Sayonara (Sayonara, 1957) de Joshua Logan

sayonara

Si leemos las memorias de Marlon Brando, Las canciones que mi madre me enseñó, dice poco de Sayonara pero información bastante reveladora. Explica que se implicó en esta película porque su padre insistió en que debía hacer una para no tener problemas con el fisco. Comenta que en un principio no le gustó lo que vio escrito en el guion (una adaptación de una novela de James A. Michener) pero que después de hablar con Logan llegaron a un acuerdo. Brando creía que Sayonara no debía ser, de nuevo, una versión de Madame Butterfly sobre los amores imposibles entre un norteamericano y una japonesa. Brando apostaba por dar un paso más y proporcionar una posiblidad de futuro a la pareja protagonista. Que se atrevieran a dar el paso del matrimonio a pesar del rechazo de una u otra parte. Que se atrevieran a transgredir… Que tuviesen un final feliz.

También se comenta que el rodaje no fue fácil, Marlon Brando lo achaca a que su director Logan se encontraba en una fase depresiva. Otras fuentes sin embargo señalan que Marlon Brando trajo de cabeza a Logan (entre otras cosas cuidaba poco de su físico e iba engordando y engordando… o le gastaba bromas a su director que le dejaban ko)… También jugaron mala pasada las lluvias o la poca experiencia de los demás actores del cuarteto protagonista (las dos actrices japonesas y Red Buttons). Lo que es cierto es que Sayonara se rodó, se estrenó, supuso un éxito de taquilla y a Brando le supuso que fuera una de sus películas más taquilleras y populares (y curiosamente, en la actualidad, una de sus películas más olvidadas).

Yo vi Sayonara por primera vez hace un montón de años cuando televisión española dedicó un ciclo a Marlon Brando. Y ahora he vuelto a repasarla. Así me he encontrado con un buen melodrama con muchos puntos de interés para analizar. Había dos cosas que no había olvidado (a parte de la presencia de Brando): la historia trágica de los personajes de Red Buttons y Miyoshi Umeki y la melodía romántica que envuelve toda la película. Y estos elementos no me han decepcionado en mi segundo visionado. He disfrutado más si cabe de la propuesta.

Por una parte recuperar a un director con una sensibilidad especial y bastante menospreciado. Sin embargo conecto con la filmografía que he visto hasta ahora (y algunas de esas películas varias veces) del director, Joshua Logan. Sus obras contienen una emoción especial y una puesta en escena elegante que atrapa. Así disfruto cada vez que veo Picnic, Bus Stop, Camelot, La leyenda de la ciudad sin nombre o en el caso que me ocupa ahora mismo, Sayonara. En todas plantea historias de amor complejas y transgresoras de una manera elegante, con sensibilidad y una estética muy especial y cuidada.

Sayonara forma parte de un conjunto de películas que durante los años cincuenta trataban de plasmar las relaciones de los americanos con los japoneses. Unas relaciones difíciles tras las heridas de la Segunda Guerra Mundial… Así el cine plasmó ese momento de intento de acercamiento entre dos culturas absolutamente diferentes que habían estado en bandos contrarios durante la guerra. Los americanos habían resultado los vencedores pero además habían arrasado y destruido Japón (las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki) y por otra parte al finalizar la guerra se convierten en la potencia que ocupa el territorio japonés hasta 1952. Muchas heridas que curar. Muchos odios latentes. Así nos encontramos con obras cinematográficas como El bárbaro y la geisha o La casa de té de la luna de agosto (también protagonizada por Brando… como si fuera un japonés). El tema relaciones oriente-occidente (donde se reflejaban relaciones interraciales que transcurrían en Hong Kong, China o Malasia) se encontraba en un momento álgido durante los cincuenta y parte de los sesenta que dejaba películas como La colina del adiós, El mundo de Suzie Wong o El séptimo amanecer (curiosamente las tres protagonizadas por William Holden).

Así Sayonara cuenta la historia de amor entre un soldado norteamericano (Marlon Brando) y una bailarina japonesa (Miiko Taka) que superan todos los obstáculos que impiden que se conviertan en una pareja… La película les deja con un final incierto pero intentando ambos apostar por su historia. El melodrama pone en marcha dos historias interraciales: la de Marlon Brando y Miiko Taka, por una parte. Y por la otra, la de Red Buttons y Miyoshi Umeki (finalmente ambos nominados a mejor actores secundarios). La tragedia de los segundos determina el final de los primeros, que continuan la lucha: la posibilidad de seguir juntos pese la intolerancia de unos y otros. Así nos encontramos ante una de las escenas claves que es cuando los cuatro acuden a un espectáculo milenario de marionetas donde se narra una trágica historia de amor que preludia el único final posible para un matrimonio al que ya le es imposible poner frenos a las trabas impuestas…

