Doce monos (Twelve monkeys, 1995) de Terry Gilliam

Les propongo una sesión doble llena de posibilidades y lecturas: Doce monos de Gilliam y el mítico mediometraje La Jetée (1962) de Chris Marker. Les aseguro un viaje a través del tiempo entre angustioso y locamente romántico rozando las reglas del género de la ciencia ficción con el catastrofista de contagios que amenazan la integridad mundial (a la espera de la película de Soderbergh, Contagio) y espolvoreado con la ruptura de los límites del tiempo donde ya no sabemos cuando es presente, pasado o futuro.

El ex miembro de los Monty Python, Gilliam, poseedor de una filmografía con muchísima personalidad (en la cual te puedes sumergir o puedes salir espantado… yo suelo sumergirme en sus mundos…) no tiene reparo en reconocer en los créditos de Doce monos que la idea original de su fantástica historia es La Jetée de Marker (recuerden que el visionado de este mediotraje no deja de ser algo con un toque mágico y distinto, pues Marker nos cuenta una historia inolvidable a través de una voz en off, banda sonora y una sucesión de fotografías fijas). La Jetée parte de tres supuestos maravillosos, una imagen obsesiva infantil y siempre recurrente donde un hombre siempre le viene a su cerebro cuando en un muelle, siendo niño, presenció la muerte de otro hombre y se quedó con el rostro de una mujer. Un mundo futuro donde ese niño hecho hombre vive en una sociedad subterránea tras una terrible guerra nuclear, sin libertad, y donde como salida a su muerte en vida, se convierte en ‘voluntario’ para un experimento a través del sueño que le hace viajar al pasado para encontrar una solución al presente. Y en ese pasado contacta con la mujer que le obsesiona desde que era niño… prefiriendo finalmente vivir en el mundo de los sueños y recuerdos que en la realidad donde sólo es un muerto en vida…, se atreve a soñar con huir…

Por supuesto todo este material es reciclado por Terry Gilliam creando un mundo de ciencia ficción absolutamente hipnótico. Cambia la guerra nuclear por el contagio, por la plaga…, y plantea cómo su protagonista James Cole lo que persigue es una pista que tiene que ver con un ejército clandestino, los doce monos. Y en esa persecución en ‘su’ pasado, Cole denota para los que le conocen serios problemas de salud mental. Y nuestro protagonista es encerrado en una institución mental donde uno de sus médicos es una atractiva doctora, psiquiatra, muy parecida a la mujer que recuerda desde su infancia y que siempre acude a su recurrente sueño. Así Gilliam crea un mundo onírico entre la locura y la alucinación donde el espectador no sabe si lo que está viendo es producto de la locura o de la ciencia ficción. Y mientras dilucidamos cuánta cuota de realidad tiene lo que estamos observando (mientras averiguamos si realmente estamos viviendo saltos en el tiempo o si nos encontramos dentro de la mente de un hombre con serios problemas mentales), somos testigos de cómo se va construyendo una esperanzadora y hermosa historia de amor con ecos evidentes de Vértigo, del orondo maestro del suspense, con homenaje incluido en el mundo Gilliam. Así en la propia película hay una secuencia en una sala de cine a la que acuden los protagonistas donde se está proyectando una maratón de cine de Alfred Hitchcock.

La película te envuelve desde el principio en un mundo onírico especial, que si realmente te seduce, ya no sales de él. Un mundo apocalíptico bajo tierra… y un mundo a punto de la catástrofe en ese lejano 1996… año de la propagación del virus, y donde Cole realiza sus investigaciones en sus viajes a través del tiempo. Yo todavía me recuerdo en la hoy cerradísima sala Bogart (por cierto un cine maravilloso que antes había sido teatro y que recordaba a la sala 1 del cine Doré, hoy Filmoteca Española), sola, con casi nadie en la sala, y yo totalmente abstraída en esta historia de amor, sueños, locuras y futuro… y cómo me envolvía la excelente e hipnótica banda sonora con el añadido de piezas musicales ya existentes como una especie de tango premonitorio de Astor Piazzolla (que su melodía te persigue a lo largo de los años… o por lo menos a mí me ha pasado) o ese maravilloso momento donde Cole se emociona al escuchar a Louis Amstrong y su versión de What a wonderful world

