Según iban pasando imágenes de Infierno en la ciudad me venía a la cabeza otro drama carcelario femenino (también en nuestro viejo baúl de películas) dirigido en 1950, Sin remisión. Infierno en la ciudad es una de mis primeras incursiones en el cine del director italiano Renato Castellani y Sin remisión era otra indagación más en la carrera del director norteamericano John Cromwell. Así cada una de las películas se empapa del país donde vienen. Una es un drama carcelario italiano con influencias de un cine neorrealista con otro popular… donde cada una de las secuencias es una tragicomedia en sí. Y la otra es un drama carcelario americano que se deja llevar por el cine negro con gotas de melodrama y tragedia social. Ambas además arrastran un reparto de actrices femeninas maravilloso. Pero mientras la americana está al servicio de una impecable Eleanor Parker (recientemente fallecida), la italiana logra una película coral donde Anna Magnani (siempre Mamma Roma) y Giuletta Massina (también existió sin Fellini) son parte de un engranaje que avanza…
Así Infierno en la ciudad se convierte en el retrato cotidiano de una cárcel femenina a finales de los cincuenta. Delincuentes comunes que comparten celda y van sobreviviendo encerradas entre rejas. Para algunas es mejor lo que les ofrece la prisión, una habitación y comida, que lo que las espera fuera. Pero nunca pierden su capacidad de soñar o de imaginarse fuera. Así va pasando el tiempo… y conocemos a una anciana que se hace llamar La Condesa, a una mujer que se deja arrastrar por la locura que mató a su bebé, a una joven que no quiere volver a pisar la prisión de nuevo y que con un espejo logra captar lo que hay fuera e incluso enamorarse de un joven trabajador, Moby Dick… una reclusa enorme o a Egle (Anna Magnani), una mujer de fuerte personalidad y carácter, una líder: lo mismo la adoras en una escena por su solidaridad con las otras presas como en la siguiente la estamparías contra la pared porque su desesperación a gritos le hace cometer locuras diarias (dormir de día, despertarse de noche, cantar, discutir, pelearse y gritar sin parar…) o Lina (Giuletta Massina), una joven tímida, inocente y enamorada que entra en prisión y descubre otro mundo (¿mejor o peor?) u otra manera de ver la vida… una vida perra.
Renato Castellani refleja el día a día de las presas con las carceleras (las monjas), entre ellas, sus riñas y sus alegrías, su monotonía diaria y su lucha por la supervivencia o por no volverse locas, sus lágrimas y sus esperanzas, sus canciones o sus sueños. Así resulta una película dura pero vital. Un buen retrato coral con escenas que se quedan en la retina, difíciles de olvidar.
Y una de ellas, fundamental. Se podría incluso hablar de una ‘firma’ del género carcelario: cuando los presos asisten a una proyección cinematográfica. Y en Infierno en la ciudad las presas tienen su proyección. Y es un momento de alegría, que muestra la capacidad del cine para que el ser humano se deje llevar por el inconsciente y sentir algo parecido a la felicidad, sobre la importancia de la risa, de la evasión, de saltar los muros a través de las imágenes… Así como también era un momento catártico cuando los presos iban al cine en Los viajes de Sullivan, donde el protagonista descubría la importancia del cine cómico, en Infierno en la ciudad es un momento de alegría, de griterio, de salida de la rutina… una enorme pantalla blanca con su proyector en el patio de la cárcel… Y todas las mujeres asistiendo a una animada proyección…
Pero también es la oportunidad de deleitarse con un grupo de actrices, algunas desconocidas, que crean personajes de carne y hueso… y como no vibrar con la fuerza de una Magnani que se sale y una Massina con su aparente fragilidad… ambas nos dejan la huella de lo que significa ser tragicómicas de verdad. Creo que empezar con Infierno en la ciudad es una buena manera de iniciarse en la filmografía de Renato Castellani, otras sorpresas me esperan.
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No la he visto pero tanto el tema como el reparto me hacen pensar a qué narices he dedicado yo mis años cinéfilos. Tu excelente texto anima a ponerse con Castellani cuanto antes.
Saludos.
