Fama (Fame, 1980) de Alan Parker

Ayer estaba nostálgica perdida. Hace poco leí que pronto se estrenará un remake de la película de Fama de Alan Parker. Vi el casting elegido y no noté nada especial ante los nuevos rostros. Recordé los viejos rostros, algunos ya no están. El remake sólo rescata a aquella profesora de baile (Lydia Grant) que en la serie decía: la fama cuesta, aquí vais a empezar a sudar y esas cosas…, esas frases que nos avisaban de que íbamos a adentrarnos en las vidas de los protagonistas. En la película esa profesora sólo está presente en las pruebas de selección. Así que de nuevo he puesto el dvd amado y volví o regresé a la academia de artes que yo conocí y luego seguí fervorosamente en serie de televisión.

Y es que Fama tiene momentos, canciones y retazos que hacen de esta película musical un pequeño y gozoso rincón de encuentro. Un crisol de jóvenes creativos en New York. Jóvenes de distintas culturas, distintos niveles económicos y diferentes aspiraciones artísticas. Fama los reúne y, como una película documental falsa los sigue en distintas situaciones. Y entonces vivimos sus cuatro cursos en los que se preparan para ser futuros cómicos, actores y actrices dramáticos, cantantes, músicos o bailarines. Y los vemos en un edificio que se cae a pedazos con unos profesores exigentes que les piden lo máximo en sus clases. Vamos viajando y conocemos sus sentimientos, sus fobias, sus miedos, sus éxitos, sus fracasos, sus realidades sociales, sus relaciones, sus enamoramientos, sus enfados, sus entornos familiares, sus bofetadas con el duro mundo real…, y ellos mientras siguen creando y creyendo que mañana está cerca, y se pegan batacazos y todavía se levantan. Las historias no son lineales, ni siquiera terminan, pero parece que nos acercan la vida de unos jóvenes desconocidos que luchan por su pasión.

Fama tiene a todo tipo de profesores que les enfrentan a la vida. La profesora de danza dura que les dice si tendrán futuro o no, el profesor de arte dramático entregado a sus clases, el anciano profesor de música —cómo lloramos cuando desapareció en la serie— que reconoce los talentos musicales pero que no siente más allá de la música clásica o la dura y exigente profesora de lenguaje que cree en cada uno de ellos más que nadie…

Y en los alumnos todo un crisol de jóvenes de la generación de los ochenta: el homosexual pelirrojo solitario y con traumas al que le cuesta salir del armario; la joven tímida y judía que se siente insignificante; la bella bailarina rubia y niña pija que juega a ser niña mala; la bailarina y cantante afroamericana y vital que se come el mundo pero se golpea con la dura realidad que no puede apagar su voz; el muchacho genio de pelo rizado de descendencia italiana que es un dios de la música electrónica y choca con la música clásica; el chico latino alegre, bromista y optimista que esconde una vida dura, precaria, violenta y traumática o el muchacho afroamericano marginal que apenas sabe leer ni tiene donde vivir pero se mueve como nadie…, vivimos junto a ellos pinceladas de sus cuatro años de formación.

Entre medias vemos que bailan en las calles, cantan en el comedor del centro, sudan en las clases, se descubren ante sus compañeros, son conscientes de que sus sueños pueden no convertirse en realidad, tratan de saltar obstáculos y de vivir la vida.

La película cuenta con momentos clave que forman parte de la memoria cinéfila, por lo menos de la mía, como esa canción que entona Irene Cara (como Coco) mientras toca el piano y la mira un Bruno Martelli (sí, el genio músico con rizos negros en su cabellera) que disfruta de lo que escucha. Esa canción es Out Here On My Own. O también es entrañable el momento en que Dory, la tímida chica judia, acude junto a Ralph Garci, el chico latino a la proyección mítica y especial en cine de Rocky horror picture show. Quién no recuerda el momento en que el padre de Bruno, pone su taxi delante de la escuela enciende los altavoces y suena la música de su hijo…, y de pronto los alumnos se vuelve locos y asaltan las calles a golpe de danza o ese recital de actores, cantantes, músicos y bailarines en el abarrotado y pequeño comedor de la escuela. Tampoco tienen desperdicio las pruebas de selección donde, por ejemplo, se descubre el talento de Leroy, el chico afroamericano que viene a acompañar a su pareja y ya muestra que es chico rebelde y malote pero con un talento innato para el baile. O impresiona ese momento en que los tres amigos de arte dramático (Dory, Ralph y Montgomery) se encuentran en el bar con un camarero que era el mejor alumno de teatro en la promoción anterior…

Fama es una buena medicina para revivir la nostalgia…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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