También puedo decir que es la película donde Bruce Willis más me ha conmovido, donde su triste antihéroe se me quedó en las entrañas. Ese James Cole que se mueve entre lo onírico, la locura, el desencanto, y el amor sin esperanzas hacia una imagen de mujer soñada que materializa en el rostro de su psiquiatra… Así le acompañan una hermosa Madeleine Stowe totalmente convincente como científica de la mente humana, escéptica frente a su paciente, pero que poco a poco va viendo evidencias que derrumban su ‘ciencia’ y le hacen entrar en otra lectura y enamorarse perdidamente del antihéroe… También nos encontramos con un Brad Pitt, fuera de sus roles de galán de los noventa, que se esconde tras los tics nerviosos de un mesianico enfermo mental que no sólo tiene una relación importante con Cole sino también con la pista que persigue, los Doce monos. Pitt, un joven apocalíptico y totalmente loco con una relación amor-odio con su padre, un científico de prestigio. En un papel secundario nos encontramos con Christopher Plummer (mítico actor clásico que sigue al pie del cañón… hace poco estaba espectacular tanto en La última estación como en Beginners), como científico prestigioso o a un irreconocible y amenazante David Morse…

Doce monos, dentro de este mundo onírico y de ciencia ficción, tiene imágenes de una fuerza visual que se quedan en la retina… como le ocurre a Cole con su sueño de la infancia. Un mundo apocalíptico donde hay sitio para el romanticismo más exacerbado donde una mujer bella, con el cabello rubio, y totalmente desolada por la pérdida de la esperanza y el amor, es capaz de sonreír dulcemente a un niño que la observa…

Lo que siento es que la única copia que se puede conseguir en DVD (además de no contar con subtítulos en castellanos) no hace justicia a una obra para mí absolutamente reivindicable. Espero una futura edición hecha con cariño… Y lo dicho, no se pierdan si tienen oportunidad la sesión doble que les propongo porque La Jetée también puede ser una sorpresa para quien nunca la ha visto… o la posibilidad de recuperar un agradable recuerdo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

8 comentarios en “Doce monos (Twelve monkeys, 1995) de Terry Gilliam

  1. La menos rara de Gilliam es una de mis rarezas favoritas, la veo de vez en cuando, y me parece mucho mejor que las habituales tonterías apocalípticas de virus y zombis que nos rodean (y qué bien ese «What a wonderful world» para cerrar la película). «Contagio» la vi ayer: floja, flojísima. Un vulgar telefilme de sobremesa revestido de un presupuesto que da de sí para contratar estrellas y rodar en sitios exóticos. Pero de historia, cero.
    Besos.

  2. Querido Alfredo, fíjate que Contagio era una de las películas que me apetecían bastante. ¿Has visto One day? Me apetece bastante.

    Sí, esta película, Doce monos, a mí también me fascina… Me envuelve totalmente la historia. Entre lo onírico y la locura surge con fuerza un romanticismo triste… Entre contagios, científicos locos y mundos apocalípticos al final lo que importa es la humanidad de un gesto o una mirada… y el mundo según Hitchcock… What wonderful world me emociona tremendamente… y el tango de Piazzola me fascina e inquieta.

    Besos
    Hildy

  3. Como no podía ser de otra manera me he ido corriendo a tu reseña de La Jetée… y me ha encantado. No tenía duda alguna.
    Doce monos me atrapa.
    Yo primero descubrí Doce monos (cuando la estrenaron en su día en las salas de cine) y después La Jetée (había leido sobre ella pero no la había visto hasta hace poco). Me parece una sesión doble interesantísima…
    A Gilliam también le adoro en EL REY PESCADOR.
    Besos
    Hildy

  4. No sé qué puñetas ocurre con la red, pero no puedo comentar en el post siguiente, el de tus máximas apetencias de la cartelera…

