La verdadera historia de la señora Danvers

A Jordi y a todos los compañeros -algunos ya amigos queridos- (de estos tres maravillosos años) del curso de crítica de cine. Los viernes son un paraíso. Un paréntesis hacia una utopía de gente unida por una pasión: el cine. Y es un deleite disfrutar con las ideas propuestas (y los conocimientos) de un profesor apasionado que nos empuja a escribir, a descubrir, a ver, a analizar, a mirar… Aquí Hildy Johnson se transmuta en un David Thompson en busca de más Sospechosos. E imagina la historia de la señora Danvers…

De las cenizas de Manderley pude rescatar el diario de la señora Danvers. Me lo llevé antes de que nadie lo encontrara. Ahí entre esas páginas se esconde la historia que nunca nadie supo ni sabrá. Por mí que oculta quede. Con haberla vivido me es suficiente. Con haberla leído me siento un privilegiado. Que la gente se quede con esa imagen de los sufridores Maxim de Winter y su segunda y apocada esposa… que vivieron felices y comieron perdices.

En este diario hay dos protagonistas y luego meros secundarios. La señora Danvers y Rebeca por un lado. Y por el otro yo mismo, el primo favorito como me llamaban ambas, Jack Favell; el estirado y antiguo Maxim de Winter (que nunca se enteró de nada, tan cerrado era) y la pobre tonta segunda esposa que creyó revivir un cuento de cenicienta y se vio inmersa para siempre en una pesadilla. Nadie con De Winter podía ser feliz.

La señora Danvers, como una Jane Eyre cualquiera, era una mujer pobre, fea, inteligente y gris. Sin ninguna posibilidad de ser feliz. Pero en su camino no se cruzaría un señor Rochester que le abriría los ojos a otro mundo posible sino una Rebeca alocada, llena de belleza y juventud, que vivía con intensidad los locos años de entreguerras.

El destino de Rebeca, de una familia bien, era como el de muchas muchachas de la época conseguir un buen matrimonio. Y convertirse en dueña y señora de una casa. Pero sus ambiciones eran otras. Ella quería además ser bohemia. Viajar, experimentar, ser totalmente independiente, aprender, escribir, conocer hombres y mujeres, ir continuamente de fiesta… así que pensó que no estaría nada mal una buena boda que le permitiera ‘vivir como le diera la real gana’. Ahí estaba la gran paradoja.

Pero estoy adelantando acontecimientos. La triste señora Danvers, siempre con el pelo recogido, siempre de negro. Siempre apareciendo en momentos inesperados… llegó a casa de la familia de Rebeca con una carta de recomendación donde se exponía que podía ser una apta dama de compañía y doncella principal de la joven de la casa.

Y entonces a la señora Danvers se le abrió el mundo nada más escuchar la risa de Rebeca. Y como la señora Danvers nunca había sido amada ni nunca había amado… Rebeca se convirtió en un soplo de aire fresco.

A Rebeca le encantó la oscuridad de la señora Danvers. De pronto descubrió su rico mundo interior y sintió que dentro de su cuerpo había una mujer desbocada y libre que quería liberarse de sus cadenas tortuosas. Así que decidió abrir su corazón a la doncella íntima. Y contarle todos sus anhelos.

Pronto la señora Danvers y Rebeca se hicieron inseparables. Recuerdo todavía cada vez que iba de visita al hogar de mi prima cómo escuchaba las risas y los susurros tras la puerta. Yo llamaba a sus aposentos… y ambas decían: ¡que entre el primo favorito! Y entonces pasábamos tardes inolvidables de charlas interminables, con unas copitas de más, lecturas picantes o representaciones teatrales privadas… No sé por qué pero la señora Danvers y Rebeca me admitieron en su mundo.

Rebeca era joven y alocada. Le encantaba la noche. Y las correrías. Y las reuniones con música, alcohol y humo. Le gustaban los hombres, entre ellos yo, su primo… pasamos momentos increíblemente eróticos y también vivimos largas conversaciones y discusiones. Bueno, como iba contando le encantaban los hombres… y la señora Danvers. Que era su confesionario particular. Sabía que con ella sería amada con fidelidad y devoción para siempre. Que con ella podía burlarse de todo. Que sólo ella conocía todos sus recovecos.

