Desde la primera escena se augura lo que La vida y nada más va a suponer para el espectador: belleza y dureza. Tras la muerte de miles de personas en la Gran Guerra, muchas olvidadas para siempre, muchas desaparecidas sin saber su posible paradero…, la vida y nada más. Así vemos una playa idílica y hermosa. Y dos personas cabalgando. Una es una monja, y el otro un soldado. La imagen es bella pero notamos algo extraño, según se van acercando el hombre va inclinándose y la monja le va gritando…, hasta que el soldado cae al suelo y nos damos cuenta de que le falta una pierna…
Han pasado cien años desde que estalló la Primera Guerra Mundial y el cine casi en paralelo a la contienda mostró imágenes en la pantalla blanca y aún hoy es argumento de películas. De tal manera que es posible realizar una clase de historia sobre esta guerra con películas que ofrecen miradas, reflexiones, tesis e interpretaciones diferentes y ricas en matices. Sin duda una de esas películas que ilustraría una buena clase sería La vida y nada más. Después de la guerra, la reconstrucción, el desencanto, la desolación y la muerte. La sensación de que en la guerra todos han perdido, ha supuesto mucho más que una victoria o una derrota. La dificultad de seguir adelante ante la certeza del horror y la muerte, ante la mezquindad de los de más arriba y la necesidad de muchos ciudadanos de volver a empezar…
En un territorio de búsqueda, de recuperación de aquel que fue a batallar y no ha regresado, el hermano, el hijo, el esposo, el novio o el amante… una caravana de personas trata de saber el paradero del soldado ausente. Y cada uno, tiene motivos diferentes. En este carrusel de personas se encuentra un comandante que contabiliza exactamente a los muertos en esta guerra y trata de localizar a los desaparecidos, una elegante mujer de París que busca a su marido y una joven maestra que no se cansa en el empeño de encontrar a su novio. Y los tres se cruzan una y otra vez hasta terminar en una vieja fábrica que los aloja tras un suceso. Porque en ese territorio en el que se mueven todavía quedan huellas de la guerra: hospitales con hombres que no saben quién son u otros mutilados, campos donde un granjero se encuentra minas o bombas sin estallar aún, falta de trabajo, un túnel que se derrumba con un tren que oculta difuntos (posibles desaparecidos y más cuerpos que contabilizar para dar cifras estremecedoras…), dificultades para recuperar normalidad en la vida, pobreza, hambre y desolación…
Y ahí está ese comandante mayor y desencantado (Philippe Noiret) que intenta hacer bien su trabajo aunque sabe que a sus superiores no les interesa, que ahora solo están volcados en encontrar un cuerpo que simbolice al soldado desconocido y así homenajear en el Arco del Triunfo de París a todos los muertos en combate. Los desaparecidos no interesan ya. Y a los muertos hay que olvidarlos cuanto antes. No interesan las cifras. Y menos sus familiares. Hay que cerrar rápido el asunto… y ocuparse de otros asuntos. Y un hombre concienzudo con su trabajo y que es crítico con ese acto no es cómodo…
Ese comandante desencantado que se da cuenta de la inutilidad de su trabajo, sigue incansable su meticulosa labor. Y los familiares, novias y amigos continúan buscando donde pueden…, aunque sea para recuperar un objeto, para saber si el ausente está muerto o si pueden recuperar el cuerpo para enterrarle o si se encuentra en algún hospital, solo y perdido.
Pero es la vida y nada más… y continúa. Por eso ante la desolación y el desencanto, hay hueco para el humor, para las situaciones absurdas e hilarantes, para que ocurran casualidades, para que siga el recuerdo atroz de la guerra, para momentos de gran belleza, para que haya sitio para los buscavidas y paso para las ilusiones, los sueños, para el canto, el baile y el arte y para que se produzca una elegante y hermosa historia de amor imposible…
Al final una carta, y una esperanza porque la vida prosigue…, aunque sabemos hacia dónde dirige la desolación… en unos años otra guerra terrible. Por eso la tristeza, los tonos suaves no abandonan esta historia.
Ya se sabe…, la vida y nada más. Belleza y dureza, un poso de melancolía, unas gotas de humor y de remate final, una historia de amor imposible… ¿o no?
