Los hermanos Karamazov (The brothers Karamazov, 1958) de Richard Brooks

De uno de los reyes de la adaptación al cine de grandes obras literarias, Richard Brooks, reviste Los hermanos Karamazov de tragedia con ingredientes melodramáticos, románticos, heróicos, saga familiar conflictiva con tintes shakesperianos de una Rusia zarista con aires de western y un reparto espectacular. Removemos este cóctel explosivo y surge Los hermanos Karamazov, ‘libre adaptación’ y espectáculo maravilloso de Brooks.

Empecemos por el reparto. Siempre aparece una anécdota cuando se habla de esta película y es de los deseos que tenía Marilyn Monroe por ser Grushenka. Un objetivo que no pudo cumplir. Y aunque es cierto que María Schell recrea bien el personaje, viéndola no cuesta imaginar que la Monroe no hubiera estado nada mal. La Schell construye una Grushenka con unas ganas de vivir y disfrutar insaciables, con ganas de conquistar una libertad deseada y también de ser amada, ella es un volcán emocional y sensual… Una de las escenas que guarda la memoria cinéfila es ese baile loco y sexual —entre zíngaro y ruso (podríamos hacer un listado de bailes estrambóticos de actrices con talento que tienen que demostrar su sensualidad aunque no tengan ni idea de bailar pero salen ilesas de la prueba, ¿recuerdan a una Ava Gadner bailando flamenco?)— que hace la Grushenka frente a un Dimitri embobado…

Yul Brynner como oficial zarista y el hermano rebelde ofrece su peculiar y atractivo sex appeal ofreciendo un Dimitri con fuerza y Lee J. Cobb se come la pantalla a dentelladas como ese padre Karamazov vital y dantesco. Todos ellos secundados por una Claire Bloom con su compleja y orgullosa Katia, con el ateo y periodista y también Karamazov, Iván, con el rostro de Richard Basehart (¿os acordáis de su papel de ‘El loco’ en La Strada?), o ese hermano bastardo, enfermo y débil que admira a Iván y odia al padre con el rostro de William Shatner.

Aunque todo el pensamiento y reflexión psicológica del escritor ruso Dovtoievski se diluye y es imposible de plasmar, sí queda un espectáculo de más de dos horas sobre una tragedia familiar que engancha con historia de amor con ribetes de inolvidable (¡ay ese encuentro entre Grushenka y Dimitri en la pista de patinaje!¡Ay, esos celos de Dimitri que le lleva a cometer locuras!¡Ay, esa orgullosa Katia que se esconde como mujer enamorada!).

Brooks ofrece pasiones humanas con dosis de vitalidad, misterio, humor, emoción (esa historia secundaria de niño enfermo pero orgulloso que desea admirar a su padre y que éste se defienda)…en una historia que es inevitable que enganche. Con celos, relaciones complejas entre hermanos, entre mujeres y hombres y con un canto continúo a la vitalidad. No falta nada: discusiones, asesinato, sala de juicios, enamoramientos, fiestas zíngaras, escenas intimistas…

Los hermanos Karamazov promete una vibrante tarde de cine.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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