Death Proof (Grindhouse, Death Proof, 2007) de Quentin Tarantino

Indudable, Tarantino ama al cine. Y si es de serie B o bajo presupuesto no hay nadie como él, que pone en marcha la batidora del tiempo y su cinefilia de videoclub absolutamente experto, y se lanza a crear homenajes que se convierten en películas como Death Proof.

¿Y qué es Death Proof sino un homenaje a determinado cine de los 70 y los 80? Bajo una película de aspecto banal se esconde una sabiduría cinematográfica, guiños continuos y una cuidada producción tanto a nivel técnico, como estético como de lenguaje cinematográfico trasladándonos a esos años sesenta en que existían unas salas (grindhouse) donde se proyectaban películas de bajo presupuesto con altas dosis de terror, violencia y sexo.

Tarantino juega con el cine que ama y crea y reconstruye obra propia. Conoce los mecanismos del lenguaje cinematográfico para crear una obra de apariencia B pero con un montón de matices (y con un presupuesto distinto).

Death Proof cuida hasta el último de sus detalles tanto a nivel estético como técnico y deja obra sello Tarantino que se lo pasa de miedo jugando con sus pasiones. Por cierto, tampoco descuida en absoluto la elección de la banda sonora.

Trama sencilla, no, sencillísima. Psicópata de carretera persigue bellas jovencitas con un coche ‘a prueba de muerte’ y las asesina en plan bestia. Tarantino incluso emplea fórmula tipo Hicthcock en Psicosis donde nos presenta a un grupo de jovencitas, todas ellas de buen ver, con una historia y una manera de ser. Se recrea en su presentación y ya el público las identifica cuando…, crash…, el asesino psicópata entra en acción y nos deja sin protagonistas. Y es que la fórmula del maestro del suspense es fórmula mil veces repetida (en plan cutre, claro) en las slasher movies donde los grupos de jovencitos protagonistas sabemos que pronto dejarán de serlo. Porque después llega un segundo acto…, y un segundo grupo de jovencitas bellas.

Tarantino emplea la primera parte para enseñarnos las mañas del asesino psicópata y para que nos quede claro que es malo, malísimo. El asesino psicópata elige a un grupo de cuatro jovencillas bellas que se disponen a irse de juerga un fin de semana pero antes pasan una noche de música, baile, alcohol, drogas y unas dilatadas conversaciones.

Su primera víctima va a ser una delicada jovencita de cabellos largos y rubios y mirada angelical (una Rose McGowan a la que Tarantino la caracteriza como una actriz de sus amados 70 de películas cutres, Barbara Bouchet, él mismo nos lo cuenta en los extras del dvd) y después las cuatro jóvenes en un impacto brutal.

Para el psicópata malísimo, Tarantino recurre a estrella de los años 80 y devuelve a un Kurt Russell con ojos azules, cicatriz caracortada, con su atuendo macarra y devolviéndole a esas películas de acción que le encumbraron a estrella del celuloide. Y para mostrarnos más amor al cine, el loco psicópata es un doble, un especialista en escenas de acción que en un momento dado dice que dobló a Gary Clarke en la mítica serie western El virginiano. Y siguiendo ese amor loco por los especialistas (que también hay nombres míticos en el mundo del cine), una de las protagonistas femeninas que forma parte del segundo grupo de chicas perseguidas es una doble-especialista Zoe Bell, que hace de ella misma (y que dobló a Uma Thurman en Kill Bill).

El segundo grupo de chicas perseguidas es de otro perfil. Sobre todo dos de ellas que son especialistas en cine de acción y persecución en coche. Ellas son chicas guerreras de verdad y se comportan como tal. Como en cualquier película de acción de hombres gallos persiguiéndose unos a otros y haciéndose burradas sin que pidamos explicación alguna. Aquí ellas claman venganza y no paran hasta convertir al malo malísimo en un fantoche.

La película no tiene más. Porque Tarantino con lo que quería disfrutar era con persecuciones de coches trepidantes y que el espectador esté metido dentro de esas persecuciones con los índices de adrenalina elevados. Y ahí Tarantino se recrea en persecuciones de coches míticas en el mundo del cine y además también, en los diálogos hace referencias a alguna de esas películas. Para ello, el director y sus técnicos consiguen para su película no los ultracoches modernos que existen ahora sino que emplean modelos de los años 70 y se inspira en persecuciones de esos años y de los 80. Así en Death Proof nombra una y mil veces Punto límite cero (por cierto, película de persecuciones con un guión de Guillermo Cabrera Infante. Yo no la he visto nunca o por lo menos no la recuerdo). Pero los coches del asesino psicópata y de las chicas nos recuerdan a esos coches que empleaba Steve McQueen o los que salían en Frech Connection y las persecuciones nos trasladan a esas persecuciones o a esas locuras que salían en la serie de Mad Max

Y en la parte técnica, Tarantino recrea una producción de aquellos años, con las rayas de película de 35 mm ya gastada, con ese color especial —que en un momento dado, la transición a la segunda parte, combina con el blanco y negro—, con esos saltos y cortes de película de bobinas que ya lleva mucho rodaje.

Death Proof es el juego de un director que homenajea un tipo de cine del que disfruta. Es un ejercicio muy pensado y elaborado. Cuenta, por supuesto, con un sentido estético reconocible del director, en los escenarios empleados (esos restaurantes de carretera), las vestimentas de las chicas, los discos de vinilo, la música empleada…, no falta un baile de esos que son después recordados, sus diálogos como intrascendentes que ya son sello y, por supuesto, Tarantino aparece en un pequeño personaje, algo que le gusta.

Death Proof, por supuesto, no es obra de gusto sobre todo para todos aquellos espectadores que no sienten ninguna atracción por el tipo de cine que Tarantino homenajea (a mí la verdad es que no me entusiasma pero curioso me entretuve bastante viendo Death Proof y hubo imágenes y propuestas que me gustaron bastante)…, pero es un ejercicio cinematográfico muy bien hecho.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

 

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