Hay ciertos lugares en el planeta tierra que esconden historias tristes. Muy tristes. En Omar hay un muro de aislamiento, el muro en el territorio palestino ocupado. Y ese muro lo sobrepasa cada día, como un hecho cotidiano, un joven palestino, Omar (un carismático Adam Bakri), para poder estar con sus amigos de la infancia, Amjad (Samer Bisharat) y Tarek (Eyad Hourani)… Y de paso enamorarse de Nadia (Leem Loubany), hermana de Tarek. Cada día elude la bala del francotirador, corre por los callejones para evitar ser perseguido o sufre distintas humillaciones por el simple hecho de ser palestino. Pero también cada día amasa el pan (ese es su trabajo), se reúne con sus amigos y ríe con ellos, intercambia cartas con Nadia (que nunca leemos) o simplemente sueña. Y con sus amigos forma parte también de la resistencia palestina, son guerrilleros, y preparan una acción contra la policía israelí… porque también desea salir del agujero, vivir en una Palestina libre. Pero no todo es blanco o negro. Nada es fácil, todo es triste.
Y Omar en el transcurso de la película pierde la capacidad de soñar, de sonreír porque está enamorado de Nadia, de pensar que van a ir de viaje de novios a París, de creer que si ella estudia quizá puedan salir del agujero… porque poco a poco va perdiendo la confianza en los seres queridos inmerso en un laberinto de secretos y mentiras. Porque nada es blanco o negro. Nada es fácil. Porque recibe un golpe y otro y otro más. Porque le arrebatan lo más íntimo, lo más secreto. Porque consiguen borrar su sonrisa… Y entonces ese muro que sobrepasaba cada día, sin dificultad, subiendo por una cuerda, casi volando…, se convierte en un muro infranqueable, imposible. Y Omar se rinde, llora. Hasta que llega un hombre anónimo que le consuela y le ayuda a subir de nuevo…
Hany Abu-Assad (que ya estremeció con Paradise Now) construye una historia triste, creíble y compleja, y le imprime un ritmo de thriller y rodea a sus jóvenes protagonistas de un halo trágico como si fueran protagonistas de cine negro. Hany Abu-Assad cuenta una historia de amor triste que termina, no obstante, con alguien solitario leyendo una carta y que esboza una sonrisa. Hany Abu-Assad narra una amistad, habla de confianza y de traición. Hany Abu-Assad relata la vida dura, la cárcel, la tortura, los tejemanejes para minar y humillar al otro, el como se genera más odio con odio…, y como hacer que un joven con sonrisa, la pierda en el camino. Y no solo eso, sino que también deje de llorar. Porque para Omar la vida nunca ha sido un juego…, aunque a él le hubiese gustado que lo fuese, le hubiese gustado contar chistes con sus amigos, hablar de chicas y reírse con una imitación de Marlon Brando. Porque en el camino le siembran la duda, le enfrentan a decisiones duras, le ponen en situaciones difíciles, casi imposibles; le arrebatan lo que más quiere, minan su confianza en aquellos a los que ama… Y en ese caminar por los infiernos se encuentra con la ambigüa figura de un agente israelí, Rami (único actor veterano y también productor, Waleed Zuaiter).
Omar cuenta no solo con cuatro jóvenes actores sin experiencia (todos se enfrentan a su primera película) que imprimen credibilidad, química y frescura sino que además seduce con la forma desnuda, sencilla y a la vez bella de contar la historia en una Palestina ocupada: las persecuciones por los callejones, las delicadas conversaciones de los jóvenes amantes, los primeros planos, la oscuridad y las sombras en la sala de tortura, la soledad de la celda, la clandestinidad, la conversión de los lugares cotidianos en ambientes hostiles bajo la sospecha de la traición…
Omar cuenta una historia triste con un muro de aislamiento, un muro físico que se convierte también en un muro interior. Omar es un joven que pierde la sonrisa porque nunca le dejaron soñar ni siquiera intentarlo…
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Si es la mitad de buena y compleja que «Paradise now», ya vamos bien y se hace obligatorio verla.
Besos
Te digo yo que sí, querido Alfredo. La dejé escapar en el cine y ahora la he recuperado en dvd y me alegro infinito no habérmela perdido. Hany Abu-Assad cuando habla en sus películas de Palestina nunca toma el camino fácil. Es buena y es compleja.
Besos
Hildy
Tienes mucha razón…son muchas zancadillas, muchas barreras…pero lo mejor es que lo que podría conducir a un drama tremendista es sustituido por sutileza y esa mezcla de géneros que le favorecen mucho a una película nada simple y con una cámara muy atenta a la frustración de la mirada. Me gustó, y lo cuentas de maravilla…un abrazo
¡Mil gracias, querido Victor, a mí también me gustó mucho! Y tienes razón, lo dices muy bonito… «y con una cámara muy atenta a la frustración de la mirada»… Y también la sutileza que emplea el director para una película compleja.
Beso
Hildy
Sé yo de unos adolescentes que se van a sentar a ver esta película. (Los viernes tenemos «cineforum» en casa de unos amigos y mi empeño es abrirles pelín los ojos a nuestros cachorros en pavo tan complacidos ellos consigo mismo y sus entornos.)
Y seguro que la disfrutan aunque lo duden antes de empezar. Por supuesto que yo también la disfrutaré y más.
Gracias, Hildy mía, gurú de todos mis metrajes, jajaja.
Besote!
Jo, mi querida Marga, qué bueno lo de esos cineforum de los viernes. Y es que yo creo que esos cine-debates son buenísimos porque te permiten conocer otros mundos, otras miradas, otros planteamientos, otras situaciones…, debatir, discutir y reflexionar. Espero que «Omar» permita un buen cineforum. Yo creo que sí. Ya me contarás… y espero que vuestros «cachorros en pavo» (¡me encanta esa expresión, Marga!) pasen un buen viernes de cineforum.
Besos
Hildy