El secreto de sus ojos

La vi ya hace una semana o más pero aún no me había decidido a comentarla. Juan José Campanella volvió a conquistarme pero por la construcción de sus personajes y por su sentido de la vida absolutamente romántico.

Me conquistó por esa mezcla tan real de la vida donde cabe la comedia y la tragedia. Los momentos tristes y los momentos más alegres.

Me engatusó porque, de nuevo, deja papel principal en manos de un Ricardo Darín que como siempre se come la cámara a mordiscos y encarna como nadie al tipo creíble, esta vez un funcionario de un Juzgado Penal. Y, también, porque como nadie lo hace se enamora, en silencio, y a base de miradas, de Irene con rostro de Soledad Villamil (que ya demostraron su química en El mismo amor, la misma lluvia). Y porque de pronto me descubre un personaje secundario de quitarse el sombrero, el gris funcionario de penales con problemas de alcohol pero con una inteligencia y honestidad que le vuelven dulce, con una capacidad para el humor que seduce continuamente al espectador de la mano de un actor desconocido para mí, Guillermo Francella (reconocido cómico argentino). El es el héroe cotidiano y mejor amigo con todas sus miserias y riquezas.

Ahora Campanella cambia de género y se decanta por el cine negro o de intriga que sólo sirve de telón de fondo para contarnos historias de amor, amistad, historias de injusticias sociales pero con la posibilidad de que haya personas que luchen siempre por cambiar ese mundo y crear otro posible…, aunque fracasen.

Quizá en las claves del cine noir es donde Campanella tiene algún que otro acierto pero también algún patinazo que hizo que la película no fuera absolutamente redonda para mí.

El director, también guionista, toma como argumento la novela de Eduardo Sacheri, y regala imágenes cinematográficas y diálogos para el recuerdo. Nos habla de la nostalgia, del pasado, de la importancia de las fotografías, y nos sugiere aunque nunca se diga explícitamente sino que se intuya por la historia y el ambiente del Juzgado que la historia de ese asesinato brutal a una joven que marca la historia de su marido y del protagonista, Benjamín Espósito, ocurre durante tiempos convulsos de la historia argentina, momentos antes de la terrible dictadura militar.

Los personajes menos creíbles (y para mí peor construidos) en esta, por otra parte, magnífica historia, son dos personajes de suma importancia para la trama noir y son los que estropearon mi deleite ante una obra que intuía grande: el esposo de la víctima y el asesino de la joven. Que son además los que rizan el rizo en un momento de clímax de la trama…

Sin embargo, Campanella como siempre nos filma momentos grandiosos por su sensibilidad extrema. Toda la presentación de la víctima y su terrible muerte así como la primera vez que el protagonista ve el cuerpo. La importancia de los álbumes de fotografías de la víctima. Lo mejor, que incluso raro en mí supera en emoción a las escenas de amor entre la pareja de Darín y Villamil, son todas las escenas de amistad entre Darín y Francella. Ahí Campanella se vuelve grande. Nos regala un discurso maravilloso de Francella sobre la pasión y la obsesión y nos deja una escena emotiva sobre lo que es capaz de hacer un amigo por otro. También nos deja un abanico de miradas y sensaciones entre dos personajes que se enamoran pero nunca lo expresan claramente…

Por otra parte, también doy un aplauso a la estructura narrativa, todo lo que se cuenta es desde la mirada de Espósito y sus recuerdos que reconstruyen una novela, ¿qué es absolutamente real o qué es fruto de la nostalgia y la ficción?

El secreto de sus ojos es de esas películas que necesitan de otro visionado porque es rica en detalles y matices. Les espero en una segunda proyección…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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