Y para la señora Danvers no existía nadie más que Rebeca… y de vez en cuando el primo favorito.  La estirada señora Danvers, la dama de negro, en la intimidad de una habitación y con la persona a la que amaba sobre todas las cosas… lograba escupir su intenso mundo interior y que surgiera la mujer atrapada entre la apariencia rígida y siempre recta. Tras la puerta la señora Danvers se relajaba y el rictus de su cara era diferente.

… Y entonces llegó el señor De Winter con toda su educación, su casa de Manderley, su rancio abolengo, sus costumbres trasnochadas y su aburrimiento continuo. De alguna manera se sintió embaucado por la belleza de Rebeca. Y creyó afianzar un matrimonio respetable. Se la llevó. Y Rebeca, para que mentir, se dejó llevar y seducir por las ‘posesiones’ del esposo. Desde el principio supo que su marido era un aburrido y un tirano de la vida loca. Pero también supo que ella siempre había sido y sería indomable. Y que manejaría a De Winter a su antojo, incluso se reiría bastante de él. Así que se llevó tan sólo a la señora Danvers. Y las dos se fueron a Manderley con el estirado de De Winter.

Nada más casarse Rebeca confesó a un anonadado De Winter su manera de ser y que no iba a renunciar a nada. Ella seguiría con su independencia de devorar las horas… y le prometía sin embargo comportarse como la esposa ejemplar que todo el mundo esperaba de cara a la sociedad. Algo que le importaba tremendamente al simple De Winter… que herido en su amor propio accedió. Rebeca le dijo que todo saldría perfectamente porque siempre estaría de guardiana la señora Danvers. Y De Winter se acostumbró a su presencia como mujer de negro que todo lo dispone y todo lo tapa.

Danvers se convirtió en la reina y señora de Manderley. Controlaba la vida pública de sus señores. Cuidaba la vida privada de ambos. No se le escapaba detalle. Sabía absolutamente todo. Acompañaba las tristes tardes solitarias de un De Winter cada vez más humillado y antipático. Y esperaba a que llegase por las noches una Rebeca etérea después de haber sido amada en otros lechos… y con un montón de historias y conversaciones que contar.

La señora Danvers se transformó en mujer imprescindible. Y su vida ya contaba con distintas tonalidades. Tenía todas las llaves de Manderley. Conocía todos sus secretos, pasiones y odios… Y a mí al primo favorito me seguían acogiendo ambas en noches oscuras donde nos contábamos historias de terror y reíamos borrachos bajo la luz de la luna… mientras oíamos un llanto ahogado a lo lejos. Más tarde supimos que era la rabia de De Winter. Al sentirnos sin ataduras.

Sin embargo Rebeca nos escondió un secreto a todos. No quiso que nadie supiera que una enfermedad terrible la devoraba. Y antes que estar enferma y postrada en la cama, antes de dejar que el estirado de De Winter ejerciera de amantísimo esposo al pie del lecho, prefirió seguir siendo intensa y hacerle pasar un mal trago. Porque Rebeca nunca terminó de llevar bien al aburrido y seco de De Winter al cual se le agrió para siempre el carácter. Así que con sumo cuidado planificó su muerte, su suicidio. Y se rió de lo lindo de De Winter, al que dejó para siempre además de amargado con un sentimiento de culpabilidad. Ya se saben la historia. Tampoco quiso que su amor, la señora Danvers sufriera su deterioro físico y mental. Ocultó todo su plan.

Esa vez no se confesó a la señora Danvers. Y eso a la mujer vestida de negro, le rompió el corazón. Porque hubiera preferido irse con ella… y no vivir ese tiempo que la dejó sola… de nuevo sumida en una vida gris. Ni yo le servía de consuelo. Me trataba como si fuera el ama de llaves que siempre fue. Con distancia y recelo. Nunca volví a traspasar la puerta. Se convirtió de nuevo en mujer atrapada.

De Winter nunca supo que convivió en el seno de Manderley con dos mujeres libres mientras él lloraba de rabia en sus aposentos. Tras la muerte de Rebeca y una depresión decidió irse de viaje… y se trajo a una pobre tonta, que le miraba con arrobo y le parecía todo el colmo del romanticismo. La señora Danvers no daba crédito a que alguien pudiera ser tan estúpido y tan falto de personalidad, pero la segunda esposa de De Winter iba ganando puntos a cada instante. Cómo se lo pasaba la señora Danvers jugando con ella. Ahí seguía pensando que estaba Rebeca y que ambas se reirían de otra persona de mente limitada.

