Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll

He vuelto a leerme Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas y de nuevo me he dejado llevar por ese viaje delirante de esa niña que se llama Alicia y decide seguir a un Conejo Blanco que va con mucha prisa siempre mirando el reloj.

Y es que Alicia no sólo nos habla de cómo son los sueños, de absurdos, sino que nos mete en terrenos de una lógica que se vuelve loca o de cómo el lenguaje es capaz de volar y jugar o de cómo a través de una inocente fábula y de unos personajes chalados e ilógicos que ‘lógicamente’ pueden hablar maravillosamente con una niña y conectar con su universo infantil nos devuelve un País de las Maravillas sustentado en una maravillosa locura.

Entonces como Alicia vuelvo a toparme con Sombrerero y la Liebre del Marzo o ese Lirón que anda siempre quedándose dormido por los rincones. Atravieso puertas y me transformo en grande o pequeña o mi cuello adquiere la agilidad de una serpiente. En brazos un dulce bebé se me convierte en un cerdo que huye por el busque. Paso la tarde con un Ratón que siente terror por los gatos o me cuenta un cuento con cola y entonces se me aparece un gato con sonrisa, de Cheshire. Y me entra hambre y me como una seta mientras veo a una oruga azul de voz envolvente fumando un narguile. Y allá está la Reina de Corazones que juega al críquet con un flamenco y la pelota es un erizo que huye y claro se enfada y sin ninguna duda grita fuerte: qué le corten la cabeza.

Y, sí, soy de esas que quieren ver lo que hace Tim Burton con esta historia empleando las nuevas tecnologías a lo Avatar y ponerme las gafas psicodélicas de 3D y ver si me creo inmersa en un país de maravillas. Todavía queda, esperaremos a marzo. De momento llama la atención el arranque y me hace unirlo al final del libro de Lewis Carroll. El escritor termina el cuento cuando la niña Alicia regresa de ese país ilógico o mejor dicho con otra lógica distinta, donde abunda el ingenio y los juegos de palabras no tan absurdos llenos de poemas delirantes que critican un tipo de educación determinada, y esa misma niña cuenta su viaje a su hermana mayor. Carroll nos abandona con la reflexión de esa hermana mayor que recuerda las aventuras de su hermana pequeña Alicia y se pregunta qué será de ella años después y si recordará su infancia y su viaje al País de las Maravillas.

Ahí retoma el relato Burton, cuando esa Alicia ya no es niña sino adolescente en edad casadera en una rígida sociedad victoriana. Y como esa mujer-niña vuelve a visitar un país que ha olvidado. Alicia vuelve a encontrarse con los personajes ilógicos de su niñez…, ahí está Sombrerero recordándola o mejor dicho reconociéndola (por eso Depp tiene personaje protagonista).

Y que quieren que les diga vuelvo al clásico de Disney en su momento fríamente recibido pero que cuando tuve oportunidad de verla cuando todavía se hacían reposiciones de clásicos en salas de exhibición grande llenó mi cabeza de imágenes inolvidables. Y sobre todo se me quedó una escena y una frase que no aparece en el libro original. La Alicia del clásico de Disney vive también la loca merienda con Sombrerero, Liebre de Marzo y Lirón pero terminan celebrando y cantando Feliz, feliz no cumpleaños. Ahora, me sigue genial celebrar siempre el feliz, feliz no cumpleaños todos los meses del año.

Lo genial de toda esta absurda reflexión es que siempre Alicia está ahí junto a Dorothy y el mundo de Oz, al lado de Peter Pan y el País de Nunca Jamás o saltando junto al Principito en los más variados planetas. Y por mucho que pasen los años siempre hay tiempo para volver a ellos o recordarles.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.