuel es sin duda distinto…
Un beso
Hildy
No, no, con Saturna no, con Saturno (Jesús Martínez). Llamó una vez por teléfono a mi despacho y lo cogí yo, y cuando empezó a darme los datos, nombre, apellidos y tal, añadió: «dígale a fulano que soy Satur, y ya sabrá quién soy». Y yo le dije, un tanto imprudentemente: «¿Satur¿ ¿El de «Tristana»?» Supongo que del tío ya no se acordaba nadie, y cuando vio que yo sí sabía quién era (alguien relativamente joven, además) se llevó un alegrón, y estuvimos hablando un cuarto de hora de la película y del rodaje… Es uno de los momentos más especiales que he vivido nunca.
Muchos besos, mi querida Hildy
Qué momento más bonito, mi querido Alfredo. Me ha encantado leerlo.
Beso
Hildy
He llegado algo tarde a la entrada, Hildy. Poco hay que añadir ya a tu precisa crónica y a los estupendos comentarios sobre esta incomprendida obra maestra, que permanece como mi película preferida del maestro aragonés. Simplemente resaltaré que posee una de las escenas más turbadoras, retorcidas y escalofriantes de la filmografía buñueliana, aquella en la que el delirante y encolerizado protagonista (carcomido por sus celos infundados) arremete contra su esposa provisto de tijeras, hilo y aguja.
Siento el «spoiler», pero no lo he podido resistir.
Un abrazo.
Querido Antonio… nunca llegas tarde. Y tienes toda la razón (son tantas las escenas increíbles…), la escena que describes es absolutamente escalofriante, retorcida e terrorífica.
¡Qué buena es esta película!
Besos
Hildy