Los inconquistables (Unconquered, 1947) de Cecil B. DeMille

Sigamos con Cecil B. DeMille y nos vamos a una de aventuras. Como muchas películas de época prima el espectáculo y el entretenimiento sobre la veracidad histórica. Los inconquistables transcurre unos años antes de la guerra de la independencia americana, en concreto, allá por el año 1763.

El punto de partida es cuando a nuestra heroína por un juicio en Gran Bretaña durante el reinado de Jorge III la hacen elegir entre la muerte en la horca o vivir como esclava al otro lado del océano, en las nuevas tierras, durante catorce años. Nuestra heroína se llama Abigail “Abby” Martha Halle y tiene el hermoso rostro de una Paulette Goddard en todo su esplendor. Su elección es evidente: esclavitud y posibilidad de una nueva vida al otro lado del océano.

Y aquí DeMille ya dispara sus armas mejor empleadas: espectacularidad a raudales, montañas de aventura y dinamismo, violencia y sexo. Y así surge una divertidísima y amena película. Dejando, claro, está la historia verídica al margen.

Con esto quiero decir que, por ejemplo, ya se acercaba el periodo en que varias películas de Oeste variarían la imagen histórica de los indios en América del Norte. Que ya no se les representaría como colectivo enemigo anónimo y que cada vez se trataba de reflejar cómo el pueblo indio trató de defender sus territorios y sus tradiciones frente un hombre blanco que arrasaba y conquistaba el oeste, la nuevas tierras. Cada vez se daba más protagonismo a los indios y a sus jefes con una personalidad independiente y se trataba de explicar los motivos de la lucha y la desaparición de un pueblo. Los ejemplos empezarían a ser múltiples: Flecha rota (1950), Hondo (1953) o Apache (1954). DeMille, sin embargo, en Los inconquistables presenta al pueblo indio al borde de la caricatura, pueblo fácilmente manipulable, al borde del primitivismo frente a los colonos, y muy violentos. Es suficiente con ver la representación del gran jefe indio con cara de Boris Karloff. El único personaje indio un poco más trazado es una mujer india absolutamente enamorada de un hombre blanco manipulador y malvado que la trata con desprecio más cuando su objetivo es poseer a la esclava protagonista. Esa mujer india se moverá por el amor, los celos y la venganza (no obstante era un papel de entidad para que lo representara la hija adoptiva del realizador, Katherine DeMille, señora de Anthony Quinn).

El héroe de la función será otro de los héroes fetiches de DeMille (protagonizaría bajo las órdenes del director Buffalo Bill, Policía Montada del Canadá o Por el valle de las sombras). El hombre bello y galán, el héroe libre, valiente y audaz pero tímido y torpe con las mujeres más hombre tremendamente romántico una vez que pierde su timidez inicial: Gary Cooper, siempre bello. Él es el capitán Holden. Y el erotismo y la química está servida. Impagables, Gary y Paulette.

DeMille, por otra parte, construye otros personajes que enriquecen la trama con actores secundarios de valía. Así el oponente de Cooper y su rival en el amor no es otro que un comerciante que juega a un doble juego entre indios y británicos y que juega a acumular poder aunque tenga que provocar guerras y mover fronteras que beneficien sus negocios. Ahí tenemos a un genial malvado con rostro de Howard da Silva.

El mejor amigo de Cooper no podía ser otro que uno de los siempre creíbles personajes aventureros y rudos que representaba como nadie Ward Bond, secundario fetiche de múltiples películas de Ford, Capra o Hawks. Y el cómplice de Goddard no es otro que el hombre de rostro entre bondadoso y pícaro con rasgos de Cecil Kellaway (actor de carácter con interpretaciones presentes en la memoria cinéfila como el marido de El cartero siempre llama dos veces o como el cura católico de Adivina quién viene esta noche).

Así DeMille se mete de lleno en película que cuenta con escenas donde prima el humor, el amor, el sexo o la aventura con altas dosis de adrenalina y sin falta de una explícita violencia. Escenas que no dejan respirar ni un segundo al espectador dejándoles al borde del agotamiento y el entusiasmo. Como escena divertida tenemos al principio la forma que tiene el héroe Cooper de participar en la subasta improvisada en el barco de la esclava protagonista rivalizando contra el malo de la función que cada vez que ofrece una cantidad, él tan sólo ofrece seis peniques más poniendo de los nervios al altivo comerciante. Cooper, por supuesto, tiene claro siempre que la esclavitud no es una opción de vida.

Como escena de violencia explícita con grandes dosis de sexualidad tenemos ni más ni menos que a nuestra heroína atrapada en una tribu india. La desnudan dejándola en sensual combinación blanca con los hombros al aire, la atán entre dos palos mientras ella se retuerce del pánico al ver su posible muerte lenta…, quemada…, claro, los indios no cuentan que pronto llegará el inteligente Cooper que él solito se bastará para salvar a la dama.

Tenemos incluso emocionante descenso en cano por un río de esos salvajes que cuenta con rápidos y cascada incluida. Nuestra pareja protagonista no sólo tienen que sortear a sus seguidores, un montón de indios en canoas, sino también las inclemencias de la naturaleza.

No faltan los enfrentamientos y sufrimientos de los colonos ante la violencia salvaje de los indios. Como esa madre con su hija sangrienta y herida en los brazos que irrumpe en una fiesta elegante para avisar el asedio que ha sufrido su fuerte por parte de los indios. O las batallas finales en toda su virulencia.

Los inconquistables no decae ni un segundo, así podríamos señalar el ritmo que siempre suele imprimir DeMille en sus producciones de tal manera que el aburrimiento es misión imposible. Así como el cuidado del realizador a la hora de la ambientación de época en vestuarios, localizaciones, armas…

Prepárense, empieza el espectáculo…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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