Sayonara realiza un exquisito y elegante retrato de algunas tradiciones culturales japonesas así como de sus costumbres (esas casas japonesas…). A las marionetas se une el teatro kabuki o el espectáculo tan sólo de mujeres que lleva a cabo la actriz principal femenina. Por otra parte señalar que la película muestra una historia secundaria con  muchísimas posibilidades pero la deja a medio camino, desaprovechada (y es una pena porque presuponía unas reflexiones también interesantísimas y transgredir muchísimo más en las relaciones interraciales). Hay dos personajes muy atractivos pero no del todo desarrollados, al igual que su historia común. Me refiero a la novia norteamericana de Brando, interpretada por Patricia Owens y el primer actor del teatro Kabuki (con rostro de Ricardo Montalbán). Los dos tienen pinceladas muy potentes y hubiesen generado una ‘segunda trama’ más atrevida e interesante.

Por otra parte la película cuida en extremo los encuentros íntimos entre los dos protagonistas amantes y logra cotidianeidad y verdad en la relación que se establece entre los cuatro protagonistas. Sayonara tiene una serena belleza que llega a su culminación con el descubrimiento por parte de Marlon Brando del destino trágico de sus amigos. Y logra toda la emoción de un melodrama cuando el actor trata de convencer a la bailarina de que tienen una posibilidad de futuro, de construir una familia y que no deben rendirse…

… Y de fondo, siempre, una delicada melodía…

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10 comentarios en “Sayonara (Sayonara, 1957) de Joshua Logan

  1. Está muy bien este viejo baúl,mi querida Hildy,porque yo también ando desempolvando viejas películas de mi viejo baúl. El cine es más memoria que la literatura.Creo que el cine clásico sirve para eso,incluso cuando las películas no son muy buenas del todo,pero poco importa,porque,creo,que una película es buena a medida de cómo se escribe de ella,qué recuerdo la rodea,qué pasó en ese momento cuando la viste,qué cambio tuvo respecto a ti,etc.Ya te digo,por muy mala que sea siempre nos deja algo. El cine hay que escribirlo a partir de la memoria porque sino queda en mero academicismo,en mera reseña igual a todas las que abundan por la red. Hoy nos hablas de Sayonara y podría contante una hermosa historia a acontecida en 1979, cuando la vi en uno de los cines de mi provincia.Pero no fui a ver esta película,precisamente,allí proyectaban siempre dos y fui a ver la otra pero siempre me quedaba a ver la que nosotros denominábamos «la mala»,sí, en la mayoría de las veces, pero no siempre. La otra era La leyenda de la ciudad sin nombre y yo no sabía de que se trataba del mismo director… Bueno, no está bien que deja aquí un post, porque la protaganista eres tú y no yo en este espacio. Me ha gustado tu escrito porque ha generado estas reflexiones respecto al cine y la memoria (que para mi es lo mismo).Ay, si acaso quedamos.Te espero en Bus Stop y hacemos un Picnic.

    Besos,amiga Hildy.

  2. Pero ¡querido Francisco! si sabes que me encantan esos recuerdos… sesión doble Logan: Sayonara y La leyenda de la ciudad sin nombre, guau. Ay esas sesiones dobles.

    Cine y memoria. Buena pareja…

    Besos desde Bus stop… ¡los bocadillos estaban riquísimos! Me gustó ese picnic bajo el sauce

    Hildy

  3. Uf, prefiero «Picnic»… Pero Paco tiene razón, más allá de carencias puntuales, de que en general el melodrama (cuyo objeto real, el sexo, nunca puede tratarse a las claras en el cine de la época) anteponga el sentimentalismo exacerbado al acercamiento profundo y real a la psicología de los personajes, los temas y los escenarios, es el poso que deja en nosotros lo importante. A mí me parece una película tremendamente desequilibrada y tópica, que transita por lo previsible y que renuncia a eso justamente, a trasgredir. Correcta y poco más, y dsede el punto de vista de Brando, alimenticia. ¿Qué hace entonces que valga la pena? Pues los elementos que giran alrededor: el ambiente, la música, la puesta en escena, el decorado japonés y el contexto de la historia. Muy vista, ya sabida, el antagonismo romántico y cultural y todo eso, pero que, por eso mismo, funciona.
    Besos