    Te cuento: «Contagio» es un telefilme hecho con mucho dinero y estrellas. Tiene pulso, está hecha a golpe de crónica casi periodístico-documental acerca del proceso de aparición, detección y combate contra una pandemia. Le falla el guión -huecos tremendos- y la ausencia de personajes y de cosas que les pasen. «Somewhere» es deliberadamente tediosa como manera de trasladar al espectador el tedio de su protagonista. Coppola filma magníficamente; el problema es que filma constantemente naderías. «Another year» la vi ayer: cau-ti-va-dora. Personajes sólidos, guión solvente, mensaje, sensibilidad, tacto… Parece que no está pasando nada, y está pasando de todo. «Melancholia»: simplemente, no te la pierdas: una mezcla de «Celebración» de T. Vinterberg y «Sacrificio» de Tarkovski.
    Besos

  5. … Guau, mil gracias por tu detallada crónica. Me voy de cabeza a por Another year… y me alegra tu entusiasmo por Melancolía. Por cierto, el otro día adquirí, precisamente, en dvd Sacrificio de Tarkovski que todavía no he visto nunca.
    Besos
    Hildy

  6. Querida Hildy, habiéndome decidido, corrí al video club de mi pueblo. Seguramente es el peor del mundo, pareciera que los DVD fueron ordenados por un ciego o por alguien que no tiene la más mínima idea o cariño por el cine (creo que esto último es el caso) y allí estaba esperándome «12 monos». Fue un momento casi cinematográfico porque yo estaba mirando uno de los estantes y me di vuelta como en cámara lenta y clavé la mirada justo en la portada de la película que tenía a mis espaldas, como si me estuviera llamando…
    ¡Qué experiencia! Todavía estoy debatiendo conmigo misma si las aventuras de Bruce Willis realmente suceden o si pasan en su cabeza. Hay tantos aspectos cautivantes en esta película, la música, las actuaciones, ese universo que crea (aún antes de la plaga se ve que el mundo ya era hostil), las referencias a Hitchcock (yo me acordé mucho de «Cuéntame tu vida», me pareció que Madeleine Stowe tenía ecos de Ingrid Bergman perdiéndose en el mundo de su paciente pero con un poco más de tino). Hablando de las referencias, te cuento que me pasé más de media película sintiéndome como una tonta porque no encontraba la relación con «Vértigo» y ¡es que todavía no había llegado a esa parte, jaja! Y Piazzolla, bueno, forma parte de la banda sonora de mi vida así que me toca el alma siempre…
    Lo único que me molestó un poquitito (muy poquito) es que la película termina siendo un «whodunit» que no sé si se resuelve del todo bien, desde el punto de vista del argumento. Es decir, nos pasamos toda la película tras los pasos de un sospechoso que después resulta tener un plan casi inofensivo y el verdadero culpable (si creemos que la historia sucedió tal como la cuenta Bruce Willis) es un personaje que casi no tuvo intervención en la película… Por otro lado, me parece que la irrelevancia de ese personaje refuerza la tesis de que Willis realmente esté loco y equilibra ambas posturas… Y ese final, con el culpable sentándose en el avión junto a una de los que interrogaban a Willis también me dio que pensar si acaso esos científicos no lo enviaban al pasado para que logre el villano logre su plan más que para investigar sobre el virus… Umm, todavía me falta verla algunas veces más antes de devolverla…
    Me quedo pensando, un beso grande, Bet.-

  7. ¡Me alegra tanto, querida Bet, que hayas disfrutado de la película!… y tienes razón algunas películas nos esperan y aparecen de la forma más inesperada y mágica. Yo siempre que veo 12 monos descubro algo nuevo. Me gusta mucho todo lo que comentas sobre ella, sobre todo esa relación que estableces con Cuéntame tu vida (Recuerda). Me ha parecido una conexión fascinante. Qué hermosa es la Piazzolla. La veo de vez en cuando, ahora la tengo ya en un flamante blu ray que sí que hace justicia a la película y me muero del placer cada vez que la miro… No sé si puedes localizar de algún modo el mítico mediometraje La Jetée (1962) de Chris Marker. Da también muchas claves para desmenuzar 12 monos. Ofrece más lecturas.
    Aquí seguimos ambas, Bet, amando el cine.
    Beso
    Hildy

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