Margarita Cansino y Norma Jean, metamorfosis de estrellas y tristes casualidades

Me estoy volviendo a leer Si aquello fue felicidad… que recorre la vida, no muy afortunada, de una de las sex symbols de los cuarenta, Rita Hayworth que antes fue Margarita Cansino.

Margarita Cansino se metamorfeó en Rita en un cambio de imagen y modales increíble. Nada tienen que ver esas fotografías de una jovencita que danza bailes españoles de larga y abundante cabellera morena con frente pequeña por la cantidad de pelo que posee.

Y me viene a la cabeza las imágenes de Norma Jean, jovencilla saludable y rellenita que se transformó en la venus rubia más deseada y sexy, Marilyn Monroe.

Ambas actrices no llamaban la atención antes de convertirse en las estrellas que fueron. Eran chicas jóvenes con la belleza de esos años…, sin embargo, ambas tenían una cualidad única: el objetivo de la cámara las adoraba y con unos cuantos cambios estéticos el idilio con la cámara era sorprendente. Se transformaban en todos los sentidos.

Y ambas fueron primero una creación publicitaria…, las lanzaron antes de demostrar que además tenían cualidades como actrices. Ambas fueron consideradas ‘propiedad’ absoluta de grandes estudios (una Columbia, otra la Fox) y vivieron relaciones laborales tormentosas.

Cuando la cámara dejaba de mirarlas, ellas volvían a ser las chicas tímidas y frágiles. En la pantalla eran divas, mujeres inalcanzables, de una hermosura especial. En la vida diaria eran mujeres con el alma partida en pedazos, frágiles.

De Rita se enamoró el niño terrible Orson Welles y de él es la frase Si aquello fue felicidad…, refiriéndose que si los años más felices de la artista fueron los que pasó a su lado… ¡¡¡cómo serían los peores!!! La estrella siempre se quejaba de que los hombres creían que se acostaban con Gilda pero se levantaban con ella. Welles no trajo la estabilidad y la calma. También Welles quizá sólo se enamoró de la diosa de la pantalla y cuando se enfrentó a la mujer frágil, de carne y hueso, no supo relacionarse con ella. Algo similar le ocurrió a la Monroe, que también unió su vida al intelectual Arthur Miller, que también quedó cautivado por la imagen y la divinidad de la estrella pero no tampoco supo enfrentarse a la realidad, una Norma Jean frágil.

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

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