Capturing the Friedmans (2003) de Andrew Jarecki

Éste es un documental que definiría en una palabra: impactante. Impactante e incómodo. Vaya, ya han salido dos palabras. Jarecki, además, no toma partido, expone. Es el público el que saca conclusiones y eso se agradece pero lo hace más complicado. Y ya va la tercera palabra. 

Un montaje excepcional y una batería de imágenes absolutamente privadas con una serie de entrevistas a gente implicada en el caso. Los Friedmans aportan los vídeos caseros de toda una vida. La diferencia es que esta familia no sólo grababa en 8 mm los momentos felices o en cintas de vídeos (como es habitual) sino que también filman momentos desgarradores y su propia destrucción como familia. Y ver esas imágenes tan personales (aunque las hayan cedido) no deja de crearte una sensación incómoda (y sí la vi entera de pe a pa). 

El documental expone el caso de la familia Friedmans, una familia de clase media alta norteamericana que se descompone y destruye cuando en 1987 el padre y el hijo menor son detenidos por la policía acusados de pederastia. Todo empezó por una investigación policial en la que se detecta que el padre recibe por correo material de pornografía infantil desde Holanda. De ahí pasa a ser acusado por actos de abuso sexual a sus alumnos de informática durante años junto a su hijo pequeño. 

En el interior de la familia, en la que ya había problemas (como en todas las familias), el acontecimiento descompone aún más el núcleo familiar. La madre es apartada definitivamente de la fuerte unión que existe entre los tres hijos varones y el padre. La madre, duda, y el padre y los tres hijos luchan por demostrar su inocencia. Pero si algo es positivo en la exposición de esta historia cruda y verdadera es que no se toma partido por ninguno de los miembros. Y si hay algo tremendamente humano, es que nos presenta lo peor y lo mejor de cada uno de ellos. Eso da miedo. Porque nadie diría en las idílicas imágenes de familia feliz de 8 mm la compleja y disfuncional personalidad del padre. Porque vemos también la difícil personalidad de la madre y sobre todo vemos como influye en la personalidad de cada uno de los hijos (el mayor y el menor. El mediano no quiso participar en el documental lo que afirma como a cada uno le afectan los acontecimientos de distinta manera). También, da miedo porque son tan humanos que por supuesto no vemos los monstruos en los que se convirtieron padre e hijo en los medios de comunicación de la época. 

Y da miedo, porque yo personalmente, uno de los actos que más rechazo me causa y repugnancia es la pederastia. Y las personas que lo practican sin duda hay algo que no les funciona bien en la cabeza. Cuando salen casos en medios de comunicación mi rechazo es pleno hacia las personas que han cometido abusos sexuales con menores. También soy consciente de que son temas tan sumamente delicados que hay que estar totalmente seguro y atar todos los cabos antes de dar un veredicto de culpabilidad.  

Sin embargo, mis sentimientos hacia el padre de los Friedman han sido ambiguos. Por una parte su reconocimiento de pederasta y algunos comportamientos me causaban un rechazo profundo pero por otra parte, había momentos en los que me parecía un pobre hombre con un tremendo problema y que se ve abocado a un juicio que se dispara y le convierten en un monstruo. Por otra parte, él declara que consume productos de pornografía infantil (revistas y fotografías), que ha abusado sexualmente de dos jóvenes durante vacaciones familiares (por esto que confiesa no se le acusaba) y que efectivamente se excita (comportamiento del que no está orgulloso) con menores…, pero tanto él como su hijo se declararon inocentes sobre todos los abusos sexuales de los que se les culparon con los alumnos de las clases de informática.   

Es una clara situación en la que los Friedmans ven atacada su intimidad como familia y se convierten en un centro de atención para un país que los juzga de mil cosas antes de tiempo. Se convierten en una imagen del horror y de degradación y no son tratados como personas. Desde el primer momento se les condena y la opinión pública no oye, escucha ni ve las posibles contradicciones en algunas de las acusaciones o la debilidad de algunas pruebas. Entre los vecinos se forma una especie de histeria colectiva llena de juicios y declaraciones contradictorias. Llama la atención la declaración de un alumno que opina que jamás, jamás vivió ni un asomo de abuso sexual y cómo nunca vio nada y otro (con la cara oculta) que cuenta aberraciones en esas mismas clases. Una investigación policial con grandes fallas y una actuación judicial sin asomo de la presunción de inocencia que se vuelve absolutamente cruda para el menor de los Friedmans que es llevado a la cárcel con 18 años, y que en ningún momento contó con una presunción de inocencia, y que no vio la luz hasta el año 2001. 

