Un lugar en el sol (A place in the sun, 1951) de George Stevens

Un lugar en el sol da para comentar y escribir largo y tendido. Me gustaría señalar varias cuestiones: es una de las películas más recordadas de Stevens, director muy interesante del Hollywood dorado que empezó su carrera con éxitos que le mostraban artesano de buenas comedias sofisticadas (por ejemplo, La mujer del año con la Hepburn y Tracy) pero que dio un giro en su carrera después de su experiencia durante la II Guerra Mundial, a él y a su equipo se deben las escalofriantes imágenes que se filmaron durante la liberación del campo de concentración de Dachau que mostraba todo el horror del nazismo. Y uno de esos giros es que el humor desapareció de sus películas y se dedicó a un cine más dramático y profundo respecto a su visión del mundo. A esta segunda fase de su carrera responde Un lugar en el sol.

Hace poco escribí un post sobre otra película de la misma época que era una adaptación cinematográfica de una obra de Theodore Dreiser (Carrie, y como dije hoy caída en olvido) que no superó el éxito de Un lugar en el sol. La película adapta su novela más conocida y difundida Una tragedia americana (que no he leido). La novela a su vez se inspiraba en un caso real a principios del siglo XX donde un joven humilde asesinaba a su novia y se descubría que mantenía relaciones con otra joven de una clase social alta. Stevens en su lectura de la novela, y en su trabajo conjunto con los guionistas, trasladan la época del suceso a una sociedad de posguerra (II Guerra Mundial) e incorporan a la hora de narrar la película —aunque sin perder de vista un punto fundamental que comentaré posteriormente— todos los elementos que construyen un intenso y buen melodrama.

La novela ya había llamado la atención a Hollywood durante los años 30 por una propuesta del director ruso Eisenstien durante su estancia en EEUU. Alguno de los problemas que se plantearon para no llegar a un acuerdo final era la lectura y el planteamiento ideológico de la película. Un punto de vista compartido por el autor y por Eisenstein. El culpable del asesinato no era todo responsabilidad del joven sino del sistema capitalista y la lucha de clases en la que estaba inmerso, era una bofetada al sueño americano. Los productores no se mostraron muy de acuerdo con esa interpretación y no se llegó a un acuerdo. Pero ya tenían los derechos y no se podía meter el proyecto en un cajón. Al final, pusieron la película en manos de Josef von Sternberg que realizó la versión de 1931 después de mucho discutir y dialogar con el propio autor. Una tragedia humana es una película olvidada, que yo no he podido ver nunca, pero valorada dentro de la carrera de Sternberg que además no contó con la presencia de su musa Marlene Dietrich. El reparto principal tuvo los rostros de Sylvia Sidney, Phillips Holmes y Frances Dee.

George Stevens volvió a retomar Una tragedia americana en los cincuenta y quiso mostrar su mirada. Como digo empleó todos los ingredientes de un buen melodrama y los agitó con un romanticismo extremo. Sin embargo, a mi parecer, no hace desaparecer el conflicto fundamental de la obra y es el golpe al sueño americano. Y tampoco deja de lado el conflicto ideológico y la lucha de clases aunque revestido de elementos melodramáticos y con unos personajes humanos perfectamente construidos.

Uno de los elementos que influyó en el éxito de la cinta fue sin duda la elección arriesgada del trío protagonista —y sus interpretaciones— y la química que traspasa la pantalla. Por una parte, para el papel de Ann Vickers, la joven de clase social elevada, se buscó el rostro fresco y joven de una actriz infantil que ya pedía a gritos un papel serio, Liz Taylor (que todavía no había cumplido los 20 años) y supuso un giro para su posterior carrera. Para el papel del complejo George Eastman se buscó el rostro atormentado de una de las promesas del momento, con 29 años, Monty Clift. Y, por último, para el papel de la obrera enamorada y embarazada de George, se contó con una actriz que hasta ahora había realizado papeles como sex symbol, la gran Shelley Winters que está increíble.

Uno de los puntos complejos de esta película es que un perfil complejo como el de George Eastman que tiene una conducta negativa hacia su novia, hacia su vida y que le pueden las ganas y sus ambiciones de aspirar a un mundo de clase alta que casi roza pero al que no le dejan pertenecer…, se convierte en una víctima y el espectador se pone de su lado, comprende aunque no comparta sus actos. Él es un fuera del sistema que aspira a un sueño y quiere alcanzarlo a toda costa y se encuentra con todos los obstáculos posibles. Así la problemática ideológica y de lucha de clases no desaparece de Un lugar en el sol dejando patente el drama del protagonista. Pero está revestido de una relación romántica, casi de amor fou, al presentar a un personaje idealizado y positivo de la clase alta. Y es el objeto del amor de George. Una Liz Taylor, realmente enamorada. Ann Vickers es lo máximo para George, no sólo la mujer que ama sino el acceso a su mundo. George Stevens muestra a unas clases altas distantes, despreocupadas, prejuiciosas, como grupo cerrado que no permite la escala social…, y pone ahí a la mujer ideal, la Taylor, que realmente se enamora. Pero el otro papel dramático pone los pelos de punta y es doblemente víctima, y es esa novia obrera que no busca a George, es él el que la busca a ella, la joven que cae en sus brazos y enseguida al olvido ante la posibilidad que se le ofrece a George de ascenso profesional y social (por su amor por Ann Vickers). La joven embarazada que exige apoyo, realismo y una boda a George y que se convierte así en el principal obstáculo del protagonista para alcanzar su sueño. La Winters está portentosa.

Por último, destacar la forma en que está rodada: esa sublimación del amor con esos enormes primeros planos con los rostros de los amantes. La maravilla de los claroscuros como la escena de la seducción de George al personaje de la Winters. O esa escena magnífica y llena de tensión dramática de Clift y Winters en la barca en un lago solitario y hermoso (con ecos a Amanecer). Un lugar en el sol es una película de interesantes análisis y que cada secuencia tiene su significado. Es de esas obras maravillosamente contadas y que nada le sobra ni le falta. George Stevens muestra su pesimismo postbélico, su manera de enfrentarse a las complejidades de la vida y entender la humanidad de sus personajes.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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