Mi querido Licantropunk, tengo una gran predilección por Anna Magnani… así que trato de ver todo lo que hizo… y a veces así descubro directores u otros intérpretes y sobre todo buenas películas italianas (o también en su viaje a América realizó dos buenas rarezas). Infierno en la ciudad ha sido un buen descubrimiento. Por Magnani y todas sus compañeras de reparto (sale incluso un Alberto Sordi en papel de pícaro timador… es de los pocos hombres que hacen acto de presencia en este film). Y también me ha apetecido introducirme más en la filmografía de su director.
Besos
Hildy
Tengo a Anna Magnani y a Giulietta Massina en el salón de mi casa, no te digo más.
El único pero que le pongo a esta película es que transita por los lugares comunes habituales del género, vistos antes y después, aunque imagino que contribuyó decisivamente a ello porque tuvo que dejar impronta.
«La rosa tatuada», esa, esa es buena de verdad…
Besos carcelarios
… Sí, mi querido, querido Alfredo, tanto La Rosa Tatuada como Piel de serpiente son las dos experiencias norteamericanas de la Magnani y me gustan bastante.
Qué salón más bonito… con la Masina y Magnani, lo tienes bien protegido y vigilado.
Un beso entre rejas
Hildy
Como dice Alfredo yo también tengo a la Masina y a la Magnani en el olimpo italiano cinematográfico. También, por qué no, a la Sofía Loren. Creo que con estas tres tenemos los modelos, muy ricos, de lo que representa, o representó la mujer italiana. La Masina es, sin ningún género de dudas, la mujer que imagina otra vida, como el Walter Mitty del gran escritor James Thuber (olvídate de las dos versiones cinematográficas). La Masina es el alma herida de la brutalidad italiana (o universal).La Magnani es la mama carnal. No es guapa, pero tampoco fea. Se sube las mangas hasta los codos y se ríe con la boca muy abierta hacia el cielo. Roma ciudad abierta y la cansada actriz que cierra su puerta en las narices de Fellini en Roma para decirle que se vaya a dormir. La Magnani está bien en todas sus películas aunque no sean neorrealistas pero su presencia las vuelve neorrealistas. Y la Loren, la mujer italiana sofistica, pero todavía con algo de la Magnani, resignada:Amor a la italiana. Los girasoles;sin duda alguna una obra maestra totalmente olvidada…
Y paro ya que este espacio es para poner un comentario y no un post. El cine italiano me gusta mucho. Hoy me pregunto qué ha sido de él. Si debo elegir un lugar para morir elijo Italia.
Te doy un beso en el momento que salga de este nudo que tengo en el tenedor con los espaguetis dichosos.
Hola, Hildy, buenos días, a ver si a la tercera va la vencida… Había escrito un comentario sobre el cine italiano, pero, la verdad sea dicha, aparte de despotricar contra Rosellini por haberme ‘levantado’ a Ingrid Bergman, tampoco tenía mayor sustancia.
Lo que sí quiero hacer, y a ver sí ahora puede ser, es desearte un muy feliz cambio de año y que el próximo 2014 te sea próspero y venturoso (y que, ya en plan egoísta, nos permita seguir disfrutando de tus letras de cine).
Un fuerte abrazo.
Mi querido Francisco, hermoso, hermoso tu comentario… aportando la esencia de tres actrices italianas. Los Girasoles, tienes razón, es una película emocionante, fascinante…
Conozco el relato de James Thuber y las dos versiones cinematográficas. Y efectivamentes, éstas son otra cosa… conservan el título del relato y la idea de un señor que sueña despierto… pero nada más. Cada una traiciona a su manera el relato. Pero me llamarás tonta o algo parecido… olvidando la traición de ambas a Thuber, me he descubierto pasándomelo bien con ellas…
Besos querido mío, con pizza, espaguetis y un buen lambrusco… y ¡te deseo un 2014 plagado de buenas sorpresas!
Hildy
¡Querido Manuel, qué alegría leerte! Feliz año nuevo… espero que tengamos todos un 2014 de cine y que lo compartamos en nuestros apasionados blogs…
Y estoy segura de que todos tus comentarios a este post, como este que estoy leyendo finalmente, eran sustanciosos… porque siempre lo son y siempre es un placer leerte.
Besos
Hildy