Una chica angelical (The good fairy, 1935)/La gran prueba (Friendly persuasión, 1956) de William Wyler

Ya he escrito en ocasiones mi predilección y cariño por la obra cinematográfica de William Wyler. Esta vez escribo sobre dos obras: una de sus primeras creaciones en las que ya apuntaba como director de prestigio y una de sus últimas obras. Ninguna de las dos es excesivamente recordada y las dos se salen de las coordenadas más conocidas de este autor cinematográfico. Además las inscribo en la lista de películas-medicina o películas que elevan el ánimo. No son obras redondas pero logran que durante su visionado no pierdas una sonrisa.

Una chica angelical y La gran prueba además tienen unos ingredientes no muy habituales en el cine de Wyler cierto sentido del humor. William se prodigó muy poco en el campo de la comedia siendo especialmente recordado por sus magníficos melodramas o dramas a secas.

Por otra parte, ambas películas logran recuperar los rostros de dos actrices muy olvidadas que raramente, en la actualidad, son recordadas pero que en su momento fueron actrices de relevancia: Margaret Sullavan y Dorothy McGuire.

William Wyler, como digo, no es recordado por la comedia, tan sólo, hay una comedia romántica que ha perdurado en la memoria cinéfila y es Vacaciones en Roma, un cuento de princesa que fue el descubrimiento de un rostro, el de Audrey Hepburn. Una obra que le hizo volver a su pasado y recordar una de las películas que le dio cierto prestigio y también con aires de cuento de hadas contemporáneo, Una chica angelical que contó con un guión del futuro director Preston Sturges.

Como varias obras del director, Una chica angelical era una adaptación de una famosa obra teatral. Una obra europea del húngaro Ferenc Molnár. Autor de un puñado de obras de teatro que fueron adaptadas al cine como Liliom que dio el musical Carrusel. El cisne, sobre todo recordada por se la última aparición cinematográfica de Grace Kelly. Uno, dos, tres, una de las comedias de Billy Wilder o la adaptación de su novela en la fallida Escándalo en la corte.

Una chica angelical tiene un cierto aire añejo que la reviste todavía de un encanto mágico. Es una película llena de inocencia, frescura y espontaneidad donde es inevitable no dejar escapar una sonrisa. La protagonista es una huérfana con cara de Sullavan que sale del centro en el que ha estado encerrada para enfrentarse a un mundo desconocido y hostil. Ya la avisa la buena directora del centro, ojo con los hombres. La huerfana de nombre Luisa y apellido impronunciable (uno de los gags de la película) sale para trabajar como acomodadora en un gran cine de más de 3000 espectadores, cuando los cines eran verdaderos y enormes templos (las escenas en el gran cine tienen mucho encanto y desprenden nostalgia además del poder hipnotizador de las películas). A partir de ahí, con una inocencia espontánea empieza a relacionarse con distintos hombres…, pero ella sólo tiene un deseo: convertirse en un hada contemporánea, hacer feliz a otro. Así capea entre un camarero de un hotel de lujo (que se convierte en un divertido padre adoptivo y pepito grillo), un millonario empresario de la carne absolutamente excéntrico que quiere llenarla de caprichos y pieles y un honrado, honesto, gris y joven abogado.

Preston Sturges tuvo que sortear a la censura y suavizar ‘esas relaciones inocentes’ que establece Luisa con los hombres que en resumidas cuentas la quieren llevar al huerto y logra una fórmula amable llena de momentos entrañables. Así la Sullavan toda candidez toda inocencia, pizpireta y divertida, ofrece una interpretación llena de matices que la convierten en dama encantadora en su inconsciente inocencia. La Sullavan, mujer de vida desgraciada y personalidad compleja que fue una reconocida actriz de melodrama en su momento (pero que siempre será recordada por una maravillosa comedia, también adaptación de una obra teatral húngara de éxito, El bazar de las sorpresas), empezó un romance que terminó en boda con Wyler. La acompañan actores también ahora olvidados pero que realizaron papeles secundarios inolvidables como el exagerado y divertido Frank Morgan (maravilloso también como la Sullavan en El bazar de las sorpresas), el galán que se transforma en un elegante abogado con ilusiones, Hebert Marshall o ese camarero-pepito grillo con rostro de Reginald Owen.

En La gran prueba, Wyler se sumerge en una cultura y forma de vida distinta y distante así pone en pantalla la vida cotidiana de una familia de cuáqueros en el momento histórico en el que se desarrolla la guerra de secesión americana. Momento en que deben enfrentarse a sus creencias y a distintas cuestiones morales (todas ellas interesantes) sobre todo porque son absolutamente contrarios al empleo y uso de la violencia.

Película que conserva una mirada inocente, empieza desde la mirada del miembro más pequeño y travieso de la familia de cuáqueros. Su ritmo es pausado y tranquilo a pesar de los dilemas que expresa, costumbrista y con toques de humor suave así como momentos trágicos. Y de esta combinación surge un ritmo acertado y una película que se contempla con agrado.

Está llena de momentos aislados realmente mágicos sobre todo gracias a tres intérpretes. Gary Cooper como padre de familia compone un personaje realmente lleno de encanto, lo que podríamos denominar un buen hombre con sus dudas y pequeñas rebeldías y con un exacerbado y divertido sentido del humor. Una Dorothy McGuire como la estricta madre de familia que sigue los preceptos de su religión y creencias pero a la vez posee encanto y dulzura… Y por último un genial ganso de nombre Samantha que protagoniza escenas geniales con el pequeño de la familia y, por supuesto, con la madre que siente un gran amor por su peculiar animal de compañía.

La gran prueba ofrece escenas llenas de encanto que siempre te dejan sonrisa y tranquilidad así como una compleja y rica reflexión sobre guerra y pacifismo. Es imposible no recordar la escena de la familia entera de cuáqueros en la feria, la compra de la pianola que genera un conflicto familiar, las carreras de caballos de Gary Cooper con su vecino o las escenas de la guerra en las que el joven adolescente Anthony Perkins (en su primera incursión importante cinematográfica) y su padre Gary Cooper toman distintos caminos y decisiones.

Una chica angelical y La gran prueba puede convertirse en una sesión doble de tarde con lluvia en la que un espectador necesite una inyección de películas-medicina o sonrisa.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.