Hasta que las circunstancias…, la aparición del barco, la acusación de De Winter como el asesino de su primera esposa, la confesión del doctor de su enfermedad fatal y por tanto del suicidio, el recuerdo injusto que iba quedar de Rebeca en una sociedad pacata, y la tristeza al saber que como pareja ideal iba a quedar un cada vez más estirado De Winter y la pobre insulsa de su segunda esposa…, y sobre todo el miedo a la total pérdida de su libertad, que había logrado conquistar junto a Rebeca, hizo que tomara la determinación de quemar Manderley con ella dentro y con todos sus recuerdos.

Quedaron estas páginas. Esta historia secreta y verdadera que os cuento.

Y yo me convierto en guardián de mujeres libres a las que amé en noches de borrachera y risas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 comentarios en “La verdadera historia de la señora Danvers

  1. Buen ejercicio de spin off, creo que se dice. Personalmente, en cambio, soy más de insinuar, de sospechar, de no saber, que de explicaciones y certezas milimétricas.
    Qué gran personaje, la Danvers. Bueno, todos en realidad son interesantes, más que la pareja supuestamente protagonista.
    Besos

  2. La Danvers es un crack.

    Sí, yo siempre he pensado que la protagonista de Rebeca es la AUSENTE.

    … lo bueno como dices de insinuar y sospechar es que quedan un montón de historias subterráneas, de miradas, y recreaciones.

    Ésta es tan sólo una historia subterránea, una mirada.

    Pero como se insinúa también estos personajes son libres de protagonizar cientos, miles de historias.

    Besos
    Hildy

  3. Tu ejercicio de desarrollo del personaje de la Danvers (uno de esos grandísimos personajes a los que, probablemente, jamás se les dé todo el reconocimiento que merecen -aunque eso siempre es difícil de medir…-), compa Hildy, es fabuloso, y me ha encantado: recoges toda la esencia de la historia conocida y le das unos vuelos de creación propia muy, muy sugerentes. Qué buen guión que saldría de ahí, no te quepa duda…

    Un fuerte abrazo y buen día.

    P.S. No sabía que estabas, o estás, haciendo un curso de crítica cinematográfica. Qué envidia más cochina…

  4. Mi amigo Manuel, gracias.

    En octubre empecé el tercer año del curso de crítica cinematográfica… y es una de las cosas que me está haciendo más feliz en estos últimos tiempos. Disfruto muchísimo. Y cada viernes sigo aprendiendo, descubriendo…, ay, qué placer. Lo encontré por casualidad, indagando en la Red, cuando buscaba cursos universitarios sobre historia del cine… y topé con estas clases… y ahí continúo.

    Besos
    Hildy

  5. Querida Hildy ¡qué «precuela» tendrías entre manos! Si tan sólo hubiera una actriz que pudiera llenar los zapatos de Rebeca… La Sra. Danvers es sin dudas el personaje más jugoso de la película (y uno de los más complejos entre los creados por Mr. Hitchcock, también), es quien tiene más «capas». Qué tentación asomarse a su mundo interior ¿no?
    Que interesante que suena el curso de crítica, debió haber sido una gran experiencia (yo también siento un poquito de envidia como decía otro comentario, debo reconocer…).-
    Un beso grande, Bet

  6. Sí, querida Bet, el curso de crítica ha sido algo muy bueno y como digo en la dedicatoria los viernes eran un paraíso. De este curso que he hecho durante unos años, he conocido a buenos amigos y he aprendido mucho, mucho, mucho de cine.

    Y totalmente de acuerdo contigo la señora Danvers es un gran personaje con múltiples capas…

    Besos y mil gracia por pasarte por aquí
    Hildy

  7. Lo que yo no comprendo es por qué De Winter no despidió a la Sra. Danvers después de que Rebecca muriera. ¿Es que no sabía de la relación que tenían ambas? Me parece un fallo garrafal en la historia.

  8. Bienvenido, Pepe, muchas gracias por pasarte por aquí y dejar tu parecer.
    Quiero imaginar que el señor De Winter también se acostumbra a la presencia de la señora Danvers que cuida la reputación de los dos de cara al exterior. Él intuye la buena relación entre la ama de llaves, Rebeca y su primo, y eso le hace rabiar en soledad…, pero en su imaginación no entra nada más allá que sentirse él excluido y solo. Después la señora Danvers es cómoda para tener la casa en perfecto estado…
    Espero haber resuelto tus dudas, pero si no te convence, siempre puedes acudir a la maravillosa película de Rebeca… e imaginar tu propia historia sin cabos sueltos.

    Beso
    Hildy

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