El embrujo de Shanghai (The Shanghai gesture, 1941) de Josef von Sternberg

A Josef von Sternberg lo tengo en gran estima aunque las lagunas que tengo en su carrera cinematográfica son notables. Sin embargo, es el creador de una película que me fascina y suelo revisitar una y otra vez que es El Ángel Azul (1930). No sólo supuso el descubrimiento de una Marlene Dietrich en Alemania, que se convertiría en musa del cineasta (y a la que transformó totalmente de arriba abajo…, llama la atención como la cabaretera Lola, una Dietrich deslumbrante y fresca, después en Hollywood se convirtió en la diva interesante que todos conocemos), sino que creo una película impresionante sobre la humillación y decadencia de un hombre. Pone los pelos de punta.

Es un director de origen austriaco pero que alcanzó la fama en el cine mudo americano. Cine que dominó y valorado sobre todo por su increíble recreación de ambientes y su facilidad para extraer belleza de los bajos fondos. Y Sternberg es eso, un mago de los ambientes corruptos, de morales inciertas, del lado oscuro de la vida, de la sensualidad y del erotismo, de la sugerencia sexual…, y un esteta en ambientes sordidos y en damas de moral dudosa pero siempre caracterizadas de un modo especial, vayan donde vayan despiertan atenciones y pasiones. De esta etapa —no he podido ver ninguna de estas obras— corresponde obras que dieron mucho que hablar en su momento como La ley del hampa y Los muelles de Nueva York como ejemplos de un cine de gansters (la primera) y un cine realista (la segunda) que mostraba los bajos fondos además antes de la instauración del Código Hays.

Después en Alemania (pero también realizó a la vez la versión americana), Stenberg realizó creó El Ángel Azul y se llevó a su descubrimiento femenino a Hollywood creando para ella una serie de películas entre las que destacaría Marruecos (con un jovencísimo y hermoso Gary Cooper) y El expreso Shanghai (con una Dietrich en la cumbre con su personaje misterioso Shanghai Lily) donde o bien en un desierto o a bordo de un tren deja al espectador historias de amores fatales recreando siempre con sumo cuidado unos atractivos ambientes visuales.

Director que fue cayendo en el olvido y en el ostracismo tras su separación de la diva Dietrich. Tan sólo, quizá, volvió a ser el Sternberg de siempre con la película que hoy comento El embrujo Shanghai. Como era habitual en este director sus guiones no son el punto más fuerte pero sí la recreación de ambientes, de personajes —sobre todo femeninos—, de atmósferas exóticas y extrañas y esa sensibilidad especial de presentar los ambientes más marginales, sórdidos, corruptos y de dudosa moralidad. La película logra esa atmósfera extraña de la depravación y la corrupción de los seres humanos a pesar de las dificultades que para ello supuso el Código Hays.

El embrujo Shanghai es la adaptación de una obra de teatro, del también guionista, John Colton. La obra se representó en Broadway durante los años 20. A pesar de la cantidad de modificaciones que tuvieron que introducir para poder trasladarla a la pantalla, queda su atmósfera asfixiante y dudosa llena de personajes decadentes.

Como siempre crea y deja tres personajes femeninos fuertes, ambiguos y también refleja la transformación, la decadencia y humillación de un ser humano. La película se situa en un espacio mítico, una Shanghai que es una especie de Torre de Babel donde hay personajes de todo tipo y de todas las nacionalidades posibles. Se sitúa en el Año Nuevo Chino y en un periodo de cambios y crisis (puede ser el periodo de entreguerras). Todos los personajes son de moralidad dudosa (prestamistas, políticos, empresarios, vividores, jugadores, millonarios arruinados, embajadores, aristocracia decadente…) y bastante complejos. Todos terminan reuniéndose en el salón de juegos de la misteriosa Madre Gin Swing, un personaje que vive para la venganza bajo una apariencia de madame tranquila.

