Charles Boyer

Quizá es sólo una leyenda pero Boyer era el héroe romántico que interpretó en la pantalla. El hombre misterioso e inquietante con una voz seductora y unos rasgos exóticos o distintos se quitó la vida ya anciano cuando quizá decidió que no merecía la pena seguir envejeciendo sin su compañera — que acababa de morir tras una enfermedad— desde 1934, Pat Paterson. Fue a finales de los setenta. Y quizá también era ya, como lo es ahora, un icono olvidado.

Hombre que también forjaba una leyenda de hombre intelectual amante de la filosofía y el teatro, su gran pasión antes que la pantalla…, fue el galán que acompañó a bellas mujeres al otro lado del océano desde décadas muy tempranas…, en el cine empezó en el periodo silente en su país de origen. Después su salto a Hollywood se dio por varias circunstancias: primero por la transición que hubo del periodo silente al hablado que hizo que actores europeos trabajaran en las versiones especiales en los correspondientes idiomas de distintas películas americanas lo que supuso que los magnates tuvieran conocimientos de rostros al otro lado del océano. Segundo, por su matrimonio con una actriz escocesa que tenía más fácil hacer carrera en EEUU.

Confieso que desconozco gran parte de su carrera cinematográfica sobre todo el periodo silente pero lo que he logrado ver no me deja indiferente así como ese icono que fue en los años 30 y 40 de perfecto ‘héroe romántico’ con unas gotas de ‘amante europeo’ que le hizo compartir pantalla con las damás más prestigiosas y famosas de las distintas décadas. Sin embargo, cuando logró salir de ese cliché también pudo dejar interpretaciones que no se olvidan.

Curiosamente su papel más recordado no tiene nada que ver con la imagen que proyectó durante décadas. El papel de marido despiadado, de hombre oscuro, que trata de enloquecer poco a poco a su mujer en esa pequeña joya que es Luz que agoniza de un George Cukor emulando una película de terror gótico con toques del maestro del suspense. Esta película se estrenó en 1944 y Boyer ya llevaba mucho tiempo en la pantalla.

En 1934 protagonizó una película francesa del director Fritz Lang antes de que saltara Hollywood. Se trata de Liliom y una historia de vida después de la muerte…, donde Boyer es un joven despreocupado que va cayendo en la mala vida y encuentra una extraña segunda oportunidad para corresponder a la mujer que le ha amado con todos sus defectos y virtudes. Aunque aún no he podido verla supuso un paso importante en la carrera de Boyer como actor. Más miradas sobre él. Aparece ese héroe cuyo éxito con las mujeres es innegable pero que termina enamorándose de veras.

Gregory La Cava, al año siguiente, le da la oportunidad de hacerse un nombre en Hollywood al ser uno de los rostros del reparto estelar de la curiosísima Mundos privados, película que transcurre en un hospital psiquiátrico y que da a Boyer el papel de doctor-psiquiatra extranjero y extraño en el ambiente, hombre atormentado que sufre, que termina enamorado de la doctora estrella Claudette Colbert (volverá a enamorarse de la Colbert en Tovarich dos años después). Coloconda así más cimientos de su héroe romántico y atormentado a la vez.

Protagoniza junto a la Dietrich película etérea y espiritual de héroe atormentado de pasado oculto en esa extraña historia que cuenta El jardín de Alá. Los dos son románticos hasta extremos impensables. El desierto ayuda al clima exótico y añejo que proporciona esta película.

Y siguiendo ese delirio romántico Borzage le hace protagonizar junto a Jean Arthur Cena de medianoche que le sube en un barco donde transcurre la historia. Precedente sin duda de una de las películas que le harían más famoso… pero todavía queda un poco.

Antes Boyer tendría en sus brazos a Greta Garbo, como amante polaca de su Napoleón en María Walewska. Y a la bella Hedy Lamarr convirtiéndose en Pepe Le Moko, ese ladrón y aventurero francés que el dice a la amada al oído: ‘vente conmigo a la kashbah’ (aunque no nos olvidemos de la versión francesa y mi maravilloso Jean Gabin) en Argel.

Llega el último año de la década de los 30 y Boyer se convierte en el play boy de éxito que en gran barco encuentra el amor…, Leo McCarey rueda su primera versión de Tú y yo. Él es Boyer. Ella es Irene Dunne. De nuevo alta comedia y romanticismo exacerbado. Sin embargo, esta versión ha quedado sepultada por la nueva versión que realizó el director años más tarde con Grant y Kerr de protagonistas.

En los cuarenta no podía dejar de trabajar con la reina del melodrama. Así protagoniza una historia desgarrada junto a Bette Davis, El cielo y tú.

De nuevo, se pone en la piel de gigoló europeo, u hombre acostumbrado a vivir la vida con un montón de mujeres, que se enamora poco a poco de una maestra norteamericana. Primero, la seduce para conseguir papeles que le permitan cruzar la frontera, después atormentado descubre que está enamorado. Así Boyer se coloca entre una explosiva Paulett Gogdard y una bella Olivia de Havilland en un maravilloso melodrama de Mitchell Leisen, Si no amaneciera.

Antes de su luz que agoniza todavía seduce a Rita Hayworth en uno de los episiodios de 6 destinos. Ahí es un actor de éxito que trata de revivir una historia con una bella amante casada ahora con un hombre celoso (genial Thomas Mitchell). O protagoniza otro de los episodios de la interesante Al margen de la vida donde protagoniza historia romantiquísima en el mundo del circo junto a Barbara Stanwyck. Ambas películas de Julian Duvivier.

Me gustaría destacar otro de los papeles que Boyer hacía sin pestañear y que alimentaban ese espíritu romántico: el de músico. Lo representó un montón de veces junto a Katherine Hepburn, Joan Fontaine, Lauren Bacall u otras compañeras. Sin embargo, de estos dramas románticos en los que hacía de músico no he logrado ver ninguno.

A partir de Luz que agoniza el abanico de papeles de Boyer crece, a la vez que su popularidad como héroe romántico disminuye. Así entra en el terreno de la comedia haciendo pareja deliciosa, de europeo vividor, con una alocada (por única vez) Jennifer Jones en El pecado de Cluny Brown de Ernst Lubitsch.

Con la Bergman volvería a intentar ser ese héroe romántico en tiempos de guerra pero el público en taquilla no responde: Arco del triunfo, un interesante melodrama. Sin embargo, sí triunfa en su vuelta a Francia con Max Ophül en 1953 y su Madame de… Y de nuevo de la mano de Minnelli vuelve a una clínica psiquiatrica en la fallida La tela de araña.

Boyer empieza a convertirse en secundario imprescindible que roba escenas en películas de los 50 y 60 como La vuelta al mundo en 80 días, Fanny o Los cuatro jinetes del Apocalipsis (de nuevo con Minnelli). Sigue su carrera imparable de secundario en películas tan populares como ¿Arde París?, Cómo robar un millón y… o la disparatada Casino Royale. De estos años me gustaría destacar la comedia romántica Descalzos en el parque donde Boyer está espléndido como vecino encantador de una fogosa pareja. Y poco a poco fue retirándose de la pantalla… y convirtiéndose en mito sereno.

Todavía podemos escuchar su voz cálida… es un rostro en la oscuridad de la sala que susurra.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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