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Me parece una delicia esta película, pese a su dureza y su melancolía. El panorama que describe es tan desolador como humano. Parece la cara opuesta de ese otro gran fresco sobre la guerra que hizo Tavernier…Capitán Conan…
Philippe compone un personaje de otro tiempo y ambos cruzan un itinerario…tal y como tu lo cuentas…el desencanto se da la mano con la belleza….gran película. Un abrazo
Sí, querido Victor, me pareció, pese a la dureza del tema, una película bellísima y emocionante. Te confieso que no he visto Capitán Conan, también llevo tiempo detrás de ella. Me apetece mucho. El personaje de Philippe te llega hondo… «el desencanto se da la mano con la belleza»… La disfruté muchísimo.
Tiene escenas de esas que no se olvidan y una declaración de amor (dos) realmente maravillosa…, la vida y nada más
Un beso
Hildy
Sí, es una historia de amor imposible… ¡Y menuda historia! Tavernier supo dejar en un segundo plano el horror de la contienda en beneficio de la sensible y profundamente humana relación entre el comandante y la dama francesa que busca a su esposo.
Estoy de acuerdo con Víctor, viene a ser la antítesis de la impactante «Capitán Conan», y probablemente una de las obras mayores de su realizador.
Beso, Hildy.
… No hay duda, querido Antonio, tengo que ver Capitán Conan. Y sí, es una historia maravillosa la que nos narra con sensibilidad extrema Tavernier. La vida y nada más… Un amor imposible…, como dices, lleno de sensibilidad y profundamente humano.
Besos
Hildy
En los próximos días, aún no sé cuándo, se publica un artículo-compendio que he perpetrado sobre el cine y la I GM. Esta película es tremenda, para bien, aunque a mí el final, no sé… Efectivamente, puede considerarse una cara B -o A- de «Capitán Conan», con ideas y espíritus contrapuestos: la pervivencia del amor o de la muerte, según, más allá del punto en que concluye todo.
Besos
Ya me avisarás, querido Alfredo, ¿se podrá leer online? A mí La vida y nada más me fascinó pues nunca la había visto y me pareció bellísima aunque muy dura… con final incluido (la tristeza y la sensación de que esa relación no tiene futuro… otra guerra que viene… para mí se mantiene). Y ya no puedo esperar más con Capitán Conan…
Beso
Hildy
Muy buena película sobre la cara oculta del heroísmo y la soberana estupidez de los que deciden en una guerra ya de por si absurda. Lo que no me creo es el romance, a todas luces imposible y que le resta muchos puntos a la película.
Y ya que nombran por ahí capitán Conan. Quizás una de las peliculas sobre la primera guerra que mas me gustan. Aunque en realidad trata sobre un tema que no suele tratarse en el cine de manera tan seria. Que hacemos con quien en tiempo de guerra es un dios y en el de paz un estorbo. En fin, majestuosa este capitan Conan en especial ese final cuando vuelve a ser un don nadie. En fin, me quedo con el capitán a todas luces y una película a revindicar totalmente. Cuidate
… Mi querido Plared, yo como lo veo como un amor imposible… y creo que así lo plantea Tavernier, me lo creí como una tonta y me sumó puntos a la película, que me pareció de extraordinaria belleza. Pero como dices, a pesar de los pesares, es muy pero que muy buena película. Qué ganas, según me vais hablando de ella de ver Capitán Conan. El planteamiento que dejas ver me atrae muchísimo.
Besos
Hildy
El mejor Tavernier, un director que ha logrado enormes películas («Capitán Conan» también alrededor de La Grande Guerre o «Hoy empieza todo», contando otra guerra, la del día a día) y que en su faceta de «género bélico» ha dado una talla mayor, trascendiendo el campo de batalla y contando verdades incómodas. Tu excelente texto trasluce la esencia de una película indispensable.
Saludos.
Querido Licantropunk, muchas gracias. La vida y nada más es una película que me llegó hondo… Y como bien dices Hoy empieza todo cuenta otra guerra pero ¡qué película más maravillosa!
Besos
Hildy