  4. Me inclino más hacia la idea de que si hubo problemas en el rodaje, a parte de las lluvias…esa presencia de Brando, su método y su ego que por los de Logan, del cual no se demasiado sobre su caracter en el rodaje.
    La película…hace muchísimo que no la veo…pero tu texto, delicioso, me lleva a los recuerdos que tengo. Buena factura y buenas interpretaciones. Para decir algo más debiera revisarla. Eso sí, recuerdo lo de Red Buttoms…Aquel cine de los cincuenta contaba con directores como este, que con buenas películas, se consideraban así mismos simples trabajadores del gremio…al contrario que hoy, donde prolifera tanto presunto autor…Con excepciones, las relaciones con Oriente también han cambiado…sólo hay que ver las visitas que hacen Richard Gere y Michael Douglas por allí.Aunque otros podrían decir que también Scarlett Johanson…Hay de todo… pero entraríamos en otro tema. Un abrazo

  5. Sí, querido Alfredo, es una película imperfecta pero que tiene elementos y claves que hace que merezca la pena su visionado. A mí me dejó un buen recuerdo y volver a verla me ha hecho disfrutarla y analizarla más… Precisamente esa imperfección a veces es lo que le da todo su atractivo.

    Hay una escena que me encanta. La primera vez que le personaje de Marlon Brano va a ver el teatro Kabuki junto a su prometida norteamericana. Su rostro lo delata todo: no entiende absolutamente nada, ‘flipa’… Luego tienen una conversación con el actor principal de kabuki (Ricardo Montalban) y este le pregunta que qué le ha parecido. El personaje de Marlon ante la vergüenza de su novia, se queja de la falta de mujeres y le confiesa que a él le va más un espectáculo con Marilyn Monroe. El actor sonríe y le dice que hay algo que les une, a él también le gusta Marilyn Monroe…

    Besos
    Hildy

  6. No se que hago mal que los comentarios no salen…En fin vuelvo otra vez. Decía que me inclino más hacia la idea de que si hubo problemas en el rodaje, a parte de las lluvias…esa presencia de Brando, su método y su ego que por los de Logan, del cual no se demasiado sobre su caracter en el rodaje.
    La película…hace muchísimo que no la veo…pero tu texto, delicioso, me lleva a los recuerdos que tengo. Buena factura y buenas interpretaciones. Para decir algo más debiera revisarla. Eso sí, recuerdo lo de Red Buttoms…Aquel cine de los cincuenta contaba con directores como este, que con buenas películas, se consideraban así mismos simples trabajadores del gremio…al contrario que hoy, donde prolifera tanto presunto autor…Con excepciones, las relaciones con Oriente también han cambiado…sólo hay que ver las visitas que hacen Richard Gere y Michael Douglas por allí. Aunque otros podrían decir que también Scarlett Johanson…Hay de todo… pero entraríamos en otro tema. Un abrazo

  7. Mi querido, Victor… voilá, te recupero los dos mensajes… ¡Vamos, no me quedaría yo ni loca sin tus comentarios y apreciaciones!

    ¡Que bueno el cine de los cincuenta! Y efectivamente qué estudio más interesante el de la ‘mirada’ de EEUU y su evolución en su relación con los paises orientales en sus películas…

    Para mí ha sido un placer volver a ‘mirar’ Sayonara. La he disfrutado…

    Besos
    Hildy

  8. Estoy con Francisco, el cine sería más memoria que literatura y por eso es necesario desempolvar viejas pelis. Por rescatarse y disfrutarse a uno mismo al mismo tiempo que las vemos y disfrutamos de ellas.

    Esta la recuerdo entre las brumas de la cría con coletas que fui y aunque ahora no me apetecen mucho las historias románticas (tengo yo una fase un poco así, pelín qué sé yo, jajaja) me la apunto y la dejo para cuando toque.

    Besote!

  9. Querida Marga… siempre alegra ver a un Marlon Brando tan hermoso y lozano y además enamoradísimo de su bailarina… pero vamos lo que a mí me puede de él es su sonrisa pícara. Recuerdo (seguimos con la memoria) una película muy menor suya, SALVAJE, que hacía de motero… y la sonrisa final que dedicaba a la chica del bar… Cómo tenía yo de gastada la cinta de VHS de tanto rebobinar…

    ¡El colmo es verle con esa sonrisa pícara, enamoradísimo… y cantando en ELLOS Y ELLAS!

    Besos
    Hildy

  10. Ahí tienes un ejemplo: poner a Ricardo Montalbán como japonés, habiendo tantos actores japoneses, tantísimos, que aparecían en producciones yanquis (piensa en el cine bélico, por ejemplo) es igual que cuando alguien tuvo la ocurrencia de poner a Robert Taylor de apache. A mí estas cosas me tiran para atrás.
    Besos nipones

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