Entre Johnny Guitar y Rebelde sin causa, Nicholas Ray realizó un western que enlazaba muy bien estas dos películas, Busca tu refugio. En esta película del Oeste sigue transgrediendo el género, profundizando en el intimismo y psicología de los personajes, y al héroe sin hogar, desencantado y con experiencia, con pasado en los hombros (James Cagney), como Guitar…, le pone como compañero a un joven, un joven que será rebelde (John Derek) con más causa que Jim Stark. Así una película aparentemente menor, muestra al Ray creador de un universo lírico y triste.
Un western, que como Johnny Guitar muestra la facilidad de la masa con cabecilla descerebrada para arrasar, ser injusta, acusar y linchar al forajido; sin juicio justo, sin ni siquiera dar oportunidad a la defensa. Pero también deja la difícil radiografía de un joven rebelde que nunca llega a encontrar un camino por el que avanzar, un joven complejo y ambiguo. En su camino, se cruza el héroe forajido desencantado que ve la oportunidad de actuar como el padre que nunca pudo ser (pues arrastra una historia triste y entre varios desafortunados eventos, uno es la pérdida del hijo).
Y es que las películas del Oeste, sin leyendas, generan historias tristes porque no fue un momento idílico ni aquellas tierras el paraíso, sino que fue un momento duro y las tierras, a veces un infierno. Así Busca tu refugio empieza con un encuentro. Entre el forajido con pasado y el joven inexperto deseoso de ver mundo. Y enseguida empieza el conflicto.
Pasa un tren y el joven cuenta al mayor que la semana pasada robaron las nóminas y que nunca llegaron a su pueblo. Desde el tren los que guardan las nóminas ven a dos forajidos y temen que de nuevo vuelvan a robarles. Los dos vaqueros apuntan con sus pistolas a un pájaro y prueban su destreza. Los encargados del tren creen que el robo va a ser inminente, y tiran el dinero para no tener complicaciones. El hombre mayor no tiene ninguna duda de enmendar el error, al joven se le ve con la duda en los ojos…, una duda que ya no le abandona nunca. A partir de ese momento, todo se precipita. Los encargados del tren cuentan en el pueblo que les han vuelto a robar, el sheriff sangriento y deseoso de venganza con otros hombres del pueblo salen en busca de los forajidos. Los vaqueros regresan al pueblo para devolver el botín. El sheriff los ve de lejos y no pide explicación ni los hombres tampoco. Un disparo y el chico cae moribundo; al hombre que le acompaña tratan de lincharle ahí mismo. Pero uno de los del pueblo reconoce al chico… Y todos se dan cuenta del error. El chico es huérfano y todos los del pueblo se habían ocupado de su cuidado, lo trasladan a la granja de unos inmigrantes suizos. Aclarado el asunto, el hombre forajido pide ir a cuidar al chico a la granja. El conflicto está servido.
De pronto se crea una compleja relación paterno-filial que genera fuertes lazos de dependencia por ambas partes, sobre todo cuando el médico informa de que el chico jamás podrá recuperar una de sus piernas. El forajido encuentra un techo, algo parecido a un hogar, con los inmigrantes suizos, sobre todo con una bella mujer que le brinda una segunda oportunidad para ser feliz. El chico no encuentra su lugar en ninguna parte, quizá solo la seguridad de saber que haga lo que haga siempre tiene la confianza del forajido…
Nicholas Ray rodea a sus personajes de momentos cotidianos e íntimos (sobre todo en la bonita, tierna e inocente relación que se establece entre James Cagney y Viveca Lindfors) pero tampoco faltan persecuciones, indios, robos y asaltos. Y tampoco la melancolía, la tristeza y el desencanto que se posa en las películas de Nicholas. Porque ese hombre que intenta ser un buen padre, que trata de construir una relación de confianza, que siempre da una y otra oportunidad al joven rebelde…, fracasa… porque en el último momento ya no se fía de él. Se rinde un solo instante… y esto supone el fracaso y de nuevo la ausencia… Menos mal que al menos le queda otra oportunidad en el amor, hay una bella suiza que le espera y cree en él, y quizá puedan construir algo parecido a un hogar.