La trama es sencilla. El salón de juegos de Madre Gin (Ona Munson) se ve amenazado al cierre por las especulaciones empresariales de un importante personaje, sir Guy Charteris (Walter Huston). Pero Madre investiga a Guy y descubre que le conoce, ambos ocultan un pasado oscuro, y ésta prepara con sumo cuidado una venganza que culminará en la cena de celebración del Año Nuevo Chino.

Ona Munson una actriz secundaria que tuvo pocas oportunidades de mostrarse como actriz profesional cinematográfica se come la pantalla con sus impresionantes peinados, su vestuario y maquillaje y esa sonrisa que oculta mucho afán de venganza, sufrimiento y odio hacia los seres humanos que la destrozaron la vida e hicieron que se construyera una máscara de mujer de negocios fría e impasible que va moviendo sus hilos y cada personaje sólo es una marioneta para sus propósitos. Ella se vuelve una mujer dura y devuelve cada una de las heridas que la hicieron en un pasado. Ona Munson es una especie de madame china que no deja impasible a los espectadores en cada una de sus apariciones. Exotismos, frialdad, venganza, perversidad se ocultan tras su mascara. Quizá éste fue uno de los papeles más recordados de la actriz junto a su breve e intensa aportación como la prostituta Belle en Lo que el viento se llevó.

El personaje que se transforma delante de todos los espectadores de una bellísima joven rica, elegante y millonaria con unos ojos que desarman tiene el rostro de una Gene Tierney que aporta todos los matices. Joven que entra elegante como dama y mujer en la sala de juegos, atraída por un ambiente distinto, y que queda atrapada en una inmesa tela de araña de corrupción, alcohol, juego, deudas y sumisión a un hombre que la ignora. La caída del personaje ocurre fotograma a fotograma y vamos viendo a la elegante Tierney que se transforma en personaje decadente en un laberinto sin apenas salida. Ella es pieza fundamental de la venganza de Madre Gin. Una pieza que se volverá en contra de la madame china al realizar un descubrimiento final que la hará tomar la única salida posible para destruir lo que ha creado con tanto cuidado.

Y el tercer personaje femenino en juego es una corista aventurera, una mujer de vida fácil, que va de país en país sobreviviendo. Una rubia joven, guapa y vulgar consciente de sus armas de seducción y que se va dejando llevar por lo que el destino la depara. Esta vez llega al salón de juego y se convierte también en pieza fundamental para que Madre Gin pueda llevar a cabo su venganza. Ella tiene el rostro de la desconocida Phillips Brooks.

Dentro de este panorama femenino, se mueven varios personajes masculinos, todos absolutamente sometidos a los hilos de Madre Gin y cada uno con un cometido especial. Todos con un lado oscuro evidente. El empresario especulador, frío y calculador con pasado oscuro e irremediablemente unido a Madre Gin, tiene el rostro de Walter Huston. El padre del famoso director era genial para encarnar a personajes complejos y oscuros (como ese predicador en esa extraña película de los treinta que se llama Lluvia). Otro personaje absolutamente llamativo es ‘doctor’ y ‘poeta’ Omar, con su fez y amplia capa, que ayuda a la corrupción de todo el que se ponga en su camino de la mano de su jefa, la madame, hombre de rostro impasible, seductor y jugador, arrastra por el mal camino a la joven Tierney.

Pero tampoco tienen desperdicio ninguno de los otros personajes que pululan por el salón de juegos y en esa cena de Año Nuevo Chino que organiza Madre Gin con un grupo de  selectos invitados. Los camareros, los millonarios jugadores, las chicas, los ayudantes de Madre Gin, el porteador de carro enorme y calvo con cara siempre amenazante…, la película de Sternberg envuelve.

No deja de ser un melodrama extremo y exagerado pero cautiva por el ambiente fascinante, por los personajes ambiguos y por esa atmósfera entre irrealidad, barroquismo y bajos fondos corruptos…

Una joya exótica y extraña.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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