¿Qué ocurrió realmente?¿Cuál es la verdad? No, el documental no lo revela pero sí expone todos los elementos que hicieron que fuera más difícil entrever esa verdad o realidad. ¿Existieron realmente esos tremendos abusos sexuales con los alumnos de las clases de informática? Y también el peligro de un juicio popular antes de un juicio legal. Está claro que es documental que hace pensar y reflexionar mucho. Y nunca viene mal. 

Jarecki tardó tres años en completarlo y cuenta que en un principio la idea original del documental era contar la historia de los payasos de cumpleaños de Nueva York…, entonces se cruzó en su camino uno de los payasos más populares, David Friedman (el hermano mayor), que tenía una historia que contar…, y así nació Capturing the Friedmans. 

Escalofriante documental (y va la cuarta palabra) donde se desnuda y disecciona totalmente una familia.

2 comentarios en “Capturing the Friedmans (2003) de Andrew Jarecki

  1. Un documental absolutamente extraordinario e impactante. Tan emotivo en sus minutos finales como objetivo, ambiguo y neutral el resto (si hay algo que aporta, a ojos del espectador, un tratamiento adulto son estos rasgos, ya que nos obliga a tomar distancia respecto a lo que estamos viendo).
    Independientemente de la verdadera realidad de lo sucedido (y que acertadísimamente su realizador no busca, ya que no apela a investigar una verdad absoluta – esto es imposible, ya que no existe como tal sino la suma de muchísimas cosas, cada una con su propia complejidad -, sino indagar en el dificilísimo trayecto psicológico y emocional por el que pasan los distintos miembros de ese elemento de control social que es la familia, por parte del aparato del Estado y que éste ejecuta con toda su crudeza en ejemplos como el caso Friedman.
    Varias cosas que me gustaría señalar al respecto:
    1) ¿Por qué, cuando hablamos de un caso tan mediático (como éste y otros tantos), se somete el proceso a un jurado popular? ¿No debería ser investigado por gente experta y no, precisamente, por personas previamente mediatizadas?
    2) Varios de los que estudiaron el caso, durante la entrevista, admiten que se juzgó a Arnold y Jesse Friedman sin tener pruebas físicas. Esto, en un estado de derecho, debería ser inadmisible. Y, sin embargo, se consiente.
    3) La jueza que llevó el caso dice, literalmente, que nunca tuvo dudas de la culpabilidad de los acusados. Alucinante.
    4) Hipnosis, preguntas inducidas e insidiosas, niños que no recuerdan hechos que supuestamente acontecieron, abogados que obligan a su clientes a mentir para evitar un número mayor de años en prisión, etc. Todo contribuye a que uno, como espectador, no sólo saque sus propias conclusiones sino que, además de constituir el documental, por sí mismo, la punta del iceberg en el derrumbamiento de una familia, comprobemos el grado de putrefacción de nuestra sociedad desde sus mismas bases. Porque lo peor no es que hechos como éstos sucedan sino que salgan a la luz pública (recordemos, en nuestro país, dos casos flagrantes: los niños robados en los hospitales durante 40 años – en los cuales sólo se inculpó a una única persona – y la pederastia asentada desde hace mucho más tiempo en la institución eclesiástica). Aquí obtendremos juicios de valor, hipocresía, doble moral, prejuicios, etc. Metemos a prisión a dos personas sin saber si han sido culpables y la administración y la institución legal tan tranquila. Y todos volvemos a casita sintiéndonos felices y contentos, como si el mal hubiese sido erradicado, mientras alimentamos la carnaza que nosotros mismos fomentamos, consintiendo a la prensa sensacionalista y a unos métodos policiales más que cuestionables. ¿Alguna vez se han realizado manifestaciones sobre el amarillismo de la prensa y los expeditivos métodos de la policía o de los (anti)disturbios?

    Un excelente documental que, como toda buena obra cinematográfica, provoca lo que debe: indignación.

    Abrazos.

  2. Lo vi hace bastantes años y como escribí me dejó varias sensaciones. Efectivamente es de esos documentales que te hace plantearte un montón de cosas. Y que como dices, te hace mirar alrededor… y es una mirada que te devuelve cosas incómodas, te hace cuestionar muchas cosas. No es fácil su visionado, aporta, y como explicas, el tratamiento es muy serio (algo que no abunda, y eso es preocupante)… Vuelvo a leer el texto, leo tu interesante comentario, y, sí, creo que volveré a verlo.

    Beso
    Hildy

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