Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961) de Blake Edwards

Para Marlon (mi adorado gato)

No he tenido el mejor de los fines de semana. El viernes me di cuenta de que algo no andaba bien en mi gato querido. Ya he hablado en alguna ocasión de él. Mi gato Marlon (porque es tan guapo que nada tiene que envidiar a Brando), mi enorme y gigantesco gato Marlon, que alguna vez cuando le he sacado a la calle, he oído el grito entusiasmado de algún niño pequeño: mira, mira, un tigre…, no está bien. El sábado tuve que llevarlo a urgencias y allí se ha quedado, hospitalizado. Me he quedado un poco rota porque todo remite a que es algo grave. Mi querido gato Marlon se comporta como siempre con una ternura increíble, una ternura que desarma. Son ocho años los que lleva a mi lado, y que quieren que les diga unido a mí por muchos recuerdos. Marlon, junto a mi gata Sally (porque como ya he dicho es tan personal y pizpireta como Sally Bowles), es quien me recibe todos los días al abrir la puerta de mi casa… Marlon, con su pelo largo, blanco y canela, y esa cara que sólo inspira un cariño que desarma. Mañana me dan el resultado de todas las pruebas, y estoy un poco desanimada y triste. Me encantaría que pasara las Navidades conmigo…, pero no sé. Ayer cuando regresé de verle, que quieren que les diga no era la mujer más alegre…, y me puse una de mis películas medicina: Desayuno con diamantes y como siempre me hizo feliz. Y como siempre quedé hipnotizada por esa Holly, ese Paul y ese gato sin nombre abrazados bajo la lluvia.

Sin duda Desayuno con diamantes es de esas películas clásicas de las que siempre se habla. Película icono de una Audrey Hepburn con traje negro, moño alzado, gafas oscuras y enorme cigarro…, con gato atigrado al hombro. Pero es que Desayuno con diamantes es una película-medicina bien construida y una obra maravillosa de Blake Edwards. Contiene personaje maravilloso rodeado de buenos secundarios y como la vida misma esa Holly que desarma vive situaciones cómicas y también las más dramáticas. Y refleja una preciosa historia de amor. Además Edwards y el guionista George Axelrod traicionan el final de la novela (también maravillosa, por cierto) de Truman Capote y nos regalan un happy end para el personaje de Holly (o no, según se mire). En la novela Holly sigue volando y huyendo e inventando mil veces su personaje y leyenda…, desaparece de la vida de un Paul que la recuerda. En la novela Paul no la atrapa en jaula de oro, ella sigue volando…

Dicen que Capote no quedó muy satisfecho con la adaptación cinematográfica y tampoco con la elección de Holly…, pero ahora parece imposible imaginar otra que no fuera Audrey Hepburn. Leí, pero no recuerdo en qué fuente —sí, ya sé que no es de buena educación y de buena informadora no especificar— que él veía el rostro de Holly en la sensibilidad y maneras de una Marilyn Monroe.

Con la recreación de un Nueva York nostálgico paseamos por la vida de una Holly descabellada y vital que comparte sus días buenos con sus días rojos…, que pasa los días en un apartamento en el que parece siempre que se acaba de mudar en compañía de un gato sin nombre, abandonado. Ninguno de los dos pertenecen a ningún lugar pero ambos se acompañan.

A ese edificio llega otro personaje perdido, un escritor desencantado y sin ideas que ejerce de gigoló. Un apuesto Paul (George Peppard cuando era joven promesa del cine…, y pocas oportunidades tuvo de demostrarlo) que enseguida queda atraido por la personalidad de su vecina. Y ella, ella se encariña con el vecino Paul entre otras cosas porque le recuerda a su hermano Fred, ese hermano lejano al que ella ama y que la ata a un pasado del que siempre quiere huir.

Y los dos empiezan a acompañarse y a relacionarse. Y por qué no, a enamorarse. Ella está atada a su sueño de no pertenecer a nadie, de ser siempre pájaro libre, de cazar a algún hombre rata o super rata que la permita vivir siempre sin quebraderos de cabeza o días rojos. Pero las cosas siempre de alguna manera u otra se tuercen y entonces ella alza el vuelo o sobrepasa día rojo…, porque es un ser salvaje, una superviviente, que se levanta una y otra vez.

Él lucha contra el  desencanto. Contra una vida que ahora mismo desprecia. Quiere crear pero el hastío y la desilusión le pueden. De pronto, Holly y su mundo suponen un mundo nuevo para él, una fuente de inspiración. Encuentra a alguien encantador tan perdido o más que él…, y ve una posibilidad de futuro. Y a la desagradable ‘decoradora’ que le mantiene (con el rostro de una Patricia Neal a lo Cruela de Vil) le da definitivamente la espalda. Aunque Holly tampoco le pone el camino de futuro e ilusiones fácil, le regala creatividad y una nueva ilusión por el día a día.

La película está repleta de escenas míticas. La genial fiesta que organiza Holly en su apartamento donde todos los personajes glamorosos y estrambóticos acaban borrachos como cubas con el gato sin nombre merodeando entre brazos y piernas. La llegada el ex marido de Holly, Doc, un hombre de campo que quiere que la joven estilizada vuelva al hogar. Holly cantando Moonriver en el alfeizar de la ventana con un Paul que mira y escucha. La jornada de Paul y Holly en la que realizan cada uno una cosa  que nunca ha hecho…

Y en la vida de ambos se cruzan personajes secundarios distintos siempre con un toque de locura, de mezquindad, de cariño o ternura…, todos son una galeria de personajes que dan sentido a la historia de Holly y Paul. Sally Tomato, el mafioso, que da sus partes metereológicos desde Sing Sing a una desenfadada Holly que tiene que visitarle todos los jueves. Su vecino con cara de japonés y estrambótica figura y maneras (un Mickey Rooney olvidado, ya nada queda del niño prodigio), que resulta ser un prestigioso fotógrafo, que vive como una pesadilla a su vecina. El dependiente de Tiffany que no pierde en ningún instante sus maneras profesionales de vendedor serio ante una joven pareja que le hace proposiciones imposibles. El millonario brasileño (un Vilallonga como latin lover) preocupado por su prestigio y familia que, sin embargo, queda prendado por la vitalidad de una Holly a la que no entiende. El hermano ausente; Doc, el ex marido que nunca entiende por qué voló su joven esposa; el manager millonario que se siente atraído por las locuras y chaladuras de su cliente; la millonaria mujer aburrida de su matrimonio que paga al joven Paul para pasarselo bien; la modelo extravagante; el millonario arruinado…

Y al final de todas las vicisitudes, risas y días rojos…, quedan Paul, Holly, un gato sin nombre…, y la lluvia.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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