Misterios de Lisboa de Raúl Ruiz

Una de las maravillosas cualidades del cine es que se convierte en una manera visual de contar historias. Un medio de expresión rico en oportunidades. Historias que pasan a través de la pantalla blanca, sombras que cobran vida y narran peripecias de personajes que llevan al espectador a otros mundos. Misterios de Lisboa es un ‘milagro’ cinematográfico que engancha. El director chileno, que vive en Francia, adapta una novela con aires folletinescos escrita con el espíritu del Romanticismo por el escritor portugués Camilo Castelo Branco. Raúl Ruiz se permite el placer de contar proporcionando un folletín y un fresco histórico de un periodo pasado enganchando con una estructura de historias dentro de historias que atrapa al espectador al que le gusta que le narren…

Así Raúl Ruiz se toma su tiempo y su dedicación para contarnos una historia de cuatro horas y media (en su versión para televisión es más extensa) de manera exquisita y empleando recursos y lenguaje cinematográficos que conforman una obra 100 por 100 cine puro. La que esto suscribe sugiere que el espectador logre verla en sala grande con pantalla enorme y a ser posible en versión original… en un portugués bellísimo que canta en los oídos.

Desde la primera imagen atrapa. No sólo por los personajes y sus historias y pasiones sino por la forma de contarla. Y Raúl Ruiz en todo momento nos avisa de que nos va a transmitir una larga historia, de que él, el creador, se convierte en narrador omnisciente. Nos traslada a un periodo histórico y a muchos personajes unidos por el destino y las casualidades para contarnos sus desgarradas historias de amor. Todas las historias confluyen en un niño que vive sus días en un orfanato bajo la sombra alargada del padre Denis. Un niño cuyo origen es un misterio que se nos va desvelando junto a otros muchos que van recobrando fuerza como la del propio padre Denis. Un niño que arrastra su destino por las vidas de sus antecesores, un destino marcado.

De pronto el espectador se ve inmerso en un rompecabezas de historias de hijos bastardos, condesas con el corazón roto, otras ávidas de venganza, caballeros despechados, otros torturados por sentimientos que les rompen, duelos, bailes, guerras, muertes, destinos truncados, hombres con distintas identidades, mercenarios y piratas que se convierten en elegantes hombres de negocios, curas y frailes que tuvieron un pasado, nobles que terminan como mendigos… espolvoreadas con un espíritu tremenda y extremamente romántico. Exquisitez, amor al detalle de la época, cuidado en el lenguaje, cuidado en la ambientación, en los escenarios elegidos (de Lisboa a Venecia, Francia o Brasil)… Como si Raúl Ruiz, con salud delicada, pidiera a gritos que no quiere prisas sino contar bien una historia de sentimientos y emociones, con sentido del espectáculo empleando las técnicas narrativas del siglo XIX, un amor inusitado al teatro barroco y vomitando puro cine.

Así cada plano secuencia es un regalo. Nos deleita con maneras de contar cinematográficamente que atrapan al espectador que se siente totalmente hipnotizado por estas historias de pasiones humanas que piden un comportamiento de “solidaridad con los hombres” como dice el padre Denis. Que no es otra cosa que empatizar con los personajes y entender sus acciones o sus maneras de actuar porque todos tienen un pasado determinado y un motivo para ser como son.

Raúl Ruiz nos lleva a través de un teatrillo de cartón, que acompañará siempre al niño del orfanato, a un mundo de historias complejas pero hermosas. A un puzle de personajes que se encuentran y desencuentran pero que sus acciones terminan conformando el destino del personaje del niño, Pedro da Silva.

Se hace misión imposible describir la cantidad de imágenes de puro cine que pululan por Misterios de Lisboa. Sólo sabes que los recursos embellecen un folletín de sentimientos disparados. Los recursos de las puertas y ventanas, de los planos secuencia, de las habitaciones, las camas y las sillas, de los puntos de vista empleados, de los fuera de plano, la importancia de los matices y de la función de personajes secundarios (el papel de sirvientes, criadas y servicio… son una maravilla que deja imágenes inolvidables de testigos silenciosos), el recurso de los cuadros, del teatrillo de cartón, de los personajes secundarios que aparecen porque cuentan información importante del destino de los personajes que nos interesan… hacen de Misterios de Lisboa una obra de puro cine y deleite.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Un comentario en «Misterios de Lisboa de Raúl Ruiz»

  1. Sí, efectivamente, algo así puede resentir el resultado final pero en el caso que nos ocupa (obviamente no he visto la versión para televisión) la maravilla sigue intacta. Me ocurrió lo mismo con la versión italiana para cine (que me emocionó profundamente) de La mejor juventud.
    Raúl Ruiz está haciendo cine, de verdad. Así como la italiana te la imaginabas en pase de televisión, la de Ruiz merece una pantalla gigantesca.
    Espero que si puedes o te animas a verla te cause la misma impresión positiva que me ha provocado… y si no te pasa… no me odies.
    Besos
    Hildy

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