Retrato en negro (Portrait in black, 1960) de Michael Gordon

Lana Turner fue durante los años 50 y algo de la década de los 60 una reina del melodrama. Mujer experta en sufrimientos varios. Mujer tormenta de emociones siempre vinculadas a la pasión. Pasiones que retuercen su vida hasta exprimirla. Hasta la última gota. Y todo esto siempre con un buen peinado y unos modelos impecables.

La Turner cuenta con un cuarteto de películas de sentimientos extremos. Todo empezó con Vidas borrascosas continuó con una de las obras maestras del rey del melodrama de el estudio Universal, Douglas Sirk, e Imitación a la vida. Llegó al culmen con el melodrama más oscuro y enfermo, el que hoy nos ocupa, Retrato en negro. Y finalizó con el canto de cisne del género, La mujer X.

Todas en un Technicolor de destellos, una música que arrastra y un sinfín de actores secundarios que convierten las películas en galerias de rostros en la oscuridad. Y el más oscuro de todos es Retrato en negro. Oscuro y despiadado con los personajes principales porque están absolutamente enfermos y obsesionados de pasión y poder. Los personajes secundarios son a cada cual más siniestro. Sólo se salva de la quema el niño que pulula entre la ignorancia, la inocencia y la pesadilla.

La Turner retrata a una mujer que responde al nombre de Sheila. Sólo sabemos que es la segunda esposa de un hombre rico y despiadado, un empresario sin escrúpulos, que está postrado en la cama por el dolor de una larga enfermedad. Intuimos que no tiene una buena relación (aunque nunca se nos explica el porqué) con la hija adolescente fruto del primer matrimonio de su esposo, la niña-pimpollo Sandra Dee. Descubrimos que además mantiene una relación con el doctor de su marido. La intuimos frágil pero que no prescinde de sus vestidos fastuosos y sus abrigos de pieles o del servicio o de la casa… Y finalmente bajo su piel de cordero descubriremos una loba manipuladora y enfermiza. Fragilidad y mujer fatal en un único rostro y cuerpo.

Retrato en negro mezcla el melodrama con gotas de cine negro e intriga y tensión. Así cuenta con escenas que atrapan al espectador por la tensión que hay en ellas. Todos los personajes secundarios, desagradables, son sospechosos de chantajear a la pareja protagonista que para conseguir su felicidad han ‘acortado’ la vida del patriarca dominador. Pero este acto lejos de dejarlos tranquilos les enferma y su relación se dirige a otros derroteros muy distintos a los de la pasión. Ambos Sheila y el doctor construyen una relación enfermiza que nunca deja satisfecho a ambos y les va enredando a una maraña de actos cada cual más irracional.

Por último la galeria de secundarios construye personajes siniestros y sospechosos que oscurecen más si cabe una trama que ahoga, que deja un sabor de boca agrio. Y merece la pena nombrarles y recordarles a todos. En papel principal pero en un registro bastante diferente al habitual Anthony Quinn como el doctor amante (personaje que tiene transformación escalofriante). Secundario inquietante y personaje desagradable el de Richard Basehart (al que podemos recordar en su papel de artista ambulante de triste destino en La Strada… junto a Anthony Quinn). El servicio, chófer y sirviente fiel, corre de la mano de dos rostros: Ray Walston y Anna May Wong. Y por último el magnate enfermo de dolor con rostro de Lloyd Nolan.

Retrato en negro es someterse en technicolor a los sentimientos más oscuros y enfermizos de una relación que en un principio sólo parece una infidelidad justificada y por amor.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

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