Un juego: análisis de dos películas malas

Hagamos este juego con dos películas del mismo género, el thriller. Y dentro de este género el que se sustenta en la figura del asesino en serie.

Analicemos dos películas que tenían todos los ingredientes para poder estar bien hechas y poder ser buenas películas. La primera curiosamente sí tuvo suerte en taquilla, la otra ninguna. Sin embargo ambas sirven para analizar por qué una película no es buena y cuáles son los motivos.

La primera es El coleccionista de huesos.

La segunda es 88 minutos.

La primera fue dirigida por Phillip Noyce en 1999 y era una adaptación de una novela de Jeffery Deaver. Noyce es un director con thrillers de éxito que se dio a conocer con Calma total en 1989. Austrialiano.

La segunda fue dirigida por John Avnet en 2007 y partía de un guión original. Avnet es sobre todo recordado por Tomates verdes fritos de 1991.

Ambas contaban con actor estrella y actriz en alza. La primera con Denzel Washington y Angelie Jolie. La segunda con Al Pacino y Leelee Sobieski.

Las dos partían con premisas de partida interesantes. La primera con un asesino en serie que provoca una serie de asesinatos macabros y que es investigado por un ex policía tetraplejico y una joven y compleja policía. La segunda parte de un médico forense que logra que un asesino en serie ingrese en prisión y años después cuando éste va a ser a punto de ser ejecutado se producen unos asesinatos exactamente igual a los que realizaba el hombre que va a ser ejecutado… Y todo conduce a sospechar del médico forense que además recibe unas llamadas recordándole que sólo le quedan 88 minutos de vida.

¿Qué es lo que hace que ambas películas sean carne de película del mediodía para echar una siesta?

Lo inverosímil llevado a extremos surrealistas e ilógicos. Porque lo inverosímil funciona en este tipo de películas pero cuando puedes construir un discurso lógico de lo que estás viendo (cuando el espectador apenas percibe lo inverosímil… se lo cree). La inverosimilitud de estas películas llega a tal punto que crea la incredulidad y la risa.

Unos personajes que podrían estar bien construidos llegan al extremo de la caricatura con unos personajes secundarios que no se sabe muy bien qué pintan ahí o sirven como mero pretexto para trucos de guión absurdos y algunos para que terminen siendo fiambre (y que encima nadie muestre ni un mínimo de tristeza por la ausencia… Por favor, no se pierdan en El coleccionista de huesos lo que ocurre con un personaje que se llama Thelma).

Unos finales que llegan al colmo de la estupidez y que a ningún espectador le importe y se muera de la risa cuando se descubre quién es el asesino. La decepción ante el rostro del asesino es absoluta en ambas. ¿Dos películas sobre asesinos en serie donde no interesa en absoluto el asesino en serie?

No tener ni idea de lo que es un macguffin y cómo emplearlo o desarrollarlo.

Que dé igual quién esté detrás de la cámara o quién sea el director de fotografía. Que la banda sonora (sobre todo en la segunda) moleste sobremanera.

Que me espante el peinado de mi ídolo, Al Pacino. Que me sienta triste porque una historia y una relación que podría haberse resuelto de manera atractiva e innovadora (ex policía tetrapléjico y policía novata) se quede en agua de borrajas. Unas miraditas, un toque de manos, unos mohínes…

Que sean meras copias de películas clásicas, una de ellas obra maestra. Si se mira bien El coleccionista de huesos tiene muchos ingredientes de la magistral La ventana indiscreta llevados al extremo y encima fatal resueltos. Y 88 minutos recuerda a la inquietante pero  interesante Con las horas contadas.

¿Quieren más motivos?

Búsquenlos.

Por cierto, es un juego divertido para un mediodía fructífero. Porque también se aprende de las malas películas. Algo consiguen ambas…te enganchan. De las dos por si les interesa me gusta más la primera, El coleccionista de huesos, pero me apena sobremanera porque tenía muchos ingrendientes para haber realizado película atractiva. Sin embargo, dato curioso… funcionó perfectamente en taquilla. La segunda nadie quiso ir a verla. Pobre, mi Al Pacino. Pero yo por verle…

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