Nicholas Ray puebla sus películas de perdedores desencantados que buscan un refugio, que tratan de no fracasar en una segunda oportunidad, y que a veces son capaces de, con sus actos, una palabra, o una mirada, hacer un poema visual…
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Estupenda (y breve, y concisa) película, salvo quizá por John Derek, que nunca me ha gustado, tampoco en «Llamad a cualquier puerta», de Ray y Bogart. Volvemos a una etapa en la que la proximidad de McCarthy y sus cosillas dotan a la historia de esa ambigüedad moral sobre la legitimidad de una ley solo por ser ley, y no por ser justa, y en la aproximación a conceptos como la rehabilitación, la aceptación social (o el miedo social) y algo inherente al Oeste: llegar a echar raíces o que sieguen la hierba bajo tus pies. Magnífica de verdad.
Besos
Me gusta mucho el cine de Ray porque Ray fue un rebelde con mucha causa. Incluso sus películas menores (por decir algo)tienen la impronta huella de este hombre genial. Es más, creo que todos los directores que llevan un parche en el ojo son geniales. Cuando estudiaba cine le decía a mis profesores que me haría saltar un ojo para ser un buen cineasta. ¡No, por dios, Paco, no hagas eso! ¡Que me lo saco! Grité en medio de la clase. ¡Que no Paco! ¡Que me lo saco! ¡Aquí mismo! ¡Noooooo! Al final no lo hice. Pudo más los sábados por la noche y esas chicas que buscaban los ojos de Paul Newman, y yo no los tengo. Tendríamos que hablar sobre los ojos en el cine, ¿no te parece? Por ejemplo:Malcolm McDowell tiene los mismos ojos de Steve McQueen…
Besos con un parche, amiga mía.
Mi querido Alfredo, buen comentario para complementar lo dicho sobre Busca tu refugio. Solo te señalo que me creo aquí a John Derek como joven rebelde con causa y perdido en la duda, siempre ambiguo. Me gusta esa pareja que forma con James Cagney. Luego le daría por enamorarse una y otra vez de señoras rubias… pero eso es otra historia…
Besos
Hildy
Noooo, querido Francisco, noooo… conserva tus ojos. Aunque es cierto que los directores con parche son buenos cineastas… y ya los hemos nombrado más de una vez, ¡qué filmografías! Pero es cierto… hay ojos que te marcan toda una vida… y más las miradas, ufff. Te digo así en bajito que prefiero los ojillos de McQueen que los de McDowell (pobre, los relaciono con el mal rollo).
Besos con ojos verdes, verdes ojos…
Hildy
Cómo me gusta James Cagney en todas sus facetas pero, aquí, brilla excepcional como ese «Desperado» que busca un destino que no llega. Brillante película. Abrazos Hildy
Mi querido Marcos, es que James Cagney es un actor muy especial y es cierto, yo todavía no he encontrado ninguna película en la que él me decepcione. Y tienes razón en esta película como desperado, brilla.
Besos
Hildy
Que buena película, y eso que sólo entré a verla por John Derek. Que mal rollo tiene la gente con John Derek, ¿a qué se deberá? A veces me pregunto si soy la única que lo ama de este lado de la pantalla. A él lo conocí en Los diez mandamientos haciendo de Josué y me enamoraron sus ojos y su perfil y me puse a investigar y entonces supe de Llamad a cualquier puerta. Wuauu!!! Él fue el gran rebelde antes de James Dean. No era un gran actor, pero era guapísimo. Lo amo simplemente por eso, porque era guapo. Vale, que no todo puede ser talento y arte, también debe haber actores para la recreación de la vista. Eso sí, lo amo con ropa, pues sin ella era un mono peludo(excepto cuando el estudio le exigía rasurarse, como en Los diez mandamientos y otras), y esos sólo me dan asco.
En conclusión, que John Derek me hace palpitar el corazón en sus películas juveniles (después de 1959 lo considero muerto) y en esta me sorprendió gratamente. James Cagney no necesita halago, era uno de los grandes, nunca me ha decepcionado. A Viveca Lindfors no la conocía, pero me gustó bastante; muy guapa y creíble.
Sí, Elisabeth, tengo un recuerdo bonito de esta película. Y, sí, John Derek también me gusta en esta película. ¿Sabes quién me parece también bellísimo en sus películas de juventud? Alain Delon.
Beso
Hildy