Una década de cine en el siglo XXI (II)

Los hermanos Dardenne siguen golpeando conciencias y planteando situaciones en una sociedad que excluye así cortan la respiración con El hijo o El niño. 2002, 2005

La nueva generación de directores independientes americanos pone en órbita a Richard Linklater que ofrece una variada obra que, por lo menos, siempre da que hablar o plantea nuevos retos. Ninguna quizá sea redonda pero sí genera análisis y estudios. Obras a cada cual más diferente: La cinta, 2001; Antes del atardecer, 2005; Fast food nation, 2006; Una mirada en la oscuridad, 2006 y Orson Welles y yo, 2008.

Otro director del que no se ha dejado de hablar ha sido de David Fincher y de dos obras de la década: Zodiac sobre un asesino en serie que obsesiona a todos los que tratan de resolver el caso. Película obsesiva y desasosegante que te deja sin respiro y ante la angustia de qué hay detrás de lo no resuelto y cómo un caso sin resolver ‘se traga’ a todos los que trataron de encontrar una solución. O la controvertida El curioso caso de Benjamin Button, llena de escenas bellísimas y de temas tan importantes como la vida, la muerte, la vejez, el tiempo, la experiencia, el amor y el conocimiento de la existencia y el propio yo. ¿Una metáfora, un cuento, un amor loco…? El corto relato de Fitzgerald es adaptado en pantalla con una riqueza de matices… excesivamente larga. 2007, 2008

Desde Finlandia llega el cine minimalista y maravilloso de Aki Kaurismaki que sigue ofreciendo una obra personal y bien construida dejando unos relatos cinematográficos agridulces con un pausado humor sobre la exclusión y la soledad en una sociedad gris y dura. Siempre hay una pincelada, suave, de esperanza para sus personajes sin sonrisa. Así Aki cautiva, de nuevo, con Un hombre sin pasado, 2002 y Luces al atardecer, 2006.

Sin duda ha sido la década de Gus Van Sant que regresa a los caminos que dejan huella de un cine muy especial y con una fuerza visual indiscutible incluso cuando deja el cine independiente y se mete más de lleno en la industria hollywoodiense. Así todas sus obras durante esta década han sumado expectativas y han dado más pistas sobre su perfil como autor y creador. Van Sant hipnotiza y es sin duda el hombre que representa mejor una adolescencia perdida en pleno siglo XXI. Así nos ha dejado para esta década: Elephant, 2003 o Paranoid Park, 2007 pasando por la industria con el notable biopic (excepto las horribles escenas finales…, para mí claro está) sobre Harvey Milk.

Ya la comenté aquí en un post para ella solita pero vuelvo a nombrarla, Ingmar Bergman antes de irse a otra dimensión nos dejó una obra de sentimientos e interpretaciones sublimes, Saraband, 2003. Una película dolorosa sobre relaciones, amor, muerte, vejez, desencanto y familia.

Otro realizador que no deja de replantearse su carrera y de dejarnos obras que no dejan indiferentes y que él mismo se pone en la palestra para autoestudiarse y autoparodiarse nos dejó para esta primera década del XXI unas cuantas obras cinematográficas para componer su radiografía personal. La maravillosa y poética Dolls, 2002; la revisitación de un héroe popular en Zatoichi, 2003 y sus reflexiones sobre la creación en las inclasificables Takeshis, 2005 y Glory to the Filmmaker, 2007. A la espera estamos después de sus reflexiones creativas de su regreso al mundo yakuza.

Pasó sin pena ni gloria y a mí sin embargo me pareció una joya que injustamente cayó demasiado rápido en olvido. Estoy hablando de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford de Andrew Dominio. Este western crepuscular regala no sólo unas imágenes que se pegan en la retina con una fotografía y una composición que rozan las emociones y conmueven sino que ofrece la historia de un mito y una reinterpretación muy interesante de Jesse James y su muerte. 2007

No ha sido una década prodigiosa para la comedia, sin embargo, nuevos realizadores han hecho de la sonrisa y de las películas-medicina un alivio. Así se recuerda todavía con ternura, y habrá que ver cómo les sienta el paso de los años, las obras de Alexander Payne. Todos reímos con posos de melancolía ante ese fin de semana de dos amigos cuarentones que no encuentran la estabilidad ansiada y tratan de no hundirse en un mundo frustrado y no soñado: Entre copas, 2004. Ya nos había parecido tierno en ese retrato amargo e irónico de la jubilación en la tierna A propósito de Schmidt, 2002. O también sonreímos a gusto con esa familia disfuncional que viaja en una camioneta desastrosa para cumplir el sueño de la más pequeña en la deliciosa Pequeña Miss Sunshine de Jonathan Dayton y Valerie Faris. O nos vamos a Noruega y con un tema tan complejo como la salud mental se realiza una de las comedias más tiernas que recuerdo, Elling, 2001. También Dinamarca en el 2000 sorprendió con la divertida y amarga a la vez Italiano para principiantes de Lone Scherfig.

Y volviendo a uno de los clásicos que vino desde Australia y se instaló en EEUU que mostró al principio del siglo XXI que era todavía posible un cine de aventuras y de reconstrucción histórica digno de la emoción. Así Peter Weir se lanzó a los mares de la épica para dejarnos Master and Commander, 2003.

Y mañana continuamos con este repaso muy somero por la primera década del siglo XXI.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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